jueves, 30 de agosto de 2018






CARTA A UN CONOCIDO



Querido amigo:

No se que decirte. Solo se me ocurre que eres un mentiroso. Seguí tu consejo y me asomé al espejo y la imagen que me devolvió no se corresponde en nada con lo que dices que soy. Hace ya cuatro días que recibí tu carta y no salgo de mi asombro. Te explico: nunca  imaginé que pudiera haber despertado en ti ese sentimiento, que me luce profundo y sincero, aunque, te confieso, también he pensado que se puede tratar de un capricho. No se. Ahora no estoy segura de nada. Ni de mi misma.  Por tu culpa me estoy volviendo narcisista. No dejo de mirarme en el espejo. Abro y cierro los ojos. No son tan bellos. Son bonitos. Todo el mundo me lo dice, pero no tanto. Exageras. Si es verdad que camino despacio, pero nunca imaginé que alguien pensaría que lo hacía para darle movimientos sensuales, gatunos ( me gusta mucho eso de gatuno) a mi caminar. Esa siempre ha sido mi manera de hacerlo. Es algo natural. Y si, me gusta reír, tu lo sabes, pero ¿estás seguro que paladeo,que degusto la risa? ¿ A que sabrá? Te prometo que la próxima vez que  ría lo voy a hacer con sumo cuidado. A lo  mejor descubro su sabor. Claro que tengo nariz de ratón, pero eso más que un atributo siempre lo he considerado un defecto. También el tono de mi voz es algo ronco, ronquita dices tu, y no ordeno ni suplico, yo toda la vida he hablado así. Y dale con el mechón. Es que no hay forma ni manera que se quede quieto. ¡Que fastidio!. Me tapa los ojos y me hace cosquillas en la cara. 
Lo demás no lo comento. Me da verguenza. Lo que pienso sobre eso me lo reservo, pero sólo te diré que cada vez que estoy cerca de ti, te miro a los ojos, o escucho tu voz siento una cosa rara. Es una sensación de angustia, de opresión, que me asusta, pero que me gusta sentir. Hasta ahora no sabía exactamente que me pasaba, aunque lo presentía. Después de leerte he encontrado respuestas a muchas de las interrogantes que me formulaba. Y te confieso: me da miedo. Tengo miedo de saber más. De pensar mas. De sentir mas.  
Te voy a decir algo y es lo último que diré: No hay nada inalcanzable. Si lo se yo que todas las noches araño el cielo buscando estrellas pérdidas para llevarlas a dormir conmigo. Y las ilusiones, los deseos, los sueños, algunas veces, se vuelven realidad. Basta desearlo... desearlo fervientemente.  EFO

