domingo, 29 de marzo de 2020



MI CUARTO Y LA NADA.

Mi cuarto es pequeño, tan pequeño que no cabe casi nada. Es blanco, tan blanco que casi me ciega. Mi cuarto no tiene ventana, apenas una puerta que a veces da al pasillo donde hay otros cuartos, pero no conozco a nadie que viva en ellos. Una mañana escuché gritos aterradores que venían de uno de esos cuartos. Era un hombre quien gritaba. Gregorio, Gregorio era su nombre, lo supe porque una mujer que acudió a sus gritos así lo llamó. Después alguien dijo que mi vecino despertó convertido en un horrible insecto. Le dió la Metamorfosis. Desde ese día abro muy poco la puerta de mi cuarto. Esa puerta impide que nada entre o salga. Tres muebles tiene mi cuarto: una desvencijada cama, una otoñal chifonier y una vestusta mesa de noche. La cama siempre cruje. Lo hace de noche. Lo hace de día. Lo hace cuando duermo. Lo hace cuando vigilo. Ella cruje sola, por el solo placer de crujir, por el vicio de hacerlo. ¿O será por miedo? Debajo de mi cama viven monstruos. No se exactamente cuantos.  Nunca los he visto. Creo que son varios por los ruidos que hacen, aunque algunas veces pienso que es uno solo, pero que cambia constantemente de forma, que muta. La chifonier tiene apenas cuatro gavetas, de las cuales solo una está vacía. Las otras tres están atestadas de recuerdos,  de sombras difusas de algo que fue y ya no es. De algo que estaba y ya no está y de pedazos de papel que aprisionan imágenes borrosas, difíciles de reconocer. Cuerpos sin caras. La mesa de noche solo sirve de soporte a  una solitaria lampara, sin bombillo, que a veces se prende sola ¿sin bombillo? Si, sin bombillo.  Mi cuarto es elástico. Hay días en que amanece alargado, estirado. El techo se aleja del suelo, proyectándose hacia arriba, empinándose, en vano intento por escapar de sus cimientos. En esos días es casi imposible entrar al cuarto pues la manilla de la puerta está muy alta, tan alta que no se puede alcanzar. Si estoy adentro no puedo salir. Hay noches en que el cuarto adquiere otras dimensiones. Las paredes se separan, como si huyeran unas de otras. En esas noches es casi imposible salir del cuarto porque nunca se encuentra la puerta, no se sabe adonde fue. Tampoco se puede entrar por la misma razón. Pero no siempre pasan esas cosas. La mayoría de las veces (días y noches) mi cuarto está quieto, como si navegará en el mar de La Nada. Nada se oye. Nada se ve. Nada se siente. Hay noches, días también, en que los recuerdos saltan de la gavetas de la chifonier. Uno a uno se van deslizando hasta tocar el suelo. Y en fantasmágorica procesión se pegan contra la pared. A veces se forman atendiendo al tamaño, otras al tiempo en que existieron y la mayoría de las veces al dolor o a la alegría que causaron. Las fotografías también saltan de la chifonier, pero no se pegan a la pared. Se quedan en el centro, formando un circulo. Cada rostro busca su cuerpo. Hay fotos que se juntan formando grupos. Hay otras que permanecen solitarias, separadas de las demás. Yo los contemplo ( a fotos y recuerdos) sentado en el borde de mi cama. Me deleito trayendo los recuerdos a la memoria. Evocándolos. A veces los equivoco y cuando eso sucede me advierten de mi error, obligándome a recapacitar, a rectificar fechas, lugares, personas. Las fotos son más fáciles de identificar y casi nunca dan problemas.
Sentado en la cama dejó pasar el tiempo. Hasta que recuerdos y fotos se cansan y comienzan a subir por las paredes de la chifonier buscando su gaveta donde esconderse. Me acuesto.Me horizontalizo y  también empiezo a buscar donde esconderme.
Casi nunca salgo de mi cuarto. Las pocas veces que lo hago camino por el pasillo, pero siempre tropiezo con La Nada. No la puedo ver, pero se que es ella, que está ahí. Me detengo. Me devuelvo y entro a mi cuarto. No me gusta La Nada. Es nubosa. Gaseosa. No se puede agarrar. No se puede tocar, ni oler, ni ver, solo sentir. Es como un manto de algo que no existe  pero que te envuelve, que te cubre. La Nada no tiene sabor, ni color. Tampoco tiene forma, pero ocupa todos los espacios vacíos. Está en todas partes. Yo conocí a alguien que vió y oyó a La Nada. Le pregunté como era y esto fue lo que me contó: "...un amigo me había advertido que La Nada vivía en los aparatos de televisión. Que salía en la noche, después que terminaba la programación. Una noche vencí el miedo, me levanté en la madrugada, encendí el televisor y allí estaba. Era blanca, llena de bichitos grises y negros y hacía un ruidito continuo, ensordecedor: shuuuu, shuuuu, shuuuu..." 
Yo no la he visto. Una de estas noches voy a salir del cuarto, voy a encender el televisor y voy a conocer a La Nada. EFO.

