RECOGIENDO LOS PASOS
Tropezando con mis huellas, enredado con mis zapatos, cansando de deambular me vi de pronto en un calle conocida de la cual pocas cosas podía recordar. Siempre me gustaron esas largas hileras de macadam, heridas de pisadas, bordadas de casas, habitadas por gente anónima, sin rostro. Las calles ejercen en mi alma una rara fascinación. Me entretengo imaginando como serán quienes viven en ellas, que historias se esconden tras las celosías de las ventanas, que habrá allende las puertas cerradas. Y de pronto sentí la imperiosa necesidad de volver sobre lo andado. Despacio, sin prisa, regodeándome en la vuelta comencé a caminar al revés. Es un retorno a un pasado que a veces luce lejano, y que hoy se hace presente, reclamándome por lo no hecho, por lo que ambicioné y no logré. Es una peregrinación que debo hacer en dos tiempos: uno real, visitando lugares, reviviendo amistades, conociendo gente nueva que habita sitios viejos, y el otro espiritual, evocando situaciones, rememorando hechos, buscando respuestas a preguntas que una vez me formulé y que nunca pude, o no quise, contestar. Y aquí estoy: parado en medio de mi mismo, vaticinando porvenires, desempolvando recuerdos, refrescando memorias. Expectante. Esperando.
Dar marcha atrás no es comenzar de nuevo pues nada podemos reconstruir, no nos es dado emendar errores. Al hacerlo somos meros espectadores, apenas podemos analizar, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, aquello que vivimos, recrear la situación y considerar las diversas maneras en que pudimos haber actuado. Dar marcha atrás es un mero ejercicio mental. Es un juego situacional. Una puesta en escena de un libreto viejo, con escenografía nueva. Al volver la página hacemos un repaso de nuestra vida. Nos vemos desde afuera, asistimos a la proyección de un filme en el cual somos actores principales cumpliendo así un doble rol.
Recorrer los espacios que antes habitamos, hablar con la gente con la cual compartimos en otro tiempo es el paso inicial. Los demás vienen dados por la intensidad de los recuerdos que esas vivencias despierten en nosotros.
Recorrer los espacios que antes habitamos, hablar con la gente con la cual compartimos en otro tiempo es el paso inicial. Los demás vienen dados por la intensidad de los recuerdos que esas vivencias despierten en nosotros.
Volver siempre es una experiencia aleccionadora, a través de la cual aprendemos de los errores cometidos. Volver también puede ser una parada en el camino. Un obligado descanso para reflexionar sobre lo hecho, analizar lo actual y proyectar el futuro. Finalmente volvemos cuando sentimos que el trecho que nos falta por recorrer es cada vez más corto. Que estamos llegando a la meta. Que es necesario recoger los pasos, repasar nuestra existencia, hacer acto de contrición y perdonarnos a nosotros mismos. Llegado a ese punto sabemos que no hay tiempo para rectificar, que lo hecho, hecho está, que ya no podemos, dadas nuestras cada vez más escasas posibilidades, hacer borrón y cuenta nueva para recomenzar. Volver es, casi siempre, lo primero que hacemos cuando estamos a punto de morir. En esas circunstancias, no es un acto de reflexión, no, se trata simplemente de un mero repaso, de una inspección a posteriori. Entendemos que no es igual el regreso, que no es factible entrar y salir a capricho de un tiempo ido. Aquí comprendemos que este viaje no tiene retorno, que una vez que crucemos esa puerta nos quedaremos estacionados en ese espacio.
Yo comencé a volver. En el tiempo que me quede, sea cual sea, visitaré todos los lugares que pueda, identificaré voces, descifraré rostros, escucharé historias y contaré la mía. y cuando sienta que no tengo más nada que hacer esperaré el final. Despacio, tropezando con mis huellas, enredado con mis zapatos deambularé en una calle conocida y allí moriré. EFO
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