LA PARTIDA
Se fue. Se fue y no supe como ni adonde. Hoy, cuando me desperté ya no estaba. Desapareció sin explicación, sin siquiera decir adiós, sin avisar donde iba. Sencillamente se fue. La busqué por calles y caminos. La busqué dentro y fuera de mi, pero se había ido. Y cuando creí resignarme encontré su huella en el espejo. Allí estaba, escondida, difuminada, opaca. Ahí estaba, parapetada tras una maraña de arrugas, cubierta con una manto de flacidez, desvaída, sin brillo en los ojos, mustia, casi muerta. Mi hoy vieja juventud trató de esbozar una sonrisa, pero apenas pudo construir una mueca, un remedo de aquella risa cantarina, bulliciosa, alegre, contagiosa que los dientes no podían retener. Mi hoy vieja juventud me devolvió la mirada, una mirada cansina, adormilada, fatigada. Una mirada que se escapó forzada de sus ojos marchitos, semi cerrados, viejos. Entonces supe a donde se había ido. La descubrí cubierta con los pliegues del pasado. Cabalgando a lomos de un tiempo ido, perdido entre el tic tac de relojes mohosos, ahitos de minutos pasados, de segundos muertos.Su partida no fue para mi una sorpresa. Hacía tiempo que la esperaba, que la intuía. Notaba como día a día se iba apagando, difuminando. Como, al igual que una pavesa, se extinguía inexorablemente. Su partida se anunciaba en el temblor de mis manos, en la opacidad de mi vista, en la afonía de mi voz, en la lejanía de los sonidos. Sentía como mis piernas flácidas se negaban a impulsar mi cuerpo, como me abandonaban los reflejos, como se apagaba la pasión, las ansias, los deseos. Era el preludio de una despedida que se prolongaba. Como quien se resiste a dejarse ir, pero que sabe que tiene que irse, que tiene que dejar, que debe abandonar. Y así fue. Se fue. Su partida marcó un adios definitivo, uno de esos adioses que son para siempre, que no vuelven más. La dejé ir, sin despedirla, como quien ve alejarse un barco, como quien siente morir un sueño. Y aquí estoy, sentado en el medio de esta angustia que me abruma, de este vacío que me plena, de esta ausencia que me aterra. Aquí estoy sin saber adonde ir, sin poder ir a ninguna parte, sin querer ir a otro sitio. Aquí estoy esperando no se que. Aquí estoy, solo, perdido, asustado, añorando a mi hoy perdida juventud, a mi compañera de muchos placeres, de muchos olores, de innumerables sudores, de infinitos goces. Extraño su desenfado, su ausencia de miedo, su desparpajo al mirar, su atrevimiento al hablar. En mi desespero trato de vivir lo que hoy tengo por presente y espió lo que presiento como futuro. Y eso es lo que me asusta. Ese olvido, esa falta de ser necesitado, querido, deseado, buscado. Esos años por venir, duros, malos, desesperadamente solos. Esa futura fingida compasión, ese futuro permanente estorbar, molestar, fastidiar. EFO.