LA INFRANQUEABLE BARRERA
Todo empezó con una pesadez en el cuerpo. Una flojera extrema. Unas irresistibles ansias de no hacer nada. Era como si alguien o algo me hubiera sorbido las fuerzas, secuestrado los deseos, mutilado las ganas. Poseído ya de esa laxitud no reuní la entereza necesaria para oponerme a ese algo que me invadía y que me era imposible conjurar. Poco a poco, casi sin darme cuenta, me dejé llevar.
Una noche, no recuerdo cual, no pude levantarme del sillón. Mis piernas no respondieron - bueno, en realidad no quise ordenárles nada, - se quedaron inmóviles, estáticas, endurecidas, muertas. Y allí, en el sillón, me encontró el otro día. Al fin, después de mucho esfuerzo, logré pararme y ahora estoy en esta cama tendido, incapaz de mover un solo musculo, prisionero de la Abulia, que no es más que una forma extrema de apatía. La carencia total de energía vital. La perdida o falta de voluntad para tomar decisiones, la dificultad extrema para iniciar o terminar algo. La perentoria necesidad de posponer todo.
De tanto pensar en cuando, como y porqué me convertí en abúlico he llegado a la conclusión que nunca hubo un cuando, un como o un porqué, pues creo que desde siempre lo he sido. Ahora pienso que la abulia es una condición inherente a mi, es decir que nació conmigo el mismo día en que yo lo hice. Desde siempre he postergado las cosas. Nunca he podido completar una tarea, por insignificante que ella sea. La gente cercana me llamaban flojo, sin sospechar siquiera que bajo esa aparente indolencia se escondía un mal, que poco a poco me inmovilizaba, sorbía mi voluntad, me paralizaba. Cual sombra avanzaba día a día, noche a noche, sin que nada, ni nadie pudiera detenerlo. Ese mal ya se convirtió en absoluto al adueñarse totalmente de mi cuerpo y mente. Hoy me es difícil, muy difícil, construir una idea completa, enhebrar una sarta de pensamientos, articular un discurso coherente, caminar unos pocos pasos, realizar cualquier tarea. Poco a poco he ido perdiendo mis facultades físicas y mentales es como si una nube me cubre, me plena, me invade. Me siento prisionero de mi mismo, de mi incapacidad, de mi imposibilidad de seguir siendo yo, pues ahora ni siquiera puedo experimentar placer por las cosas más sencillas, como comer, caminar, leer, y sufro además de una falta absoluta de interés por todo, carezco de estímulos y no tengo fuerzas ni para cuidar de mi mismo. Estoy frente a una barrera que luce infranqueable, solo que ese muro no está fuera sino dentro de mi. EFO
No hay comentarios:
Publicar un comentario