YO, EL SOLITARIO
La soledad es un amigo que ya no está, un amor que acabó, un tren que partió, un barco que se aleja, una luz que se apagó, unos ojos que se cerraron, una voz que calló, un fuego que se extinguió, una puerta que no abrió, una carta que no llegó. Un adios. La soledad es frío en el alma y desazón en el corazón. Es un velo tenue, sutil que nos va cubriendo poco a poco. La soledad llega sin darnos cuenta. Notamos su presencia cuando echamos de menos aquellas cosas, aquella gente, que siempre estuvo cerca de nosotros y que ahora ya no más. El solitario es como una pavesa que, al consumirse, consume el cirio que la contiene. Contagia a los que tiene cerca, a quienes gravitan sobre el. La soledad es contagiosa.
La Soledad marida con la angustia, amalgama con la depresión, se junta con la desesperación. El solitario es un errante, un ser que vaga sin rumbo cierto, que olvidó la brújula y ahora no sabe a donde dirigir sus pasos. El solitario está obligado, por la naturaleza misma del mal que lo ocupa, a rehuir toda compañía, a rechazar cualquier ayuda, a renunciar a toda esperanza. La Soledad es como una nube que nos cubre poco a poco, que se cierne sobre nosotros impidiéndonos ver la luz, otear el horizonte, encontrar la salida de ese laberinto en que nos ha metido. Hay solitarios que viajan solos, y hay quienes viajan en grupos, que forman manadas, donde cada uno vive su propio dolor y no se comunica con el otro, pese a sentirlo próximo. Es común verlos transitar por todos los caminos, navegar en todos los mares, volar en todos los cielos. Esos grupos de solitarios recorren el mundo, viviendo su propio mundo, contagiando con su mal a todo el mundo. Yo soy un solitario. Nací así. Soy solitario de nacimiento. Desde siempre he vivido solo y no me gusta vivir de otra forma. Soy solitario por naturaleza, pero también por convicción. Amo mi soledad. Me gusta estacionarme en los espacios vacíos que pueblan mi corazón. Me complace ocupar la totalidad de mis sentimientos, sin compartirlos con nadie. Me regodeo en mis pensamientos, en esos que nadie conoce, esos que a nadie digo. Yo hablo para mi mismo, conmigo mismo. Me veo y me escucho. No tengo, ni quiero interlocutor. No lo necesito. No me hace falta. Mi soledad me plena totalmente. No requiero de otra compañía, Con ella me basta. Rehuyo el contacto con otra gente. No me gusta compartir, porque compartir es dividir. Y se comparte, se divide lo que se tiene y yo no tengo nada, excepto mi soledad. Cuando muera ella será mi única compañía nadie más compartirá mi tumba. Con nadie más dividiré ese pequeño espacio, mi espacio final, mi ultimo espacio. EFO.
Saludos, Sr Ernesto, qué gusto finalmente leerlo, grata experiencia también poder disfrutar de su elocuencia por este medio... Saludos de la DJ Bambi y Christian. Gracias nuevamente por su arte maravilloso.
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