Con fiel exactitud el espejo le devuelve la imagen que sobre el proyecta. Se ve como una mujer normal, igual a todas, dotada con los mismos atributos. No hay nada extraño en mi, piensa, mientras sus ojos se posan nuevamente sobre la plata del vidrio en busca de un detalle, de algo que le revele otra cosa distinta a lo que ya sabe. Busca y en su búsqueda tropieza con lo que no quiere encontrar. Allí esta: la horrible aparición, justo detrás de ella, la recurrente visión que poco a poco se materializa a su espalda. Allí está su cráneo trícefalo, con cara de ogro, de toro y de carnero, sus piernas de gallo y su cola de serpiente. Allí está ese cuerpo monstruoso que cabalga sobre un león con cuello y alas de dragón. Alli está Asmadeo, señor de la lujuria, amo del desenfreno. Ella lo trajo nuevamente a su realidad. No es la primera vez que lo hace, han sido tantas que ya no recuerda cuando y como despertaron sus sentidos. Quizás sería desde aquella vez que se estremeció al notar que la mirada de un hombre le patrullaba el cuerpo, o desde la primera vez que el roce de la ropa le inflamó la piel. No lo sabe, sólo siente que el abanico del deseo le abofetea la carne, que Asmadeo se posesiona de su cuerpo y de su mente sometiéndolos, rigiéndolos, gobernándolos y que para ella es imposible sustraerse a ese encantamiento que poco a poco la obliga a ceder. Siente como una tibieza la invade, es una sensación cálida que sube por sus piernas y baja por su pecho, diseminándose por todo el cuerpo. Sus ojos se achican, se expanden las aletas de su nariz, sus músculos se tensan, se endurecen sus pezones, su vellos se erizan y un hormigueo voluptuoso la recorre de arriba a abajo. Es entonces cuando siente unas ganas irrefrenables apretar y ser apretada, de morder y ser mordida. Es cuando siente un deseo incontenible de juntarse, de frotarse, de unirse.
La lujuria es un deseo insaciable de experimentar goce o placer sexual mediante la repetición constante de un estimulo, es deseo sexual desordenado, desenfrenado, es la imposibilidad de controlar la libido. La lujuria es un fuego vivo que enciende, que abrasa, que funde. La lujuria es un ente que mora en algunos cuerpos, que los obliga a consumirse. Para ella La lujuria es una pasión irrefrenable, es un ansia de pecar, de mancillar y ser mancillada. Cuando Asmadeo se hace presente, ella se entrega sin oponerse, busca el placer, como única forma de satisfacerse. Sumisa se deja llevar hasta que ese mismo placer la agota. La Lujuria es su única razón. Ella es lujuriosa. Se sabe esclava de Afrodita, se siente sierva de Anuket, adoradora de Kamadeva, posesión de Asmadeo. La lujuria es un muro rojo, permeable, ardiente, grueso, alto, largo, hecho con trozos de pasión, con jirones de angustia, con pensamientos posesivos, con un cumulo de deseos insatisfechos, con un mar de dolor represado. Es un muro que no la contiene sino que la envuelve, la absorbe, la mimetiza, la convierte en parte de si. Y ella vive dentro de ese muro. Ella vive con ese muro. Ese muro forma parte indivisible de todo su ser. Ella es lujuriosa. Se reconforta en ese pecado. Ella es y siempre será una amurada. EFO.
La lujuria es un deseo insaciable de experimentar goce o placer sexual mediante la repetición constante de un estimulo, es deseo sexual desordenado, desenfrenado, es la imposibilidad de controlar la libido. La lujuria es un fuego vivo que enciende, que abrasa, que funde. La lujuria es un ente que mora en algunos cuerpos, que los obliga a consumirse. Para ella La lujuria es una pasión irrefrenable, es un ansia de pecar, de mancillar y ser mancillada. Cuando Asmadeo se hace presente, ella se entrega sin oponerse, busca el placer, como única forma de satisfacerse. Sumisa se deja llevar hasta que ese mismo placer la agota. La Lujuria es su única razón. Ella es lujuriosa. Se sabe esclava de Afrodita, se siente sierva de Anuket, adoradora de Kamadeva, posesión de Asmadeo. La lujuria es un muro rojo, permeable, ardiente, grueso, alto, largo, hecho con trozos de pasión, con jirones de angustia, con pensamientos posesivos, con un cumulo de deseos insatisfechos, con un mar de dolor represado. Es un muro que no la contiene sino que la envuelve, la absorbe, la mimetiza, la convierte en parte de si. Y ella vive dentro de ese muro. Ella vive con ese muro. Ese muro forma parte indivisible de todo su ser. Ella es lujuriosa. Se reconforta en ese pecado. Ella es y siempre será una amurada. EFO.
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