DRÁCULA
Ya antes que Vlad el Empalador, personaje real que inspiró la leyenda de Drácula concluyera su atormentada vida; la saga había tomado cuerpo. La primera narración circuló en 1476, cuatro centurias después en el siglo XVI, se había difundido por todo el mundo. El fenómeno se debió a una novela de horror que publicó el irlandés Bram Stoker, en 1897. La novela, de extraordinario éxito inspiró a muchos otros autores decenios seguidos, hasta nuestros días. Drácula fue el héroe de numerosos escritos y piezas de teatro, así como de un impresionante número de películas.
Esta popularidad del personajes, vista de una manera histórica, a través del gusto por lo sobrenatural en las narraciones medievales, en la literatura moderna de género policiaco, explotando lo sensacional, la violencia y el crimen; se creó en detrimento de la verdad, sin respetarla. El aspecto fabuloso ahoga la realidad. Los epígonos de Bram Stoker, en su deseo de superar al maestro, hicieron hincapié en la crueldad de Drácula atribuyéndola una larga actividad de vampiro. La frecuente reiteración del tema hizo de Drácula una especie de arquetipo del vampirismo. Tan difundida llegó a ser la idea que en un libro publicado en 1972, los autores se propusieron esclarecer y disociar la realidad de la fabulación de las leyendas medievales y de las fantasías modernas. Para esto incluyeron dos capítulos explicativos referentes a la aparición y difusión de las supersticiones en relación con los vampiros; los cuales preceden en el tiempo la existencia de Vlad el Empalador.
La forma rumana del nombre es Drácula. Vlad el Empalador era hijo de Vlad Dracul, "el diablo", príncipe de Valaquia, entre 1436 y 1447. Dracul significa diablo, pero en la Edad Media también tenía la acepción de dragón. El apodo de Dracul se debe al hecho de que había recibido de Segismundo de Luxemburgo la Orden del Dragón, por lo cual el dragón llegó a aparecer en su sello personal y en el sello oficial del reino.
Vlad el Empalador reinó, en Valaquia desde 1456 hasta 1462 y luego durante dos breves períodos de contadas semanas en 1468 y 1476. Su presencia, en un escenario que corresponde en realidad a todo el territorio rumano, coincidió con una época de intensa presión del Imperio Otomano sobre Europa. En 1448 tuvo lugar la batalla de Kosovo y en 1453 caía Constantinopla. La inestabilidad debida a la presión otomana y a las tensiones internas explica el hecho de que, aunque peleó casi 30 años por obtener el trono, Vlad el Empalador reinó menos de seis años. Pero este reinado fue memorable. La fama y el miedo que suscitaba este príncipe rumano eran tales que según relata un cronista turco, una gran parte de los habitantes de Constantinopla estaban listos para abandonar la ciudad y refugiarse en Anatolia ante el sólo anuncio de su llegada. Pero Vlad era más que temerario: tenía sentido político y la conciencia de la unidad nacional de los rumanos de los tres países feudales. Es así como se explica su iniciativa político-militar de apoyar la subida al trono de Moldavia de Esteban el Grande; lo que constituyó un hecho de efectos perdurables, como lo demuestra el largo reinado del brillante príncipe moldavo que gobernó por casi 48 años (1457- 1504).
En el plano interno la atención de Vlad el Empalador se centró en el restablecimiento del orden de su país. Las intervenciones extranjeras habían deteriorado la estabilidad interna, produciendo un inquietante auge de la delincuencia. Los bandoleros atacaban a la gente en las ciudades y en los caminos que llevaban a ellas, Vlad actuó con firmeza para liquidar este fenómeno y restablecer el orden y la seguridad. Pero imponer la ley no fue para él una meta en sí. Las medidas tomadas buscaban el progreso económico y el estímulo del comercio. Vlad fue fundador de numerosas iglesias y monasterios, además de desempeñar un decisivo papel en el desarrollo de la capital de Rumania; Bucarest llegó a adquirir rango de ciudad principesca gracias a él, lo que demuestra que no estaba preocupado exclusivamente por los asuntos militares o represivos, sino que las condiciones de la época le obligaban a concederle atención. La campaña que libró contra los turcos en 1461 ocasionó 25 mil muertos y provocó un espanto inimaginable. Igualmente duras fueron las represalias que tomó contra la incursión al sur de Transilvania de unos pretendientes al trono de Valaquia que habían encontrado allí sostenedores.
El castigo que aplicaba, en aquel período, en uso también en otras naciones, era empalar a los malhechores y los enemigos del país. De modo que Vlad merecía su sobrenombre de "el Empalador."
Los pretendientes al trono, los que violaban el orden, los malhechores y los enemigos externos debían sentir que "el país estaba regido por una voluntad férrea, " afirma el historiador C.C. Giurescu.
Príncipe inclemente en un siglo en el que el rigor estaba a la orden del día, mas igualmente valiente en una época en la cual el coraje era imperiosamente necesario permanece como una personalidad de primer orden en la historia rumana.
Su semejanza con el personaje que inspiró a la literatura sensacionalista sólo es aproximada. Pero el haber entrado en la leyenda tiene valor y símbolo.
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