sábado, 26 de diciembre de 2015



 LAS COSAS PERDIDAS.


Y de repente mis pasos se angostaron. Se hicieron cortos. Se volvieron pequeños. No supe a donde, ni porqué iba. Y comencé a preguntarme:
¿A donde van las palabras. Las de amor. Las de odio. Las de lujuria. Las de angustia?
¿ A donde van las sonrisas, las lagrimas, los besos, el brillo de los ojos, el sudor de la piel?
¿A donde van las voces nuevas de los niños, las voces dulces de los enamorados, las voces gastadas de los viejos?
¿ A donde van los pliegues de la ropa usada, el color de las flores ya marchitas, las gotas de agua que la lluvia abandona, el fulgor del relámpago que alumbra, la furia blanca del rayo que asusta, el fragor del trueno que asorda?
Y cayó la noche, todo se hizo negro, se volvió oscuro. Y traté de averiguar:
¿Donde se pone lo que se encuentra? ¿Donde se esconde lo que se roba? ¿Donde se guarda lo que se acumula? ¿ Donde se mete lo que se gana?
Resucitó el sol. Eché a andar y reflexioné:
¿ Acaso soy como la hormiga rebelde que abandona la fila o como la díscola abeja que se niega a recolectar polen?  ¿Por qué siempre me pregunto, me cuestiono, me averiguo?.
Y contesté:
Las palabras se las traga el tiempo. Las voces se las lleva el viento.Las lagrimas y los besos se disuelven juntos pues están hechos de la misma materia. El brillo de los ojos se va con la muerte y el sudor de la piel lo apaga el frío. Todo lo demás forma parte de vida y nunca existió, porque la vida es una ilusión y las ilusiones no existen. 
Lo que se encuentra, lo que se roba, lo que se acumula y lo que se gana se guardan en el mismo sitio, porque al final son la misma cosa: cosas.
Y si,  soy una hormiga rebelde, una abeja díscola. Abandono la fila porque nunca me gustaron las hileras; esas ristras bobas, interminables que no llevan a ninguna parte, que no conducen a ningún lado. Me rebelo en contra del trabajo. Prefiero haraganear de cara al sol, dejando que el viento rice mi pelo, que pinte caminos en mi cara, que se meta por mis oídos y que me obligue a cerrar los ojos tentándome a soñar.
Me pregunto, me cuestiono, me averiguo, porque soy una pregunta sin respuesta, un desafío permanente, un enigma por resolver.
Soy lo que siempre quise ser. Lo que yo mismo hice. Un ente vivo, todavía en proceso de  construcción, hecho  con pedazos de realidades, de sueños, de deseos, de ambiciones. Soy de los que aún creen que el mar es un reflejo del cielo y viceversa, que las nubes son pedazos de algodón que caminan en el aire y que la noche es un lienzo pintado de estrellas que se pueden coger con la mano. Soy lo que siempre quise ser: Yo.    EFO 

viernes, 6 de noviembre de 2015



LA DEPRESION



La depresión es un visitante inesperado, nunca deseado, siempre aborrecido, que llega un día y sin pedir permiso entra en tu vida, ocupa tus espacios, habita tus estancias. La depresión se instala en un rincón de tu mente y cual menuda araña comienza a tejer su red. Poco a poca te va invalidando, paralizando tu cuerpo. Después te toca el alma, paralizando tus sentires. Decolora tu alegría, desdibuja tu sonrisa, asorda tus sonidos, obnubila tu visión. Y sin que te des cuenta ya está aposentada en ti. La depresión es artera. Ataca de imprevisto, cuando no piensas que lo hará, cuando no esperas que lo haga. La depresión es la madre de la tristeza, pero no de cualquier tristeza; es la madre de tu tristeza. Cuando aparece ya deja notar la preñez que la embarga. Cuando la ves sabes que parirá pronto y para hacerlo buscará un lugar apartado, un recodo de ti. La depresión y su hija, la tristeza, hacen buenas migas con el dolor, con la angustia, con el desencanto.Y todos juntos se confabulan en tu contra. Te persiguen, te acosan y finalmente te abaten. Es difícil, muy difícil, luchar contra ese plielágo de calamidades. Poco a poco, sin darte cuenta, te vas entregando.Vas cediendo espacios.Vas retrocediendo, replegándote, hasta que tu espalda toca la pared y sabes que no puedes retroceder más. Es entonces cuando sientes que ya no tiene sentido resistir, que lo mejor es terminar de ceder, de cerrar la puerta tras de ti. La depresión te habita por el tiempo que ella quiera,  o hasta que tu alma, ya exhausta, no pueda hacer nada más y te mate.
Ahora me habita. Me ocupa. Me plena. Entró sin que le abriera. Se coló por una hendija de la puerta. Se deslizó por el postigo de la ventana. No anunció su llegada, pero yo la presentí. Sabía que vendría. Lo supe cuando un tarde cualquiera una lagrima embozada rodó por mi mejilla. Cuando mis manos temblaron abrazando la taza de café. Cuando una urgencia de escapar embaló mis ansias. Cuando un pedazo de angustia me asaltó a medio camino entre el sueño y la vigilia, entenebrando  mis noche. En ese entonces no me opuse. No pude hacerlo. La verdad, es que no quise hacerlo. Ahora estoy luchando, en un ir y venir de entierro. Prisionero de mis pasos, dos hacia adelante y uno para atrás.  Pero todavía mi espalda no ha topado con la pared. Todavía me resisto. Todavía me permito soñar. EFO


jueves, 5 de noviembre de 2015







LOS AMURADOS   II                                       


Hay una categoría de Amurados que son esclavos de sus pasiones, siervos de sus deseos, prisioneros de sus vicios. Esos no tienen un muro físico que los contenga, que los cerque, que los mantenga a resguardo de otros o de ellos mismos. Su muro es interno, algunos nacieron con el, como El Autista, otros lo construyeron solos o con la ayuda de alguien más. 
Ese muro que se alza dentro de su mente, como le sucede al Miedoso, o que taladra su alma, como es el caso del Iracundo les impide que se muestren tal y como son. Los obliga a hacer cosas que ellos no quisieran hacer, como a La Lujuriosa. Los mantiene cautivos, privados de la libertad de escoger. Ese muro es su prisión. En el viven, con el viven, pues todos, oigase bien, todos somos Amurados, solo que unos cuerpo afuera y otros mente adentro. Todos somos Amurados; y esa condición, la de Amurados, no la conferimos nosotros, nos la da el muro que nos limita.



MI PRE MUERTE

Esta mañana, al despertarme, intenté abrir los ojos, pero estaban pegados. Quise articular una palabra, pero la boca no se abrió. Tampoco pude escuchar , ni oler, ni sentir. Mi cuerpo ya no era el mismo con el que me acosté anoche. Lo noté frío, duro, inmóvil. Entonces me di cuenta. Supe al instante lo que me pasaba: estaba muerto. Pero lo muertos no piensan, recordé.  Entonces estoy loco. Tampoco. Los locos no razonan. Y fue entonces cuando comprendí todo: estaba pre-muerto. Si, la pre-muerte es un estado que se caracteriza por estar vivo, pero sin poder desarrollar ninguna de las funciones de estos. Es estar muerto sin estarlo. Es estar vivo, sin estarlo. Es estar pre-muerto. Un pre-muerto perdió la capacidad de amar, pero sabe lo que es amar. Un pre-muerto no puede llorar, pero siente la permanente necesidad de hacerlo. Un pre-muerto no ríe, ni grita, ni se alegra, ni deja que ningún sentimiento lo perturbe. Un pre-muerto es un muerto en vida. Es un ser que ya no siente.. Un pre-muerto vive en un cuerpo vivo pero con el alma muerta. Un pre muerto es un muerto de alma. Y eso soy yo. Pre-morí cuando de tanto amar, dejé de hacerlo, por hastío, por fastidio. Cuando dejé odiar por no tener ya fuerzas para seguir haciéndolo, por haberse extinguido el ultimo rescoldo de rabia que me quedaba. Pre- morí. cuando maté todos mis recuerdos: los buenos y los malos. Cuando ya no quise saber nada de nadie, ni de mi mismo. Cuando ya no me importó vivir. Cuando ya no me interesó seguir viviendo. El día que se apagaron todas las luces en mi escenario, cuando lo negro ocupó todos los espacios, cuando sentí que no valía la pena seguir existiendo, ese día pre morí. Rígido en la cama, imposibilitado de moverme solté mis pensamientos y comencé a caminar. Despacio me fui alejando de ese cuerpo inútil. Bordeando la ruta de mis propios deseos llegué a la tierra donde nada existe. Donde todo está por construirse y entendí que ese era el final del viaje. Desde aquí, puedo ver todo en perspectiva y entender porqué pre-morí. Supe que no fue una decisión exclusivamente mía, muy por el contrario muchos otros, con su accionar, determinaron que así fuera. Decepcionado de mis amores, hastiado de recordar lo que no quería recordar, cansado de tanto odiar a quienes también me odiaban decidí escribir mi penúltima página y esperar que la naturaleza siga su curso, que venga la muerte para poner punto final y cerrar el libro que por algún tiempo llevo escribiendo. Pre-morir no es morir... todavía, pero es empezar a hacerlo. EFO

domingo, 20 de septiembre de 2015





EL VIAJERO
Para Sandra.

Llegò una mañana. Como una sombra se deslizò por la puerta y de pronto allì estaba. Parado en medio de la Redacciòn, sin saber como empezar a decir algo, con su maleta de cartòn custodiandole las piernas y aquella expresiòn de asombro pintada en su cara. No hablaba, sòlo miraba, escuchaba, hasta que una voz lo moviò del pasillo.  " Atiendan a ese hombre, que tiene rato ahì."
- ¿ Tu quieres algo, hermano?
- Si, quiero hablar con el Jefe de Prensa.
Soy yo, venga, voceò Carlos Santiago desde su escritorio. Y hasta allà fue, cargando su maleta llena de trapos y tapuzada de ilusiones.
Mucho gusto, Asdrùbal Josè Lunar, soy periodista, vendo de Margarita y estoy buscando trabajo. Lo dijo todo de un tiròn. Rapìdito. Y asì, rapìdito, tambièn se quedò. Desde el principio nos asombrò con su manera sencilla de escribir las cosas complicadas, con su vozarròn de locutor cuando le abrìan un microfono, con su inocencia pueblerina, con su grandeza de espiritu, con su timidez que asomaba por sus ojos de niño en cuerpo de hombre y sobre todo con su franqueza y capacidad para querer a la gente. El Pèrico, asì lo llamamos. El Perico Lunar, asì se presentaba. El Pèrico Lunar se hizo parte indivisible de la vieja Redacciòn de Radio Reloj Continente en el ya vetusto edificio de la Avenida Mèxico y tambièn se hizo mi amigo inseparable
Al Pèrico aprendì a quererlo por haberle quitado el "pañal" al Cristo del Buen Viaje, para ver si tenìa pipe. Por haber llorado cuando recibiò el carnet del Colegio Nacional de Periodistas, como miembro fundador, su mayor orgulo. Por haber peregrinado por las clìnicas de Caracas para despedirse de la vieja Braulia, colocada en trance de muerte, esa madre severa y amorosa que lo sentò desnudo en una silla del porche de su casa en Pampatar, para que las muchachas se rieran de èl, en castigo por haberle quitado el "pañal" al Cristo del Buen Viaje, para ver si tenìa pipe. Por no haber venido de Margarita a tierra firme a pelar bola. Al Pèrico aprendì a respetarlo por su increible capacidad de trabajo, por su amor por esta profesiòn que compartimos, por su respeto por la noticia. "...la noticia, compaì, es como una mujer bonita, uno se enamora facilito de ella..." Al Pèrico aprendì a admirarlo por su dedicaciòn a su casa, por la preocupaciòn constante por sus hijos y por ese amor inagotable por su Sandra, su compañera de vida, quien lo defendiò, acompañò y quiso hasta la muerte. Al Pèrico aprendì a conocerlo por las cosas que decìa y mejor aùn, por las que no decìa, que se callaba, las que se guardaba.
Hoy, Asdrùbal no està. Se fue. Dice Sandra que se quedò dormido, como un pàjarito, como un perico, y cuando ella fue a despertarlo ya era tarde, la muerte lo habìa envuelto en un manto de sombra, cerràndole sus ojos a la vida y partièndole su noble corazòn.
Se fue el Pèrico y no pude decirle adios. Supe de su muerte por Facebook, me lo dijo su hijo Asdrùbal Jesùs. Se fue mi compadre, le bauticè a Jose Gregorio, se fue como vino, sin hacer ruido, sin armar escandalo, tranquilo, quieto, en paz. Se fue Asdrùbal y todavìa no me acostumbro a esa muerte. Me hace falta su hablar cantaìto, su mirada limpia, su sonrisa franca. Me hacen falta los tragos compartidos, las confidencias a media voz, sus angustias, sus alegrìas, sus ilusiones, sus asombros ante un nuevo conocimiento. Me hace falta saber que està en Barcelona, a un pasito de carretera, a un brinquito de aviòn. Me queda la satisfaciòn que entre nosotros nunca hubo diferencias. No nos alejamos, Dejamos de vernos, pero nos sabìamos cerca. Nunca estàbamos tan lejos que no pudieramos llamarnos. Siempre nos estuvimos presentes. Siempre nos quisimos. Se fuè Asdrùbal, el hermano, el colega, el compadre, el entrañable amigo. Se fue como vino, en silencio, con su maleta de cartòn llena de sueños, algunos inconclusos. Se fue el Pèrico y tan solo me queda enjugar esta làgrima rebelde que se empeña en no irse y pensar que estarà tranquilo, comiendo "carrachanas asadas" en alguna playa del cielo donde "un ejercito de mesoneros", lo espera para antenderlo. Descansa, hermano. Buen viaje.  EFO.

