sábado, 16 de julio de 2016




LOS FANTASMAS

Anoche, al cerrar la puerta, sentí que algo la traspuso. Al atardecer, al abrir el armario, me golpeó el hálito de un vaho. Hace días que siento una presencia extraña, difusa, intangible. Es como si alguien me hiciera compañía. Estuviera cerca de mi, amarrado a mi sombra. Es una sensación rara, incomoda. Es sentirse acosado, involuntariamente acompañado, sospechosamente  vigilado. Es una presencia de algo, o de alguien, que aún no he logrado definir. Es un fantasma que se aparece cuando menos lo espero y desparece cuando más no quiero.
Los fantasmas son problemas no resueltos. Enigmas nunca descifrados. Acertijos en busca de solución. Los fantasmas viven dentro de los escaparates, debajo de las camas, detrás de las puertas, dentro de las gavetas, a la orilla de los caminos, a los pies de los árboles, en las aguas de los ríos, en las cuerdas de los ahorcados, en los cuchillos de los asesinos, en los calderos de las brujas, en el aleteo de los murciélagos, en los ayes de dolor, en las lagrimas no vertidas, en los ojos muertos de los muertos, en los labios secos de las monjas, en las noches sin luna, en las lápidas de los cementerios. Los fantasmas viven dentro de nosotros. Pegados a nuestros recuerdos, claveteados a nuestros deseos. Los fantasmas se nutren de nuestro pasado. Comparten nuestro presente y conspiran en contra de nuestro futuro. Cada uno de nosotros tiene sus propios fantasmas. Los fabricamos con miedo y  alimentamos con dolor.  
Hay fantasmas que hemos concebido pero que  aún no conocemos. Los que nunca hemos sentido. Nacen de la huella de un beso que olvidamos en la boca de alguien. De las miradas de otros que encerramos con nuestros ojos. De la angustia de un te quiero no correspondido. Son fantasmas que creamos con nuestras acciones, con nuestras omisiones, con nuestros deseos. Esos fantasmas, que estamos por conocer, crecen dentro de nosotros, alimentándose de nuestras pasiones. Hay fantasmas que nacieron en otra gente. Esos fantasmas invaden nuestras propia esencia, nos permean, nos hacen coparticipes de situaciones, de hechos, de circunstancias que no nos pertenecen, pero que nos afectan. Esos fantasmas se convierten en propios. Hay fantasmas del pasado. Hay fantasmas del presente. Los primero viajan en el carro de los recuerdos. Los segundos viven nuestro día a día.  Hay fantasmas antiguos, muy antiguos, que pasan de generación en generación. Son entes que fueron creados hace mucho tiempo y que han subsistido hasta hoy. Esos permanecen sin cambios. Sin mutar. Ellos regresan de épocas remotas para atormentarnos. Para hacernos pagar por pecados que no cometimos. Esos fantasmas son una herencia indeseable, que nos fue impuesta, que no queremos pero que tenemos que aceptar. Nosotros, todos, también somos fantasmas o algún día lo seremos de otros. EFO.

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