EL INTANGIBLE VELO
El aire es una combinación de gases en proporciones ligeramente variables, esencial para la vida, transparente a la vista, intangible al tacto; pero en realidad es algo más que eso. Es una combinación de circunstancias que se dan en determinados momentos y bajo condiciones específicas.
El aire es un receptáculo de sensaciones, de emociones. En el aire, se puede oler la sangre, escuchar gritos, presagiar tragedias, vaticinar encuentros. El aire nos rodea, nos envuelve, pero también nos traspasa, se nos adentra. Se mete por los oídos, escala por la nariz, entra por la boca, choca con los ojos, permea la piel y lo hace cargado de sensaciones, de sentimientos, de matices. En el aire se pueden leer signos de tragedia, de venganza. En los cementerios el aire juega entre las tumbas, amortaja a los muertos, llora con los deudos, se abraza a las cruces. En los parques se sube a los árboles, despeina a los hombres, descansa en los bancos, trota por las veredas, se acuesta en la grama, avergüenza a las mujeres. El aire caliente sofoca, el aire marino vivifica, el aire frío entumece. El aire de la noche adormece. El aire de la tarde invita a soñar, nos vuelve melancólicos. En las batallas el aire huele a pólvora, a repicar de tambores, a estruendo de disparos asordando el alma, infundiendo miedo en los corazones.
El aire es omnipresente, inodoro, incoloro, no tiene sabor, no tiene forma, es intangible, invisible. Es como un manto de nada que nos cubre, que está pegado a nuestro cuerpo tupiéndolo, tapándolo. No lo podemos ver, pero lo sentimos. Sabemos que está allí, sobre, debajo, dentro de nosotros.
Por el aire viajan las palabras, los suspiros, los ayes de dolor, los gritos de angustia, las miradas de amor, de odio, los olores, los colores, las risas, los adioses, los recuerdos, los deseos. El aire es un lienzo en el cual pintan formas las nubes, hace remolinos el viento, derrama la lluvia su cáliz de agua, juguetea la luna con sus rayos de plata, calienta el sol con su dardos de oro.
Es un compañero fiel. No nos abandona nunca, siempre está disponible para nosotros, para que escuchar nuestras confidencias, para recoger nuestras palabras, transportarlas, hacerlas llegar a otros, o guardarlas para nadie.
Es mudo testigo de hechos. Escribano de historias no leídas. Juglar de gestas siempre cantadas. Portavoz de esperanzas, de suplicas, de gemidos, de llantos. Celoso guardián de secretos. Incansable viajero, sempiterno peregrino que desanda con sutiles pasos caminos nunca soñados, senderos ignorados, sendas no imaginadas, rutas ignotas. El aire es un velo invisible que arropa nuestro cuerpo pero no tapa nuestras miserias. EFO.
Por el aire viajan las palabras, los suspiros, los ayes de dolor, los gritos de angustia, las miradas de amor, de odio, los olores, los colores, las risas, los adioses, los recuerdos, los deseos. El aire es un lienzo en el cual pintan formas las nubes, hace remolinos el viento, derrama la lluvia su cáliz de agua, juguetea la luna con sus rayos de plata, calienta el sol con su dardos de oro.
Es un compañero fiel. No nos abandona nunca, siempre está disponible para nosotros, para que escuchar nuestras confidencias, para recoger nuestras palabras, transportarlas, hacerlas llegar a otros, o guardarlas para nadie.
Es mudo testigo de hechos. Escribano de historias no leídas. Juglar de gestas siempre cantadas. Portavoz de esperanzas, de suplicas, de gemidos, de llantos. Celoso guardián de secretos. Incansable viajero, sempiterno peregrino que desanda con sutiles pasos caminos nunca soñados, senderos ignorados, sendas no imaginadas, rutas ignotas. El aire es un velo invisible que arropa nuestro cuerpo pero no tapa nuestras miserias. EFO.
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