domingo, 22 de marzo de 2020



 LA ESPERA DE PENELOPE


La espera se define como la facultad de saber contenerse, de no proceder sin reflexiòn, de obrar con calma, con paciencia. Tambièn podrìa decirse que es un estado de animo, voluntario o impuesto, que nos convierte en espectadores obligados de acontecimientos que estàn por venir. La espera siempre es angustia, expectativa, por estar preñada de incertidumbre. Se espera cuando se quiere que algo pase. Se espera cuando se quiere que nada pase. La espera es temida. La espera es deseada. Los que la temen presienten que algo terrible les sucederà. Que se avecina un acontecimiento que puede trastornar, para mal, su manera de sentir y entender la vida. Los que la desean quieren que algo bueno les suceda. Que lo esperado se convierta en realidad. Que los sueños dejen de ser sueños. El condenado a muerte espera temeroso la hora en que su cuello ceda al dogal del verdugo. Impaciente, ansioso por la llegada del dìa el soldado aguarda  el momento en que la batalla se convierta en carnicerìa, cuando la muerte suba por su brazo y aprisione su mano, obligàndolo a disparar la bala asesina. Trèmulos, expectantes, los amantes se niegan a retrasar el momento en que junten sus cuerpos. Ellos le comunican prisa a su espera, la visten de urgencia, de necesidad. Sigilosa, con pasos de sombra, la fiera acecha paciente un descuido de su presa, que espera el momento justo, el instante preciso en que sus instintos, cabalgando sobre el miedo, la obliguen a frustrar el intento de su depredador.
Hay esperas reflexivas, que obligan a pensar, a sopesar todas las opciones, a tomar una decisiòn. Hay otras que nos fuerzan a aplazarlas, a postergarlas, a cambiarlas por acciones inmediatas, de esas que no admiten demoras, que no contemplan esperas. Hay esperas obligadas, a muchas de esas no las queremos, les tememos, pero no podemos evadirlas, nos toca enfrentarlas y sufrirlas. La muerte es una de ellas. La esperamos, por inevitable, pero al  no saber cuando nos sorprenderà no nos angustia, es una espera en pausa, detenida que gravita sobre nosotros y a la que siempre queremos dilatar. Hay esperas que se prolongan en el tiempo, hacièndonos sentir que son eternas, que nunca pasaran. Esas estàn supeditadas a un futuro anunciado, al que sabemos lejano, pero que confiamos en que siempre sucederà. Pero de todas las esperas la màs dulce y algunas veces la màs amarga es la de el amor. Siempre deseamos que nos toque, que nos impregne con su magia. El amor es un sentimiento volatil al que es necesario alimentar, cuidar, para verlo crecer. Hay amores que son para toda la vida. Llegan para quedarse y no importa el tiempo que tengamos que esperar por ellos. Penelope, la mujer de Ulises, esperò por muchos años que el hèroe regresara de Troya. Poseedora de una gran belleza debiò sortear el asedio de sus pretendientes a los cuales prometìa ceder a sus peticiones una vez que terminara de tejer un velo. Penelope urdìa de dìa y destejia de noche hasta que viò llegar al rey de Itaca y dueño de su corazòn. Para la otra Penelope la espera tambièn terminò, solò que ella no reconociò a su amado y "...se quedò con su bolso de piel marròn y sus zapatitos de tacòn sentada en la estaciòn..."  EFO.


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