jueves, 10 de mayo de 2018



COSAS...COSAS

Cada nuevo día que vivimos es un día que construimos de nuestro pasado. El pasado es una colcha de retazos. El pasado es una sucesión de hechos que nos llevaron al presente, que gravitan sobre nosotros, que están allí, que forman parte de la memoria, de la experiencia vivida, de situaciones que nunca olvidamos, sino que sencillamente preteremos, marginamos, dejamos de lado, las sacamos de circulación, o archivamos  porque  no nos convienen, o nos lastiman. El presente viene determinado por lo que hayamos hecho en el pasado. Nuestro hoy es hijo legitimo de nuestro ayer y será el padre de nuestro mañana. El pasado no se puede borrar. No nos es dado modifícarlo. En nuestro afán por cambiarlo lo reinventamos, adecuándolo a nuestros deseos, presentándolo como queremos que hubiera sido, ocultando lo indeseable. Pero eso es esfuerzo vano. Podemos maquillarlo, pero nunca cambiarlo, pues el pasado no es sujeto de transformación.
El pasado vive en el sotano de nuestra memoria. Yace en el fondo de nuestra conciencia. Coexiste con los fantasmas del olvido, que de vez en cuando se hacen presentes, se corporizan en nuestra mente obligándonos a revivir situaciones, enfrentándonos con hechos que considerábamos inexistentes, borrados. El pasado es un ente vivo que nace todos los días, que crece con los años, que la muerte no borra. El pasado es inmortal pues pervive en quienes compartieron momentos de nuestra vida. El pasado es individual, cada uno de nosotros tiene el suyo, pero también es colectivo, este está formado por los pasados de todos los que vivieron una época, un hecho, una circunstancia, un tiempo determinado. A ese pasado remoto, se le llama historia y al igual que nuestro pasado individual es suceptible a ser deformado, mitificado, reinventado a conveniencia de quien lo revive en el imaginario colectivo, pero dada su inmutabilidad esos cambios son cosméticos, temporales, nunca definitivos, pues el verdadero, el autentico pasado se mostrará tal y como fue cuando dejen de existir quienes pretendieron cambiarlo o ya no tengan sustento las circunstancias que determinaron su eventual modificación.
Lo que hacemos hoy, en el presente que vivimos, mañana será pasado. Eso que muchas veces consideramos intrascendente, rutinario, puede convertirse, con el paso de los días, en algo importante, decisivo, determinante en los hechos por venir. Vivir el presente es haber vivido el pasado y construir el futuro. Pasado, presente y futuro son espacios iguales de algo que llamamos tiempo  que no es mas que una sucesión de acontecimientos que se precipitan sobre nosotros segundo a segundo, hora tras hora, año por año. El tiempo es  una acumulación de sucesos que guardamos en estricto orden cronológico, pero que presentamos a nuestra conveniencia, seleccionado aquel que queremos evocar dependiendo de las circunstancias en que nos encontremos. El tiempo  nos orilla a la vera del camino, obligándonos a verlo pasar sin poder hacer nada para detener su caminar. El tiempo nos convierte en mudos espectadores de nuestra propia vida, manteniéndonos rehenes de nuestros propios actos, de nosotros mismos. El tiempo, como pasado, presente y futuro,  no existe pues podemos revivir en nuestra mente hechos del pasado, al tiempo que vivimos el presente e imaginamos el futuro. El tiempo es una ilusión, como es una ilusión nuestra vida y las ilusiones , son sueños, fantasías, cosas... cosas. EFO 

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