martes, 17 de abril de 2018




CLEPTOMANÍA


Hoy empecé con una nueva afición: robar. Para algunos es un delito, otros lo justifican aduciendo que cuando no queda otra opción es necesario. Y ese es mi caso. No robo por  vicio ni  por el placer de robar, o  de acumular cosas,  robo porque no puedo hacer nada mas, pues lo que hurto no está a la venta, no se puede adquirir,  no son bienes transables, valen tanto que no tienen precio. Ayer robé la noche. La encontré dormida en la arena de la playa. La recogí con ambas manos, teniendo cuidado de no estropear su manto, pero no pude evitar que varias estrellas cayeran al mar. Me tomó algún tiempo recuperálas y rehacer el manto pues lo tuve que bordar de nuevo. La enmarqué en mi ventana, para poder contemplarla cada vez que quiera.  Con la noche hay que ser avaro pues son muchos quienes la desean, por eso la cuido con celo. Cuando el día comienza a desgastar sus primeras horas  la guardo en lugar seguro hasta que muera la tarde, cuando vuelvo a exhibirla para seguir  disfrutando de su belleza. La noche es mía. Me pertenece.
Estoy a la caza de un pedazo de la tarde. Ya he visto algunos pero todavía no decido cual robar. Quizás me apropie del que linda con la noche, el  que tiene tonos claro oscuros y a veces se pinta de arreboles. Si,  creo que definitivamente robaré esa parte de la tarde moribunda, esa que llaman ocaso. Cuando la tenga la colgaré en una ventana cercana a la de la noche para así poder contemplar la transición.
Robar se ha convertido para mi, lo reconozco, en una adicción. Poco a poco me he ido transformando en un poseso soy, lo confieso, un ladrón consumado; diariamente salgo a recorrer el mundo buscando que robar.
Después de mucho acecharlo, logré apresar el viento. Lo sorprendí escondido en la cumbre de una montaña. Días atrás había hecho lo mismo con el frío. Metí a ambos en una redoma y logré su promesa de que no escaparían si los dejaba vagar con la noche. Ahora cada vez que abro la ventana siento un viento frío arropar los luceros.
Debo admitir que pese a que nunca me gustó el día, me estoy dejando subyugar por sus encantos. El día es como un gigantesco museo, que nos deslumbra con sus prodigios. Y ahora quiero adueñarme de sus maravillas, para en el paroxismo de mi egoísmo, ser su único dueño. Robaré cada caja de música que guardan en su interior los pájaros, cada color que exhiben con donaire las mariposas, cada perfume que exhalan las flores, los de todas las flores, incluyendo las de los caminos y las que viven en los cementerios. Me adueñaré del murmullo del río y de la multiplicación de las gotas de agua al chocar contra el pavimento, también del bramido del mar, cuando furioso lame las rocas de los acantilados y de las espinas que defienden a las rosas. Seré dueño de la cadencia de las olas, de la soledad de los bosques umbríos, del puente del arco iris,  de la mirada certera del águila, de los jardines que florecen bajo el mar, de la roja furia de los volcanes, de la paciencia del tigre al acecho y del temblor de miedo del animal acechado, de la perseverancia de las abejas,  de la lampara con que alumbran las luciérnagas, de la ingravidez de las medusas, de la frialdad de las serpientes y del arrastrar de los gusanos y cuando esté cansado de robar a la naturaleza, robaré a las mujeres.Tendré sus caprichos, sus risas equivocas, sus miradas lánguidas, sus andares cadenciosos, sus invitaciones a pecar, sus modosos ademanes, sus fingidas sonrisas, su desdeñosa altivez. Juntaré el brillo de sus ojos, la tersura de su piel, la sombrilla de sus pestañas, el grana de sus labios, la voluptuosidad de sus senos, el largo de sus piernas, las sinuosidades de su cintura, el laberinto de su mirada, sus gritos de angustia, los de dolor, los de alegría. Sus espasmos de placer, sus gemidos de rabia, el timbre de su voz. Al no tener más que  robarle a las mujeres secuestraré de los hombres los sentimientos, las pasiones, los odios, los amores, los dolores, la tristeza, el pecado, la vanidad, la indiferencia, las traiciones y los olvidos; y cuando lo tenga todo me robaré a mi mismo para que nada le pertenezca a nadie, para que nadie tenga nada, para empezar de nuevo, para que todo vuelva a ser como el principio, para que todo sea, renacido, revivido. Así, sobre el vacío total, construiremos un mundo nuevo donde no exista  pasado, ni presente, solo  un esperanzador futuro.  EFO.




