LA DIARIA AUSENCIA
Aquellos días en que era rehén de tu mirada, esclavo de tus besos, gavilán de tus manos. Aquellos días en que despertar era querer volver a dormir para seguir soñando contigo. Aquellos días en que solo el eco de tu voz marcaba distancia entre nosotros. Aquellos días en que tu risa trotaba por mi cuerpo, asustándolo. Aquellos días en que en vez de dos eramos uno, en que verte era el único deseo, la única ilusión. Aquellos días en que enmudecía mi voz al conjuro de la tuya. Aquellos días en que adivinaba tus pasos, intuyendo tu presencia. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponérselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.
Aquellos días en que el mundo era todo azul como la paz, todo verde, como la esperanza, todo rojo como la pasión. Aquellos días en que el hambre era un esqueleto de papel, la guerra un fantasma lejano y la muerte una vieja desconocida. Aquellos días en que amanecer era comenzar un día cualquiera, sin desear que pasará, en que anochecer era ver pintar estrellas en el cielo y no la negra tortura de tener que seguir viviendo. Aquellos días en que el mar, a fuerza de ser azul, se convertía en cielo en lontanaza. Aquellos días en que ilusos pensábamos que nada cambiaría, que todo seguiría igual. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponérselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.
Aquellos días en que orbitabámos el pecado, jugando los juegos prohibidos a la sombra del ocaso. Aquellos días en que perseguíamos al viento montados en una nube. Aquellos días en que ser niño era jugar a ser hombre, haciéndole carantoñas a la vida. Aquellos días en que la escuela era una cárcel y la maestra una bella carcelera, pero carcelera al fin. Aquellos días en que un Dios nos anatemizaba y un Diablo nos seducía. Aquellos días en que no contaba el mañana, el pasado no existía y el presente era una hermosa realidad. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponerselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.
Aquellos días... esos días son ahora la diaria ausencia. EFO.
Aquellos días en que orbitabámos el pecado, jugando los juegos prohibidos a la sombra del ocaso. Aquellos días en que perseguíamos al viento montados en una nube. Aquellos días en que ser niño era jugar a ser hombre, haciéndole carantoñas a la vida. Aquellos días en que la escuela era una cárcel y la maestra una bella carcelera, pero carcelera al fin. Aquellos días en que un Dios nos anatemizaba y un Diablo nos seducía. Aquellos días en que no contaba el mañana, el pasado no existía y el presente era una hermosa realidad. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponerselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.
Aquellos días... esos días son ahora la diaria ausencia. EFO.
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