viernes, 22 de julio de 2016

EL ESPEJO

Desde hace algunos días cada vez que me asomo al espejo siento como si alguien me mirara. Es una sensación extraña. Me parece que estoy siendo  observado, escudriñado, espiado. Se que hay otra realidad allende el vidrio. Detrás del espejo hay algo que me mira. Me detalla. Me devuelve una imagen distinta de mi. Me dice lo que soy en realidad. Esa imagen, que veo o que creo ver, refleja mi peor lado. Ese que mantengo oculto. El que no le enseño a nadie. El que disimulo, el que escondo. Esa imagen es una copia exacta de mi. Hay veces que aparece oscura, casi negra. En esos momentos me revela la maldad que anida en mi alma. Mis mezquindades, mis egoísmos, mis deseos malsanos. Cada vez que una nueva mácula aparece siento que es copia fiel de un pecado cometido. Cada vez que muestra una nueva arruga se que es la marca de una acción vil. Hay momentos en que se cubre de una patina roja, dejando traslucir mis pasiones, mis deseos, mis apetencias, mi insaciable sed de lujuria, de placer. En otras ocasiones es borrosa, difuminada, desvaída, mostrándome mis indecisiones, mis temores, mis angustias, mis miedos. Esa visión me asusta. Me atemoriza. Cuando aparece instintivamente me retiro del espejo. Vuelvo la cara. Le doy la espalda. Todavía no he reunido el suficiente valor para enfrentar lo que me muestra, lo que me dice. Hay días, mañanas más bien, en que al asomarme al espejo este se tiñe de azul, enseñándome lo bueno que hay en mi. La felicidad que he dado a otros. La bondad de mi accionar. Lo beatifico de mi conducta. Pero ese color pronto desparece para dar espacio a un gris borroso, ceniciento, que me muestra lo que puede haber hecho y no hice. Lo que empecé y no concluí. Mi abulia, mi falta de voluntad. Mi ausencia de carácter. 
Hay noches que no quiero verme en el espejo. Temo que me recuerde lo malo que hice ayer. Que denuncie mi pecado más reciente. Que me eche en cara mi conducta. Cuando eso sucede me arrepiento, hago contrición y prometo no volver a pecar.  Pero pronto olvido lo prometido y vuelvo a caer. Hay momentos en que me siento optimista, y me acerco sin temores, resuelto a enfrentar mi realidad. El espejo se viste de colores y me pasea por mi existencia, la presente y la pasada. Es como un libro abierto, como un registro. Poco a poco el espejo se ha convertido en un vicio, en una obsesión recurrente. En algo aditivo que me obliga a mirarlo. A veces he pensado en destruirlo, en romperlo en mil pedazos. Pero no me atrevo. Tengo miedo de hacerlo, pues temo quedarme sin mi falsa conciencia, sin que nada me paute. Siento que se ha transformado en una especie de oráculo, de mensajero del futuro. Predice lo que seré si persevero en determinada conducta. De algún modo me señala el camino a seguir. Al contraponer mis acciones, me indica cual será el resultado, cual será el Saldo, entre el Debe y el Haber de mi vida.
No se como termine esto. Me niego a ser gobernado por un ente distinto a mi mismo, pero siento que he cedido a mi adicción, que soy su esclavo. No se si al final me decida a destruirlo, y lo haga, o más bien sea  el que me destruya a mi, pero si de una cosa estoy seguro es que alguien debe enseñar a los espejos a mentir. EFO.

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