LA DIARIA LUCHA
Los caminos de la mente son engañosos, difíciles de transitar, llenos de vericuetos, poblados de inseguridades, de situaciones confusas. La mente es falaz, traicionera. Nos propone enigmas que resolver, nos plantea silogismos que nos llevan a conclusiones equivocadas, pues parten de premisas falsas. Casi siempre, juega su propio juego, con sus propias fichas, con su cartas marcadas, con sus dados cargados.
La mente vive dentro de nosotros, no sabemos exactamente donde, pero, al igual que el alma habita un espacio. Alguien la definió una vez como un centro neural que controla los sentimientos, las emociones y cualquier otra manifestación que no podamos explicar de manera racional. Es como una base de operaciones que nos gobierna y a la que en ocasiones podemos gobernar.
La mente crece segundo a segundo, minuto a minuto, día a día; como la hiedra nos va cubriendo, arropando, poseyéndonos. Es difícil, muy difícil escapar a su control y más aún controlarla. Poseedora de una química compleja se auto gobierna, evadiendo cualquier freno. Hay quienes nacen con la mente enferma, lo que conlleva, en la mayoría de los casos, a la autodestrucción. Hay quienes logran someterla y hay quienes haciendo uso de la suya, controlan a otras mentes, influyendo sobre ellas, dominándolas a su antojo, pero nadie es capaz de subyugarla plenamente pues es escurridiza, astuta, incontrolable. La mente juega con los recuerdos, para modificar nuestra conducta, elabora pensamientos, buenos y malos, concibe juicios de valor sobre personas o hechos, plantea dilemas, emite opiniones, toma decisiones. No descansa nunca, siempre está al acecho.
El mayor reto que enfrentamos es ponerle sordina a sus desvarios someterla a nuestra voluntad, impedir que nos avasalle, pero ello implica establecer reglas de conducta que regulen pensamientos y actos, fijar pautas de comportamiento que la contengan, disciplinando cuerpo y alma. Es una lucha ardua, sostenida, de nunca acabar, que no ganaremos totalmente pero que nos permitirá vivir en equilibrado balance, nos dará sosiego y mantendrá alertas. EFO.
La mente vive dentro de nosotros, no sabemos exactamente donde, pero, al igual que el alma habita un espacio. Alguien la definió una vez como un centro neural que controla los sentimientos, las emociones y cualquier otra manifestación que no podamos explicar de manera racional. Es como una base de operaciones que nos gobierna y a la que en ocasiones podemos gobernar.
La mente crece segundo a segundo, minuto a minuto, día a día; como la hiedra nos va cubriendo, arropando, poseyéndonos. Es difícil, muy difícil escapar a su control y más aún controlarla. Poseedora de una química compleja se auto gobierna, evadiendo cualquier freno. Hay quienes nacen con la mente enferma, lo que conlleva, en la mayoría de los casos, a la autodestrucción. Hay quienes logran someterla y hay quienes haciendo uso de la suya, controlan a otras mentes, influyendo sobre ellas, dominándolas a su antojo, pero nadie es capaz de subyugarla plenamente pues es escurridiza, astuta, incontrolable. La mente juega con los recuerdos, para modificar nuestra conducta, elabora pensamientos, buenos y malos, concibe juicios de valor sobre personas o hechos, plantea dilemas, emite opiniones, toma decisiones. No descansa nunca, siempre está al acecho.
El mayor reto que enfrentamos es ponerle sordina a sus desvarios someterla a nuestra voluntad, impedir que nos avasalle, pero ello implica establecer reglas de conducta que regulen pensamientos y actos, fijar pautas de comportamiento que la contengan, disciplinando cuerpo y alma. Es una lucha ardua, sostenida, de nunca acabar, que no ganaremos totalmente pero que nos permitirá vivir en equilibrado balance, nos dará sosiego y mantendrá alertas. EFO.
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