domingo, 21 de agosto de 2016


EL DESARRAIGO.


Desde hace tiempo, y hoy con más intensidad, siento una sensación de desarraigo, de no pertenecer a ninguna parte. Camino por las mismas calles, veo a la misma gente, pero se que no pertenezco allí. Es como si de pronto el hilo que me ataba a esos sitios se hubiera roto. Como si estuviera, al igual que un papagayo, a la deriva, en brazos del viento, sin cable a tierra. Todo me es familiar, pero no tengo ningún sentimiento de pertenencia, de apego. Pareciera que de pronto algo  me arrancó de mi urbana cotidianidad. Recuerdo las calles del barrio donde nací. Esas que alguna vez sentí mías y se que ya nada me une a ese lugar. Repaso los sitios donde he vivido, los que he visitado, los que he habitado y la misma sensación de vacío se apodera de mi. ¿ Por qué el desapego? Nada ha cambiado en esos espacios, al menos nada importante. Están casi iguales a cuando los dejé, pero dejaron de pertenecerme. Presiento que el mal está en mi. Crece dentro. Es un bicho que se alimenta de mis angustias, de mis temores, de mis miedos. Es un bicho que se incubó en el pasado, que nació en el presente y que amenaza con expropiar mi futuro. El desarraigo, esa sensación de no pertenecer a ninguna parte, de no sentirse bien en ningún sitio, es un hueco en el alma, un hoyo insondable  al que nada llena. Uno no advierte su llegada hasta que en un día cualquiera, en una hora indeterminada sientes que no estás, que te has ido y no sabes a donde. Tu primer impulso es tratar de reubicarte, de posicionarte de nuevo, de volver al mapa en el cual te has movido siempre, donde siempre has estado. Pero el esfuerzo es vano. No encuentras el camino. Desconoces la ruta. Extraviaste la senda y ya no puedes volver.  Es entonces cuando un sentimiento de desamparo se adueña de ti. Sientes el vacío bajo tus pies y sabes que empezaste a caer y que no te podrás detener. No hay nada a lo cual aferrarse. No existe algo que detenga tu caída, que te vuelva a colocar en posición. El desarraigo llegó. Como llega la muerte, de repente, o poco a poco, no importa como. Llegó.
Y ahí estás, como yo: confundido, asustado, desorientado, sin saber que hacer. Todas las coordenadas que te servían de referencia se han borrado. De repente te convertiste en un paria. Sin lugar de origen, sin casa donde refugiarte, sin veredas que recorrer. Y comienzas a vivir una nueva vida. Una que tienes que hacer, a la que tienes que construir con pedazos de ti mismo, pues de la anterior, de esa que fue la tuya, ya no queda nada. El desarraigo se la llevó. Camina, camina, empieza a caminar de nuevo...quizás otros te encuentren.  EFO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario