EL LOBO DEL MIEDO.
A veces quisiera ser como el caballo de espuma que trota en el mar, como la raya que deja en el río el ave cuando volando bebe, como las manos en una noche de novios: trémulas, ansiosas, indomables, codiciosas. Pero se que no soy así. Soy solo un prisionero de mis dudas, un esclavo de mis deseos, un prófugo de mis temores, un enamorado de mis sueños. Soy el guardián de mis miedos, de mis pesadillas, de mis ansias. A veces quisiera ser otra persona distinta, distinta a mi, nueva, recién nacida, pero se que nunca seré eso. Siempre seré lo que soy: un ángel que custodia un demonio, que algunas noches saca a pasear al lobo del miedo.
Un lobo que aúlla de rabia, que mira con ojos de furia, que babea, saboreando de antemano la carne que destrozará. Un lobo negro, grande, fiero, fuerte. Un lobo que vive en mi cuerpo, que mora en mi alma, que espía mis actos, que dicta mis acciones, que se enseñorea en mi. Un animal al que quisiera expulsar, matar, no volver a ver. Pero temo que no esté nunca más, que se vaya, que me deje. Soy un prisionero de ese lobo, de su soledad, de su angustia, de su ansiedad, del resplandor de luna que platea su cuerpo, del olor a sangre que eriza su piel, de su mirada que hipnotiza, que atemoriza, del blanco de sus dientes que prometen el dolor de un mordisco.
Todavía no se cuando esa fiera terrible se posesionó de mi, cuando entró a mi cuerpo. Quizás lo hizo una de esa noches en que conjuré a mis demonios, a esos que me persiguen desde niño, a esos que me asustan desde siempre. Quizás lo hizo una mañana cuando, prisionero de mi mismo, renegué de mi fe. O quizás fue la tarde en que despedí a mi ángel de la guarda, ese de pelo largo que me espía desde el día en que nací. De todas formas ya no importa ni cuando, ni como, pues desde cuando y como sea está ahí, dentro de mi.
Muchas veces pienso que puedo domar al lobo.Y lo intento. Desecho mi temor. Lo rodeo. Lo miro a los ojos. El me mira, con su mirada amarilla, siniestra, pareciera que se riera. Siento que me averigua, que me disecciona. Silencio mis gritos. Nos quedamos quietos. El uno frente al otro. Midiéndonos, calibrándonos, hasta que uno de los dos rompe el hechizo. El muestra sus fauces y yo develo mis fantasmas y todo vuelve al lugar de donde salió: siento en mi mano el roce del cuero de la correa y se que de nuevo paseo al lobo. Se que solo soy un cautivo, un ángel que custodia un demonio. EFO.
Todavía no se cuando esa fiera terrible se posesionó de mi, cuando entró a mi cuerpo. Quizás lo hizo una de esa noches en que conjuré a mis demonios, a esos que me persiguen desde niño, a esos que me asustan desde siempre. Quizás lo hizo una mañana cuando, prisionero de mi mismo, renegué de mi fe. O quizás fue la tarde en que despedí a mi ángel de la guarda, ese de pelo largo que me espía desde el día en que nací. De todas formas ya no importa ni cuando, ni como, pues desde cuando y como sea está ahí, dentro de mi.
Muchas veces pienso que puedo domar al lobo.Y lo intento. Desecho mi temor. Lo rodeo. Lo miro a los ojos. El me mira, con su mirada amarilla, siniestra, pareciera que se riera. Siento que me averigua, que me disecciona. Silencio mis gritos. Nos quedamos quietos. El uno frente al otro. Midiéndonos, calibrándonos, hasta que uno de los dos rompe el hechizo. El muestra sus fauces y yo develo mis fantasmas y todo vuelve al lugar de donde salió: siento en mi mano el roce del cuero de la correa y se que de nuevo paseo al lobo. Se que solo soy un cautivo, un ángel que custodia un demonio. EFO.
Suelta tus demonios, déjalos libre...Un abrazote!
ResponderEliminarSentirse dentro de las historias de éstos apuntes, e identificada, es sublime.
ResponderEliminar