PD
Al año de su muerte Sandra tambièn se fue.

domingo, 19 de julio de 2015



MIS MANOS VACÍAS


Hoy cuando lavaba mis manos, noté que estaban vacías. No sujetaban nada. No tenían nada. Entonces supe que no tengo nada, o casi nada, que no es lo mismo, pero si igual. Estoy ayuno de amores, falto de dolores. Mi vacío no es la oquedad de una roca, la rotunda negrura de un insondable pozo, la total ausencia de todo. Mi vacío es algo más que todo eso. Es una carencia infinita de emociones. Es la no existencia de sensaciones, de razones, de deseos, de quereres. Me siento como un animal recién puesto en libertad: extraño, raro, asustado, confundido. Todo lo que tenía me ha abandonado, se ha escapado. ¿ A donde han ido, las risas, los besos, los sudores, las angustias?. ¿Donde están las miradas, las caricias, los pesares, los deseos? Ya no los tengo. Es como si repente, sin presentirlo se destapó el cofre de mis utopías, se abrió la maleta de mis sueños y todo voló al viento, dejándome solo, ingrimo.  A veces siento que dentro de mi mora un animal, una fiera terrible que me devora y devora. Entonces, cuando eso pasa, rompo el hilo de mis pensamientos, en vano intento por hinchar el tiempo, por moler el tiempo, por trasegar el tiempo, por masticar el tiempo. Pero no lo consigo. Entonces me concentro en la realidad. Me vuelvo cotidiano. Me mimetizo. Me escondo. Calzo mis zapatos al revés para que crean que voy, cuando en realidad hace tiempo que viene. Que estoy aquí.  Me entretengo en el día a día. En el hacer algo, para dejar de no hacer nada, pero la fiera que me acecha se hace presente y continúa fracturandome, demoliéndome, devorandome. Intento escapar de nuevo, me aferró a los versos de un viejo poema, pero estos se enredan en las rimas, como los pasos se pierden en el camino, tropezando con los zapatos. Oigo, entonces, los gritos del silencio, de ese silencio mudo, y se que enmudeció hace tiempo. Que calló cuando callaron mis propias voces, las que tenía por dentro. Aquellas que me alertaban, que me mantenían en vigilia, que sembraban de inquietud mi atención. Que me decían cosas que quería, y que no quería escuchar. ¿El silencio de mis voces es el reflejo de mi vacío?. ¿ O será la causa ? ¿ Y porque no la consecuencia?. Me miró al espejo y veo que tengo dos huecos por ojos, un hueco por boca y dos tenazas por manos. Y se que estoy solo. Pero la soledad es también compañía. Es una niebla pegostosa que te tupe, que te tapa. Es como una segunda piel. Algo que tienes pegado a tu pecho, adosado a tu espalda y que no puedes quitarte. La soledad es un bicho conchudo, bicefalo, de muchas patas que arrastra su abdomen sobre el tuyo. Que te mira a la cara, revelándote la fealdad de la suya. La soledad es un enemigo que te acecha y sale a tu paso cuando menos la esperas, cuando no la quieres. La soledad es mala compañía. Pero  por ahora, y quizás por mucho tiempo,  es la única que tengo... Buenos días Soledad. EFO.

