sábado, 18 de noviembre de 2017





LA MARCA DEL PECADO


Arden como una quemada. Duelen como una puñalada. Están ahí. No se van. Los remordimientos, esas penas de conciencia, ese saber que hicimos algo malo y que quizás no podamos remediar se asientan en nuestras mentes, ocupan un espacio grande en nuestros corazones, nos secuestran el alma.
El remordimiento es un sentimiento que se experimenta cuando se cree que se ha actuado de manera incorrecta. Se trata de una sensación de culpa , de malestar que persiste después de una acción propia que se juzgue como dañina. El remordimiento está vinculado con los valores que tenga cada quien. Mi remordimiento no será  nunca igual al tuyo pese a que hayamos cometido una acción similar. Yo puedo no sentir remordimiento alguno mientras que  tu podrías estar grandemente afectado. Nuestras percepciones siempre serán distintas si nuestros valores no son los mismos y  aún en caso de serlos jamás sentiremos de idéntica forma El remordimiento es algo personal, intimo, muy intimo y particular. 
El remordimiento simple, por llamarlo de alguna manera, permite impulsar una modificación de conducta que en muchos casos puede llegar a reparar el daño causado;  el remordimiento de conciencia, se origina cuando es imposible superar el error cometido, lo que causa un recuerdo permanente, constante, que termina por convertir la vida en un infierno.
Remordimiento no es arrepentimiento. El arrepentimiento es lo que sentimos por algo que hemos dicho, hecho o dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión en relación a un asunto. El arrepentimiento requiere una acción. El remordimiento, por si mismo, no genera cambio, es una sensación de pesar. Sólo se siente, no implica acción.
El arrepentido trata de  reparar el daño causado tratando de reversar lo hecho y si logra su objetivo busca ser perdonado, lo que lo liberará de cualquier sentimiento. El perdón lava la culpa arrastrando consigo el remordimiento.
El remordido de conciencia es un condenado en vida. Es alguien que no puede redimirse, pues la acción cometida gravitará siempre sobre el, como resultado de la imposibilidad de revertírla. Un asesino siempre será un remordido de conciencia. Un ladrón pondrá fin a su remordimiento, arrepintiéndose del robo, devolviendo lo robado y logrando el perdón.
El remordimiento de conciencia es un estigma que puso Dios en nuestras almas para castigarnos, para obligarnos a recordar que actuamos mal, que transgredimos su ley, que estamos malditos, y que al igual que Caín llevamos tatuada en el corazón, la marca que el Señor grabó en la frente del fatrícida. Esa marca es indeleble, imborrable. Es la marca del pecado. Y el pecado no es obra del mal, el pecado es el mal.  EFO.


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