martes, 24 de marzo de 2020




INSTINTOS Y ALGO MAS


El ser humano actua en muchas ocasiones obedeciendo a sus instintos. No se trata simplemente de responder frente a un peligro. El instinto es una conducta innata e inconsiente que se transmite geneticamente entre los seres vivos de la misma especie y que los hace responder de una misma forma ante determinados estimulos; es un complejo de reacciones exteriores, concretas, hereditarias, adaptadas a una finalidad, de la que el sujeto que obra generalmente no tiene conciencia. Colocados en una situaciòn de riesgo de muerte nuestro instinto de conservaciòn nos señalarà el camino a seguir. Si podemos enfrentarla con exito nos inducirà a hacerlo, muy por el contrario, si nuestras posibilidades de salir airosos son nulas, nos marca la huida, obligàndonos a abandonar, pues de lo que se trata es de salvar la vida. Los instintos, en algunas ocasiones, se confunden con la intuiciòn. La intuiciòn es la habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervenciòn de la razòn. Es la capacidad de entender situaciones, o sentimientos sin el auxilio de la mente o de la lògica. La intuiciòn utiliza un lenguaje no verbal, basàndonse netamente en la percepciòn de indicios gestuales. Es el primer pensamiento que llega a nuestra cabeza cuando estamos a punto de tomar una decisiòn. Una mueca, un guiño, un arquear de cejas, una mirada, constituyen còdigos que podemos descifrar y asì presentir como procederà la persona con la cual interactuamos en determinada situaciòn.
El impulso es la tendencia a actuar movido por alguna emocion sin que haya mediado una deliberaciòn previa con la razòn. Es la urgencia que obliga a la acciòn.  Cuando existe un trastorno de este mecanismo, los impulsos no pueden refrenarse, escapan al autocontrol determinando conductas que pueden atentar contra otros, (impulso homicida) o contra nosotros mismos (impulso sucidida.) Instinto, intuiciòn o impulso son piezas de un mismo rompecabezas que modelan nuestra vida.
Los instintos viven en nuestro cerebro. La intuiciòn en el corazòn. Los instintos nos dicen como actuar, la intuiciòn nos da pistas, señales, que interpretadas correctamente, nos permitiràn decidir. Los instintos nos obligan a actuar. La intuiciòn nos advierte sobre lo que nos conviene hacer.  Como ni unos ni otros son suceptibles a ser educados, los primeros por estar inscritos en nuestro ADN, ya que constituyen una carga gènetica que heredamos, y los segundos porque dependen de la correcta interpretacion que hagamos de las señales gestuales que recibamos, centremonos en mantener el control sobre nuestros impulsos, sujetando la mente y atando el corazòn. EFO.

