sábado, 22 de septiembre de 2018






EL FINAL


Todavía recuerdo aquella tarde en que  dejaste guardados tus ojos en los míos. Me miraste hondo, como queriendo calar mis sentimientos, como intentando averiguar mis pensamientos. Me sentí miserable, infeliz, empequeñecido ante la grandeza del amor que me ofrecías y que ya no podía seguir teniendo. Era tu última ofrenda. El postrer regalo que me hacías. Te dejé. Me fui de ti. Abandoné tu vida. Hoy, desde la perspectiva que me da el tiempo transcurrido pienso que tuve razón, que actué con sensatez. Siempre has dicho que fui un egoísta,  que solo pensé en mi, que nunca me importaste, que me aproveché de tu juventud, que jugué con tus sentimientos, que te partí el corazón, que tuve miedo de amarte. Sólo yo se que nada de eso es verdad.
Ayer te vi pasar. Al cobijo de un paraguas defendías de la lluvia a tus dos hijos. Se parecen mucho a ti. El mayor ya es casi de tu tamaño, el más pequeño tiene cara risueña y a ambos los corona la misma ala de cuervo que luces en tu cabellera. Pudieron ser mis hijos. Si hubiera querido. Si hubiera podido. Pero no quise. Pero no pude. La realidad nos marcó distancia. Quizás fue mejor así.
Enamorada, ilusionada viajabas atada a mi brazo. Caminabas haciendo piruetas. Jugabas como lo que eras, una niña. Una niña jugando el juego del amor. Una niña que se enamoró de un hombre mayor, de un señor que le doblaba la edad, que la colmó de halagos, que la deslumbró con su sapiencia, que la hizo mujer.  En ese entonces todo te asombraba, para ti todo era nuevo, revivido, nunca antes visto ni sentido. Te confieso que mi intención primera nunca fue enamorarte, solo quería de ti un poco de admiración, solo buscaba robarte un poco de tu alegría, de tus ganas de vivir, de tus escasos 20 años.Y tu, pienso, solo querías arroparte con un poco de mi prestigio. Trasvasar algo de mis conocimientos, de mi fama, de mi solvencia, de mi manera de resolver las cosas, de mi forma de entender la vida. En el fondo sólo, creía yo, se trataba de un mero intercambio. De un toma y dame. Pero de repente todo cambió. Nos vimos arrastrados por un vendaval. Abrimos el cofre de los deseos, y quisimos mas. Lo quisimos todo. Y persiguiendo esa quimera nos sorprendió la vida. Nos abatió la tempestad. Nos hirió el rayo. Y de pronto nos encontramos compartiendo una realidad que nos avasallaba, que se abría paso, que nos colocaba en nuestro sitio, que nos decía una y mil veces que todo era una utopía, un sueño, un maravilloso sueño, pero sueño al fin y los sueños crecen en la noche pero mueren en el día. Entendimos que la luna no era de azúcar ni de miel, sino que estaba hecha de rocas. Y tuvimos que despertar. La magia terminó. La niña se convirtió en mujer. Y el viejo se hizo más viejo. Tu pudiste reparar los daños, rehacerte, volver a empezar. Yo no pude. Quedé devastado, imposibilitado de recuperarme. Destruido.
Entre tu yo pasaron muchas cosas. Cosas que no hemos dicho a nadie. Cosas que guardamos, que atesoramos, cosas que solo tu y yo sabemos. Y son esas cosas las que nos unen y también nos separan, pues queramos o no estamos marcados con el mismo hierro. Somos lineas paralelas que jamás se unirán, pero que están obligadas a seguir la misma senda, el mismo camino.
Hoy, cuando presiento el final, condenado a dar el ultimo viaje en este barco que no volverá a zarpar, me siento obligado a confesarte lo que no quise o no pude decirte aquella tarde: siempre, te ame, eres el único amor de mi vida, te sigo amando y moriré amándote. EFO






