lunes, 30 de septiembre de 2019




CONTIGO EN LA DISTANCIA


Los obligados a mantener la distancia conviven sin tocarse, siempre mirándose, condenados a oírse, a sentirse, pero nunca a rozarse. Marcar distancia es un acto que puede ser voluntario o involuntario. Muchos se obligan a mantenerse separados de los demás, de aquellos a quienes más quieren, y de otros a quien quieren menos. Esa distancia es consentida, buscada, se trata de un hecho emanado de nosotros mismos. La otra forma de separarse, la involuntaria, es impuesta, es una disposición que tenemos que acatar, queramos o no. Aquellos que fueron arrojados de la mente y corazón de otros, son distanciados involuntarios.
Cuando termina una relación, cuando entre dos se hace un vacío, ambos marcan distancia. Esa distancia se espacia en el tiempo y a veces se convierte en un largo trecho que nunca más se vuelve a recorrer; pero cuando la separación se hace odiosa, insoportable, hay quien intenta regresar, y muchos lo logran, pero algo cambió, ya no es lo mismo, se perdió parte de la magia que los unía, se produjo una fractura. Es imposible pegar los pedazos de un jarrón roto, sin que quede una marca, una cicatriz. 
La distancia es física y espiritual. El espacio que media entre dos determina la primera. La segunda viene dada por nuestra actitud frente a ese hecho. Se puede estar distanciado, muy distanciado, de alguien pero convivir con el, verlo todos los días, compartir, casa, cama y comida. La distancia espiritual es frialdad del alma, ausencia de cariño, la física es tierra, mar, aire de por medio. Ambas pueden darse juntas o por separado, todo depende de la intensidad del rechazo, de la gravedad de la ofensa, de la necesidad de alejarse. Los distanciados no viven solos, simplemente viven alejados de quien ya no sienten próximo,  de quien no pueden o no quieren ver, ni sentir cerca.
Hay distanciados, que añoran acortar distancias, que desean volver a juntarse, a unirse, pero están impedidos de hacerlo por razones ajenas a su voluntad y a la de quienes se encuentran separados, esos son los los desterrados, los condenados a prisión, los extrañados.
Cuando era niño, en la escuela, nos obligaban a tomar distancia del compañero que nos precedía en la fila y  de los que teníamos a los lados, para hacerlo debíamos extender los brazos, manteniendo el espacio que determinaba la longitud de nuestras extremidades. Allí, en la escuela, aprendí a tomar distancia, distancia física, alejamiento corporal. Mas tarde aprendería a hacerlo espiritualmente. Hoy, tomo distancia, mantengo distancia, me auto margino. Es una forma de vivir, separado, alejado... a gusto. EFO.