miércoles, 8 de julio de 2015



LA MUERTE


La muerte es una puerta que se abre  al final de un camino que nadie sabe a donde conduce. La muerte es un paso obligado pero no siempre deseado. La muerte es un tramite necesario, pero no siempre necesitado.  Se puede morir estando vivo. Eso pasa cuando se acaban las razones para seguir viviendo. Cuando ya no se quiere seguir viviendo. Cuando de nada sirve seguir viviendo. Se puede vivir estando muerto. Eso pasa cuando se marchita el alma, se seca el corazón, se pierde la razón. Vivir o morir no necesariamente son Alfa y Omega. Pueden ser Delta y Kappa. Para muchos, aquellos que pasan a la posteridad, su vida comienza cuando mueren. Para otros, esos que viven vidas fulgurantes, su vida comienza apenas nacen. La muerte no es siempre abandono, olvido. La muerte puede ser vida, presencia. Hay muchas formas de morir, pero la más cruel, la más dolorosa es morir en el recuerdo de aquellos que amaste y que te quisieron alguna vez. La muerte física es apenas un dolor, un suspiro, una breve angustia. La peor, la verdadera, es sentir como se van apagando poco a poco tus recuerdos, como se difuminan lentamente  tus sentimientos. Sabes que estás muerto  cuando ya no puedes volver a amar, cuando no sientes ganas de llorar, cuando tu boca se cierra a la risa, tu corazón a la ilusión y tu mente al deseo. Uno puede morir en cualquier sitio. Sentado en un sillón. Caminando por la calle. De cara al viento. De espaldas al sol. Oculto entre la oscuridad. Parado frente al espejo. Acostado en la cama. Uno puede morir de noche. De día. En la tarde, cabalgando entre los colores del ocaso. Arropado por la lluvia. Cubierto por el frío. Uno puede morir llorando. Riendo. Sufriendo. Uno puede morir amando, de tanto amar. Uno puede morir odiando,de tanto odiar.Uno puede morir en paz o guerreando. La muerte puede ser lenta, durar mucho tiempo. Así se muere poco a poco. La muerte puede ser rápida, como un flechazo. Así se muerte pronto. ¿Que color tendrá la muerte? ¿ De verdad será negra?  La muerte puede ser azul como el cielo para aquellos que mueren con los ojos abiertos, de cara al sol. La muerte puede ser roja para quienes mueren ahogados en su propia sangre o en la de los demás. La muerte puede ser verde, como la esperanza de ir a un mundo mejor. La muerte puede ser blanca, como la nada, como saber que después de morir no hay nada más. A lo mejor es como un agujero sin fondo, donde uno cae y cae y siempre cae y nunca deja de caer. La muerte puede ser dulce, amarga o ácida. La muerte puede ser silenciosa o bullanguera.  La muerte puede ser alegre o triste.  La muerte es un fantasma con mil caras. A veces se viste de enfermedad, a veces de tragedia.  La muerte es una vieja que camina en el tiempo. La muerte es una joven prisionera de las horas.  No hay nadie que conozca a La muerte, que la haya visto, que haya hablado con ella, pues todos los que lo hicieron están muertos. La muerte es infalible, puntual, certera. La muerte es la mejor amante, la más confiable. Nunca ha faltado a una cita. Nunca ha dejado a alguien esperando. Uno puede, a veces, decidir como morir. Buscar su muerte. Provocar su muerte.  Acelerar su muerte. Hacerse morir. Lo que  no puede es dejar de morir. Quien muere joven no ha batallado con la muerte. Quien muere viejo ha pasado mucho tiempo eludiendola, burlándola.
¿La muerte tiene dueño, alguien la manda ? ¿Los asesinos deciden por ella o solo son sus mensajeros, sus discípulos? 
Yo prefiero una muerte anunciada, me gustaría sentirla llegar. Verla parada junto a mi. Detallar su rostro y poder preguntarle si ella también morirá algún día.   EFO.

jueves, 18 de junio de 2015



EL SILENCIO.