SEÑORA

Otra vez, al igual que otras veces, su taconeo hirió el macadam de la acera. Su mirada altiva desafió la mía que la patrullaba despacio, suavemente, voluptuosamente. Su cuerpo de Diosa me cubrió con su sombra. Otra vez, al igual que otras veces, me extasié con el brillo de sus ojos, me sumergí en su negrura, me deslumbré con sus labios rojos, me embriagué con el olor de su perfume, me amarré al ondular de su cabello. Señora, yo daría cualquier cosa, lo que fuera, por ser parte de su vida. Por sentir el roce de su piel, por asistir al despertar de su mirada, por recibir cobijo en el asilo de su voz. Señora, yo daría cualquier cosa, lo que fuera, por sentirla mía. Pero usted tiene dueño. Le pertenece a otro. Es de otro. Y yo debo conformarme con verla pasar de lejos. Con permanecer atado a su pausado caminar, soldado a sus pasos, al galope de su risa. Con desearla desde siempre, con quererla a distancia. Señora, usted se ha convertido en una obsesión, en mi obsesión. Es una idea fija, un deseo permanente, un ansia interminable. Una visión que ocupa mis noches, que avasalla cualquier otra idea, que copa todos los espacios. Pero se que es solo eso: una ilusión, que siento lejana, inalcanzable, abolida, pues llegué tarde a su vida. Cuando me asomé a ella usted había marcado otro rumbo, transitaba otro camino, de la mano de quien pienso no la merece. 
Yo se que hay noches y también días, que ha llorado, que ha dejado pedazos de corazón en el pañuelo con el que enjuga sus lagrimas, lagrimas que empañan, sin manchar, su belleza. Y se también, porque lo he leído en sus ojos, que no se resigna a ese diario sufrir,  que no quiere seguir así, que intuye que allende los barrotes de su ventana hay otra forma de vivir, una manera distinta de amar, un torbellino de pasiones por sentir. Y también se que a fuerza de verme, sin mirarme, me he acercado a sus pensamientos. Por eso y porque se ha convertido en el centro de mi existencia le propongo que autorice a sus ojos que se aventuren dentro de mi, que le pida a su boca que pronuncie mi nombre, que le ordene a sus oídos que escuchen mi voz  y que me permita habitar sus fantasías. Y cuando eso pase, cuando conozca la intensidad de mi pasión, cuando entienda lo que siento por usted, estoy seguro que se dejará llevar, que poco a poco entrará en mi vida, permitiéndome formar parte de la suya para fusionarlas y convertirlas en una sola, en la nuestra, pero mientras eso no suceda yo seguiré siendo la sombra que se acuesta a su lado, esa que comparte su cama, Señora. EFO.
  



LOS EXTREMOS


Te vi alejar sin que hiciera ningún gesto para retenerte. En realidad quería que te fueras. Que salieras de mi ángulo de visión. Y cuando eso pasó, cuando ya dejé de verte, sentí una profunda tristeza. Recordé tus palabras que rebotaron sobre la piel de mi indiferencia. No era el mismo tono de tu voz, altanero, ofensivo, excluyente de hace algunos años. Ahora suplicabas, hablabas de perdón, de olvidar cosas, de volver a empezar. No te contesté. Te miré largo, profundo y tu, incapaz de sostener mi mirada, volteaste el rostro y te alejaste sin decir adiós. 
Siempre temí este momento. Te confieso que lo temía con la misma intensidad que lo deseaba. Intuía que algún día llegaría, que volverías arrepentida, golpeada, decepcionada, amargada a tratar de revivir lo pasado, lo que en algún momento nos unió.  Y ahora que llegó, no se si aborrecerlo o disfrutarlo. Ya no eres la misma. Sigues siendo bella, pero de tus ojos huyó la alegría. Lucen mustios, apagados, cansados de tanto llorar. Eres como una marioneta a la que se le rompió la cuerda y yace en el suelo, incapaz de levantarse, de volver a danzar, de volver a hacer reír. Yo tampoco soy el mismo. Todo el despecho, el resentimiento, el dolor que acumulé a lo largo de estos años despareció de repente, se esfumó. Ahora me siento vació, imposibilitado de disfrutar tu regreso, al que siempre consideré sería mi venganza, Ya no siento nada, ya nada me importa. Han sido muchas las noches en que vi cerrarse anillos de angustia en mi corazón para luego empozarse en mis ojos. Han sido muchos los días en que una mano invisible oprimió mis labios, obligandolos a tragarse mis voces. Con tu ausencia se abrió un parentesis  que ahora debo cerrar. Y ahora que todo terminó te confieso que me siento aliviado, es como si me hubiera desembarazado de un pesado fardo que oprimía mi espalda. Al fin me liberé de esa desazón, de esa sensación de desesperanza, de ansiedad que no me daba reposo, que minaba mi existencia. Al fin me libré de ti. Pero al contrarió de lo que siempre pensé no me siento feliz. Es como si  me faltara algo. Extraño tu ausencia. Esa misma ausencia que me obligaba a imaginar las mil y una formas de hacerte daño. De lastimarte, para que sufrieras lo mismo que sufría yo. No sabes cuantas veces, en mis desvarios, te imaginé disfrutando la felicidad que creía, me habías robado. No sabes cuantas veces juré vengarme, cuantas te maldije y con que intensidad te aborrecí. Y ahora que te has ido definitivamente, ahora que estoy seguro que nunca volverás, quisiera que nunca lo hubieras hecho, para poder seguir odiandote, pues sin eso, sin el placer de odiarte, ya no soy yo, sin mi dolor no me siento igual, no me encuentro, dentro de mi. Amor y odio son pasiones intensas, son placeres extremos.  Y mis extremos, pese a que me cueste reconocerlo, eres tu. Vuelve porque al irte te lo llevaste todo, te llevaste mi amor y mi odio... y tu también te fuiste . EFO


lunes, 17 de septiembre de 2018





ENTRE GUSTOS Y DESEOS



Me gusta haraganear de cara al sol, tendido  en la tierra, dejando que su calor convierta en pira mi cuerpo. Me gusta perder el tiempo conversando con la noche, hablando con la luna, contando las estrellas. Me gusta mirar el aleteo lejano de los pájaros en el cielo, envidiar su libertad, admirar su gracia al volar. Me gusta escuchar el bramido del mar. Ver como las olas chocan contra las rocas, despedazándose, convirtiéndose  en miles de gotas, para recomponerse y volver a chocar una y millones de veces más. Me gusta rondar los cementerios. Sentarme en sus bancos Visitar las tumbas, sentir el aroma de sus flores, disfrutar su silencio, hacerle compañía a los muertos.
A veces quisiera ser un perro errabundo, realengo, sin amo y sin correa para andar por los caminos, escalar montañas, descender a los valles, o una hormiga más de la larga caravana que, en ordenada  fila,  va al bosque a cortar hojas. Quisiera ser una abeja cualquiera para vivir entre las flores, cumpliendo mi obligada labor, recolectando polen para transmutarlo en dorado néctar. Yo quisiera ser un plateado pez de esos que surcan  veloces el agua semejando saetas de acero; de esos que habitan todos los mares,  todos los ríos; de esos que no tienen obligación alguna, que no le pertenecen a nadie, que no son nadie, sino ellos mismos. 
Me gusta ver caer la lluvia. Sentir su repiquetear en los tejados. Mirar como se desliza, formando láminas de agua, que van cubriendo todo. Me gusta la lluvia porque es una intrusa que viola todas los espacios, que no pide permiso para entrar. La lluvia es atrevida, osada, altanera. Me gusta el frío, me complace sentir como eriza mi piel.  El frío es  un manto que te tapa, pero no te cobija, no te protege, te arropa pero no te cubre. Es un invasor que poco a poco se posesiona de ti hasta ocuparte totalmente. Me gusta el viento, compartir  su furia, cuando convertido en vendaval azota sin piedad o sentir su suavidad, cuando convertido en brisa acaricia sin reposo. Me gusta la tarde cuando muere. Verla pintarse de colores para poco a poco ir fundiéndolos  hasta convertirlos en la suma de todos ellos: el negro. La tarde es una devoradora de matices, es una acuarela viva que muestra la belleza de sus tonalidades en su diaria danza con el tiempo.
Quisiera ser una mata de hierba para extenderme por todo el mundo, cruzar todos los caminos sin fronteras que me limiten, sin vallas que me detengan; para poder viajar sin pasaporte, sin visa, sin ninguna restricción. Ser universal, total, global.
Yo quisiera ser un grano de trigo para germinar, convertirme en otra cosa, crecer, frutificar y darle vida a otros seres, alimentar a muchos, servirle a todos. Quisiera ser el fuego, para alumbrar las noches, quemar con mi contacto, bailar al impulso del viento prisionero de la hoguera, adoptar mil formas, contorsionárme, multiplicarme, extinguirme  y renacer. Quisiera ser una flor para encerrar un dulce perfume y en delicado parto dejarlo escapar, salir, contagiando todo con su olor, plenando cualquier espacio, llenado cualquier ámbito. Quisiera ser una melodía, compuesta por cientos de notas, para rozar todos los oídos, llegar a todas partes, anidar en todos los corazones, despertar todos los sentidos hacer reír, llorar, gritar, gemir. Quisiera ser una hoja de otoño para liberarme de la prisión del árbol y en armonioso ballet, girar, subir, caer y quedarme quieta en el suelo para luego volver a empezar.
Me gusta que me guste todo eso. Quisiera no dejar de querer ser todo eso.  EFO



