EL TRANVÍA, SUEÑO DE AYER.
Como dejando pasar el tiempo se desliza el tranvía sobre las aceradas vías. Apremiante, con urgencia de segundos se enciende la luz. Y a la "orden", que así se llamaba la señal, acuden presurosos los últimos pasajeros que no querían perder el viaje.
Los tranvías de Caracas, todo un espectáculo hoy, una novedad ayer, se perdieron entre los pliegues de la pasada centuria cuando sus rieles fueron sepultados por una capa de cemento y asfalto.
Una historia sobre rieles.
El tranvía, versión antigua del Metro, apareció en Caracas durante los primeros lustros de 1900. En principio era de "caballito". Se trataba de un pequeño vagón que utilizaba la tracción animal como "combustible". El tranvía de caballito era aristocrático y popular al mismo tiempo, pues diferenciaba a las clases sociales al establecer dos tipos de pasajeros: los de primera y los de segunda. La diferencia entre unos y otros, además del precio, consistía en que cada vez que el animal se rendía de cansancio ante la empinada cuesta, el conductor incitaba a los pasajeros de segunda clase a que empujasen el vehículo, cosa ésta que no era obligada para los pasajeros de primera.
En Caracas hubo realmente tres empresas de tranvías, antes de que El Encantado, planta pionera de la Electricidad de Caracas, le imprimiera la pasmosa velocidad de 10 kilómetros por hora al caraqueño de antaño, gracias a la maravillosa fuerza eléctrica.
En 1892 se estableció Tranvías de Caracas, compañía formada por el Sr. Felix Ribas. La empresa tenía varias líneas que partían de la Plaza Bolívar a los extremos de la ciudad. Tranvías de Caracas fue la primera empresa de tranvías de caballitos con que contó la capital. Posteriormente comenzó a funcionar Tranvías Bolívar, que usufructuaba una concesión que le permitía ir a la Plaza Bolívar y a las estaciones del Ferrocarril de La Guaira y del Ferrocarril Central. El progreso introdujo una variante: Ferrocarril del Sur, empresa ésta que operaba con un tranvía de vapor que partía del Portachuelo en El Valle con un ramal al Cementerio.
Finalmente apareció Tranvías Eléctricos de Caracas. Su nacimiento fue consecuencia del contrato firmado con la Corporación del Puerto, empresa ésta que tenía varios convenios suscritos con la Gobernación del Distrito Federal, aprobados por el Presidente de la República y ratificados por el Concejo Municipal de Caracas. El contrato estableció la fusión en una sola concesión de las tres existentes. La nueva compañía se comprometió a convertir en dos años a tracción eléctrica las líneas que figuraban en el plano levantado al efecto y así se acometió la tarea de reabrir las rutas hacia El Valle y El Cementerio. Las vías o rieles que existían para El Valle eran muy angostos para ser utilizados por los nuevos tranvías, así pues que los tranvías de caballito siguieron funcionando paralelo a la colocación del tercer riel.
Llegó la electricidad.
Para atender el suministro de energía se estableció en el Portachuelo una subestación que contaba con un generador de 110 KV. movido por un motor eléctrico de 150 HP. La Electricidad de Caracas suministraba la energía a través de dos líneas de transmisión que se unían en Caracas a un local que tenía la empresa en las inmediaciones de la Estación del Ferrocarril Central, donde se hallaban los transformadores. De este sitio salían tres líneas de distribución que servía a la oficina generadora de Tranvías Eléctricos y a la Cervecería Nacional, así como también a las partes sur y norte de la ciudad.
La línea aérea de donde se alimentaba el tranvía estaba sostenida por postes de 30 pies de largo. En principio se pensó en utilizar postes de madera, pero las dificultades para conseguirlos obligó a la empresa a adoptar los de hierro. Las líneas eran de aluminio aisladas por tres capas de tejidos y pintura a prueba de agua. Se conectaba con la línea del trolley por medio de dos interruptores de 250 amperes. La "percha" que no era más que una larga vara metálica que salía del tranvía iba rozando la línea y así recibía al energía que ponía al tranvía en movimiento.
La puesta en funcionamiento de Tranvías Eléctricos le comunicó a Caracas un ánimo del cual carecía. La capital adoptó rápidamente el nuevo medio de locomoción el cual se convirtió además en sitio de reunión para las parejas de enamorados. Jóvenes de pajilla, bastón, pelo engominado y flor en el ojal, lanzaban ardientes miradas a jovencitas de falda larga y primorosos peinados.
El tranvía constituyó toda una revolución y como toda novedad fue el centro de atracción de los caraqueños de 1900.
Pero no todo fue alegría, el tranvía también se convirtió en dolor de cabeza para los chóferes de la época quienes al chocar contra el armatoste se veían obligados a pagar costosas reparaciones ya que sus vehículos no resistían el impacto de la mole de hierro.
El tranvía ya no existe, ni siquiera queda una muestra de lo que fue. Sus rieles duermen sepultados en el subsuelo de la capital. Otro artefacto se desliza raudo y con sus vistosos vagones, cual cometa de aluminio, cumple la secular función de transportar pasajeros. EFO.
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