MIS MANOS VACÍAS
Hoy cuando lavaba mis manos, noté que estaban vacías. No sujetaban nada. No tenían nada. Entonces supe que no tengo nada, o casi nada, que no es lo mismo, pero si igual. Estoy ayuno de amores, falto de dolores. Mi vacío no es la oquedad de una roca, la rotunda negrura de un insondable pozo, la total ausencia de todo. Mi vacío es algo más que todo eso. Es una carencia infinita de emociones. Es la no existencia de sensaciones, de razones, de deseos, de quereres. Me siento como un animal recién puesto en libertad: extraño, raro, asustado, confundido. Todo lo que tenía me ha abandonado, se ha escapado. ¿ A donde han ido, las risas, los besos, los sudores, las angustias?. ¿Donde están las miradas, las caricias, los pesares, los deseos? Ya no los tengo. Es como si repente, sin presentirlo se destapó el cofre de mis utopías, se abrió la maleta de mis sueños y todo voló al viento, dejándome solo, ingrimo. A veces siento que dentro de mi mora un animal, una fiera terrible que me devora y devora. Entonces, cuando eso pasa, rompo el hilo de mis pensamientos, en vano intento por hinchar el tiempo, por moler el tiempo, por trasegar el tiempo, por masticar el tiempo. Pero no lo consigo. Entonces me concentro en la realidad. Me vuelvo cotidiano. Me mimetizo. Me escondo. Calzo mis zapatos al revés para que crean que voy, cuando en realidad hace tiempo que viene. Que estoy aquí. Me entretengo en el día a día. En el hacer algo, para dejar de no hacer nada, pero la fiera que me acecha se hace presente y continúa fracturandome, demoliéndome, devorandome. Intento escapar de nuevo, me aferró a los versos de un viejo poema, pero estos se enredan en las rimas, como los pasos se pierden en el camino, tropezando con los zapatos. Oigo, entonces, los gritos del silencio, de ese silencio mudo, y se que enmudeció hace tiempo. Que calló cuando callaron mis propias voces, las que tenía por dentro. Aquellas que me alertaban, que me mantenían en vigilia, que sembraban de inquietud mi atención. Que me decían cosas que quería, y que no quería escuchar. ¿El silencio de mis voces es el reflejo de mi vacío?. ¿ O será la causa ? ¿ Y porque no la consecuencia?. Me miró al espejo y veo que tengo dos huecos por ojos, un hueco por boca y dos tenazas por manos. Y se que estoy solo. Pero la soledad es también compañía. Es una niebla pegostosa que te tupe, que te tapa. Es como una segunda piel. Algo que tienes pegado a tu pecho, adosado a tu espalda y que no puedes quitarte. La soledad es un bicho conchudo, bicefalo, de muchas patas que arrastra su abdomen sobre el tuyo. Que te mira a la cara, revelándote la fealdad de la suya. La soledad es un enemigo que te acecha y sale a tu paso cuando menos la esperas, cuando no la quieres. La soledad es mala compañía. Pero por ahora, y quizás por mucho tiempo, es la única que tengo... Buenos días Soledad. EFO.