miércoles, 12 de septiembre de 2018




IDEAS, SOLO IDEAS


La hierba es una alfombra, de diversas texturas, que Dios extendió por la tierra para que amortiguara sus pasos y los hombres no sintiéramos su caminar, cuando deambulara entre nosotros.
Las nubes son un gigantesco e intrincado laberinto de algodón, fabricado  en el cielo, para dificultarnos hallar el camino que nos conduzca al Paraíso.
Cada día que amanece es uno más y uno menos en nuestra vida. Con cada día vivimos y morimos un poco, atrapados en esa paradoja que llamamos tiempo.
La luna es un tatuaje en la piel de la noche. Es una marca indeleble que muta su forma, repitiendo su diseño.
Luz y sombra son figuras antagónicas pero unidas en forma y fondo. Una no puede existir sin la otra, pues son consecuencias de un mismo acto.
Espacio y tiempo pareciera que se diferencian pero en realidad son una misma cosa. El espacio no existe si no hay un tiempo que lo encierre y el tiempo solo puede prevalecer habitando un espacio.
El pecado no es mas que una forma de transgredir las normas. Y las normas son reglas, códigos de conducta impuestos por cada uno para su propia observancia y la de otros. Pecar es entonces un acto de rebeldía.
Cada día y también cada noche la muerte visita sus apriscos. Tenebrosa, funambulesca siega con su guadaña lo que Dios sembró. La muerte es desesperadamente igualitaria.
El deseo es algo muy personal. Se desea lo que no se tiene, lo que se quiere tener. Cada quien tiene sus propios deseos y los siente de una manera particular, intima, propia. 
El miedo es temor a lo que imaginamos, a lo que pensamos nos va a suceder. Se teme a lo desconocido. Se teme a lo conocido.
¿Amor y odio son extremos? ¿O son lo mismo desde distintos puntos de vista?  Ambos son pasiones... solo pasiones.
La lluvia es un manto húmedo que  borra las huellas, equivoca los pasos, confunde los caminos. Su misión es perdernos.
La música es el sistema de medición perfecto. Nos da dimensiones de alto, bajo, ancho, grave, agudo, suave, lento, rápido. La música es todo, o mejor: todo se expresa a través de la música.
El mar es un piélago de angustia. Un pozo de desesperanza. Una inmensidad de llanto. Un abismo insondable, negro, profundo, engañoso, habitado por seres desconocidos, inamistosos, beligerantes, hostiles.
El viento es un dios multiforme, que a veces es iracundo y otras benévolo. Es brisa que acaricia o vendaval que azota. El viento es el transporte de los sueños... y de las pesadillas.
La noche es una capa de sombras superpuestas que ocultan, mimetizan, disfrazan, esconden todo. La noche es un velo negro que nos cubre, que se mete por la boca, que ocupa los oídos, que nubla los ojos.
El amor es una sensación extraña que nos idiotiza, que potencia los sentidos, que nos ilusiona, que nos duele. El amor es una enfermedad que nos contagia otro ser enfermo. 
La vida es un breve espacio de tiempo, o un pequeño tiempo en el espacio. EFO







lunes, 3 de septiembre de 2018





CARTA A UNA DESCONOCIDA


Desconocida amiga:

