LOS INVISIBLES
Ellos están allí, pero no se ven. Existen, son, pero no revelan su presencia física, sencillamente porque no la tienen. No se pueden ver, ni oler, ni oír, ni sentir... son invisibles.
Los invisibles son temores, miedos, angustias, recuerdos, ilusiones, deseos, que encubiertos bajo la forma de pensamientos nos asaltan de repente, cuando menos lo esperamos, cuando menos lo deseamos. Los invisibles son pedazos de nosotros que creamos en algún tiempo y que abandonamos en ese o en otro tiempo. Ellos viajan asidos a la memoria. Recorren las rutas de desamor, del miedo, de la incertidumbre, de la ilusión, de los sueños y en cualquier momento detienen su andar posesionándose de nuestra mente, permeandola, penetrándola haciéndose cargo de ella, obligándonos a enfrentarnos con nosotros mismos, instándonos a introinspecionarnos, a examinarnos, a vernos.
Los invisibles llegan sin previo aviso, sin convocatoria, sin invitación. Están en todas partes. Viven en lo que nos es más común. En lo que nos pertenece. Se esconden en el pliegue de un vestido, en la fragancia de un perfume, en una visión borrosa, en la suavidad de una caricia, en una lagrima contenida, en un te quiero apasionado, en un respirar fatigoso. Los invisibles forman parte de nosotros mismos, así no los queramos tener. Son como huéspedes obligados a los que debemos atender cuando sus urgencias así lo demandan. Ellos no conocen de tiempos, ni saben de horarios. Son incapaces de discernir entre el día y la noche, entre el ocaso y el alba. Todas sus horas son iguales, por eso irrumpen en cualquier momento, en cualquier lugar. Los invisibles son entes mágicos capaces de hacernos reír, llorar, o soñar. Nos pueden entristecer. Nos pueden hacer felices. Los invisibles no siempre son propiedad de una sola persona. Hay invisibles compartidos. Son aquellos que creamos conjuntamente con otro, o con otros. Esos nacen de un beso. De un llanto. De un grito. De un dolor. De un momento común. Pero pese a no pertenecer en exclusividad a ninguno, dado su origen, cada uno de sus dueños lo siente de manera individual. Cada uno se apropia de él. Cada uno también tiene su peculiar manera de evocarlo, de sufrirlo, de vivirlo. Ese invisible, en particular, puede ser el más querido o el más odiado. El más deseado o el más temido.
Hay invisibles que nos llevan a otros espacios, a aquellos donde viven los sueños, los deseos más apetecidos, las más elaboradas fantasías. A esos los evocamos con más frecuencia, pues los sentimos como un bálsamo a nuestras penas, como un alivio a nuestros sufrimientos. Con ellos recordamos momentos gratos, que nos llenan de esperanza, que nos transportan a lugares donde queremos estar, que nos colocan en situaciones que queremos vivir. Con ellos sentimos que toda utopía es posible, que todo sueño es realizable.
Los invisibles son compañeros sempiternos de ruta con los cuales estamos comprometidos a viajar. Ellos no nos abandonan nunca, ni siquiera a la hora de la muerte, pues mueren con nosotros. Dejan de existir cuando lo hacemos, pues son el hilo que nos ata a la vida. Están hechos de nuestra propia sustancia. Son nuestra materia, nuestra esencia. Son lo mejor y lo peor que tenemos. Lo mejor y peor que somos.
Lo invisible no es lo que no se ve, sino aquello que se siente. EFO.
Hay invisibles que nos llevan a otros espacios, a aquellos donde viven los sueños, los deseos más apetecidos, las más elaboradas fantasías. A esos los evocamos con más frecuencia, pues los sentimos como un bálsamo a nuestras penas, como un alivio a nuestros sufrimientos. Con ellos recordamos momentos gratos, que nos llenan de esperanza, que nos transportan a lugares donde queremos estar, que nos colocan en situaciones que queremos vivir. Con ellos sentimos que toda utopía es posible, que todo sueño es realizable.
Los invisibles son compañeros sempiternos de ruta con los cuales estamos comprometidos a viajar. Ellos no nos abandonan nunca, ni siquiera a la hora de la muerte, pues mueren con nosotros. Dejan de existir cuando lo hacemos, pues son el hilo que nos ata a la vida. Están hechos de nuestra propia sustancia. Son nuestra materia, nuestra esencia. Son lo mejor y lo peor que tenemos. Lo mejor y peor que somos.
Lo invisible no es lo que no se ve, sino aquello que se siente. EFO.
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