domingo, 22 de marzo de 2020



 LA ESPERA DE PENELOPE


La espera se define como la facultad de saber contenerse, de no proceder sin reflexiòn, de obrar con calma, con paciencia. Tambièn podrìa decirse que es un estado de animo, voluntario o impuesto, que nos convierte en espectadores obligados de acontecimientos que estàn por venir. La espera siempre es angustia, expectativa, por estar preñada de incertidumbre. Se espera cuando se quiere que algo pase. Se espera cuando se quiere que nada pase. La espera es temida. La espera es deseada. Los que la temen presienten que algo terrible les sucederà. Que se avecina un acontecimiento que puede trastornar, para mal, su manera de sentir y entender la vida. Los que la desean quieren que algo bueno les suceda. Que lo esperado se convierta en realidad. Que los sueños dejen de ser sueños. El condenado a muerte espera temeroso la hora en que su cuello ceda al dogal del verdugo. Impaciente, ansioso por la llegada del dìa el soldado aguarda  el momento en que la batalla se convierta en carnicerìa, cuando la muerte suba por su brazo y aprisione su mano, obligàndolo a disparar la bala asesina. Trèmulos, expectantes, los amantes se niegan a retrasar el momento en que junten sus cuerpos. Ellos le comunican prisa a su espera, la visten de urgencia, de necesidad. Sigilosa, con pasos de sombra, la fiera acecha paciente un descuido de su presa, que espera el momento justo, el instante preciso en que sus instintos, cabalgando sobre el miedo, la obliguen a frustrar el intento de su depredador.
Hay esperas reflexivas, que obligan a pensar, a sopesar todas las opciones, a tomar una decisiòn. Hay otras que nos fuerzan a aplazarlas, a postergarlas, a cambiarlas por acciones inmediatas, de esas que no admiten demoras, que no contemplan esperas. Hay esperas obligadas, a muchas de esas no las queremos, les tememos, pero no podemos evadirlas, nos toca enfrentarlas y sufrirlas. La muerte es una de ellas. La esperamos, por inevitable, pero al  no saber cuando nos sorprenderà no nos angustia, es una espera en pausa, detenida que gravita sobre nosotros y a la que siempre queremos dilatar. Hay esperas que se prolongan en el tiempo, hacièndonos sentir que son eternas, que nunca pasaran. Esas estàn supeditadas a un futuro anunciado, al que sabemos lejano, pero que confiamos en que siempre sucederà. Pero de todas las esperas la màs dulce y algunas veces la màs amarga es la de el amor. Siempre deseamos que nos toque, que nos impregne con su magia. El amor es un sentimiento volatil al que es necesario alimentar, cuidar, para verlo crecer. Hay amores que son para toda la vida. Llegan para quedarse y no importa el tiempo que tengamos que esperar por ellos. Penelope, la mujer de Ulises, esperò por muchos años que el hèroe regresara de Troya. Poseedora de una gran belleza debiò sortear el asedio de sus pretendientes a los cuales prometìa ceder a sus peticiones una vez que terminara de tejer un velo. Penelope urdìa de dìa y destejia de noche hasta que viò llegar al rey de Itaca y dueño de su corazòn. Para la otra Penelope la espera tambièn terminò, solò que ella no reconociò a su amado y "...se quedò con su bolso de piel marròn y sus zapatitos de tacòn sentada en la estaciòn..."  EFO.


jueves, 19 de marzo de 2020





LOS ROSTROS EN TU MENTE


Niña , ¿si te asomas al espejo podrás ver tu rostro? ¿tu verdadero rostro? Seguro estoy que no. El rostro que verás no se corresponde con lo que en realidad eres. La plata del espejo no te mostrará aquello que ocultas con celo del común de la gente. Allí no estarán las huellas que dejaron en ti los amores que olvidaste, los amores que te olvidaron. Los pliegues de tu cara no reflejarán los dolores que te abatieron el alma, los pesares que preñaron de angustia tu corazón. Tampoco se asomaran a tus ojos, los destellos de ternura que una vez sentiste, ni verás tu boca, ofrecer tus labios esperando un beso.Y por mas que enarques las cejas, frunzas el ceño o acentúes los hoyuelos de tus mejillas no te encontraras en ese reflejo. Tu no estás allí. Vives en otra parte. Existes en los recuerdos que sembraste en la mente de otra gente. En los pensamientos, buenos y malos, que provocaste en otros seres, en esos que te amaron, en esos que te desearon, en esos que te odiaron. Habitas en el morbo que desataste con tus miradas incitantes, con tu voz melosa, con tus pestañas rizadas. Tu eres prisionera de tus noches en vela, de tus días de vigilia, de tus horas dulces, de tus momentos amargos. Esa que refleja el espejo, no eres tu. Tu eres lo que yo pienso de ti. Lo que yo quise que fueras. Tu eres un ente intangible, que el tiempo archivó en los rincones de mi memoria. Tu eres un soplo de cabello negro, un coqueto mohín de cara, unos dientes blancos, tan blancos que encandilan, al chocar con tu risa.Tu eres la promesa de un beso que nunca llegó. Un apretón fugaz de manos, un roce malintencionado, un te quiero nunca dicho y siempre escuchado. Tu eres una visión de un amor prometido, pero nunca consumado. Tu eres una caricia no sentida. Una pasión sometida, refrenada, cautiva de mis ansias. Tu eres la llama que todavía enciende el pebetero de mis deseos. Tu eres  una  ilusión, un sueño del cual no he logrado despertar.
¿Y que soy yo? Un fantasma que se pasea por los laberintos de tu mente. Una sombra que difumina la luz. Un eco dormido de una voz ya callada. Yo soy  solo un soplo, un suspiro, un celaje, un ser sin rostro, que el espejo no refleja. Ni tu ni yo tenemos rostro. Tu porqué falsamente crees tener uno verdadero y yo porque escondo el propio. Somos, niña, dos seres sin rostro que vivimos en un mundo de caretas.  EFO.

martes, 17 de marzo de 2020



UN VIAJE CORTO, MUY CORTO.


Sin saber como, ni porquè comencè este viaje que ignoro cuanto tiempo durararà, ni a donde me llevarà. Empezè a viajar completamente solo y desnudo. Nadie me acompaña. No me importa, pues desde el principio supe que serìa asì. Tampoco me preocupa la soledad. La estoy conociendo y confieso que me gusta su compañìa. Viajo sin equipaje. No tengo nada. Sin nada nacì y ahora estoy seguro que sin nada morirè.
A veces me siento cansado de viajar  y estoy tentado a cesar el empeño. Por desconocer el termino del periplo tampoco se cuanto me falta para concluirlo y por ende no puedo calcular el tiempo que llevo viajando. A lo largo de mi ruta me he ido llenando de cosas . El viaje se ha convertido en un comprar y vender, tener y no tener, dar y recibir y ese intercambio tambièn incluye a personas. No se a ciencia cierta a cuantas he conocido, hasta ahora, y me es imposible vaticinar a cuantas conocerè. En mi afàn de poseer, he pretendido ser dueño de mucha gente. A algunas las he dejado ir, a otras las retengo en contra de su voluntad, y a muy  pocas con su consentimiento. Ese trajinar me ha convertido en un ser desconocido. No se quien soy, ni por què hago lo que hago. Algunas veces he detenido mi andar e intentado hacer un balance de lo actuado, pero ha resultado inùtil. Se confunden las situaciones, equivoco los tiempos, todo està revuelto.
Entonces sigo. Avanzo, sin saber hacia donde voy, ni cuando parare. La vida, al final lo he comprendido, es un amasijo de hechos, agrupados a los cuales es imposible sistematizar, clasificar por temas. Pienso que deberìa ser como un inmenso archivo donde todo estè ordenado, metido en carpetas. Asì se harìa màs facil el camino, pues tendrìa referencias ciertas, que podrìa consultar en la seguridad de encontrar siempre el dato preciso. Pero no es asì y estoy obligado a convivir con este inmenso desorden en que existo sin saber por donde empezar y del cual lo unico que se es que nacì y voy a morir.¿ Cuando? lo ignoro. Otra cosa que me preocupa es la ausencia de un manual de vida. Una especie de guia o mapa mental que me indique que hacer, cuando y como. Seguro estoy que de tenerlo hoy serìa un ser equilibrado, centrado, seguro de mi mismo y capaz de planificar y decidir mi futuro. Pero ese manual no existe. A quien nos hizo se le olvidò incluirlo. Tampoco se si alguien està tomando nota de mi actuar. Si sigue mis pasos, si vigila mi accionar. Me gustarìa que asì fuera, pero pensandolo bien, mejor no, pues todo estarìa escrito, registrado y estoy seguro que lo malo supera con creces lo bueno, aunque bien y mal son criterios mutantes que cambian con el tiempo o sencillamente dependen de la naturaleza de quien juzge. 
Hoy notè algo distinto en mi. Una hebra de mi cabello cambiò de color, amaneciò blanca y un pliegue de mi cara perdiò su habitual tersura. Asustado consultè el fenòmeno y recibì  una respuesta desconcertante: te estàs haciendo viejo. Si eso es cierto debo asumir que el final se acerca, que el viaje està por terminar. Ahora temo su llegada. Siento que todavìa me faltan cosas por hacer, que el tiempo se agota y el viaje ha sido corto, muy corto.  EFO.










