viernes, 6 de noviembre de 2015



LA DEPRESION



La depresión es un visitante inesperado, nunca deseado, siempre aborrecido, que llega un día y sin pedir permiso entra en tu vida, ocupa tus espacios, habita tus estancias. La depresión se instala en un rincón de tu mente y cual menuda araña comienza a tejer su red. Poco a poca te va invalidando, paralizando tu cuerpo. Después te toca el alma, paralizando tus sentires. Decolora tu alegría, desdibuja tu sonrisa, asorda tus sonidos, obnubila tu visión. Y sin que te des cuenta ya está aposentada en ti. La depresión es artera. Ataca de imprevisto, cuando no piensas que lo hará, cuando no esperas que lo haga. La depresión es la madre de la tristeza, pero no de cualquier tristeza; es la madre de tu tristeza. Cuando aparece ya deja notar la preñez que la embarga. Cuando la ves sabes que parirá pronto y para hacerlo buscará un lugar apartado, un recodo de ti. La depresión y su hija, la tristeza, hacen buenas migas con el dolor, con la angustia, con el desencanto.Y todos juntos se confabulan en tu contra. Te persiguen, te acosan y finalmente te abaten. Es difícil, muy difícil, luchar contra ese plielágo de calamidades. Poco a poco, sin darte cuenta, te vas entregando.Vas cediendo espacios.Vas retrocediendo, replegándote, hasta que tu espalda toca la pared y sabes que no puedes retroceder más. Es entonces cuando sientes que ya no tiene sentido resistir, que lo mejor es terminar de ceder, de cerrar la puerta tras de ti. La depresión te habita por el tiempo que ella quiera,  o hasta que tu alma, ya exhausta, no pueda hacer nada más y te mate.
Ahora me habita. Me ocupa. Me plena. Entró sin que le abriera. Se coló por una hendija de la puerta. Se deslizó por el postigo de la ventana. No anunció su llegada, pero yo la presentí. Sabía que vendría. Lo supe cuando un tarde cualquiera una lagrima embozada rodó por mi mejilla. Cuando mis manos temblaron abrazando la taza de café. Cuando una urgencia de escapar embaló mis ansias. Cuando un pedazo de angustia me asaltó a medio camino entre el sueño y la vigilia, entenebrando  mis noche. En ese entonces no me opuse. No pude hacerlo. La verdad, es que no quise hacerlo. Ahora estoy luchando, en un ir y venir de entierro. Prisionero de mis pasos, dos hacia adelante y uno para atrás.  Pero todavía mi espalda no ha topado con la pared. Todavía me resisto. Todavía me permito soñar. EFO


jueves, 5 de noviembre de 2015







LOS AMURADOS   II                                       


Hay una categoría de Amurados que son esclavos de sus pasiones, siervos de sus deseos, prisioneros de sus vicios. Esos no tienen un muro físico que los contenga, que los cerque, que los mantenga a resguardo de otros o de ellos mismos. Su muro es interno, algunos nacieron con el, como El Autista, otros lo construyeron solos o con la ayuda de alguien más. 
Ese muro que se alza dentro de su mente, como le sucede al Miedoso, o que taladra su alma, como es el caso del Iracundo les impide que se muestren tal y como son. Los obliga a hacer cosas que ellos no quisieran hacer, como a La Lujuriosa. Los mantiene cautivos, privados de la libertad de escoger. Ese muro es su prisión. En el viven, con el viven, pues todos, oigase bien, todos somos Amurados, solo que unos cuerpo afuera y otros mente adentro. Todos somos Amurados; y esa condición, la de Amurados, no la conferimos nosotros, nos la da el muro que nos limita.



MI PRE MUERTE

Esta mañana, al despertarme, intenté abrir los ojos, pero estaban pegados. Quise articular una palabra, pero la boca no se abrió. Tampoco pude escuchar , ni oler, ni sentir. Mi cuerpo ya no era el mismo con el que me acosté anoche. Lo noté frío, duro, inmóvil. Entonces me di cuenta. Supe al instante lo que me pasaba: estaba muerto. Pero lo muertos no piensan, recordé.  Entonces estoy loco. Tampoco. Los locos no razonan. Y fue entonces cuando comprendí todo: estaba pre-muerto. Si, la pre-muerte es un estado que se caracteriza por estar vivo, pero sin poder desarrollar ninguna de las funciones de estos. Es estar muerto sin estarlo. Es estar vivo, sin estarlo. Es estar pre-muerto. Un pre-muerto perdió la capacidad de amar, pero sabe lo que es amar. Un pre-muerto no puede llorar, pero siente la permanente necesidad de hacerlo. Un pre-muerto no ríe, ni grita, ni se alegra, ni deja que ningún sentimiento lo perturbe. Un pre-muerto es un muerto en vida. Es un ser que ya no siente.. Un pre-muerto vive en un cuerpo vivo pero con el alma muerta. Un pre muerto es un muerto de alma. Y eso soy yo. Pre-morí cuando de tanto amar, dejé de hacerlo, por hastío, por fastidio. Cuando dejé odiar por no tener ya fuerzas para seguir haciéndolo, por haberse extinguido el ultimo rescoldo de rabia que me quedaba. Pre- morí. cuando maté todos mis recuerdos: los buenos y los malos. Cuando ya no quise saber nada de nadie, ni de mi mismo. Cuando ya no me importó vivir. Cuando ya no me interesó seguir viviendo. El día que se apagaron todas las luces en mi escenario, cuando lo negro ocupó todos los espacios, cuando sentí que no valía la pena seguir existiendo, ese día pre morí. Rígido en la cama, imposibilitado de moverme solté mis pensamientos y comencé a caminar. Despacio me fui alejando de ese cuerpo inútil. Bordeando la ruta de mis propios deseos llegué a la tierra donde nada existe. Donde todo está por construirse y entendí que ese era el final del viaje. Desde aquí, puedo ver todo en perspectiva y entender porqué pre-morí. Supe que no fue una decisión exclusivamente mía, muy por el contrario muchos otros, con su accionar, determinaron que así fuera. Decepcionado de mis amores, hastiado de recordar lo que no quería recordar, cansado de tanto odiar a quienes también me odiaban decidí escribir mi penúltima página y esperar que la naturaleza siga su curso, que venga la muerte para poner punto final y cerrar el libro que por algún tiempo llevo escribiendo. Pre-morir no es morir... todavía, pero es empezar a hacerlo. EFO