El silencio es un bloque pesado, cargado de nada, que se aposenta en nosotros. El silencio es universal, general y abstracto; pero también es especifico, único y personal. Sentimos el silencio cuando enmudecen nuestras voces, callan nuestros sentidos, se cierran nuestros corazones. El silencio llega inesperadamente, la mayoría de las veces sin ser convocado. Hay silencios voluntarios que cierran la boca, para que no hable,  que maniatan las manos, para que no escriban, que taponan los oídos, para que no oigan, que tapian los ojos, para que no vean. Esos silencios son totales. Pueden durar mucho, pero también pueden ser momentáneos, ocasionales. Esos son parciales. El silencio nunca es casual, siempre es intencionado. Hay silencios que dicen mucho. Hay unos que no dicen nada, pero que lastiman más. El silencio de los otros nos puede hacer llorar, nos puede hacer reír, nos puede hacer callar. El silencio nuestro nos habla por dentro a nosotros mismos. Es como una vocecita interior que nos dice lo que no queremos decir. El silencio flota en el aire. Se hace sentir como una nube de polvo espesa que tapa todo. El silencio viaja de noche. Viaja de día. Es incansable en su peregrinar. No se detiene nunca. El silencio no conoce de edades, no sabe de tiempos. El silencio ignora los espacios. No sabe de distancias. El silencio ocupa todos los ámbitos. Está en todas partes. El silencio amarra las voces. Calla los ruidos. Tapona el alma. Hay silencios que pesan como una losa. Hay silencios que son ligeros como un soplo. Hay silencios que parecen que no terminaran nunca. Que demoran en pasar. Que se quedan estacionados. Hay silencios cortos, precisos, rápidos, certeros, como un disparo. Una sucesión de silencios cortos, no hace un silencio largo. El silencio puede ser ancho, como una avenida. Puede ser delgado, como una hoja de papel. El silencio es como una lámina de agua, se desliza lentamente. Poco a poco va conquistando espacios hasta que los copa todos. Es como un manto de tul que te cubre, que me cubre, que los cubre, que nos cubre. El silencio es blanco, claro. El silencio  es negro, oscuro. El silencio es permeable. Se mete por todas las rendijas. Ocupa todas las oquedades. El silencio es inatrapable. El silencio no se puede guardar, pero si podemos guardar silencio. El silencio es mudo, pero a veces es estruendoso.  El silencio es una voz que no se oye, que se queda detenida en la garganta.Un silencio ominoso hace mucho ruido. Hay silencios que se quedan suspendidos, como detenidos en el aire, como estacionados. Esos nos aprisionan, no nos dejan mover, nos quitan la respiración, nos paralizan las piernas, nos nublan la mente, nos aprietan el corazón. Hay silencios deseados, queridos, necesitados. Hay silencios eternos, como el de la muerte. Hay silencios breves, como el de la vida. Hay silencios penitencia, como el de los Cartujos, que hacen de él un voto. Hay silencios que se convierten en secretos. Y hay secretos que esconden pecados, que callan culpas, que guardan silencio. Hay silencios que son audibles. Esos cuando se transforman en voces acosan, increpan, reclaman. Hay que ser cobarde para guardar silencio y hay que ser valiente para hacerlo. EFO.

jueves, 11 de junio de 2015

EL MIEDO

Sigiloso, cuidadoso de no delatar su presencia, con sus  pasos de goma el miedo avanza. Despacio se afinca en los tobillos, escala las piernas, sube hasta la cintura, se adentra en el estomago y  ahí se queda, como esperando. El miedo es una sensación de vacío, es como un hueco que se abre dentro de nosotros que no podemos llenar. El miedo llega de repente. Basta una palabra, un gesto, una mirada, un ruido para que se muestre, para que se asome, para que nos ocupe.
El miedo es ambivalente: a veces nos paraliza. A veces nos obliga a correr. El miedo a veces es irracional. A veces es consiente. El miedo es como una serpiente que repta cerca de nosotros, merodeándonos, dándonos vuelta, circunvalándonos, cazándonos. Pareciera que nos midiera, que tomara distancia, que se agazapara y cuando nos siente débiles o él se sabe fuerte, nos ataca. El miedo es difícil de remover. Una vez que se instala se niega a abandonarnos. No quiere irse, persiste en quedarse. El miedo es avasallante. Nos ocupa casi por entero. Nos sobrepasa, nos sobredimensiona, nos envuelve, nos copa, nos llena. El miedo es un ente vivo, multiforme.Tiene mil rostros, en ocasiones su cara es humana, en otras es la de un animal , pero casi siempre su faz es difusa. Hay miedos reales y miedos falsos. Los reales nacen de un hecho cierto, tienen nombre y apellido, los podemos asociar con alguien o con algo. Los falsos, son miedos informes, que no tienen cuerpo,  son sombras, pero no por ello dejan de atemorizarnos. Muchas veces se esconden tras la puerta de una habitación cerrada, o debajo de la cama, pero casi siempre habitan dentro de nosotros mismos. Viven en lo recóndito de nuestras mentes, se alimentan de nuestras fantasías, de nuestros odios, de nuestros pecados. El miedo nos embosca desde los sueños. Oculto, tapado con la duermevela, espera el momento para salir a asustarnos y casi, sin darnos cuenta, lo vemos llegar, envuelto en la gasa del sopor, del deseo de despertar y de seguir durmiendo. Y al final tras abrir los ojos nos deja sudorosos, expectantes, trémulos, temblorosos.  Hay miedos instantáneos que surgen de una amenaza tangible en un momento determinado. Esos llegan rápido, son certeros, precisos. Hay miedos permanentes que viven en nosotros, escondidos no sabemos donde, y que de vez en cuando  afloran, sorprendiéndonos  con  su presencia. Los descubrimos al mirarnos al espejo una mañana cualquiera, al subir al tren, al doblar las esquinas. Los vemos en el fondo de la taza de café, en el humo del cigarrillo, en los bufidos del viento. Esos miedos son viejos compañeros a los cuales a fuerza de verlos y sentirlos dejamos de temer. Hay miedos que no nos pertenecen, que son de otros, pero que al mirarlos nos asustan porque nos involucran aún sabiendo que no son nuestros, que viven fuera de nosotros.  Hay miedos colectivos, que contagian a todos, que asustan a todos. Son difíciles, por su tamaño, de vencer.  Hay gente que siempre tiene miedo. Hay otros que siempre meten miedo, pero todos, todos tenemos miedo. Miedo de vivir, de sufrir, de morir, o simplemente de tener miedo. EFO

