miércoles, 22 de mayo de 2019





SANTA PALABRA


De todas las armas que el hombre puede fabricar para su defensa o ataque quizás la más letal, sea la palabra. La palabra es mucho más que una simple articulación sonora, la palabra es una arma cargada de significado, dotada de intención para lograr un cometido, cumplir una misión. Toda palabra dicha se convierte, automáticamente, en una estructura vocal de inusitada contundencia, de demoledores resultados. Hay palabras dulces que conmueven el alma, que enternecen el espíritu, que suscitan en nosotros emociones encontradas, que nos obligan a deponer actitudes; hay palabras fuertes, severas, que alteran  nuestra conducta convirtiéndonos en seres dóciles, sumisos o por el contrario exacerbando nuestras pasiones, haciéndonos agresivos, altaneros. La palabra proferida no admite enmienda, es tal la potencia de su naturaleza que no puede cambiar su significado; pero la palabra, por si sola, carece de fortaleza, su verdadera efectividad viene dada por la entonación, por la forma en que es pronunciada, por el acompañamiento gestual, sonoro, expresivo que la define. La palabra sirve por igual a buenos y malos. La palabra es la utilización efectiva de la  lengua y esta un sistema convencional de signos usado por los grupos sociales para comunicarse entre si.
" Esopo, considerado el padre de la fábula, era un esclavo frigio que vivió en el siglo V antes de Cristo.
Un día su amo Xantus, le ordenó que fuera al mercado y le trajese el mejor alimento que encontrara para agasajar a importantes invitados. Esopo compró solamente lengua y la hizo aderezar de diferentes modos. Los convidados se hartaron de comer lo que saborearon como un manjar. Cuando quedo solo, Xantus le preguntó que era eso tan delicioso. Me pediste lo mejor, dijo Esopo, y traje lengua. La lengua es el fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y la razón, Con la lengua se instruye, se construyen ciudades y civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, con la lengua se reza  y se declara el amor y la paz. ¿Que otra cosa puede ser mejor que la lengua?. Pocos días después, Xantus le dijo que llegarían unos visitantes desagradables a los que debía atender por protocolo, pero quería manifestarles su disgusto sirviéndoles una mala comida. Trae del mercado lo peor que encuentres, le recomendó. Esopo trajo lengua y la hizo preparar con un sabor tan  desagradable que repugnó a los comensales. ¿Que serviste? le preguntó Xantos. Lengua, contestó Esopo. La lengua es la madre de todos los pleitos y discusiones, el origen de las separaciones y las guerras. Con la lengua se miente, con la lengua se insulta, con la lengua se rompen amistades. Es el órgano de la blasfemia y la impiedad. No hay nada peor que la lengua." 
En principio todos conformaban un solo pueblo, tenían una sola lengua y usaban las mismas palabras. Los descendientes de Cam, hijo de Noe, el constructor del arca, habitaban la llanura de Senaar. Su rey, Nimrod, desconocía los mandatos de Yahvé, de quien decía enviaría un nuevo diluvio. Para salvar a sus subditos  Nimrod acometió la construcción de una torre, tan alta que tocara el cielo. Yahve no toleró el agravio y en castigo hizo que los hombres hablaran distintas lenguas. Al no poder entenderse abandonaron la construcción que pasó a llamarse la Torre de Babel, del vocablo hebrero Balvai, que significa confundir. 
La palabra es un arma de ataque o defensa, que aclara o confunde. EFO.