LOS PRISIONEROS


Apersogados, encadenados la hilera de presos marcha con pasos cansinos tras la huella de sus carceleros que indiferentes a sus quejas los dejan hacer, al fin y al cabo ellos tambièn son prisioneros. Todos lo somos, unos de otros, pero la mayorìa de nosotros mismos. Los libres, aquellos que no languidecen tras barrotes, son cautivos de sus pasiones, de sus recuerdos, de sus ansias. Los confinados pagan su condena por delitos penados por leyes que hizo Dios o inventaron los hombres.  Hay quienes cumplen doble castigo, estàn  fìsicamente recluidos en un penal y son reos de ellos mismos, de sus remordimientos, de sus sentimientos de culpa. Todos llevamos una carga emocional que fabricamos con nuestros actos, con nuesta abulia, esa carga nos lastima pues a veces se hace insoportable y sentimos que no podemos con su peso, que es excesivo el lastre que suma a nuestra existencia. En muchos casos la penitencia es de por vida y se debe cumplir a perpetuidad, hasta que la muerte cancele la deuda contraida. 
La gravedad de la falta determinarà el rigor y duraciòn del castigo. Podemos atentar contra otros, infringiendole daño, lacerando su fisico o su alma. Eso nos convertirà en acreedores a una sanciòn que harà padecer nuestro cuerpo o impondrà un suplicio a nuestra escencia inmaterial, transformandonos en presos de otros o de nosotros mismos. 
Existe otro tipo de prisioneros. Son aquellos que han sido avasallados por sus flaquezas, por sus vicios, por su debilidad de caracter. A esos le es dìficil lograr la redenciòn, pues sencillamente no quieren hacerlo. Han desatado fuerzas internas que no pueden controlar. Se han convertido en victimas de si mismos. La vida ha cancelado todas sus opciones. Ya no tienen oportunidad y sometidos a su propio yugo esperan el final o se regodean en su propia bajeza, acelerando su caìda, hundièndose en su miseria.  Hay quienes nacieron cautivos de una enfermedad incurable o faltos de razòn. Esos son prisioneros de su gènetica. De ellos sòlo los locos estàn a salvo, pues lograron evadir la prisiòn y viven en un mundo aparte, donde no hay reja que los contenga, muro que los encierre  o pena que los angoste. ¡Bienaventurados sean!
Pero no siempre todo està perdido, a veces cuando pensamos que  no hay salvaciòn posible, se enciende una luz que ilumina la ruta a seguir, es entonces cuando, haciendo uso de las pocas reservas morales disponibles desatamos un poder que habìa permanecido oculto, esperando el momento de ser liberado y se inicia el proceso de remisiòn. Hay quien dice que esa fortaleza, esa energìa, proviene de Dios, que es el quien nos tiende la mano. Otros piensan que todo està en la naturaleza humana, que se niega a ver morir lo mejor de ella misma y libera un mecanismo de autoregeneraciòn... Dios y hombre... Cuerpo y alma... Crimen y castigo. EFO.

