viernes, 21 de julio de 2017




EL BALANCE



Ayer te vi pasar. Intenté hablarte, pero no pude. Dejé que mis ojos resbalaran por tu piel, acariciándola. No notaste  mi presencia. Pasaste como pasa la brisa, como cae la lluvia, como sopla el viento: imperturbable, impasible, lejana, distante. Me quedé mirándote. Te vi alejar y sentí al tiempo marcar distancia entre nosotros. Entonces supe que la vida entera cabe en un instante. Recordé las veces que mis dedos cercaron tu boca en vano esfuerzo por evitar que dijeras adios.  Fue inútil, no pude, mis manos no lograron detener tus palabras. Te fuiste. Hoy tan solo queda un vago recuerdo de lo vivido. De aquello que alguna vez fue lo único y primero para los dos. Nos separamos como lo hacen los socios que, no pudiendo conciliar sus diferencias, dividen su fracaso. Nos separamos con rabia, con dolor, con rencor.
Ayer cerramos por inventario. Hoy es hora de hacer balance. De sacar cuentas. De repartir lo que nos quedó. Yo ya lo hice. Y sorprendete: me debes y me propongo cobrar.
Me debes más de un millón de besos (exactamente un millón quinientos treinta y dos mil cuatrocientos ocho), de los muchos que te dí y no me devolviste, miles de caricias no correspondidas, infinidad de Te quiero que omitiste, cientos de miradas que esquivaste, una cantidad indeterminada de pensamientos que desechaste, un numero incalculable (pon tu la cifra) de latidos de corazón que nunca acompañaste, tres años de devoción, de adoración que menospreciaste, un mar de lagrimas que vertí por ti, una montaña de recuerdos que seguro desterraste, cientos de miles de horas de vigilia, de angustia, de desesperanza e incontables momentos de rabia, de celos, de despecho. Me debes, en fin, la vida. Esa vida que te entregué y que no supiste valorar. Esa vida que desdeñaste, que nunca hiciste tuya.
Como verás el Balance es a mi favor. Tu Pasivo supera con creces tu Activo. Estás en quiebra y también en mora, pues has dejado pasar el tiempo y no honraste tus compromisos. Te voy a embargar. Me voy a quedar con todo. De aquí en adelante no podrás disponer, de lo que siempre has considerado de tu absoluta propiedad, pues a partir de este momento confisco tu boca de terciopelo rojo, esa que frunces con desdén, esa a la que enseñé a besar. Me adueñó de tus ojos de noche, esos que relampaguean de deseo, esos que acarician de amor. Me posesiono de tus manos de pájaros, esas que revolotean gracias al conjuro de tu voz. También embargo tu voz, tu dulce y susurrante voz y el carbón de tu pelo, ese que juguetea con la brisa y que en caprichoso mohín te tapa la cara. Ahora soy el único propietario de tu cuerpo de sirena, de ese cuerpo de largas piernas, cimbreantes caderas y voluptuosos senos, de ese cuerpo que enciende mi pasión con solo evocarlo, traerlo a mi memoria.  Me quedo con los hoyitos de tus mejillas, con tus dientes de nácar, con tu piel de durazno, con tu naricita de conejo.También es mía la nube de tus pensamientos y tu andar de gacela, tus sonrisas coquetas y por ende el cascabel de tu risa, tus miradas tristes y las lagrimas de tus ojos. Me perteneces tu.Completa y totalmente. Así lo dice la ley. La ley de la razón, la ley del corazón. Porque tu naciste para mi. Yo soy tu dueño. Y nunca, óyelo bien, nunca renunciare a ti... 

PD.
Si quieres recuperar tus propiedades gustosamente te las devuelvo, previo pago del capital e intereses de lo adeudado.  EFO.