sábado, 25 de agosto de 2018


EL ULTIMO VIAJE DE ALFREDO


A la vieja Blanca, la mamá de Alfredo, nunca le gustaron las puyas. Por cábala, cada vez que le daban un vuelto con centavos los regaba por los rincones de su casa. Su hijo y  yo, conocedores de esa debilidad, los recogíamos para comprar cigarrillos, una cajetilla costaba veinte puyas, un bolívar. Para ese entonces eramos adolescentes que fumábamos escondidos por los callejones y pasábamos el tiempo entre tratar de aprobar los primeros años de bachillerato y esperar a las muchachas a la salida de las misas dominicales. Nos conocimos cuando teníamos escasos ocho años y desde esa época hasta hoy fuimos inseparables, aunque no nos viéramos con  frecuencia, siempre estábamos el uno para el otro, a tan solo un repicar de teléfono. Aprendimos juntos a patinar y manejar bicicleta, la de Alfredo era de color negro y la mía azul. Juntos también aprendimos a bailar, practicando en las fiestecitas del barrio. A el siempre le gustaron los pasodobles, logrando gran destreza en su ejecución. El primer empleo que tuvo Alfredo fue en Creaciones Metalicas, C.A, una empresa que funcionaba en la Avenida San Martín. Se encargaba de tipear, en un  formato tipo carnet,  los datos de los afiliados al Seguro Social, Le pagaban 100 bolívares semanales. Nunca fue buen mecanógrafo. Al abandonar Creaciones Metalicas consiguió trabajo en Siboney, como encargado  del deposito. Siboney era una fábrica de dulces. Allí duró menos de una semana. El deposito funcionaba en un sótano, en Chacaito, plagado de gatos, llenos de pulgas. Las pulgas lo atacaron con ferocidad provocándole una alergia que le duró dos semanas y lo obligó a renunciar. Yo heredé ese trabajo y armado con unas ramas de Escoba Amarga, acabé con las pulgas y ahuyenté a los gatos.  Juntos abandonamos el bachillerato en Tercer Año y nos matriculamos en el Centro Contable Venezolano. Alfredo completó los tres cursos graduándose de Contador General, Contador de Costos y Auditor. Yo solo aprobé el primero y un poco mas tarde terminaría la educación media e ingresaría a la Universidad. De todos los muchachos del barrio el fue el primero en tener carro. Un Opel Rekord 1965 que le compró a un vecino en 1.500 bolívares. No sabía manejar y su padrino, Enrique, se encargó de enseñarlo. Vendió el Opel y compró un Chevy Nova 70 de agencia, que mantuvo por muchísimo tiempo. Alfredo también fue el primero en tener Tarjeta de Crédito, la Visa Banco Unión, Cuenta Corriente y apartamento propio. Era un aficionado a la Fiesta Brava, en época de temporadas no faltaba a una corrida en el Nuevo Circo. Nunca cambió su estilo de peinado, siempre de lado, y jamás se puso unos zapatos sucios, los pulía con esmero. Era impecable en el vestir y galante en el trato. Quizás eso fue lo que cautivó a Mary Carmen, cuando se conocieron en Postizos Lupi, donde Alfredo trabajaba como Contador y ella en la tienda de la empresa que regentaba su papá en la Avenida Universidad. Para ese entonces yo también andaba de noviecito con la que sería mi esposa, y juntos nos íbamos a bailar a las discotecas de Chacaito y La Castellana. Amanecíamos comiendo tostadas o churros con chocolate en La Candelaria. Se casaron y procrearon cuatro muchachos, dos hembras y dos varones. Era celoso con las niñas y vigilante de los varones. Fue un buen padre y un excelente hijo. Cuidó con esmero de nuestra común vieja Blanca. Alfredo siguió con atención el desarrollo de mi carrera, me llamaba con frecuencia, haciendo comentarios sobre un trabajo en particular que le había intrigado e indagaba sobre situaciones y eventos en los cuales me involucraba. Cuando nos hicimos viejos nos reuníamos en mi casa a celebrar los cumpleaños y escuchar música en mis discos de acetato. Juntos iniciamos un viaje que se prolongó en el tiempo. La ultima vez que nos comunicamos lo hicimos por teléfono. Me dijo que se había contagiado con el virus y que sería hospitalizado para recuperarse. No volvimos a hablar. El Corona Virus lo aisló. Me mantuve al tanto de su dolencia a través de su esposa, quien me informaba sobre el desarrollo del mal que lo consumía. No me sorprendió su muerte, por lo esperado. Lo que mas me duele es no haber podido acompañarlo en su enfermedad y despedirlo en el cementerio. El sábado, sin avisarme, se bajó del tren de la vida. Puso fin a su viaje. Esta vez tuvo que hacer ese camino el solo. El Corona Virus nos separó... Hasta luego hermano de la vida. EFO.

domingo, 19 de agosto de 2018





EL HACEDOR DE PÓCIMAS


De tanto pensar que hacer para matar el tiempo descubrí que soy capaz de fabricar pócimas de todo tipo. Hurgando en viejos libros me apropié de algunas recetas y después de practicar un poco logré confeccionar varios menjurjes que tras probar en distinta gente, con óptimos resultados, me convencieron que estoy bien encaminado y que de seguir así tendré a muy corto plazo una nueva profesión: Hacedor de Pócimas.
Deseoso de compartir mis arcanos secretos elaboré un recetario que modestamente  y de seguidas  pongo a disposición de todo aquel que se muestre interesado en aprender:

Pócima de Amor.

Es un clásico. Garantiza un amarre inmediato, indisoluble y duradero.
Para confeccionarla se parte de ingredientes simples: Una prenda del ser amado, puede ser cualquier cosa, como un pañuelo, una cinta, un prendedor, etc. Una lágrima recién vertida por el ferviente enamorado. Una pizca de polvo de estrellas (se consigue en cualquier pedazo de noche). Dos pétalos de flores, (mejor si son de rosas) uno rojo y el otro azul. Un cuarto de taza de suspiros de enamorados, recogidos en un parque o callejón oscuro y medio litro de agua perfumada con esencia de Sigueme Joven. Se mezclan los ingredientes y se ponen a cocinar a fuego lento, teniendo cuidado de revolverlos constantemente, para evitar que se peguen. Cuando alcanzen el herbor  se retiran del fuego y se dejan enfriar para después colarlos. Bastan seis gotas de este cocimiento mezcladas en cualquier alimento, que ingiera la persona a ser encantada para que esta caiga irremisiblemente rendida a sus pies. 
Nota: Si no da resultado, pasados tres días, se repite la dosis y si no funciona se debe probar con otro bastimento como por ejemplo, joyas, carros, apartamentos, viajes o cualquier otro de uso común entre enamorados.

Pócima de Fortuna

Es ideal para aquellos que deseen atraer la fortuna y acumular riquezas.
En un caldero pequeño de peltre se dejan macerando durante el ciclo de luna llena, un billete de lotería que tenga por lo menos tres semanas de haber expirado, dos gramos de polvo de plata, tres cuartos de botella de anís, una sortija de oro (sin piedra) y una ficha de Bingo (preferiblemente de la serie correspondiente a la B). Pasado un mes se baten vigorosamente todos los ingredientes hasta que se unan totalmente el billete de lotería con el polvo de plata. Se deja en reposo por tres días en lugar oscuro. Se cuela en colador de metal, nunca de plástico, y se guarda en una redoma o frasco de vidrio azulado. Unas gotas de esta poción se untarán detrás de las orejas y en la ollita del cuello, por 30 días seguidos cada vez que se vaya a salir.
Los resultados no se harán esperar siempre y cuando el interesado se cuide de trabajar incansablemente, ahorrar el 80% de lo devengado e invertir cuidadosamente sus haberes en bienes inmuebles, acciones de empresas rentables y/o Bonos de la Reserva Americana del Tesoro.

Pócima de  Fama
Para lograr La Fama lo más recomendado, dada su eficacia infalible, es la Pócima de la Fama.
Esta vez utilizaremos una olla grande, bocona, de barro cocido con su tapa, para preparar el encantamiento. Necesitaremos un kilo concentrado de aplausos, medio vaso de gritos, un metro de destellos de luces de colores y 20 signos de admiración entre abiertos y cerrados. 
Dada la naturaleza volátil de los ingredientes se debe tener sumo cuidado al ponerlos en la olla, pues existe el riesgo que se evaporen. Se recomienda colocarlos lentamente, uno a uno. Se tapa y sella la olla y luego se agita vigorosamente por espacio de cinco minutos para posteriormente enterrarla durante un año en una tumba abandonada de un cementerio ya clausurado. Pasado el tiempo previsto se destapa, colocándose el interesado de frente a ella, para que al escapar la mezcla  lo cubra totalmente. 
Sus efectos son inmediatos. Sólo necesita escoger en que actividad quiere ser famoso y listo, pero recuerde: la fama es efímera y debe alimentarse diariamente. Reinvéntese y el éxito estará asegurado.  EFO