jueves, 12 de abril de 2018






DESEOS, ANHELOS, ANSIAS
Para curar cuerpo y alma


Revisando cosas viejas, de tiempos idos, tropecé con tu mirada al descubrir una fotografía. Y recordé esa época en que desandabamos uno a uno,con nuestras pisadas muy juntas, tan juntas que parecían una sola, los adoquines de las calles ya vacías. En ese entonces faltaba mucho para que quedaras dormida en los brazos de hierro del tren de la vida. Todavía no se había aposentado en tu mente la idea de dejarme transitar solo los caminos del silencio. Aún se escuchaba el rumor de tus pasos de sombra, la guitarra dejaba oír su voz de madera, mis ojos encerraban tus ojos y  mi boca enrejaba tus besos. Hoy de ti solo conservo los recuerdos. Al igual que esas muñecas rusas, que a fuerza de ser concentricas se agrandan o reducen, dependiendo de si las muestras  o escondes; tus recuerdos a veces son tantos que forman un bullicioso tropel y otras tan pocos que el esfuerzo por evocar alguno hace doler la memoria. Hay momentos en que reniego de tu insistente presencia en mis pensamientos, porque no me deja espacio para otra cosa que no seas tu pero hay otros en que logro desterrarte;  eso pasa cuando la música se apaga, cuando los muebles se adueñan del cuarto, cuando se acerca la hora de barrer las huellas del día. Entonces hago un alto y comienzo a enhebrar mis deseos, enumerándolos, uno a uno: Quiero pedirle clemencia a la vida. Quiero, al igual que los jardines, bañarme con la lluvia y danzar con las flores al viento. Quiero caminar con las nubes y visitar los nidos donde vive el frío. Viajar en una alfombra de olores para degustar todos los sabores y ver todos los colores. Quiero aprender a beber como  los peces, a trabajar como las hormigas, a haraganear como los pájaros. Quiero andar todos los caminos, remarcar todas las huellas. Quiero pintar con lentejuelas el manto de la noche. Apagar con el día la luz de las estrellas, vestir de tiempo el cabello de los jovenes. Llorar en todas las tumbas. Gritar en todos los silencios. Escuchar las palabras prohibidas. Ver las cosas escondidas. Descifrar todos los susurros. Sentir todos los dolores. Vivir todas las angustias. Saborear todas las lagrimas. Cometer todos los pecados. Suplicar todos los perdones. Desgastar mis labios con todos los besos. Desdibujar mis manos con todas las caricias. Agotar mis ojos con todas las miradas. Descubrir todos los pensamientos. Develar todas las intenciones. Sufrir todos los dolores. Sentir todos los temores. Asustarme con todos los miedos. Andar por mil caminos. Navegar en muchos mares. Rasgar muchos cielos. Quiero vivir noches de eterna lujuria. Vestir el hábito de los monjes. Leer el libro de lo secretos. Mirar las caras de las sirenas. Dormir con los ojos abiertos y el corazón cerrado... 
Cansado de desear espero que regrese la calma, que mis ansias se aquieten, que se atemperen mis anhelos,  que retorne la paz a mi espíritu y vuelvo a ser yo: el ayuno de deseos, el cansado de promesas, el hastiado de preguntas, el resignado a seguir viviendo así, sin vivir... sin ti. EFO.

jueves, 5 de abril de 2018






LA PUERTA


Todavía no se como la descubrí. Por más que lo intento no puedo precisar que mecanismo activé, que pasadizo recorrí, que estancia visité, solo sé que de repente me vi parado frente a esa puerta y sin pensarlo la traspuse. Y desde ese momento no puedo dejar de visitar ese cuarto. Hacerlo se ha convertido en una acción recurrente. A veces, lo confieso, tengo miedo  pues se con que me encontraré y eso es precisamente lo que quiero evitar, pero no puedo sustraerme a la atracción que ejerce la puerta cerrada. Tras ella vive lo mejor y lo peor de mi. Allí hay un mundo lleno de fantasmas del pasado que salen a mi encuentro cada vez que  la franqueo. Los he visto desfilar uno a uno. Allende la puerta los recuerdos cobran vida y  muestran los hechos que los crearon. No se cuanto tiempo he permanecido en ese cuarto. A veces pienso que han sido muchos años, quizás siglos, otras veces siento que tan solo han transcurrido escasos momentos, pocos segundos. Detrás de la puerta no existe el tiempo, ni el espacio, pues lo que ahí sucede es cosa del pasado y resulta imposible precisar  la fecha exacta  en que se reproduce el hecho y el sitio donde acontece. Los recuerdos no vienen en orden, es decir, no responden a una sucesión cronológica de acontecimientos. Su visualización es producto de mi deseo de evocar determinado suceso, o lo que es lo mismo yo puedo escoger, a voluntad, que quiero recrear y para hacerlo me basta con desearlo. Pero debo hacer notar que los recuerdos tienen un mecanismo de regulación autónomo, que les permite mostrar hechos posteriores, derivados de la acción primera, es decir, las consecuencias de esta.  Quiero aclarar que soy un simple espectador. No me es dado modificar total o parcialmente un recuerdo, no puedo  influir en ellos, mi papel se limita a observarlos. El cuarto es como una sala de cine, donde se proyecta la película  de mi vida que solo puede ser vista por una sola persona: yo, y por ende no puedo consultar, comentar,  ni  pedirle opinión a nadie. Debo sufrir sólo el dolor, o experimentar la alegría, que me produce una determinada evocación. Hay algo de perverso en esta situación  que me hace llorar o reír dependiendo de la naturaleza del recuerdo que rememoro.
El cuarto ha influido notablemente en mi conducta habitual, al incidir en mi estado de ánimo, convirtiéndome en un mutante sentimental, impedido de  controlar sus emociones.
Hace días sucedió algo inusual: intenté revivir un determinado recuerdo y no pude hacerlo. El cuarto se negó a obedecer mi voluntad. Por más que traté no logré concretar lo deseado. Entonces me dí cuenta que no soy yo quien controla lo que allí sucede. Entendí que el cuarto tiene vida propia, que es capaz de decidir lo que quiere hacer. Supe que soy un sujeto pasivo, que no gobierno, que carezco de mando, que no domino esa situación. Temeroso decidí poner punto final a la relación. Quise salir, abandonar el cuarto pero sentí que algo había cambiado. La puerta no se abrió. La cerradura desapareció. Se borró. Y ahora estoy sentado aquí, viendo pasar delante de mi ojos un film minucioso de mi existencia. Soy prisionero obligado de mi pasado. Rehén de un  tiempo remoto. Soy un cautivo tras la puerta.  EFO

lunes, 2 de abril de 2018





LA VENTANA



Ya ha pasado algún tiempo. No se exactamente cuanto, pues hasta aquí no llega la luz del sol.  A ratos me canso de ver y me paro a caminar, a deambular por los escasos metros que  tiene el cuarto. Cuando lo hago la proyección de mi vida se detiene.  Me da un respiro, para reiniciarse más tarde en el punto exacto donde quedó. Me preocupa saber que ocurrirá una vez que termine, pues ya siento que se acerca el final. Los hechos que ahora veo son muy cercanos en mi tiempo. Pasaron hace pocos años. ¿Cuando eso suceda se abrirá la puerta? ¿ Podré salir?  ¿ O voy a morir en este cuarto? No lo se, ni tengo forma de averiguarlo. Esas interrogantes me angustian, me dejan expectante. Obligatoriamente tengo que esperar The End. Mientras tanto vuelvo a mi rutina: camino, deambulo.
Ayer sucedió algo extraordinario. Me recosté a una de las paredes del cuarto y sentí que algo cedió. Creí percibir el crujido de la madera. Me apoyé con fuerza y una ventana se abrió. Frente a mi se extendió una especie de túnel en forma de embudo. Los primeros metros hube de recorrerlos a gatas, pero en la medida que avanzaba el espacio se iba ensanchando hasta permitirme transitar los últimos tramos totalmente de pie. Al final del pasadizo  encontré otra puerta, igual a la primera, la traspuse y entré en otro cuarto idéntico al anterior. Esta vez la puerta no se cerró. Permaneció abierta. Ahora estoy aquí viendo una nueva  proyección de mi vida, sólo que esta no narra hechos pasados. Esta versa sobre el futuro. Mi futuro. Ahora no tengo que evocar un suceso, imagino un hecho e inmediatamente se desarrollan una serie de acontecimientos que todavía no han sucedido, pero que revelan lo que hubiera pasado, si hubiese tomado una decisión distinta a la que tomé, en un momento determinado de mi vida.  Sobre un mismo hecho puedo concebir diversas situaciones cambiando los personajes, las fechas, los lugares y hasta el mismo tiempo. Puedo, en otras palabras, diseñar mi futuro a mi antojo. Hoy elegí explorar mi matrimonio y me "case" con otras personas. Con otras novias que tuve. En algunos casos la experiencia posterior resultó altamente satisfactoria, en otros fue una verdadera decepción. Este nuevo entretenimiento, por llamarlo de alguna manera, se está convirtiendo, por lo divertido, en algo realmente interesante. He podido así estudiar otra profesión, vivir en otro país y hasta modificar la cantidad y el sexo de los hijos que tengo. Hasta el momento toda va funcionado muy bien, pero escarmentado como estoy, por la experiencia anterior, espero que muy pronto este nuevo cuarto me devele algún secreto, una trampa oculta.
Luego de varios ensayos elaboré lo que considere siempre debió ser mi vida. Efectué todos los cambios que alguna vez quise hacer para sentirme plenamente realizado. Y satisfecho abandoné el cuarto. Regresé al anterior y sorpresa: la puerta estaba abierta. La traspuse y volví a mi presente.
Hoy me levanté seguro que todo lo vivido había sido solo un sueño, un mal sueño, pero al mirarme al espejo tropecé con  otra persona distinta a mi. Alguien se había posesionado de mi cuerpo. Mi cabello era blanco, mi piel arrugada, mis ojos vacíos, mi boca fruncida. Frente a mi estaba un viejo decrepito. Asustado corrí a esconderme, pero no hallé donde. Mi casa no era mi casa, mi familia no era la mía, mi país era otro. Entonces entendí lo que estaba pasando: vivía el futuro que había diseñado solo que lo hacía muchos años después de haberlo concebido. Ese futuro luminoso, que creí ideal, ya había pasado y pronto vendría el final de la proyección que se inició cuando traspuse la puerta y entré por la ventana. Ahora quiero volver al cuarto, para revertir lo hecho, pero no puedo. No se como llegar a la puerta, desconozco que mecanismo activar, que pasadizo recorrer, que estancia visitar.  Soy prisionero obligado de mi futuro. Rehén de un tiempo por venir. Soy un cautivo ante la puerta...  EFO


