LA NOSTALGIA
Ayer encontré tus letras, esas que me escribiste, contándome tus cosas, cosas que solo a mi contabas y creeme, la vida se me oscureció de repente. Sentí como si un manto de ceniza me cubriera, como si un velo de niebla me envolviera. Es la nostalgia de no estar contigo, de haber perdido tu recuerdo en el paso de los días, con el discurrir del tiempo.
Ayer me arrimé a tu puerta a descansar y se me ocurrió pedirte que le ordenes a tu boca, esa de risa de azúcar, que me llame, que le digas a tus ojos, esos de ala de cuervo, que me miren, que le pidas a tus manos, esas de dedos de lirios, que me toquen. Pero tu puerta estaba cerrada, no se abrió. Es la nostalgia de evocarte, de verte venir entre sueños, cubierta de pasado. Ayer la nostalgia se me escurrió por la piel y con ella volvieron las ilusiones como vuelve una fiera a su cubil, como retorna una cigüeña a su campanario, presurosas. La nostalgia me enseñó que la vida sin dolor no sabe igual, que el tiempo se hace viejo dentro de las gavetas cerradas. Ayer recordé aquellas noches en que mi mano se hacia garra, apretando el gorrión de tu mano y hoy me siento como un barquito de papel, a la deriva, a merced del agua que corre por el caño, impulsado por el viento que lo conduce a destino incierto.
La Nostalgia es un sueño que no sentimos llegar. Es como una mortaja de lluvia que nos cubre, que nos empapa el alma. Es querer volver a vivir lo vivido, estar donde estuvimos, sentir lo que sentimos. Es una sombra difuminada, una figura imprecisa de algo que ya fue, un deseo insatisfecho, una añoranza, un desasosiego, un dolor dulce que nos lastima, pero que queremos seguir sintiendo. Es como una flor marchita, ya muerta, que nos empeñamos en revivir. La Nostalgia camina aferrada a los acordes de las viejas canciones, esas que ya nadie escucha; a las hojas amarillas de los libros antiguos, polvosos, esos que ya nadie lee; a las cuentas de los rosarios, esas que ya no desgrana el que perdió la fe; al sepia de los fotografías, esas que ya nadie ve.
La Nostalgia no es evocable. No podemos convocarla a placer, pues no obedece a nuestra voluntad, no se somete a nuestros deseos. Cuando llega plena nuestras estancias, ocupando todos los espacios como si fuesen suyos, como si fuese la dueña. Se aposenta en nuestro espíritu y allí se queda. Nos abandona cuando considera que debe irse. Y se va como llega; despacio, sin hacer ruido, sin aporrear la puerta, sin despedirse, sin anunciar su partida.
Para unos La Nostalgia es un bálsamo que alivia su herida, para otros es la herida misma que no tiene alivio. EFO.
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