martes, 24 de septiembre de 2019




LA VUELTA EN U


A riesgo de parecer ridículo debo decir que presentí tu partida. Supe, mucho antes que lo dijeras, que habías tomado la decisión de abandonarme, de dar por terminada nuestra relación, de irte. Al marcharte confirmé lo que siempre intuí. No fue difícil vaticinarlo. Muchas cosas así lo indicaban. Lo supe cuando noté un cambio en tu mirada, cuando  la tuya empezó  a esquivar la mía, cuando desistimos en mirar lo mismo, cuando evitamos vernos. Lo supe cuando tu voz dejó de acariciarme, para empezar a rasguñarme, a lastimarme con su tono, a herirme con sus sátiras, a culparme por lo que dejaste de sentir. Lo entendí cuando tu cuerpo se rehusó a maridar con el mio, cuando comenzaste a marcar distancias en la cama, separando las almohadas, mezquinando los abrazos, cancelando la intimidad. Lo comprendí cuando ya no quisiste compartir una taza de café, cuando renunciaste a escucharnos, a olernos, a tocarnos, a  llorar las mismas penas y a reír iguales alegrías. Lo demás fue historia. Secuelas de esos primeros actos. Consecuencias, efectos de esas causas. Hasta que al final pactamos un adios sin estridencias, sin gritos, sin sorpresas. Te fuiste sin voltear a mirarme, simplemente cerraste la puerta tras de ti asordándome con tu partida. Y yo me quedé sin asombro, mudo espectador de un drama cuyo final siempre esperé. Ahora solo tenemos para compartir, un saco de recuerdos, un bulto de añoranzas, un fardo de reminisencias.
Cuando definitivamente todo pase y las heridas se cierren podremos empezar a revisar los hechos, a distancia, sin rencores. Los analizaremos uno a uno, sopesándolos, calibrándolos en su justa dimensión y entonces sabremos que nos pasó. Aunque  estoy seguro que nunca unificaremos criterios, ni arrivaremos a  iguales conclusiones, pues siempre tendremos distintas percepciones, y  divergentes puntos de vista, quizás si podamos identificar sucesos, situaciones , circunstancias que nos llevaron a la separación. No se trata de encontrar culpables, pues ambos lo somos. Tu dejaste de quererme y yo hice lo propio. Por eso la partida fue sin despedidas, sin ayes lastimeros, sin nada que lamentar. Al final nos sentimos aliviados de no seguir contando con la presencia impuesta. No hay nada que reclamar. En lo personal, y espero que hagas lo mismo, comenzaré a reconstruirme, a rehacerme para volver a empezar, o simplemente para seguir viviendo. La vida es una sucesión de hechos que nos llevan por un camino de ida, al final del cual solo encontramos un giro que nos marca el de regreso. La vida, es un ir y venir por la misma ruta, una vuelta en U.  Ojalá, nos volvamos a ver, o pensándolo bien... mejor no.  EFO.

domingo, 8 de septiembre de 2019


NACÍ  DE VIEJO.

Debo confesar que no se que, ni como pasó. Hoy a despertarme supe que algo había cambiado. Me sentí distinto, raro, confundido. Sin entender como empecé a vivir una paramnesia de algunas experiencias que había tenido previamente, un Déja vu, pero lo extraordinario era que realmente estaba pasando por esas situaciones. Entonces entendí: había nacido de nuevo, pero esta vez no como niño, sino como viejo. Comprendí que mi vida anterior había sido solo una preparación para este nuevo comienzo.
Cuando naces, de niño, no tienes control sobre tu futuro. No sabes que serás, ni como llegaras a ser. Cuando naces, de viejo, puedes decidir como será tu nueva vida. Que quieres ser y como lo vas a hacer. Eres capaz de planificar todos y cada uno de tus actos. La experiencia que has acumulado te permite sortear los obstáculos. Manejar las situaciones. Obtener los resultados que quieres. Cuando naces de niño no puedes volver sobre tus pasos, sencillamente porque no existen esos pasos. Cuando naces de viejo puedes volver sobre tu vida pasada para modificarla. Puedes subsanar los errores que cometiste. Es una segunda oportunidad que se te ofrece para que hagas las cosas como crees que debiste haberlas hecho. Y así comencé a vivir. Hice un balance de mi vida pasada, dividiéndola en dos grandes capítulos: lo bueno y lo malo y estos a su vez en tantos sub capítulos como fuesen necesarios. Llené una página con mis amores. Los que tuve. Los que no tuve, pero quise tener y los que me tuvieron, sin que yo lo quisiera. El balance, al final de la hoja, fue negativo. Más quise querer, que lo que en realidad quise. Repasé todas las opciones posibles, ensayando con uno y otro amor pasado, una eventual unión perdurable y concluí que por esa vía no llegaría a ninguna parte. Decidí comenzar desde cero y en eso estoy: buscando un nuevo amor. Llené la página del éxito y no salía  de mi  asombro: estuve a muy pocos metros de alcanzar la meta. Entonces me pareció lógico, insistir en la formula que apliqué, pero introduciendo pequeñas modificaciones en algunos aspectos. Ya comencé a trabajar en eso. De mi infancia estoy borrando situaciones dolorosas, que no debí haber sufrido y que pude evitar, igual cosa estoy haciendo con mi juventud, a la que sometí a un proceso de aquilatamiento total. Definitivamente ahí hay que trabajar y mucho. Mi adultez no precisa de mayores ajustes,  pero si es necesario borrar algunos pasajes que si bien no llegan a ser negros, si son bastante grises. De la vejez, salvó la capacidad de mirar a distancia y el conocimiento acumulado, no hay otra cosa que preservar pues todo será borrado.
Cuando empezamos a vivir como niños todo es nuevo, pero cuando empezamos a vivir de viejos la vida es distinta. Hemos aprendido a valorar lo que se nos ofrece. Caminamos con más cuidado, contando los pasos, mirando donde pisamos. Definitivamente es una experiencia única ya que empezar a vivir implica aprender a reír, a llorar, a soñar y, por supuesto, envejecer otra vez.  EFO.