viernes, 17 de agosto de 2018






LOVE HISTORY


Cuando ya no te cabía mas rabia en el cuerpo ni despecho en el alma. En el paroxismo de tu amargura te oí decir: Ojalá  te mueras. Te quedé mirando y  me fui. No supe que contestarte. Hoy pienso que debí decirte que lo que deseabas era imposible, pues no puedo morir porque mi vida te la dí. Si quieres que muera  devuelvemela  pues solo mueren aquellos que están vivos, los que tienen vida... y yo no tengo, la mía la tienes tu.
Hay noches en que apago la luna para soñar contigo. Hay noches en que me arropo de luceros para no ver el brillo de tus ojos. Si ves que la tarde se oscurece no pienses que amenaza tempestad, solo le robé la luz al sol para alumbrar tu regreso. Así pasan mis días. Contigo. Sin ti. Aunque no lo quieras sigues viviendo en mi. Una vez alguien dijo que los recuerdos tienen sabor, que saben a olvido, que se esconden en las gavetas para que nadie los vea, que viven en las fotografías y que salen de vez en cuando a pasear por los caminos de la mente.
Tu ausencia empobreció mi existencia y convirtió a mis ojos en mendigos de tu mirada. Tu ausencia me sembró de vacío. A toda hora reniego de tu partida. Todavía guardo la imagen, de cuando tus lagrimas te besaban los labios...  y yo también. Eran otros tiempos. Llorabas por cualquier cosa y al preguntarte la causa simplemente reías. Lloró de felicidad, por estar contigo, decías. Pero esos días ya pasaron. Se fueron casi sin que lo advirtiéramos. Una mañana desperté y ya no estabas. Tu pelo había dejado de teñir de negro mi almohada y tu aliento ya no incendiaba mis sueños. El olor de tu cuerpo se había desvanecido en el aire, se había ido tras de ti, siguiéndote. Se fue contigo. Y al final llegó el final. Ahora soy como un gato realengo, sin dueño, como una sombra que se acuesta sola en la alfombra. El dogal de mi angustia secuestró mis ansias y ahora se cierra premonitorio sobre mi. 
Me creerías si te digo que todavía no se que nos pasó. Porqué todo acabó. Que medió para que eso sucediera. A veces pienso que mi amor fue la causa de tanto mal. A fuerza de quererte quedé sin aliento para seguir haciéndolo y al no poder mas, dejé de amarte. En otros momentos creo que la culpa fue tuya. Que te acostumbraste tanto a mi, que pasé a formar parte indivisible de ti y al dejar de existir como yo, ya no tenías a quien querer. El amor, niña, es como el hálito de un perfume, como la luz de la primera aurora, como un suspiro. El amor es tenue, frágil, volátil, caprichoso, dúctil, maleable. El amor, niña, es etéreo, pero vivaz, hay que mantenerlo, alimentarlo, cuidarlo, hacerlo crecer. Hay, en suma, que sorprenderlo. Y eso quizás fue lo que nos faltó: la sorpresa, la angustia, el sobresalto, el miedo a perderlo. La falta de riesgo. No fuimos audaces. No nos atrevimos a convertir nuestros sueños en atormentadas pesadillas. No lo acicateamos. No lo quisimos. Y ahora estamos tu yo separados, cada uno en un rincón, rumiando amarguras. Tu, odio, rabia, despecho y yo, soledad, angustia, desesperanza. Nos llegó el final.  EFO.

domingo, 12 de agosto de 2018



LA INFRANQUEABLE  BARRERA


Todo empezó con una pesadez en el cuerpo. Una flojera extrema. Unas irresistibles ansias de no hacer nada. Era como si alguien o algo me hubiera sorbido las fuerzas, secuestrado los deseos, mutilado las ganas. Poseído ya de esa laxitud no reuní la entereza necesaria para oponerme a ese algo que me invadía y que me era imposible conjurar. Poco a poco, casi sin darme cuenta, me dejé llevar.
Una noche, no recuerdo cual, no pude levantarme del sillón. Mis piernas no respondieron - bueno, en realidad no quise ordenárles nada, - se quedaron inmóviles, estáticas, endurecidas, muertas. Y allí, en el sillón, me encontró el otro día. Al fin, después de mucho esfuerzo, logré pararme y ahora estoy en esta cama tendido, incapaz de mover un solo musculo, prisionero de la Abulia, que no es más que una forma extrema de apatía. La carencia total de energía vital. La perdida o falta de voluntad para tomar decisiones, la dificultad extrema para iniciar o terminar algo. La perentoria necesidad de posponer todo.
De tanto pensar en cuando, como y porqué me convertí en abúlico he llegado a la conclusión que nunca hubo un cuando, un como o un porqué, pues creo que desde siempre lo he sido. Ahora pienso que la abulia es una condición inherente a mi, es decir que nació conmigo el mismo día en que yo lo hice. Desde siempre he postergado las cosas. Nunca he podido completar una tarea, por insignificante que ella sea. La gente cercana me llamaban flojo, sin sospechar siquiera que bajo esa aparente indolencia se escondía un mal, que poco a poco me inmovilizaba, sorbía mi voluntad,  me paralizaba. Cual sombra avanzaba día a día, noche a noche, sin que nada, ni nadie pudiera detenerlo. Ese mal ya se convirtió en absoluto al adueñarse totalmente de mi cuerpo y mente. Hoy me es difícil, muy difícil, construir una idea completa, enhebrar una sarta de pensamientos, articular un discurso coherente, caminar unos pocos pasos, realizar cualquier tarea. Poco a poco he ido perdiendo mis facultades físicas y mentales es como si una nube me cubre, me plena, me invade. Me siento prisionero de mi mismo, de mi incapacidad, de mi imposibilidad de seguir siendo yo, pues ahora ni siquiera puedo experimentar placer por las cosas más sencillas, como comer, caminar, leer,  y sufro además de una falta absoluta de interés por todo, carezco de estímulos y no tengo fuerzas ni para cuidar de mi mismo. Estoy frente a una barrera que luce infranqueable, solo que ese muro no está fuera sino dentro de mi.  EFO


