jueves, 11 de julio de 2013





ENTRANDO POR MANHATTAN


El parpadeo del flash pintó de sonrisa su cara. El platinado cabello ondeó al impulso del viento. Y allí estaba ella. La diosa rubia. Colocada frente a la cámara. Sonriente. Expectante.
George Eastman, inventor de la cámara Kodak, dijo una vez: una marca debe ser breve, vigorosa, fácil de pronunciar hasta el punto que su uso verbal no destruya su identidad; y no debe significar nada.
A Eastman le gustaba la letra K, le parecía una letra fuerte, incisiva. Así decidió que la K sería la primera letra de la marca de fábrica de su cámara. Luego fue manejando vocales y consonantes hasta que dio con un nombre que le pareció satisfactorio: Kodak.
A principio de siglo dos pilotos de autos de carrera, Louis Chevrolet y William C. Durant, se encontraron en Michigan. Chevrolet era diseñador de automóviles y Durant, ejecutivo de la fábrica de autos Buick. Los carros diseñados por Chevrolet eran grandes y caros, pero Durant los modificó, convirtiéndolos en modelos baratos y pequeños. Decidieron ponerle Chevrolet a sus vehículos porque era musical y sonaba a extranjero. El logotipo, rectángulo sobrepuesto a un paralelogramo, lo descubrió Durant viajando por Francia. Le atrajo el dibujo que aparecía en el empapelado de la habitación de un hotel, arrancó un pedazo y se lo llevó a Estados Unidos.
Con su andar bamboleante, insinuante, producto de la diferencia de sus tacones, el cimbreante cuerpo enciende la lujuria en quien osa mirarlo. Su mirada desafiante pareciera que retara. A ratos es feroz, a ratos tímida y callada.
En 1886, un vendedor de productos a domicilio, D.H. Mc Connell regalaba perfumes a las amas de casa norteamericanas, intentando venderles libros. Pronto se daría cuenta que estas preferían los perfumes antes que los libros. Mc Connell alquiló una oficina en Nueva York y formó la California Perfume Company. Cuando la empresa cumplió 50 años de fundada le cambió su nombre por el de Avon, debido a la admiración que sentía por Stratford-on-Avon.
El Salvavidas, envoltorio contentivo de doce rueditas de sabores surtidos no nació tal y como lo conocemos hoy en día. En principio el Salvavidas era exclusivamente con sabor a menta.
Un fabricante de chocolate de Cleveland, Clarence A. Crane introdujo los Salvavidas para resolver el problema de la disminución de las ventas en los meses de verano. Las pastillas redondas de menta se hacían con una máquina de fabricar píldoras, que producía un industrial de productos farmacéuticos  y se anunciaban como " los salvavidas de menta de Crane para el aliento borrascoso."
En 1913 Crane vendió todos los derechos de su caramelo a Edward J. Noble, por la suma de dos mil novecientos dólares. Noble introdujo nuevos sabores y comercializó ampliamente el producto. Por cierto el agujero que tienen en el centro los Salvavidas está patentado como " nada encerrado en un círculo."
No se lo explica, pero lo cierto es que desde que salió publicado el almanaque con su fotografía, completamente desnuda, no han cesado de lloverle los contratos publicitarios. Todos quieren reproducir su imagen. Pareciera que todo el mundo quisiera estar cerca de ella. Y no sabe por qué.
En 1913 Richard Joshua Reynolds, fundador de la R. J. Reynolds Tobaco Company de Winston, Carolina del Norte, presentó los cigarrillos Camel al público norteamericano. Eligió el símbolo del camello porque el cigarrillo se fabricaba con tabacos turcos y teóricamente tenía un sabor exótico.
Cuando el "Viejo Joe", un camello del circo Bamum & Bailey, llegó a la ciudad, Reynolds envió a un empleado para que le hiciese una fotografía con fines publicitarios. El camello se negó a posar. Movía insistentemente la cabeza y el rabo y avanzaba amenazadoramente hacia el fotógrafo. Este disparó su cámara y la pose del camello en furiosa actitud recorrió el mundo estampada en las cajetillas de cigarrillos.
El lema del Dr. Scholl era acostarse temprano, levantarse temprano, trabajar duramente y hacer publicidad. William Scholl fue zapatero y vendedor de zapatos. Se graduó en 1904 en la facultad de Medicina de Illinois, y patentó su primer instrumento ortopédico varios años más tarde. Entre las muchas cosas que hizo para vender sus productos patrocinó el concurso "pies cenicienta" en el que media el desequilibrio de los pies con una máquina llamada pedógrafo. En el concurso se premiaba al pie perfecto.
El parpadeo del flash pintó de sonrisa su cara. La ráfaga de aire subió violentamente desde el subsuelo atravesando con igual fuerza la rejilla del alcantarillado. La plisada falda voló al viento descubriendo unas piernas casi perfectas. La rubia intentó corregir la indiscreción pero sus esfuerzos resultaron vanos. ¡Era bella Marylin!  Quizás una de las mujeres más bellas de su época. EFO.

1 comentario: