viernes, 9 de noviembre de 2018


YO, EL SOLITARIO
 

La soledad es un amigo que ya no está, un amor que acabó, un tren que partió, un barco que se aleja, una luz que se apagó, unos ojos que se cerraron, una voz que calló, un fuego que se extinguió, una puerta que no abrió, una carta que no llegó. Un adios. La soledad es frío en el alma y desazón en el corazón. Es un velo tenue, sutil que nos va cubriendo poco a poco. La soledad llega sin darnos cuenta. Notamos su presencia cuando echamos de menos aquellas cosas, aquella gente, que siempre estuvo cerca de nosotros y que ahora ya no más. El solitario es como una pavesa que, al consumirse, consume el cirio que la contiene. Contagia  a los que tiene cerca,  a quienes gravitan sobre el. La soledad es contagiosa.
La Soledad marida con la angustia, amalgama con la depresión, se junta con la desesperación. El solitario es un errante, un ser que vaga sin rumbo cierto, que olvidó la brújula y ahora no sabe a donde dirigir sus pasos. El solitario está obligado, por la naturaleza misma del mal que lo ocupa, a rehuir toda compañía, a rechazar cualquier ayuda, a renunciar a toda esperanza. La Soledad es como una nube que nos cubre poco a poco, que se cierne sobre nosotros impidiéndonos ver la luz, otear el horizonte,  encontrar la salida de ese laberinto en que nos ha metido. Hay solitarios que viajan solos, y  hay quienes viajan en grupos, que forman manadas, donde cada uno vive su propio dolor y no se comunica con el otro, pese a sentirlo próximo. Es común verlos transitar por todos los caminos, navegar en todos los mares, volar en todos los cielos. Esos grupos de solitarios recorren el mundo, viviendo su propio mundo, contagiando con su mal a todo el mundo. Yo soy un solitario. Nací así. Soy solitario de nacimiento. Desde siempre he vivido solo y no me gusta vivir de otra forma. Soy solitario por naturaleza, pero también por convicción. Amo mi soledad. Me gusta estacionarme en los espacios vacíos que pueblan mi corazón. Me complace ocupar la totalidad de mis sentimientos, sin compartirlos con nadie. Me regodeo en mis pensamientos, en esos que nadie conoce, esos que a nadie digo. Yo hablo para mi mismo, conmigo mismo.  Me veo y me escucho. No tengo, ni quiero interlocutor. No lo necesito. No me hace falta. Mi soledad me plena totalmente. No requiero de  otra compañía, Con ella me basta. Rehuyo el contacto con otra gente. No me gusta compartir, porque compartir es dividir. Y se comparte, se divide lo que se tiene y yo no tengo nada, excepto mi soledad. Cuando muera ella será mi única compañía  nadie más compartirá  mi tumba. Con nadie más dividiré ese pequeño espacio, mi espacio final, mi ultimo espacio. EFO.


EL LADRÓN DE RECUERDOS


Después de mucho estudiar y tras someterme a un intenso entrenamiento domino totalmente una nueva disciplina:Soy Hacker. Ahora me dedico, por entero, a esa actividad. Solo que, al contrario de lo que muchos piensen, no hackeo cuentas bancarias, ni entro en posesión de secretos de estado, el objeto de mi trabajo es otro. Hakeo mentes, para apropiarme de recuerdos. Los robo para venderlos, preservarlos o simplemente atesorarlos. Apoderarse de ellos implica vaciar archivos mentales completos. Los recuerdos que mayor dividendos producen son los amorosos, esos además de estar clasificados por el placer o daño que le causaron a sus dueños son definidos por estos como dulces o amargos, dolorosos o placenteros. Este tipo de recuerdos los atesoran con esmero sus propietarios quienes están dispuestos a pagar lo que se le pida por recuperarlos. Un buen recuerdo, por ejemplo, el primer beso, una noche inolvidable, el adios del ser que más se ha querido, o una recopilación de evocaciones de varios sucesos amatorios, clasificados por épocas o lugares, no tiene precio.
El trabajo de un Hacker Mental es una labor ardua, pues requiere  una elevada capacidad de análisis para determinar que tipo recuerdo debe ser hackeado, y un gran poder de negociación para comercializar el archivo plagiado. En mi caso particular tengo este último problema resuelto, ya que solo trabajo por encargo. 
Hay quien compra recuerdos para extorsionar, otros los adquieren para inocularlos a una mente, previamente esterilizada, creando así una persona nueva, generalmente este tipo de trabajo se hace con los llamados clones, que son cuerpos que requieren una dotación adecuada de recuerdos para poder operar como doble o sustituto del duplicado. Se han dado casos de propietarios de recuerdos que han contratado los servicios de un Hacker Mental para que los sustraiga y guarde en lugar seguro, a fin de preservarlos, pues desconfían de la fragilidad de su naturaleza humana, la cual es susceptible a deteriorarse producto de enfermedades como el Alzheimer o la locura.
Hay individuos que no tienen recuerdos propios de determinada actividad existencial. Me explico: son seres que nunca se enamoraron, que jamás formaron pareja, que no conocieron el amor y quieren experimentarlo. Esas personas son nuestros mejores clientes pues desean saberlo todo, y por eso compran una gran cantidad de recuerdos, que asimilan como propios pasando a formar parte de su memoria. Existen personas que buscan  experiencias, más fuertes, prohibidas, que quieren  sentir la furia de un homicida, el riesgo que afronta un ladrón, o el secreto placer del adultero. El precio de este tipo de recuerdos varía en función de la persona a ser hackeada y el interés del solicitante. Un marido  pagaría muy bien el recuerdo que conserva su esposa de su amante. Los recuerdos de un asesino en serie o de un ladrón experimentado se cotizan en valores altos dada la intensidad de sus emociones.
En nuestra profesión, como en todas, existen especializaciones y dentro de ellas hay una poco explorada, oscura que genera miedo, angustia: el hakeo forense. Solo Hacker Mentales muy experimentados se atreven a ejercerla. Un Hacker Forense, hackea mentes muertas, las mentes de los muertos,  de lo que se trata es de revivir recuerdos que se difuminaron o están a punto de hacerlo. Mientras más tiempo haya transcurrido desde la muerte del autopsiado mental más dificil es rescatar sus recuerdos. Se precisa de una alta dosis de  concentración y sobre todo de mucha sangre fría para realizar este tipo de trabajo.
Nuestra actividad es aparentemente ilegal y digo aparentemente porque no está penada. Si se hackea una mente en contra de la voluntad de su propietario no podríamos decir que estamos en presencia de un delito, que hemos incurrido en robo pues la sustracción y trafico de recuerdos, no está tipificada en ningún código. No podemos hablar de una acción al margen de la ley porque no existe ley que nos norme. Si de algo se le pudiera tildar a esta ocupación  es de poco ética y esto también es puesto en duda, pues la ética tiene mucho que ver con la moral y los criterios que sustentan a esta cambian, dependiendo de las sociedades.
Hackear mentes es un reto, pero también un riesgo ya que todo Hacker Mental es tentado a conservar  recuerdos de otras personas y asimilarlos como propios, lo cual desfigura su propia mente. Somos exploradores de universos desconocidos que nos deparan sorpresas al descubrir hechos que deberían  permanecer ocultos. EFO.