domingo, 1 de abril de 2018



PERDIDO

Tengo algo dentro de mi que me domina. Que me obliga a hacer cosas que no quiero. Ese algo, que no se que es, rige casi todos mis cotidianos actos. Me impulsa a seguir viviendo y me tienta a dejar de hacerlo. Hay noches en que me acuesto pensando que no despertaré al día siguiente, que esa  noche será la ultima. Hay días en que vivo sintiendo que el tiempo se escapa, se escurre, se esfuma y que se acerca un no deseado final; pero eso nunca pasa  todo sigue igual.
Se que vivo un tiempo que no me pertenece. No me siento ubicado en este espacio. Pareciera que mis días se agotaron, terminaron. Creo  que ya es poco lo que me queda, que es casi nada, lo que tengo por vivir.
Me esfuerzo inventariando mi vida, repasando aquellos episodios que considero fueron importantes, en vano intento por conseguir una justificación a lo que ahora siento, pero no consigo conciliar mis cuentas. No puedo cerrar el balance. Siempre hay una diferencia que no ubico, una partida que no registré, un hecho que dejé de contar, un evento que olvidé anotar. Por más que lo intento no identifico una señal, una pista que me indique cuando y como me perdí. Donde me extravié.
Y en ese estar me diluyo, me disuelvo, me voy disgregando sin que pueda hacer nada para evitarlo. El algo que vive dentro de mi, no destruye mi cuerpo, ataca mi psiquis, mantiene bajo asedio mi conciencia, obnubila mi mente. Ese algo, que no puedo definir, altera mis emociones y trastoca mis sentimientos. Ahora todo se confunde. Hay momentos en que no puedo discernir entre bien y mal, entre amor y odio pues sus nociones se entremezclan. Estoy desorientado. Extravié la senda y por mas que intento no puedo retomarla, volver a ella. No se donde estoy. Todo aquello que me servía de referencia ya no existe. Se ha borrado. Camino a ciegas, ando a tientas, sin báculo para apoyarme, sin bastón para auscultar la ruta. La mayoría de la gente que creció conmigo ya no existe. Se ha muerto. La ciudad donde nací está sometida a un proceso de demolición continua. El barrio donde me crié fue transformado, es otro, distinto, ajeno a mi.|Las costumbres de hoy no son las de ayer. Ningún rostro me es familiar. Vivo entre extraños. Deambulo en territorio desconocido, sin brújula que me guíe , sin mapa que me oriente. De lo que tenía ya no me queda nada. Todo se ha ido. Mi trabajo, mis amores, mi familia, mis amigos, ya no están. Ahora tengo una existencia vacía. Carente de emociones, llena de malos augurios,  de constantes sobresaltos, triste, pesarosa, por eso  no espero nada, pues siento que nada soy. Todo cambia a una velocidad que me impide adaptarme. Me voy quedando rezagado, espaciado, desubicado. Y no puedo hacer nada para evitarlo. Los acontecimiento me desbordan y estoy imposibilitado de controlarlos, de comandarlos, de poner orden en este caos en que se ha convertido mi vida. Estoy a la deriva. Me siento arrastrado por una corriente desconocida, que me transporta a un destino incierto, que soy incapaz de vislumbrar. Diariamente estoy sometido a un bombardeo intensivo de información que no me es dable descifrar, que soy incapaz de asimilar, que me rebasa. Que no puedo, ni quiero entender. Prisionero de esta época, rehén de este tiempo, cautivo de estos días estoy perdido, iremisiblemente perdido... EFO.