jueves, 11 de junio de 2015

EL MIEDO

Sigiloso, cuidadoso de no delatar su presencia, con sus  pasos de goma el miedo avanza. Despacio se afinca en los tobillos, escala las piernas, sube hasta la cintura, se adentra en el estomago y  ahí se queda, como esperando. El miedo es una sensación de vacío, es como un hueco que se abre dentro de nosotros que no podemos llenar. El miedo llega de repente. Basta una palabra, un gesto, una mirada, un ruido para que se muestre, para que se asome, para que nos ocupe.
El miedo es ambivalente: a veces nos paraliza. A veces nos obliga a correr. El miedo a veces es irracional. A veces es consiente. El miedo es como una serpiente que repta cerca de nosotros, merodeándonos, dándonos vuelta, circunvalándonos, cazándonos. Pareciera que nos midiera, que tomara distancia, que se agazapara y cuando nos siente débiles o él se sabe fuerte, nos ataca. El miedo es difícil de remover. Una vez que se instala se niega a abandonarnos. No quiere irse, persiste en quedarse. El miedo es avasallante. Nos ocupa casi por entero. Nos sobrepasa, nos sobredimensiona, nos envuelve, nos copa, nos llena. El miedo es un ente vivo, multiforme.Tiene mil rostros, en ocasiones su cara es humana, en otras es la de un animal , pero casi siempre su faz es difusa. Hay miedos reales y miedos falsos. Los reales nacen de un hecho cierto, tienen nombre y apellido, los podemos asociar con alguien o con algo. Los falsos, son miedos informes, que no tienen cuerpo,  son sombras, pero no por ello dejan de atemorizarnos. Muchas veces se esconden tras la puerta de una habitación cerrada, o debajo de la cama, pero casi siempre habitan dentro de nosotros mismos. Viven en lo recóndito de nuestras mentes, se alimentan de nuestras fantasías, de nuestros odios, de nuestros pecados. El miedo nos embosca desde los sueños. Oculto, tapado con la duermevela, espera el momento para salir a asustarnos y casi, sin darnos cuenta, lo vemos llegar, envuelto en la gasa del sopor, del deseo de despertar y de seguir durmiendo. Y al final tras abrir los ojos nos deja sudorosos, expectantes, trémulos, temblorosos.  Hay miedos instantáneos que surgen de una amenaza tangible en un momento determinado. Esos llegan rápido, son certeros, precisos. Hay miedos permanentes que viven en nosotros, escondidos no sabemos donde, y que de vez en cuando  afloran, sorprendiéndonos  con  su presencia. Los descubrimos al mirarnos al espejo una mañana cualquiera, al subir al tren, al doblar las esquinas. Los vemos en el fondo de la taza de café, en el humo del cigarrillo, en los bufidos del viento. Esos miedos son viejos compañeros a los cuales a fuerza de verlos y sentirlos dejamos de temer. Hay miedos que no nos pertenecen, que son de otros, pero que al mirarlos nos asustan porque nos involucran aún sabiendo que no son nuestros, que viven fuera de nosotros.  Hay miedos colectivos, que contagian a todos, que asustan a todos. Son difíciles, por su tamaño, de vencer.  Hay gente que siempre tiene miedo. Hay otros que siempre meten miedo, pero todos, todos tenemos miedo. Miedo de vivir, de sufrir, de morir, o simplemente de tener miedo. EFO

1 comentario:

  1. Extrañaba tus escritos, los cuales siempre he disfrutado. Espectacular final "miedo de vivir, de sufrir, de morir o simplemente de tener miedo"...... De tener miedo será el mayor de los miedos?.... :( Gracias por compartir este blog....

    ResponderEliminar