ENTRE ESPÍRITUS TE VEAS

Tres son los ángeles que rigen nuestra existencia: Guarda, Amor y Muerte.  Al de la guarda no lo vemos nunca, pero intuimos que está allí, a nuestro lado, protegiéndonos, vigilándonos. El ángel de la guarda no interfiere  en nuestra vida, no se mete en ella, no dicta pautas de comportamiento, se limita a cuidarnos, a evitar que algo malo nos pase. Su presencia es natural, pues nos fue asignado el mismo día que nacimos.
El ángel del amor norma nuestro ciclo vital. A ese tampoco lo conocemos, pero si podemos sentirlo. Es un ser cálido, que nos permea, nos invade, se apodera de nosotros obligándonos a comportarnos de otra manera. Es un ángel universal. 
El ángel de la muerte determina nuestra vida. Es el encargado de ponerle fin o de permitir que esta se prolongue por un tiempo más. Tampoco conocemos al ángel de la muerte, pero imaginamos como es. En nuestra angustia existencial lo vemos como un espectro, con cara de calavera, manos huesudas y risa siniestra. 
De los tres solo el ángel de la guarda, está a nuestro servicio personal. Su única función es protegernos. El ángel del amor es compartido, nos gusta pensar que es un solo ángel quien cumple esa misión. Es selectivo, escoge a quienes repartirá su magia. El ángel de la muerte es comunitario, nos pertenece a todos, no hace distingos entre iguales, cumple su tarea sin aspavientos, sin prisa, pero tampoco sin pausa, ese ángel es desesperadamente igualitario, no escoge.
Al ángel de la guarda, generalmente lo ignoramos, no sentimos su presencia, no nos importa que esté o no cerca de nosotros, nos es indiferente. El ángel del amor es el más deseado, siempre queremos tenerlo a nuestro lado, compartir su hechizo, disfrutar la fascinación que ejerce, solazarnos en su encantamiento. El ángel del amor es querido. El ángel de la muerte es temido, no queremos saber de él. Nos espanta su sola mención. Quizás lo que más nos asuste es que es inevitable, que siempre, siempre nos alcanzará, que nunca dejará de presentarse.  
Cuando entre espíritus te veas recuerda que tres son los designios: vivir, amar y morir, y tres los ángeles encargados de hacerlos cumplir.  EFO.

