UN CUENTO DE ENTIERROS
Un entierro es cosa
seria. Yo conocí a un señor, por los laos de El Saladillo,
que consiguió uno. Una noche
él estaba adormilao, cuando vio una
lucecita roja que apareció de repente en la pared. La lucecita se prendía y se
apagaba. El hombre se acercó para ver que era y
la lucecita comenzó a caminá por toa la pared y salió del cuarto.
Pedro, que así se llamaba el hombre, se asustó y no se atrevió a seguirla.
Al otro día, la cosa se repitió.
La lucecita se volvió a prendé y volvió a corré por la pared, pero esta vez sí
se animó a seguila. La luz salió del cuarto, atravesó el corredor, siempre
pegá a la pared, pasó por la cocina, entró al patio, esquivó la mata de mango
y se paró en toita la pata de la mata de cotoperí y ahí se quedó. Pedro, se asustó y
se volvió pal cuarto, trancó la puerta y se puso a rezá, muerto de miedo.
Al día siguiente le contó lo que le había pasado a su compadre Narciso, quien le dijo:
Compadre, en su casa lo que hay es un entierro. Vos te podeís volver rico de la noche a la mañana, si te
animais a sacarlo, pero eso hay que
saber hacerlo. Hay que preguntarle a un facurto. Dejame averiguá como se hace y yo te digo
después.
Al otro día el compadre le tocó la puerta. Ya
averigüé, dijo, vamos a sacarlo esta noche.
- ¿A qué hora sale la luz esa?
- A las
diez, yo lo sé porque a esa hora apagan las lámparas de la calle, contestó
el hombre.
- Bueno, a las 9 estoy aquí. Buscaté un pico y una
pala, que yo traigo una cruz y un frasco de agua bendita.
A las 10, tal y como habían acordado estaban los
dos hombres sentados en la cama, esperando que apareciera la lucecita. Y apareció. La luz comenzó a caminar, salió del
cuarto, atravesó el corredor, siempre pegá a la pared, pasó por la cocina,
entró al patio, esquivó la mata de mango y se paró en toita la pata de la mata
de cotoperí y ahí se quedó. Y quietecitos también se quedaron los dos hombres
viendo como la luz no se movía.
Compadre, dijo el invitado, comenzá a abrir un
hueco ahí donde está la luz que yo voy a
está rezando y echando agua bendita por si acaso. Cuando te canséis me avisais
para cavar yo, mientras vos rezais. Pero acordate lo que me dijo Nicasio: si
aparece el entierro no hableís, no digais nada, no abrais la boca.
Llevaban más de media hora cavando cuando
sintieron que la pala había tropezado con algo. Los hombres se miraron. A Pedro
las manos le temblaban y un sudor frío le corría por el pecho, pero no dijo
nada. Siguió cavando. Narciso alumbró con el farol y
vio un cofre grande, negro. Sin hablar
se inclinó en el hueco y jaló el cofre hacia afuera. Cuando ya lo tenía
cerca de la boca Pedro gritó: Agárralo,
compadre, agárralo que ya somos ricos.
Se escuchó un quejio, un grito, como de dolor y el
cofre se le escapó de las manos a Narciso y se hundió en el hueco.
Que hicisteis, compadre, que hicisteis, yo te
advertí que no hablarais, que te quedarais callao, gritó Narciso.
Por más de una hora estuvieron cavando, el hueco
se convirtió en un pozo grande pero nunca volvió a aparecer el cofre.
Y es que todo el mundo sabe, que cuando se saca un entierro no se
pué habla, porque el muerto que lo cuida lo jala, se lo lleva pa bajo otra vez.
Los entierros son baúles
llenos de morocotas y prendas (.) que enterraban los ricos, en las épocas de guerra. El amo se llevaba a un peón pa
que abriera el hueco y después que lo
abría, el mal hombre lo mataba y sepultaba ahí mismo pa que cuidara el cofre y no le dijera a nadie donde
estaba el tesoro.
El alma del muerto no consigue reposo, se queda
penando, hasta que no se libre de la tarea que tiene de cuidá el entierro. Por
eso hay que rezá para ayudala a sali y no se puede hablá, ni deci groserías
porque se interrumpe el rezo, si alguien habla o dice groserías el muerto se
molesta y le esconde el cofre al que lo está sacando, es como una venganza,
pues... EFO.
(.)Morocota: Moneda en desuso, con aleación de 10% de cobre y 90% de oro puro y peso de 33.4325 gramos..
Prendas: Joyas, alhajas.