miércoles, 19 de julio de 2017






LOS MUERTOS


Sepultados unos, insepultos otros, los muertos duermen un sueño del que jamás despertaran. Los muertos, son trozos de un pasado que mató el presente. Son tiempos idos, vestigios de lo que fue y que nunca más volverá a ser. Los muertos no sólo son carne que se pudre y huesos que blanquean, son algo más que eso, son un cumulo de recuerdos que perduran en la memoria de quienes alguna vez los amaron u odiaron. Son fragmentos de pequeñas historias que ocuparon espacio en las mentes y sentimientos de los que hoy los recuerdan. Morir no es simplemente dejar de vivir. Morir es cerrar una puerta que abrimos al nacer. Morir es cancelar nuestro tiempo en otras mentes. Es traspasar un umbral. Es comenzar a vivir en la distancia. Cuando se muere físicamente, en paralelo, se empieza a morir en otros, se inicia un proceso mediante el cual los momentos que compartimos con alguien se van difuminando, nuestros rostros se desdibujan en su memoria, nuestras voces se apagan y dejan de ser audibles. En realidad morimos varias veces.
La muerte física, esa mediante la cual cesan nuestras funciones vitales, no es la importante, esa es apenas el comienzo de la verdadera muerte, de la que nos desaparece, de aquella que nos destierra de la vida de los que alguna vez consideramos nuestros o parte de nosotros mismos. También morimos cuando nos negamos a  soñar, cuando renunciamos a las utopías, cuando dejamos de fantasear, de habitar mundos irreales, llenos de seres extraordinarios que nos atan a la vida.  Esa muerte, la espiritual, es catastrófica, definitiva,  lapidaria, porque nos mata por dentro, nos aniquila el alma.
Morimos en otros cuando dejan de pensarnos, cuando no formamos parte de su archivo, cuando ya no estamos en su data; y  de igual manera, con el mismo método, nosotros también matamos. Y así, poco a poco, vamos construyendo un cementerio particular, que nos pertenece pero que no habitaremos. Nosotros viviremos en los cementerios que otros construyen y en los cuales nos han reservado tumbas. Tenemos la potestad de matar, pero también el poder de hacer resucitar, poder que ejercemos cada vez que evocamos a alguien a quien habíamos olvidado, sepultado. Somos humanos jugando a ser Dioses... pero los Dioses también mueren y lo hacen cuando perdemos la fe, cuando frente a ellos no elevamos una espiral de incienso, desgranamos las cuentas de un rosario o hacemos temblar la llama de una vela. A los Dioses, esos que adoramos, matamos y enterramos en nuestro cementerio, quizás algún día resucitemos, porque somos humanos jugando a ser Dioses.     EFO

viernes, 7 de julio de 2017





LA SEGUNDA PIEL

Envuelto en la madeja del tiempo he visto transcurrir mi vida casi sin notarlo. Mi madre se hizo vieja, mi hermana mujer y mi abuela niña, mientras que yo me encuentro estacionado en un compás de días, de meses, de años, sin poder avanzar; no es que esté detenido en el tiempo, muy por el contrario lo siento segundo a segundo gotear sobre mi cabeza, minuto a minuto lijar mis huesos, hora tras hora, triturar mis emociones, royéndome deslavándome, consumiéndome, pero pese a ello estoy seguro que no pasa igual. Ayer me acosté siendo uno y hoy, al despertar soy otro. Mi alma es la misma, pero mi cuerpo no. Me hice viejo por fuera. Soy un joven anclado en una estructura física que no me es propia, que no me pertenece. Soy prisionero de una paradoja, de una contradicción. Mis ideas, mis percepciones, mi esquema mental no compaginan con mi naturaleza. Hay un desfase, una distonía, que se manifiesta entre lo que quiero y lo que puedo hacer. En mi cohabitan dos personas distintas, obligadas a convivir, sin soportarse. Sin querer hacerlo. Al mirarme al espejo veo una cara arrugada, de parpados caídos, ojos apagados, boca distendida, pero detrás de esa fachada se adivina otro ser de mirada brillante y semblante risueño. Ese soy yo. El otro es mi remedo, una mala copia, un ente bizarro que se cobija bajo una segunda piel. Todavía no he podido desentrañar el misterio. No atino a comprender como se produjo la transmutación. No se como entró ese anciano dentro de mi. No entiendo como generé esa piel... la segunda, la que lo cubre a él. Al principio, luego de operarse el cambio, me acostaba pensando que era un sueño, una pesadilla y que al despertar todo volvería a ser como antes. Pero eso nunca pasó. Día a día la plata del cristal me devuelve la misma imagen que detesto. El viejo sigue allí. Amalgamado conmigo, debajo de mi, dentro de mi, parapetado tras mi segunda piel.
Ayer salí de nuevo a la calle. No lo hacía desde que empezó todo. No quería salir. Tenía miedo que mis amigos, la gente que me conoce, me vieran distinto. Pero no ha sido así. Nadie se ha dado cuenta. O al menos no me lo han hecho notar. Todos me tratan igual. Para ellos soy el mismo, no hay nada raro en mi. Les sigo la corriente. Me muestro indiferente. No hablo de eso.
Ha pasado el tiempo y poco a poco me voy resignando a mi nueva realidad. Me estoy acostumbrado al cambio, que no ha sido sólo físico. Ahora percibo un cumulo de sensaciones que antes no me eran familiares. Ahora coloco todo en perspectiva. Sopeso mis opciones. Me he convertido en un ser analítico, cauto, precavido. He aprendido a frenar mis pasiones, mis urgencias. Ahora todo tiene un ritmo más lento. Disfruto cada segundo, como si fuera el último. Me he vuelto avaro con el tiempo, al que veo como verdugo de mi vida. Valoro lo que tengo. Cuido mi cuerpo, al que siento frágil. Cultivo mi espíritu, al que quiero puro. Evoco con nostalgia mis amores. He desterrado mis odios, mis rencores. Echo de menos a los que ame, a los que me amaron, a quienes se fueron. Creo que me estoy haciendo viejo... que dejé de ser joven... que empecé a mudar de piel.   EFO.

