miércoles, 24 de enero de 2018




EL VIAJE


Comencé a andar. Sin despedirme, sin decirle adios a nadie, sin equipaje, sin más compañía que yo mismo empecé a marcar los pasos. Y uno tras otro, sumando huellas, pisoteando caminos me fui alejando. Ayer partí. No se a donde voy. En realidad no tengo un plan predeterminado, ni tampoco un destino cierto. Simplemente camino. Tampoco se por qué me fui. No soy un proscrito. No he sido desterrando, ni expulsado de ninguna parte. Dejar todo atrás, irse, abandonar lo que hasta ayer era cotidiano, es una decisión que se toma cuando colocado en una encrucijada te ves obligado a escoger. Y eso fue lo que hice: decidí, escogí. Me fui por propia voluntad. Abandoné casa, tierra, cielo, sin que nadie me lo pidiera, sin que nadie influyera en mi . No soy un peregrino, pues no aspiro llegar a ninguna parte, ni pago promesa alguna. No soy un viajero, porque no tengo destino. Simplemente soy un caminante, alguien que consume tiempo, que agota rutas, que holla senderos. Soy un caminante que no  tiene tiempo ni hora. Marcho sin brújula, sin reloj, sin mapa. Me detengo cuando, cansado de caminar, deba descansar, hacer un alto para reponer fuerzas. A lo largo del camino veo caras extrañas, escucho voces desconocidas. A veces no se donde estoy, pese a que algunos paisajes me son familiares, pero eso no me perturba, no me inquieta. Mi única ambición es caminar, marcar distancia, otear el horizonte, avanzar.
Cuando me pregunto que me impulsa, porque hago esto, a donde quiero llegar, me respondo: desde siempre quise hacerlo, de niño envidiaba el vuelo de las aves, al garete, atravesando nubes, cubriendo distancias, espiaba el viaje de las hormigas, incansables, tenaces, me extasiaba con las cambiantes figuras que en el agua dibujan los cardumenes de peces, veloces, plateados. Siempre quise sentirme dueño de mi destino, libre, sin ataduras, capaz de decidir.
Quizás me detenga algún día. Y ese día puede ser hoy, o mañana o no llegar nunca. Quizás lo haga cuando encuentre lo que busco, pero para ello debo primero saber que estoy buscando, que quiero, que necesito, que espero conseguir. Mi viaje también es hacia dentro, hacia el interior de mi mismo.
Cuando se viaja hacia adentro el camino se torna áspero, duro, espinoso. Es hacer introspección, echar marcha atrás, recordar lo que queremos olvidar. Es pararse en el presente, y ver que somos, que estamos haciendo. Es proyectarse e imaginar lo deseado, lo que aspiramos lograr, lo que necesitamos tener. Ese viaje, el interno, es el más difícil de realizar porque para hacerlo necesitamos primero romper con todo lo que nos ata, soltar las amarras, partir, caminar. Y en eso estoy. Camino afuera para llegar adentro...  EFO

No hay comentarios:

Publicar un comentario