miércoles, 29 de abril de 2015


TU VESTIDOS


Te vistes de mar cuando estás triste y recoges con tus manos las gotas de agua como si fueran lagrimas. Te vistes de mar cuando estás alegre y cargas en tus ojos los reflejos que pinta el sol en el azul infinito. Te vistes de mar cuando te ríe el alma y llenas con tu sonrisa los espacios vacíos entre las olas. Te vistes de mar cuando el dolor te embarga y dejas que la brisa borre tus pasos en la arena.
Te vistes de mar en las noches frías para que la luna te caliente en la playa solitaria. Te vistes de mar cuando te cansas de vestirte de ti misma. Te vistes de mar cuando quieres vestirte como otra. Te vistes de mar cuando no puedes seguir siendo tu. Te vistes de mar cuando dejas de ser tu. Te vistes de noche, cuando el dolor se atraviesa en tu camino. Te vistes de noche, cuando la lujuria transmuta tus sensaciones. Te vistes de noche cuando el pecado te embosca el cuerpo. Te vistes de noche cuando el miedo pinta mariposas de angustia en tu pecho. Te vistes de noche cuando presurosa corres a esconderte de ti misma. Te vistes de noche cuando los aires de una melodía rozan tus oídos y te hacen mover los pies. Te vistes de noche cuando la sombra de un recuerdo se te agolpa en el corazón. Te vistes de noche cuando las dudas te cercan y sientes que no tienes escapatoria. Te vistes de noche cuando ansiosa buscas tus recuerdos en el baúl de tu mente. Te vistes de noche cuando ya estás cansada de vestirte de día. Te vistes de tarde cuando la brisa jugetea con las hebras de tus cabellos. Te vistes de tarde cuando el sol te obliga a cerrar las ventanas de tus ojos. Te vistes de tarde cuando el ocaso pinta arreboles en tus mejillas. Te vistes de tarde cuando cuentas ilusiones. Te vistes de tarde cuando temes la presencia de la noche que viene. Te vistes de tarde cuando sientes que el día muere. Te vistes de llanto cuando el dolor te hiere certero, como una puñalada. Te vistes de llanto cuando de nada vale cerrar los ojos. Te vistes de llanto cuando te llora el alma. Te vistes de llanto cuando la angustia te asalta al bajar del autobús. Te vistes de llanto cuando el miedo se sienta contigo en el banco del parque. Te vistes de llanto cuando sabes que de nada sirve llorar. Te vistes de llanto cuando has dejado de sentir. Te vistes de llanto cuando te miras en otros ojos y no te ves. Te vistes de llanto cuando el olvido te arropa. Te vistes de llanto cuando la tristeza te cobija. Te vistes de llanto cuando te asalta la duda de no saber con que vestirte. Te vistes de ti, cuando sabes que ya no puedes vestirte de nada más. EFO