domingo, 15 de marzo de 2020



LOS VISITANTES


Algunos llegan sin  previo aviso. Aparecen de repente y cuando nos damos cuenta ya estàn instalados. Se posesionan de nuestro cuerpo, invadièndolo, tomàndolo por asalto, ocupàndolo. Se posesionan de nuestra alma, plenàndola, llenàndola de sentimientos. Otros se hacen anunciar, vienen precedidos de un suceso, de una tragedia o  de un acontecimiento grato pero casi siempre nos sorprenden, impidiendonos vaticinar su llegada. Ellos, los visitantes, son circustancias, sentimientos, acontecimientos, cosas que nos pasan, algunas buenas y otras no tanto.
La enfermedad toca a nuestra puerta a cualquier hora. Este flagelo se viste de mil formas, muta de apariencia, se enmascara. La Tristeza nos visita de vez en cuando apresando el corazòn, poniendo un velo  sobre la razòn, plenàndonos de apatìa, de melancolìa, de desesperanza. El dolor viene aparejado con la enfermedad y en algunas ocasiones con  la muerte, laceràndo nuestro cuerpo, minàndo nuestras fuerzas, abatièndo nuestras defensas.
Pero no todo aquel que nos visita lo hace para nuestro mal. Tambièn la alegrìa y el amor estàn presentes en nuestro diario acontecer. Cuando aparecen nuestra vida se ilumina. Se llena de magia.  De todos los visitantes el màs temido, el màs odiado es la muerte, pues la sabemos definitiva. Entendemos que su visita se prolongarà por siempre.
Los visitantes, por su misma naturaleza, se convierten en asiduos. Siempre estàn con nosotros. A veces llegan juntos, otras por separado, pero nunca dejan de visitarnos. A nosotros, como anfitriones, nos corresponde aceptarlos o rechazarlos. Hay visitas gratas, deseadas, esperadas que nos llenan de emociòn, de contento. En contrapartida hay otras indeseables que nos perturban, alteràndo nuestro manera de ser, trastornàndo la diaria rutina, cambiàndo nuestra forma de vivir al contagiarnos de sentimientos negativos, malsanos.
Debemos estar preparados para recibir visitas y ello implica tener la casa en orden,lo que equivale a mantener mente y cuerpo sanos y el alma limpia, libre de rencores, distanciada del odio, de las bajas pasiones. Solo asì podremos soportar a los visitantes indeseables y agasajar debidamente a aquellos que queremos, a los que esperamos.  EFO.




LOS ENFERMOS


Nadie està sano. Todos estamos enfermos. Algunos de cuerpo, otros de alma, pero todos estamos enfermos. La enfermedad, desde el punto de vista mèdico, se define como cualquier estado donde haya un deterioro de la salud del orgànismo. Las enfermedades tienen sintomas que alertan de su presencia y causas que determinan el agente que las producen. Las efermedades del cuerpo se tratan identificando su etiologìa, para poder aplicar la cura. Las enfermedades del alma, casi siempre son asintomaticas, o de dificil detecciòn, lo que dificulta su sanaciòn, y al igual que las fisicas pueden darse en personas o en grupos, es decir, son particulares o generales. Para las primeras la medicina, en la mayorìa de los casos, cumple su objetivo. Las generales son de lenta incubaciòn, pero de efectos devastadores en el cuerpo social. Casi siempre las inocula un lider, con visos de mesianismo, se nutren de ideologìas, del malestar de una sociedad, hastiada de polìticas erradas que han erosionado su confianza, produciendo un sentimiento de rechazo general. Rabia, intolerancia, discriminaciòn y culpa son su caldo de cultivo. Las masas, acicateadas por sentimientos negativos, esperan su redenciòn tràs estigmatizar a grupos o personas a los que consideran causantes de la situaciòn que viven y de los males que padecen. Su pronòstico es reservado. Pueden durar un largo tiempo hasta que declinan, reiniciandose el ciclo y el colectivo se orienta a la busqueda de nuevos derroteros. Las particulares son leves, graves, transitorias y las màs severas, crònicas. Tambièn las hay benignas y malignas. Su duraciòn e intensidad vienen dadas por el agente que las produce y el daño que causan. 
El amor, es una enfermedad que se propaga por contagio. Un ser enfermo la inocula a otro sano mediante  una caricia, un gesto, una acciòn, o simplemente por un parpadeo de ojos, el fruncir de una boca ,el movimiento de un cuerpo  o un ondular de cabello. Sus consecuencias generalmente son demoledoras, pues minan la voluntad. Un enamorado es un poseso, que ha perdido control sobre sus emociones, entregando el dominio de su cuerpo, alma y mente a otro que en contrapartida hace lo mismo. El amor es una enfermedad reciproca. En su estado màs grave conlleva a un deseo irrefrenable de posesiòn, mutando a su variedad màs letal: los celos, que en muchos casos pueden terminar en tragedia.
El odio, es el grado màs evolucionado del rencor. Envenena el alma, nublando la razòn y negando toda posibilidad de perdòn. El odio es un sentimiento impuro. Es una enfermedad terminal, casi siempre inextinguible cuya unica sanaciòn es la muerte.
Los enfermos, fìsicos y espirituales, vagan por el mundo propagando sus males, contagiando a otros. Pocos estàn conscientes de la dolencia  que los aqueja, la mayorìa desconoce su estado y niega su enfermedad, lo que dificulta su remisiòn. 
Nadie està sano. Todos estamos enfermos.  EFO.