sábado, 11 de agosto de 2018




LOS IMPENETRABLES SECRETOS



Ayer descubrí que he sido bendecido con un don. Que soy capaz de desentrañar misterios insondables, ancestrales. Que no hay nada oculto que no pueda saber.
Ese regalo, me vino dado sin que mediara en ello ninguna intención de mi parte, fue involuntario. Se me concedió sin que lo buscara, pues ni en mis más alocadas fantasías pude haber imaginado que era poseedor de esa cualidad, pero la tengo y desde que la descubrí empecé a usarla.
Ahora sé como se produce la tinta que tiñe las hojas de los árboles. Supe cual es el verdadero color de las aguas del mar. Logré desentrañar los cambios en los tonos del cielo. Entender el delicado mecanismo que hace posible que las nubes adopten cualquier forma. Al fin se como cantan los pájaros, porqué se arrastran las serpientes, como crecen las matas de hierba, cuando beben agua los peces y cuando descansan las hormigas. Pude descifrar el repiquetear de la lluvia, los gemidos lastimeros del viento, la furia de las tempestades, el poder del rayo, el fulgor de los relámpagos, el fragor del trueno, la frecuencia en que se producen las olas. Me fue dado conocer como nace el fuego, porqué quema y cambia de forma. Le vi la cara a la muerte, me la  mostró la noche. Entiendo que el tiempo no es eterno, que es cíclico, que se repite. Intuyo cuando llegará la depresión y como crece la angustia, estoy instruido en el arte del miedo y como se infunde.  He sido advertido sobre el minuto exacto en que el ocaso muere y nace la noche y en el que esta da paso al alba y el alba al día. Estoy enterado cabalmente del sentimiento de los asesinos. Me fue comunicada la alquimia del amor y el valor de la amistad.  Ahora soy capaz de adentrarme en los laberintos de las mujeres. Puedo saber, a ciencia cierta, cuando mienten, cuando sus lagrimas son falsas, cuando engañan. Discierno entre el bien y el mal. Fui avisado sobre el poder de las maldiciones. Penetré los secretos arcanos, esos que nunca han sido revelados, los que nadie conoce, los que todos temen conocer. Presiento toda traición, percibo cualquier engaño. Escucho hablar al silencio. He viajado con la luz, navegado con el ruido. Entiendo las voces de los animales. Puedo ver lo ultimo que vieron los ojos de los muertos. Siento su soledad, la que les comunica la fosa en que habitan. Soy un versado en la naturaleza de las pasiones, de todas ellas, del amor, de los celos, del deseo, del odio, de la lujuria, de la envidia, de la vanidad, de la gula, del rencor, de la venganza. Conozco todos los secretos de confesión. Estoy, en suma, por sobre todas las cosas, más allá del bien y del mal. 
Se todo y mucho más, pero tengo una limitación, una incapacidad: no puedo revelarlo, no me es permitido contárselo a nadie. Y por eso los misterios, los enigmas, seguirán siendo eso: misterios, enigmas y nunca nadie, excepto yo,  podrá conocerlos.  EFO.