lunes, 3 de julio de 2017



EL PENULTIMO ROUND


Aquella mañana empezó igual para Pedro, es decir, idéntica a otras mañanas de un domingo cualquiera. Sin embargo, cuando se afeitaba, sintió un escalofrío que le recorrió la columna. Una señal de alarma se encendió en su cerebro. Seguro estaba que había incurrido en un error, o simplemente había pasado algo por alto, pero no sabía que.
La mirada de Yolanda, su mujer, se lo confirmó al estrellarse furiosa contra la suya, tras sortear dos tazas de café con leche, que por mera casualidad se encontraban a la altura de los ojos, en mitad del desayuno. Sus hijos, Elvira y Pedro, fungían de espectadores, como si asistieran a un match de boxeo, en el cual nadie sabe que va a pasar, pues en el décimo round se encuentra parejito.  
La primera reacción de Pedro fue hacerse el loco, mientras pasaba revista mental a lo que había hecho, o dejado de hacer el día anterior: La curdita de ayer no fue muy larga. Llegué temprano, además Yolanda sabe que viernes y sábados son míos. Los viernes de los amigos y los sábados de los caballos. Por ahí no andaba la cosa. La salidita del  miércoles con la secretaria de Compras, tampoco entraba en juego. Nadie en la oficina se había dado cuenta del asuntico, que ya llegaba a los seis meses, y que ojala no termine nunca, porque está buenísima. Cero llamadas por teléfono, ni al celular, ni a la casa.
Bueno, sea lo que sea, revienta hoy, de eso estoy  seguro, se dijo para si, mientras esperaba que Yolanda le sirviera un poco más de périco. Llegó el périco, pero no se deslizó sobre el plato con suavidad de cucharilla. Aterrizó violentamente sobre la superficie de loza, produciendo un ruidito provocador, seguido de un despótico ¿Así está bien o quiere más? La cosa esta mala. Lo recomendable en estos casos es cambiar la estrategia. Y la cambió. Puso cara de arrecho. Nada. La situación se volvió más tensa.
Finalizado el desayuno ocupó su lugar de siempre en el balcón, peleando con el aire que apagaba los fósforos y volteaba las hojas del periódico. Y de pronto, como por arte de magia la verdad le fue revelada. Un aviso a todo lo largo y ancho de la página le dijo todo lo que necesitaba saber:

PARA TI MAMA, EN TU DÍA LO MEJOR: IMGEVE

!Coño, que vaina. se me olvidó esa verga.! De ahí en adelante todo fue mas fácil. Se levantó y con cara de yo no fui se recostó en el marco de la puerta del cuarto. Yolanda era un lío de pantuflas, sostenes y bluyines apretaitos.

Primer Round, los boxeadores al centro del ring.

- Mi amor, balbuceó.
- Dime, Pedro, dime, ¿que pasa ahora?
- De pasar no pasa nada, sólo que tu siempre tienes la costumbre de echarle a perder las cosas a uno, adelantándote a los acontecimientos.
- Mira Pedro, vamos a dejarlo así.¿ tu sabes que día es hoy?
- Claro, claro que lo se, como crees que se me va a olvidar algo como eso.
-Bueno, y entonces ¿donde está mi regalo?
- Mi vida, este año resolví hacer las cosas distintas para evitarnos los problemas del año pasado. Te acuerdas que te compré un vestido que no te gustó.
- No me recuerdes el año pasado. Yo estoy segura que ese vestido lo compraste para otra, porque no me vas a decir después de 10 años de casados que no sabes que mi talla es 12 y no 16 y para completar lo compras amarillo, cuando sabías que estaba de luto, porque papaito se había muerto hacía apenas dos meses.
- Bueno, ya te expliqué que siempre he sido malo para las tallas y por lo del luto no; porque la idea era que lo guardaras para cuando te lo quitaras, pero dejemos la peleadera. Yo lo que te quería decir es que desde ayer reservé en un  restaurant y hoy vamos todos a almorzar, después tu escoges lo que que quieras y mañana te lo compro. Así nos evitamos problemas.
- No, no lo voy a hacer, no seas hipócrita, se te olvidó y ahora quieres remendar el capote.
Bueno, Yolanda si tu lo piensas así entonces dejemos las cosas de ese tamaño y no vamos a ninguna parte.
Y dando media vuelta se volvió al balcón.
No habían pasado dos cigarros, cuando llegó Elvirita.
Papi, mi mami dice que está bien, que te vistas porque ella quiere pasar primero por la casa de abuelita.
Levántate Pedro, que ahora es cuando vas a saber para que naciste, murmuró para sus adentros y recogiendo fósforos, cigarros y periódico, se perdió en el pasillo en ruta al cuarto.

