ICARO Y TESEO
Los caminos son espacios que se abren de cara al futuro. Son trechos que incitan a recorrerlos. Son territorios inexplorados, deseosos de ser descubiertos. Son rutas que conducen a cualquier parte. Son metas planteadas, esperando ser coronadas. Los caminos son tierras de horizontes. Senderos ansiosos de pasos que los cubran, de huellas que los marquen. Los caminos son sueños inconclusos. Son historias a la espera de un final. Los caminos de los ríos serpentean a pedazos, develando misterios. Los caminos de las montañas escalan en pos de una cumbre que a ratos se vuelve inalcanzable. Los caminos de los campos están llenos de motas de polvo que el viento devuelve. Los caminos del cielo se pierden entre praderas de nubes. Los caminos de los jardines confunden a las flores. Los caminos del mar son estelas que las olas borran. Los caminos de los desiertos son pizarras de arena en los que el viento dibuja. Los caminos del viento se escriben y borran en el aire. Los caminos de la lluvia siempre bajan, nunca suben. Los caminos de la noche son oscuros. Los caminos de los cementerios tropiezan con las tumbas. Los caminos del silencio están llenos de ruidos. Los caminos de los pueblos cuentan las mismas historias. Los caminos de Dios son imprevisibles, insondables. Los caminos del hombre son equívocos, confusos. Los caminos del deseo terminan en pecado. Los caminos del pecado conducen al arrepentimiento. Los caminos del dolor están pavimentados de lágrimas. Los caminos de la tristeza siempre mueren, no perduran. Los caminos del odio exudan furia. Los caminos de la vida son cortos. Los caminos de la muerte son eternos. Los caminos de la guerra están llenos de muertos. Cada quien hace su propio camino. Lo construye poco a poco a lo largo de su existencia. Lo cubre de sueños, de llanto, de amores, de pasiones, de lagrimas, de risas, de emociones, de sensaciones de buenas intenciones.
Hay caminos que parecieran no terminar. Su senda es fatigosa, pesada, dura, llena de obstáculos, plagada de incomodidades. Hay otros que lucen luminosos, fáciles de transitar, buenos para recorrer. Hay caminos que no llevan a ninguna parte, o que por su enrevesado trazado conducen siempre al lugar de partida. Son laberintos hechos por manos invisibles; para nos perdernos en ellos, para recorrerlos necesitamos una luz que nos alumbre, un hilo, como el que Ariadna le dio a Teseo, para que nos marque la ruta, o unas alas, como las que Dedalo le hizo a Icaro, para poder sobrevolarlos, sólo que esos instrumentos no nos son dados, nosotros mismos debemos fabricarlos, hay que armar las alas y tejer el hilo con fe, esperanza, voluntad, tesón y perseverancia.
Todos tenemos frente a nosotros un camino que nos incita a desbrozarlo, a hollarlo, a fatigarlo. Todos somos viajeros en rutas ignotas. El camino está abierto. Caminemos. EFO
Hay caminos que parecieran no terminar. Su senda es fatigosa, pesada, dura, llena de obstáculos, plagada de incomodidades. Hay otros que lucen luminosos, fáciles de transitar, buenos para recorrer. Hay caminos que no llevan a ninguna parte, o que por su enrevesado trazado conducen siempre al lugar de partida. Son laberintos hechos por manos invisibles; para nos perdernos en ellos, para recorrerlos necesitamos una luz que nos alumbre, un hilo, como el que Ariadna le dio a Teseo, para que nos marque la ruta, o unas alas, como las que Dedalo le hizo a Icaro, para poder sobrevolarlos, sólo que esos instrumentos no nos son dados, nosotros mismos debemos fabricarlos, hay que armar las alas y tejer el hilo con fe, esperanza, voluntad, tesón y perseverancia.
Todos tenemos frente a nosotros un camino que nos incita a desbrozarlo, a hollarlo, a fatigarlo. Todos somos viajeros en rutas ignotas. El camino está abierto. Caminemos. EFO
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