viernes, 7 de julio de 2017





LA SEGUNDA PIEL

Envuelto en la madeja del tiempo he visto transcurrir mi vida casi sin notarlo. Mi madre se hizo vieja, mi hermana mujer y mi abuela niña, mientras que yo me encuentro estacionado en un compás de días, de meses, de años, sin poder avanzar; no es que esté detenido en el tiempo, muy por el contrario lo siento segundo a segundo gotear sobre mi cabeza, minuto a minuto lijar mis huesos, hora tras hora, triturar mis emociones, royéndome deslavándome, consumiéndome, pero pese a ello estoy seguro que no pasa igual. Ayer me acosté siendo uno y hoy, al despertar soy otro. Mi alma es la misma, pero mi cuerpo no. Me hice viejo por fuera. Soy un joven anclado en una estructura física que no me es propia, que no me pertenece. Soy prisionero de una paradoja, de una contradicción. Mis ideas, mis percepciones, mi esquema mental no compaginan con mi naturaleza. Hay un desfase, una distonía, que se manifiesta entre lo que quiero y lo que puedo hacer. En mi cohabitan dos personas distintas, obligadas a convivir, sin soportarse. Sin querer hacerlo. Al mirarme al espejo veo una cara arrugada, de parpados caídos, ojos apagados, boca distendida, pero detrás de esa fachada se adivina otro ser de mirada brillante y semblante risueño. Ese soy yo. El otro es mi remedo, una mala copia, un ente bizarro que se cobija bajo una segunda piel. Todavía no he podido desentrañar el misterio. No atino a comprender como se produjo la transmutación. No se como entró ese anciano dentro de mi. No entiendo como generé esa piel... la segunda, la que lo cubre a él. Al principio, luego de operarse el cambio, me acostaba pensando que era un sueño, una pesadilla y que al despertar todo volvería a ser como antes. Pero eso nunca pasó. Día a día la plata del cristal me devuelve la misma imagen que detesto. El viejo sigue allí. Amalgamado conmigo, debajo de mi, dentro de mi, parapetado tras mi segunda piel.
Ayer salí de nuevo a la calle. No lo hacía desde que empezó todo. No quería salir. Tenía miedo que mis amigos, la gente que me conoce, me vieran distinto. Pero no ha sido así. Nadie se ha dado cuenta. O al menos no me lo han hecho notar. Todos me tratan igual. Para ellos soy el mismo, no hay nada raro en mi. Les sigo la corriente. Me muestro indiferente. No hablo de eso.
Ha pasado el tiempo y poco a poco me voy resignando a mi nueva realidad. Me estoy acostumbrado al cambio, que no ha sido sólo físico. Ahora percibo un cumulo de sensaciones que antes no me eran familiares. Ahora coloco todo en perspectiva. Sopeso mis opciones. Me he convertido en un ser analítico, cauto, precavido. He aprendido a frenar mis pasiones, mis urgencias. Ahora todo tiene un ritmo más lento. Disfruto cada segundo, como si fuera el último. Me he vuelto avaro con el tiempo, al que veo como verdugo de mi vida. Valoro lo que tengo. Cuido mi cuerpo, al que siento frágil. Cultivo mi espíritu, al que quiero puro. Evoco con nostalgia mis amores. He desterrado mis odios, mis rencores. Echo de menos a los que ame, a los que me amaron, a quienes se fueron. Creo que me estoy haciendo viejo... que dejé de ser joven... que empecé a mudar de piel.   EFO.

1 comentario: