EL MUNDO DE PAU II
Ya Pau va a la escuela. Bueno, a la escuela, escuela, no, en realidad va a un maternal donde juega, aprende pautas de comportamiento, rellena figuras de manzana pegándole trocitos de papel rojo, abraza peluches y comparte lágrimas, sustos y la nostalgia de su casa con un grupo de niños maternales que lloran, moquean y se aferran a la puerta cuando sus padres los dejan perdidos en la inmensidad del salón de clases. Al principio asistía, entre sorprendida y extrañada, a ese diario espectáculo que se desarrollaba en vivo frente a sus incrédulos ojos. En su momento se sumó al coro de suplicantes, pero muy pronto dejó de prestarles atención y se dedicó a lo suyo: socializar, jugar y pasarla bien. Se ve muy coqueta con su uniforme, morralito, lunchera y unos zapatitos blancos de gimnasia que se trenzan en un lacito alrededor de su talón.
Poco a poco ha ido descubriendo cosas nuevas. Hilvana frases cortas y asocia ideas. Sabe como se llama y aunque cueste creerlo conoce los colores por su nombre en inglés y los números del uno al diez. Cuando algo no le gusta y sus mayores insisten en imponérselo frunce el entrecejo, gesto que acompaña de un rotundo: no, no, no. Tiene una casi perfecta coordinación de sus movimientos, camina de puntillas y utiliza la risa y el llanto para expresar alegría, tristeza y rebeldía. Si una situación la apena esconde la carita tras la cortina de su pollina, que le baja copiosa por la frente. Aprendió a comer con cucharilla y tenedor y los usa con cierta destreza. Sube y baja escaleras. Le gustan los secretos y se queda quietecita, escuchando con atención, cuando alguien le susurra algo al oído. Ya asumió el control total sobre su gato, a quien regaña, llama, persigue y hala los bigotes. El no le hace caso. La mira con esa mirada displicente con que los gatos muestran su apatía por cosas y personas, pero de vez en cuando, para hacerle creer que lo manda, se le acerca remolón y deja que lo acaricie.
Pese a las protestas de mamá, cuya prohibición burla en las rodillas de su abuelo, se declaró fanática de las comiquitas por televisión e internet extasiándose en la contemplación de Peppa, Pinocho, La Mariposita, Chumba la Cahumba, El Caballo Verde, La Muñeca vestida de azul y su favorita, la Vaca Lola.
Pau tiene un columpio en el que emprende raudo vuelo, en un ir y venir de fantasía, entornando los ojitos, prisionera de su sillín, es dueña de un cuarto atiborrado de juguetes, de dos tías que enloquecen cada vez que la tienen cerca, de cuatro abuelitos (dos en Anaco y dos en Caracas) a los cuales tiene chochos y de un tío que la carga y la carga, la abraza y la abraza y no deja de cargarla, ni de abrazarla. Le gustan los cumpleaños, los propios y los ajenos, porque come torta y quesillo (quesito dice ella) alcahueteada por su abuela y puede apagar, una y otra vez, las velitas, impidiendo que el agasajado cumpla con su obligación de hacerlo. Este año, pasmada de asombro, maravillada
ante el mundo de luces, muñecos y figuritas de distinto tamaño y forma que
tenía ante si, Paú conoció la Navidad. Quería tocarlo todo. Fascinada miraba
una y otra vez los arbolitos, el tren, el nacimiento y asomaba su cabecita por las ventanas de las casitas donde San Nicolás preparaba pizza y una señora le cortaba el cabello a otra. No se movía, solo
contemplaba aquel universo multicolor que se abría frente a ella, al
fin optó por refugiarse en los brazos de un sinfin de muñecos que la esperaban impacientes al final de la sala. Paú tumbó segunda piñata, lo que quiere decir que ya es una niña grande, no tan grande, pero si un poquito más, sólo un poquito.
Pau tiene su mundo y yo tengo mi mundo en
Pau... EFO.
"... en las rodillas de su abuelo..." Siempre los abuelos son los consentidores... Te imagino con tu Pau en las rodillas alcahueteando sus travesuras.... Felicidades abuelito...
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