SPIARITUS: SOPLO, HÁLITO
Bien y mal son nociones antagónicas que se contraponen en eterna lucha por prevalecer. La idea del bien está asociada a Dios, mientras que el mal es dominio del demonio. Dios y Demonio han existido desde que el hombre hizo su aparición en la tierra. Dios y Demonio son creaciones de la mente humana, al menos eso dicen quienes no creen en ninguno de los dos.
Los Demonios, pues son muchos, han atormentado al hombre desde su nacimiento. El Demonio, según los demonólogos, es un ser de naturaleza angélica, condenado eternamente. No tiene cuerpo. No hay en él ningún tipo de materia sutil, ni nada parecido a esta. Se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual. Son Spiaritus: soplo, hálito.
Durante la Edad Media, la época de mayor oscurantismo que sufrió la humanidad, quince fueron los demonios que se encargaron de martirizar a la raza humana: Titivillus, responsable de la mala escritura y distracción. Allatou, ente femenino cuya misión fundamental era inducir a realizar actos inmorales. Arioch, señor de la venganza. Agramon, infundía el miedo. Radna, esparcía la envidia y la avaricia. Balam, incitaba a la rebeldía. Dahaka, demonio del engaño y la mentira. Gresil, alentaba los actos impuros. Braathwaate, señor de la ignorancia. Bucon, amo del odio. Oiellet, tentaba con la riqueza. Rodmentor, confundía a los enamorados, trastocando sus sentimientos. Unza, personificación de la lujuria. Verrine, predicaba la impaciencia. Belfegor inoculaba la pereza.
Los hombres medievales creían firmemente que todo lo que les ocurría era consecuencia del accionar de los demonios que los atormentaban; hoy en día, salvo contadas excepciones, la demonología no es una disciplina utilizada para justificar nuestros aciertos o errores. El hombre actual está consiente que los demonios juegan un papel importante en su vida pues viven dentro de nosotros mismos. Son producto de nuestras apetencias. Los demonios de estos tiempos son definidos como sentimientos u obsesiones persistentes y torturadoras que nos acosan como individuos, pero que pueden considerarse como defectos u obsesiones propias de un grupo social.
Cada uno de nosotros tiene sus propios demonios. Cada uno de nosotros tiene su propio infierno en el que convivimos con los demonios de los celos, la ira, la envida, el deseo, el odio, la venganza, el miedo, la avaricia, el ego. Esos demonios son nuestra creación. Los hemos hecho. Nos pertenecen por derecho natural.
Si queremos aquilatar nuestro espíritu, purificar nuestra alma, debemos luchar con nuestros demonios, debemos exhorcizarlos, y para ello tenemos que reconocerlos, identificarlos, calibrarlos a fin de determinar con exactitud su tamaño, su fortaleza, lo tan arraigado que están, sólo así podremos dejarlos salir, expulsarlos, vencerlos.
Todos estamos convocados a la última batalla. Todos tenemos la obligación de prepararnos para el encuentro final, ese que no podemos eludir, ese en el cual tendremos que rendir cuentas, pues los demonios, todos, los nuestros y los de la noche, del aire y de la tempestad, nos visitarán a la hora de la muerte. EFO.
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