jueves, 16 de noviembre de 2017





EL OCASO DE DESDEMONA

"Tardo en recelar, mas una vez celoso dejóme arrebatar de mi propia locura..."
 Otelo. V Acto. William Shakespeare.


Como un sueño, sigiloso, impensado, el fantasma de los celos se cuela por las rendijas que deja abiertas la pasión. Segundo a segundo, día a día va urdiendo la trama sobre la que sustentará su casi siempre dramático final.
Los celos forman una maraña de complejos sentimientos que nublan la mente y agitan el corazón. Están hechos de pequeñas y simples cosas. De gestos imprecisos, de frases dichas al voleo, de miradas apresadas, de medias verdades, de mentiras completas, de muchos puede ser y pocos es. Los celos nacen de la inseguridad. Son producto de la falta de confianza en si mismo, de una vapuleada autoestima, de una carencia absoluta de fe. 
Los celos son una repuesta ante una amenaza hacia aquello que consideramos propio. Son una emoción que nos impulsa a  querer poseer en exclusiva a la persona amada y que alimentamos con el miedo a perderla.
Todo celoso guarda en lo más recóndito de su ser la inextinguible llama de la locura. Los celos son como  pequeñas larvas que crecen a diario, que se agigantan dentro de nuestra mente envenenándonos, esclavizando nuestros pensamientos, subyugando nuestros deseos, maniatando nuestras acciones, impulsándonos a transitar por rutas de desesperanza, de confusión, de dudas. Los celos son sospechas infundadas, agravios nunca infringidos, pero siempre deseados de vengar. Son espinas que nos hieren, tizones que nos queman, trozos de dolor que tragamos enteros, sin masticar, obligados a  deglutir.
Un celoso es un poseso. Un ser que ha perdido la cordura y que solo vive para recrearse en su angustia, en su inacabable deseo de confirmar una suposición que cree cierta, pero que espera que no lo sea. Es un ente vivo que está muerto por dentro. Que es incapaz de contener su rabia, su desesperanza, su miedo, sus temores infundados. El celoso ha abandonado toda esperanza de paz, vive en medio de un conflicto interior que lo agota, que lo consume, que no lo deja; diariamente su corazón es devorado de forma inclemente por esa pasión que lo plena totalmente. No tiene reposo a sus ansias, no morigera su dolor, por el contrario, con cada nueva suposición incrementa su sufrimiento, ahonda su penar. Al igual que Tántalo ha sido condenado por los Dioses y como él está imposibilitado de tener lo que más desea, aunque esté a su alcance. Al celoso le está vedado todo disfrute, toda esperanza, toda posibilidad y cual Otelo siempre matará a su Desdemona... con un beso o con una espada.   EFO.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario