viernes, 16 de septiembre de 2016


TU...


Al abrir los ojos la noche se me vino encima. Se precipitó en mi alma, llenándola de oscuridad. La noche me secuestró la mirada. Intenté vanamente deshacer esa negrura, disipar esas sombras y entonces supe que estaba anochecido, herido de recuerdos, asaeteado de inquietudes. Entonces supe que mi mal, ese que me corroe por dentro, que  tiene nombre y forma, es terminal. Supe que mi mal eres tu. Tu que no dejas que mi alma repose, que mi mente se desfatigue, que mi cuerpo descanse. Tu que estás presente desde aquel día en que dijiste adiós, cuando te fuiste.Tu que estás presente desde aquel día en que dijiste hola, cuando llegaste. Tu que no permites que sobrevenga la calma. Tu que dueles dentro, muy dentro. A veces, casi siempre, quisiera regresar a ti, que es como retornar a casa, como atravesar una puerta cerrada. Pero no encuentro el camino. No hallo la senda, no cruzo el puente. Quisiera tener la osadía de un bandolero para rebesarte, remorderte, reposeerte, beber del vaso de tu boca, cabalgar tus caderas, entrometerme en tus sueños, vivir dentro de ti, pero no la tengo. Solo  tengo el recuerdo de tus ojos cuando se volvieron puñales, cuando me alcanzó el dardo de tu ira, de tu rabia, de tu odio, cuando le pusiste candado a mis deseos, a mi corazón. Todavía siento el balazo de tu voz intentando decir mucho y no pudiendo decir nada. Lo siento partir en dos mitades tu fragancia, dejándome ayuno de tu amor, huérfano de tu presencia, distanciado ya de ti. Como quisiera que tu mirada volviera a teñir de negro la mía y tu pelo oscureciera mis manos. De tanto evocarlos puedo recordar cada uno de tus besos. En particular ese largo, sostenido, mordelon, que casi hizo sangrar tus labios, que te abrió la puerta del placer, que encendió tu cuerpo, ese cuerpo al que desvistió mi mirada, antes que lo hicieran mis manos. Siento tu olor tupir, uno a uno, todos los poros de mi piel y tu respiración golpear mi cara. Escucho el sonido de tu risa al chocar con tus dientes. Te veo caminar a mi lado mirándome largo, sostenido. Remojo tu fotografía en mis lagrimas, pero es inútil,  no me ayudan a sostener el peso de mi soledad, y es entonces cuando empieza a llover dentro de mi. Uno muere con sus recuerdos, con su pasado A medida que las cosas que vivimos se van, desaparecen, uno se va, desparece también. Uno es uno y sus recuerdos. Los recuerdos son raíces que se propagan como varices, que se entretejen formando una malla impenetrable al punto que a veces resulta casi imposible separar uno de ese amasijo que confunde, que desorienta. El que todo ha perdido solo vive de sus recuerdos. Los evoca, los alimenta de deseos, los guarda con celo, los cuida como su más valiosa posesión. Yo guardo tus recuerdos intactos, como si nunca los hubiera tocado, como si nunca los hubiera acariciado, manoseado repensado. Tus recuerdos son como una sombra que me cubre, que me arropa. Con ellos me cobijo. Los veo venir uno a uno. Los siento llegar como llega la noche, despacio Como se cuela la luz por la rendija de un postigo, poco a poco. Me embeleso en su contemplación. Solo eso me queda de ti. Tu eres mi mal. Tu eres mi bien. Tu...   EFO.

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