RECOGIENDO LOS PASOS


Tropezando con mis huellas,  enredado con mis zapatos, cansando de deambular me vi de pronto en un calle  conocida de la cual pocas cosas podía recordar. Siempre me gustaron esas largas hileras de macadam, heridas de pisadas, bordadas de casas, habitadas por gente anónima, sin rostro.  Las calles ejercen en mi alma una rara fascinación. Me entretengo imaginando como serán quienes viven en ellas, que historias se esconden tras las celosías de las ventanas, que habrá allende  las puertas cerradas. Y de pronto sentí la imperiosa necesidad de volver sobre lo andado. Despacio, sin prisa,  regodeándome en la vuelta comencé a caminar al revés.  Es un retorno a un pasado que a veces luce lejano,   y que hoy se hace presente, reclamándome por lo no hecho, por lo que ambicioné  y  no logré. Es una peregrinación  que debo hacer en dos tiempos: uno real, visitando lugares, reviviendo  amistades, conociendo gente nueva que habita sitios viejos, y el otro espiritual, evocando situaciones, rememorando hechos, buscando respuestas a preguntas que una vez me formulé y que nunca pude, o no quise, contestar. Y aquí estoy: parado en medio de mi mismo, vaticinando porvenires, desempolvando recuerdos, refrescando memorias. Expectante. Esperando.
Dar marcha atrás no es comenzar de nuevo pues nada podemos reconstruir, no nos es dado emendar errores. Al hacerlo somos meros espectadores, apenas podemos analizar, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, aquello que vivimos, recrear la situación y considerar las diversas maneras en que pudimos haber actuado. Dar marcha atrás es un mero ejercicio mental. Es un juego situacional. Una puesta en escena de un libreto viejo, con escenografía nueva. Al volver la página hacemos un repaso de nuestra vida. Nos vemos desde afuera, asistimos a  la proyección de un filme en el cual somos actores principales cumpliendo así un doble rol. 
Recorrer los espacios que antes habitamos, hablar con la gente con la cual compartimos en otro tiempo es el paso inicial. Los demás vienen dados por la intensidad de los recuerdos que esas vivencias despierten en nosotros. 
Volver siempre es una experiencia aleccionadora, a través de la cual aprendemos de los errores cometidos. Volver  también puede ser una parada en el camino. Un obligado descanso para reflexionar sobre lo hecho, analizar lo actual y proyectar el futuro. Finalmente volvemos cuando sentimos que el trecho que nos falta por recorrer es cada vez más corto. Que estamos llegando a la meta. Que es necesario recoger los pasos, repasar nuestra existencia, hacer acto de contrición y perdonarnos a nosotros mismos. Llegado a ese punto sabemos que no hay tiempo para rectificar, que lo hecho, hecho está, que ya no podemos, dadas nuestras cada vez más escasas posibilidades, hacer borrón y cuenta nueva para recomenzar. Volver es, casi siempre, lo primero que hacemos cuando estamos a punto de morir. En esas circunstancias, no es un acto de reflexión, no, se trata simplemente de un mero repaso, de una inspección a posteriori.  Entendemos que no es igual el regreso, que  no es factible entrar y salir a capricho de un tiempo ido. Aquí comprendemos que este viaje no tiene retorno, que una vez que crucemos esa puerta nos quedaremos estacionados en ese espacio. 
Yo comencé a volver. En el tiempo que me quede, sea cual sea, visitaré todos los lugares que pueda, identificaré voces, descifraré rostros, escucharé historias y contaré la mía. y cuando sienta que no tengo más nada que hacer esperaré el final. Despacio, tropezando con mis huellas, enredado con mis zapatos deambularé en una calle conocida y allí moriré. EFO



miércoles, 8 de mayo de 2019



THE DEATH, MY DEATH



En sueños me veo habitando cementerios. Desandando los senderos que conducen a las tumbas, violando  sus fosas, despertando a los muertos, a mis muertos. Cada uno de nosotros tiene su propio cementerio, habitado por sus muertos, los suyos.  Hay muertos que nos pertenecen por consanguinidad, son aquellos que alguna vez formaron parte de nuestra familia, seres con los cuales compartimos una forma intima de vida: madre, padre, hijos, hermanos y una larga lista de parientes, algunos de los cuales no conocimos, por haber existido antes que nosotros, por ser nuestros ancestros. Esos muertos familiares son individuales y solo los compartimos con el resto de los miembros de la familia o con amigos muy cercanos. Hay otros muertos que nos fueron próximos en vida, gente con la cual transitamos pedazos de existencia, trozos de un pasado. Esos nos pertenecen por afinidad, por haber formado parte de nuestras vivencias. A algunos de ellos los amamos, a otros los odiamos y a un tercer grupo los ignoramos, no nos importa que hayan muerto. Compartieron espacio y tiempo, pero sin que nos moviera su existencia. Hay otros muertos con quienes dividimos experiencias, ideas, puntos de vista, pero con los cuales nunca intimamos, pues no los conocimos personalmente, pero sin embargo consideramos nuestros y en cierta forma nos duele que hayan dejado de existir. Son los llamados muertos históricos, de reciente o remota muerte. Todos cumplieron su ciclo vital, ya no están físicamente entre nosotros. Esos muertos viven en ciudadelas cerradas, están amurallados, separados de los vivos. Existen otros muertos, que viven con nosotros, que respiran nuestro aire, que habitan nuestro cielo. Esos muertos están vivos. Esos son los que enterramos en nuestro particular cementerio. A esos los matamos a conciencia, los desterramos de nuestra existencia, los aborrecemos. Dejaron de interesarnos como persona. Con ellos cesó todo pacto, se acabó cualquier relación. Nosotros lo decidimos así. Es gente que en algunos casos quisimos y en otros ni siquiera conocimos, pero la naturaleza del daño que nos causaron, determinó que los matáramos. 
Los muertos son algo mas que despojos. Son entes que perviven en la memoria de quienes los amaron u odiaron, que moran en los recuerdos, que están presentes en la mente colectiva o individual de aquellos con los cuales fueron afines, para bien o para mal. Los muertos  también somos nosotros mismos, porque estando vivos podemos estar muertos, muertos para aquellos que nos enterraron en su propio cementerio, en ese construido en su memoria, cercado en su corazón. Nosotros, los vivos morimos día a día cuando con quienes compartimos afectos dejan de evocarnos, de pensarnos, de tenernos presentes. La muerte no solo es  física, es también espiritual. Hay quien estando vivo, está muerto porque dejó morir sus ilusiones, renunció a la esperanza, clausuró su futuro. Hay quien estando muerto, está vivo, porque abrazó la esperanza, resucitó sus ilusiones, construyó su futuro. EFO.