CLEPTOMANÍA
Hoy empecé con una nueva afición: robar. Para algunos es un delito, otros lo justifican aduciendo que cuando no queda otra opción es necesario. Y ese es mi caso. No robo por vicio ni por el placer de robar, o de acumular cosas, robo porque no puedo hacer nada mas, pues lo que hurto no está a la venta, no se puede adquirir, no son bienes transables, valen tanto que no tienen precio. Ayer robé la noche. La encontré dormida en la arena de la playa. La recogí con ambas manos, teniendo cuidado de no estropear su manto, pero no pude evitar que varias estrellas cayeran al mar. Me tomó algún tiempo recuperálas y rehacer el manto pues lo tuve que bordar de nuevo. La enmarqué en mi ventana, para poder contemplarla cada vez que quiera. Con la noche hay que ser avaro pues son muchos quienes la desean, por eso la cuido con celo. Cuando el día comienza a desgastar sus primeras horas la guardo en lugar seguro hasta que muera la tarde, cuando vuelvo a exhibirla para seguir disfrutando de su belleza. La noche es mía. Me pertenece.
Estoy a la caza de un pedazo de la tarde. Ya he visto algunos pero todavía no decido cual robar. Quizás me apropie del que linda con la noche, el que tiene tonos claro oscuros y a veces se pinta de arreboles. Si, creo que definitivamente robaré esa parte de la tarde moribunda, esa que llaman ocaso. Cuando la tenga la colgaré en una ventana cercana a la de la noche para así poder contemplar la transición.
Robar se ha convertido para mi, lo reconozco, en una adicción. Poco a poco me he ido transformando en un poseso soy, lo confieso, un ladrón consumado; diariamente salgo a recorrer el mundo buscando que robar.
Después de mucho acecharlo, logré apresar el viento. Lo sorprendí escondido en la cumbre de una montaña. Días atrás había hecho lo mismo con el frío. Metí a ambos en una redoma y logré su promesa de que no escaparían si los dejaba vagar con la noche. Ahora cada vez que abro la ventana siento un viento frío arropar los luceros.
Debo admitir que pese a que nunca me gustó el día, me estoy dejando subyugar por sus encantos. El día es como un gigantesco museo, que nos deslumbra con sus prodigios. Y ahora quiero adueñarme de sus maravillas, para en el paroxismo de mi egoísmo, ser su único dueño. Robaré cada caja de música que guardan en su interior los pájaros, cada color que exhiben con donaire las mariposas, cada perfume que exhalan las flores, los de todas las flores, incluyendo las de los caminos y las que viven en los cementerios. Me adueñaré del murmullo del río y de la multiplicación de las gotas de agua al chocar contra el pavimento, también del bramido del mar, cuando furioso lame las rocas de los acantilados y de las espinas que defienden a las rosas. Seré dueño de la cadencia de las olas, de la soledad de los bosques umbríos, del puente del arco iris, de la mirada certera del águila, de los jardines que florecen bajo el mar, de la roja furia de los volcanes, de la paciencia del tigre al acecho y del temblor de miedo del animal acechado, de la perseverancia de las abejas, de la lampara con que alumbran las luciérnagas, de la ingravidez de las medusas, de la frialdad de las serpientes y del arrastrar de los gusanos y cuando esté cansado de robar a la naturaleza, robaré a las mujeres.Tendré sus caprichos, sus risas equivocas, sus miradas lánguidas, sus andares cadenciosos, sus invitaciones a pecar, sus modosos ademanes, sus fingidas sonrisas, su desdeñosa altivez. Juntaré el brillo de sus ojos, la tersura de su piel, la sombrilla de sus pestañas, el grana de sus labios, la voluptuosidad de sus senos, el largo de sus piernas, las sinuosidades de su cintura, el laberinto de su mirada, sus gritos de angustia, los de dolor, los de alegría. Sus espasmos de placer, sus gemidos de rabia, el timbre de su voz. Al no tener más que robarle a las mujeres secuestraré de los hombres los sentimientos, las pasiones, los odios, los amores, los dolores, la tristeza, el pecado, la vanidad, la indiferencia, las traiciones y los olvidos; y cuando lo tenga todo me robaré a mi mismo para que nada le pertenezca a nadie, para que nadie tenga nada, para empezar de nuevo, para que todo vuelva a ser como el principio, para que todo sea, renacido, revivido. Así, sobre el vacío total, construiremos un mundo nuevo donde no exista pasado, ni presente, solo un esperanzador futuro. EFO.
Me encanta como encantas; tal serpiente al acecho encantas a los lectores.... En verdad te convertiste en cleptómano, a mi me robaste hace mucho tiempo mi interés por leerte... Un abrazo¡
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