Vamos a la acción del Segundo Round   

- Entonces Pedro, como estás, tanto tiempo sin verte, que raro, tu por aquí.
- Bueno vale, las suegras también son madres y a ellas hay que visitarlas de vez en cuando.
-Ujum, y de cuando acá ese cariño, mijo.
-Usted sabe doñá Juanita, que yo siempre la he querido, que no ande con zalamerías,  es otra cosa.
- Verme sepultada, mi amor, verme sepultada.
Tranquilo Pedro, tranquilo. Pegaste al cuñado contra las cuerdas, le conectaste un  oper a la vieja y ahora tienes que bailotear a la esposita del cuñadito.
- Yolandita, ¿que te regaló Pedro?
- Ay mija tu sabes como es el. Me va a llevar a almorzar y después yo escojo lo que quiera.
- Niña, que espléndido se ha vuelto tu marido. Así hacía mi papá cada vez que se olvidaba el Día de las Madres, menos mal que con Ramoncito no tengo esos problemas. Este año me regaló un reloj bellísimo.
Suerte que tienen algunas mujeres, replicó Yolanda, sin dejar de mirar fijamente a Pedro.
Claro, como no le va a dar un reloj si la que trabaja es ella y el zángano este vive de gratis y según el ayuda a la vieja a administrar las cuatro casitas que le dejó el pure.

Tercer Round. Suena la campana . Second fuera.

¿Y cuando se acabará esta cola? Quien me mandaría a meterme en vainas. Me hubiera quedado tranquilito en casa y esta que se arrechara.  Eso tampoco le iba a durar toda la vida. Ya he visitado tres restaurantes y nada. Están full.
- ¿Para donde vamos ahora? Ya son las cuatro de la tarde y no hemos comido.
- La culpa es tuya, por quedarte hablando paja en la casa de tu mamá.
- La culpa es tuya, por andar diciendo mentiras. No y que tenías reservada una mesa. Mentira, que mesa ibas a tener.
- Claro que la tenía, pero tu sabes como es la cosa, si uno no llega a la hora la pierde. No te van a estar guardando mesa. Hoy todo el mundo come en la calle.
- Todo el mundo menos nosotros. A este paso me veo cocinando.
-Sería bueno.
-Eso es lo que tu quisieras. Para ti yo soy tu esclava. Te cocino, te lavo y te plancho de gratis. Y el señor bebiendo aguardiente y haciendo vida de soltero.
- Mira Yolanda, mejor será que te calles, bastante tengo con lo que estoy pasando.

Y llegamos a la acción del Cuarto Episodio.

- Buenas tardes, señor Pedro que gusto verlo a esta hora por aquí.
 -Buenas, como le va. ¿Tiene una mesita disponible?
- Por supuesto, pase usted.
Pedro Fernández se recupera de la golpiza que recibió en rounds anteriores.
- La doña, ¿que va a tomar?
- Ay, no se. Tráigame algo que no tenga mucho alcohol, porque sino me mareó.
- Para el caballero, lo de siempre ¿verdad?
- A ti como que te conocen mucho en este restaurante. Te adivinan los deseos.
Silencio. Pedro retrocede y cae en clinch
¿Esa que está ahí no es Zandra, la bailarina? Pero que hace  aquí a esta hora. ¿ella no trabaja solo de noche?.
Coñó, ahora si la puse. Lo que me faltaba.
-¿ Por qué esa mujer te mira tanto. La conoces? 
- No, que voy a conocerla. Primera vez que la veo. Seguro me confundió con alguien.
- Mentira Pedro. No empecemos. El año pasado me diste un vestido que compraste para otra mujer y este año me traes a un restaurante para que vea a la mujercita con la que estás empatado. Esto es el colmo, chico. Tu no me respetas. Tu eres un sinverguenza. Yo no aguanto más. Cojo mis muchachos y me voy de aquí.
- Pero bueno Yolanda, ¿te volviste loca?.
Lo último que escuchó Pedro fue un fru fru de faldas y los gritos de Elvira: Suéltame mamá, me estás halando el pelo.
- ¿Le traigo otro palo, Dón Pedro?
- Tráigalo. Vamos a celebrar que hoy es el Día de la Madre.
El conteó va por ocho y el hombre no se para. Parece que está Knock out