viernes, 27 de diciembre de 2013



LA NIEBLA

Como una sombra blanca la niebla avanza por el páramo. Poco a poco lo va cubriendo todo. La niebla es espesa, tupida, gruesa. Se asoma por los bolsillos del pantalón, entra por el cuello de la chaqueta. La niebla es gasosa, parece venda de momia. La niebla es algodonosa, parece algodón de azúcar. Se mete en la boca, obligándonos a degustarla, pero no sabe a nada. La niebla no tiene sabor. Entra por los oídos, pero no tiene sonido, sube por la nariz, pero no tiene olor. La niebla no es tocable. No tiene forma, no responde al tacto. Es etérea. La niebla se pega a las hojas motosas del frailejón. Baja por las laderas y hace equilibrio en los estrechos caminos que bordean los insondables barrancos. La niebla desafía al vacío, saltando al precipicio. Pero la niebla no viaja sola. La acompaña el silencio. El silencio es denso, pesado. El silencio aprieta el corazón, detiene los pasos, impide caminar. El silencio mata. La niebla y el silencio son compañeros de la nostalgia, esa que anda saltando por los caminos rocosos despertando recuerdos.
¿Tu has oído hablar al silencio en las noches oscuras? ¿Lo has escuchado gemir en las noches frías?  Más que hablar susurra. Más que gemir llora. El silencio se arropa con la niebla para que no lo veas llegar. Para que no te des cuenta cuando te pone un candado de angustia en el pecho. El silencio es compañero de aquellos que se sienten lejanos. Hoy he conversado con el silencio. Le pregunté por ti. Quise saber si la ausencia marca distancia entre nosotros.  No contestó. Se rió. Y entendí que no puede haber distancia entre dos que se aman. Que  tiempo y  espacio son magnitudes infinitas que el amor vuelve finitas. Me consolé  pensando en eso. También entendí que los caminos solo nos llevan a donde queremos ir. Que avanzar es detenerse a mirar lo andando y lanzar la vista hacia el horizonte oteando el sendero por transitar.  Entendí que la felicidad es esquiva, que juega con nosotros, mimetizándose, escondiéndose, pero siempre nos deja pistas, nos marca huellas para que la encontremos. La felicidad, niña, salió a nuestro paso , nos mostró su mejor rostro y nos invita a viajar juntos. No la desdeñemos, montemos en el carro de la ilusión y emprendamos viaje hacia un mundo donde toda utopía es posible  y todo sueño tiene su asiento. EFO:

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