EPISTOLA IN CARENTIS AFFECTUS
( Carta modelo para parejas disfuncionales)
Después de viente años, reuní el valor suficiente, y leí tu carta. Lo hice despacio, sin prisa, dándome tiempo para analizarla. La repasé una y otra vez y al final concluí que todo sería igual, que nada habría cambiado si la hubiera leído antes. Tu carta no me dijo nada nuevo. Nada que yo no supiera. Nada que no presintiera. En tu carta ratificabas lo que ya intuía: que no tenías el valor suficiente para enfrentar la realidad que nos avasallaba. Y ahora entiendo el por qué de muchas cosas. Ahora puedo descifrar tus interminables silencios. Tus inexplicables ausencias. Tu permanente falta de atención. Tu poco cuidado en el manejo de las situaciones que nos eran propias. Ahora se, a ciencia cierta, que fue un error irreparable haber intentando aunar voluntades en busca de lo que creíamos sería un bien común. Al fin me di cuenta que nunca nada nos unió, muy por el contrario, todo siempre nos separó. Y ahora colocado a distancia puedo ver con claridad que ni tu ni yo tuvimos culpa de lo que ocurrió, pues eso fue la consecuencia lógica de una cadena de desaciertos que indefectiblemente nos condujeron a ese final. De tu carta solo una cosa debo reprocharte: la notable falta de mesura. No es un análisis meditado. No sopesas adecuadamente los hechos. Luces apresurada, ansiosa, impaciente por terminar, por pasar la página, por cerrar el capitulo. Ni siquiera fuiste capaz de dar una explicación convincente. No hay detalles. Tu carta es una lamentable ausencia de todo. Quizás te hubiera resultado más fácil no escribirla. Dejar la hoja en blanco y solo poner un punto. Un punto final. Con eso hubiera bastado y yo lo entendería. Con solamente ese punto me hubieras ahorrado la incertidumbre, de imaginar lo que dirías. Me hubieras ahorrado veinte años de dudas.
Al leerla pensé hacer publica mi respuesta, pero al instante deseché la idea. De hacerlo estaría obligado a decir lo que realmente sucedió, lo que nunca quisiste escuchar: La verdad; pero ya es tarde para eso. Ahora nada tiene sentido. Entre tu realidad y la mía, entre tu vida y la mía media un tiempo de ausencia, de silencio, de resentimiento. Ni siquiera voy a tomarme la molestia de explicar lo que dices en tu carta, ni volver a contar nuestra historia fallida, me contentaré con saber que ya todo terminó, que después de casi un cuarto de siglo, puedo estar tranquilo, tranquilo de conciencia, pues al final entendí que se acabó, que ya no quedan ni recuerdos de ese pasado inconcluso que, quieras o no, nos marcó la vida. Ahí dejo tu carta. La guardo en el cofrecito azul donde todos saben que guardo las cosas importantes. Quizás cuando muera, uno de nuestros hijos la encuentre por casualidad y la lea. Ruega a Dios que eso no pase pues de ocurrir al fin se sabrá lo que con tanto esmero te empeñaste en ocultar: Nada. EFO.
PD. Nunca lograste corregir tus errores ortográficos. Jamás aprendiste a escribir.
Al leerla pensé hacer publica mi respuesta, pero al instante deseché la idea. De hacerlo estaría obligado a decir lo que realmente sucedió, lo que nunca quisiste escuchar: La verdad; pero ya es tarde para eso. Ahora nada tiene sentido. Entre tu realidad y la mía, entre tu vida y la mía media un tiempo de ausencia, de silencio, de resentimiento. Ni siquiera voy a tomarme la molestia de explicar lo que dices en tu carta, ni volver a contar nuestra historia fallida, me contentaré con saber que ya todo terminó, que después de casi un cuarto de siglo, puedo estar tranquilo, tranquilo de conciencia, pues al final entendí que se acabó, que ya no quedan ni recuerdos de ese pasado inconcluso que, quieras o no, nos marcó la vida. Ahí dejo tu carta. La guardo en el cofrecito azul donde todos saben que guardo las cosas importantes. Quizás cuando muera, uno de nuestros hijos la encuentre por casualidad y la lea. Ruega a Dios que eso no pase pues de ocurrir al fin se sabrá lo que con tanto esmero te empeñaste en ocultar: Nada. EFO.
PD. Nunca lograste corregir tus errores ortográficos. Jamás aprendiste a escribir.