LOS MUERTOS
Sepultados unos, insepultos otros, los muertos duermen un sueño del que jamás despertaran. Los muertos, son trozos de un pasado que mató el presente. Son tiempos idos, vestigios de lo que fue y que nunca más volverá a ser. Los muertos no sólo son carne que se pudre y huesos que blanquean, son algo más que eso, son un cumulo de recuerdos que perduran en la memoria de quienes alguna vez los amaron u odiaron. Son fragmentos de pequeñas historias que ocuparon espacio en las mentes y sentimientos de los que hoy los recuerdan. Morir no es simplemente dejar de vivir. Morir es cerrar una puerta que abrimos al nacer. Morir es cancelar nuestro tiempo en otras mentes. Es traspasar un umbral. Es comenzar a vivir en la distancia. Cuando se muere físicamente, en paralelo, se empieza a morir en otros, se inicia un proceso mediante el cual los momentos que compartimos con alguien se van difuminando, nuestros rostros se desdibujan en su memoria, nuestras voces se apagan y dejan de ser audibles. En realidad morimos varias veces.
La muerte física, esa mediante la cual cesan nuestras funciones vitales, no es la importante, esa es apenas el comienzo de la verdadera muerte, de la que nos desaparece, de aquella que nos destierra de la vida de los que alguna vez consideramos nuestros o parte de nosotros mismos. También morimos cuando nos negamos a soñar, cuando renunciamos a las utopías, cuando dejamos de fantasear, de habitar mundos irreales, llenos de seres extraordinarios que nos atan a la vida. Esa muerte, la espiritual, es catastrófica, definitiva, lapidaria, porque nos mata por dentro, nos aniquila el alma.
Morimos en otros cuando dejan de pensarnos, cuando no formamos parte de su archivo, cuando ya no estamos en su data; y de igual manera, con el mismo método, nosotros también matamos. Y así, poco a poco, vamos construyendo un cementerio particular, que nos pertenece pero que no habitaremos. Nosotros viviremos en los cementerios que otros construyen y en los cuales nos han reservado tumbas. Tenemos la potestad de matar, pero también el poder de hacer resucitar, poder que ejercemos cada vez que evocamos a alguien a quien habíamos olvidado, sepultado. Somos humanos jugando a ser Dioses... pero los Dioses también mueren y lo hacen cuando perdemos la fe, cuando frente a ellos no elevamos una espiral de incienso, desgranamos las cuentas de un rosario o hacemos temblar la llama de una vela. A los Dioses, esos que adoramos, matamos y enterramos en nuestro cementerio, quizás algún día resucitemos, porque somos humanos jugando a ser Dioses. EFO
Morimos en otros cuando dejan de pensarnos, cuando no formamos parte de su archivo, cuando ya no estamos en su data; y de igual manera, con el mismo método, nosotros también matamos. Y así, poco a poco, vamos construyendo un cementerio particular, que nos pertenece pero que no habitaremos. Nosotros viviremos en los cementerios que otros construyen y en los cuales nos han reservado tumbas. Tenemos la potestad de matar, pero también el poder de hacer resucitar, poder que ejercemos cada vez que evocamos a alguien a quien habíamos olvidado, sepultado. Somos humanos jugando a ser Dioses... pero los Dioses también mueren y lo hacen cuando perdemos la fe, cuando frente a ellos no elevamos una espiral de incienso, desgranamos las cuentas de un rosario o hacemos temblar la llama de una vela. A los Dioses, esos que adoramos, matamos y enterramos en nuestro cementerio, quizás algún día resucitemos, porque somos humanos jugando a ser Dioses. EFO
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