sábado, 7 de septiembre de 2019




LA DIARIA LUCHA

Los caminos de la mente son engañosos, difíciles de transitar, llenos de vericuetos, poblados de inseguridades, de situaciones confusas. La mente es falaz, traicionera. Nos propone enigmas que resolver, nos plantea silogismos que nos llevan a conclusiones equivocadas, pues parten de premisas falsas. Casi siempre, juega su propio juego, con sus propias fichas, con su cartas marcadas, con sus dados cargados.
La mente vive dentro de nosotros, no sabemos exactamente donde, pero, al igual que el alma  habita un espacio. Alguien la definió una vez como un centro neural que controla los sentimientos, las emociones y cualquier otra manifestación que no podamos explicar de manera racional. Es como una base de operaciones que nos gobierna y a la que en ocasiones podemos gobernar. 
La mente crece segundo a segundo, minuto a minuto, día a día; como la hiedra nos va cubriendo, arropando, poseyéndonos. Es difícil, muy difícil escapar a su control y más aún  controlarla. Poseedora de  una química compleja se auto gobierna, evadiendo cualquier freno. Hay quienes nacen con la mente enferma, lo que conlleva, en la mayoría de los casos, a la autodestrucción. Hay quienes logran someterla y hay quienes haciendo  uso de la suya, controlan a otras mentes, influyendo  sobre ellas, dominándolas a su antojo, pero nadie es capaz de subyugarla plenamente pues es escurridiza, astuta, incontrolable. La mente juega con los recuerdos, para modificar nuestra conducta, elabora pensamientos, buenos y malos, concibe juicios de valor sobre personas o hechos, plantea dilemas, emite opiniones, toma decisiones. No descansa nunca, siempre está al acecho.
El mayor reto que enfrentamos es ponerle sordina a sus desvarios someterla a nuestra voluntad, impedir que nos avasalle, pero ello implica establecer reglas de conducta que regulen pensamientos y actos, fijar pautas de comportamiento que la contengan, disciplinando cuerpo y alma. Es una lucha ardua, sostenida, de nunca acabar, que no ganaremos totalmente pero que nos permitirá vivir en equilibrado balance, nos dará sosiego y mantendrá alertas.  EFO.



viernes, 6 de septiembre de 2019


VOLVER A EMPEZAR... EMPEZAR DE NUEVO


Todas las mañanas, cuando despertamos, nacemos otra vez.  La rara alquimia de la vida nos concede cada día el don de volver a empezar... de empezar de nuevo. Es otra oportunidad que tenemos para enmendar aquello que tengamos que enmendar. El futuro es hoy, no mañana, mañana no existe, mañana es apenas un accidente gramatical. Tampoco el presente existe. Hace apenas un momento el presente que vivíamos se convirtió en pasado. El pasado es la ecuación a resolver. Es lo que tenemos que corregir, si queremos vivir el hoy-futuro. No se trata de quedarnos estacionados en un tiempo ido, pues quien vive en el pasado muere en el presente, no, la idea es hurgar en ese pasado que construimos para reconstruir aquello que pensamos hicimos mal. Ahora es el momento de arreglar lo que haya que arreglar. Es el tiempo justo de perdonar, de aprovechar las oportunidades que desechamos, de enderezar lo que torcimos. Salgamos a buscar a quienes marginamos de nuestro vida y que ahora pensamos que nunca debimos haberlo hecho. Abramos las puertas que una vez cerramos, desandemos las rutas que transitamos y volvamos a caminar de nuevo.
Hagamoslo ahora, ya, hagamoslo con la urgencia que el caso requiere pues muy pronto puede ser tarde.  La vida, nos da, pero también nos quita. Cada día nos ofrece una oportunidad de volver a empezar... de empezar de nuevo, pero cada noche nos arrebata esa misma posibilidad. Cada noche se agota el tiempo que nos concede. No sabemos si volveremos a despertar, a renacer. Los acontecimientos se precipitan. El circulo que se abre se cierra. Somos prisioneros del torbellino de nuestro tiempo, vivimos dentro de su vórtice,  y no podemos escapar. No hay salida.
Nunca es tiempo para no hacer nada. Siempre es tiempo para hacerlo todo. Para volver a empezar. Cuando nacemos, no empezamos a vivir... empezamos a morir. El tiempo corre en nuestra contra, nunca a favor. No se detiene. Somos nosotros quienes nos quedamos detenidos, anclados a un pasado que se convierte en rémora. 
El pasado es el presente de hoy y hoy es el futuro de mañana y ese futuro estará determinado por los momentos que lo precedieron. No podemos cambiar el pasado, pero si diseñar nuestro futuro, hacerlo a nuestra manera. Si corregimos hoy aquello que hicimos ayer estaremos cambiando nuestro futuro. Si hacemos las paces con un enemigo, estamos ganando un amigo, sumando a otra persona a nuestra vida que de una u otra manera influirá sobre ella. Si retomamos una iniciativa que habíamos abandonado abrimos nuevas posibilidades de desarrollo personal. Hagámonos una introspección para determinar que podemos cambiar y cambiemos. Volvamos a empezar. EFO.