Hoy, al igual que todos los días, desde que tuve la suerte de compartir con usted un transito fugaz atrapados entre cuatro estaciones del Metro me encuentro  en la esquina próxima a su casa, esa marcada con el número 59 de la calle Colúmbia, de nuestra común parroquia Asunción.  Se que vive allí porque he seguido sus apurados pasos, desde el andén del subterráneo donde termina su diario viaje. No piense, por favor, no lo haga, que la espío con aviesas intenciones. Nada avieso puede ocurrirseme y si por alguna circunstancia así fuese bastaría con un pequeño ademán suyo para desarticular cualquier plan oscuro que insensatamente  pudiese haber concebido.
Hoy, se ha retrasado casi 30 minutos en llegar a la cita que unilateralmente, acordamos. Por mi no se preocupe. Estoy acostumbrado a esperar. Se pudiera decir que lo he hecho toda mi vida, o casi toda para ser más exacto. Pero pienso que valió la pena aguardar pues hoy, inadvertidamente, dejó que sus ojos se posaran en mi por un breve espacio de tiempo. Breve, para usted, pero eterno para mi. Sentí como si de repente se hubieran abierto las compuertas del cielo y todo a mi alrededor se hubiese iluminado. Y pensándolo bien, así fue. Todo se iluminó. Es increíble como un gesto tan pequeño, casi insignificante, y hasta trivial, puede producir efectos tan demoledores, porque eso fue exactamente lo que pasó: su mirada me demolió.
La vi alejarse y pese a desearlo intensamente fui incapaz de esbozar siquiera una sonrisa de agradecimiento. No pude, me quedé petrificado, así de grande fue el impacto que me causó su repentina mirada.
De regreso a casa he inventariado todos y cada uno de los hechos que el azar o la necesidad han producido entre nosotros y he llegado a la conclusión que me conoce, aunque no de trato y comunicación, pero  si de vista y pienso eso porque creo haber percibido en algunas ocasiones cierta inquietud; cuando pasa cerca de mi, siento que acelera el paso, respira agitadamente, se sonroja y una que otra vez, disimuladamente, ha volteado el rostro. Francamente me es imposible pensar que no haya notado mi presencia, dada mi persistencia en estar, aunque lejos, cerca de usted. Con eso me conformo, con creer  que ya sabe que existo y que además presiente que mi existencia está subordinada a una sonrisa, a una mirada, a un visaje de su cara, a una sola de sus palabras. Por cierto hasta ayer supe como era el tono de su voz. Quizás no lo recuerde pero usted llamó a alguien a quien identificó como María. Textualmente le dijo: María, espérame. ¡Dios!... fue como si un coro de ángeles cantara solo para mi. Que hermoso es el timbre de su voz. Su voz es dulce, musical, armoniosa. Me siento bendecido por haberla escuchado. 
Después de mucho pensarlo he decidido abordarla, salir de este forzado anonimato, pero no encuentro la forma de hacerlo, o mejor dicho, no reúno el valor suficiente para ello. Créame que he ensayado diversas maneras pero aún no he definido cual sería la más acertada, la que menos impresión le cause, la que  no rechace. Quería hacerlo hoy, pero ya ve, usted pasó, como todas las tardes, cerca de mi y no fui capaz de hablarle. Quizás lo haga mañana... pero mañana puede no ser nunca. Mañana es tan solo un adverbio de tiempo.
Al verla me pregunto como es posible que una sola persona pueda acaparar la mayoría de los adjetivos que califican lo bello. Porque así es usted: bella de píes a cabeza. Su cara, es un poema, su piel brilla, su cabello, cabalga sobre el viento, lanzando dorados reflejos, sus ojos destellan y sus labios prometen un beso que desde aquí luce como el único, el mejor, el  más maravilloso beso de todos los besos. Si, definitivamente estoy enamorado y como ya le dije solo espero el momento de poder comunicarle lo que siento, solo que hay un problema, un pequeño problema: no se su nombre, pero no dejaré que ese inconveniente nos separe. Le prometo que pronto, más pronto de lo que imagina, lo averiguaré y cuando lo sepa, entonces, y solo entonces, me atreveré, mientras tanto seguiré siendo una sombra, un fantasma...su sombra, su fantasma.  EFO.








CARTA A UN DESCONOCIDO



Apreciado fantasma:

Albertíco, el hijo de María la vecina, a quien sobornó con la promesa de una chupeta, me entregó su carta. Le confieso que he notado su presencia. Al principio con curiosidad, después con interés y ahora, con emoción y un poquito de temor pues no estoy segura de responder a las expectativas que se ha formado acerca de mi.  Mi nombre es Victoria, pero todos me llaman Vicky.  Ahora que  lo sabe espero cumpla lo prometido, se decida a hablarme y deje de ser mi sombra... mi fantasma.

PD.
Le dije a Albertíco que usted le daría dos chupetas, una por entregarme su carta y la otra por llevarle la mía. EFO

sábado, 1 de septiembre de 2018




CARTA A UNA CONOCIDA



Querida amiga:

Hoy siento la necesidad de escribirte, de contarte algunas cosas que se intuyes, sino conoces ya. Decirte esto me resulta difícil, muy difícil, pues temo marcar un indeseable distanciamiento entre nosotros, pero hoy la urgencia se ha vuelto insoportable y por más que lo intento no puedo contenerme. Amiga, estoy enamorado. Si, loca e irremisiblemente enamorado, perdidamente enamorado
Me ha cautivado un ser increíble al que veo a diario, al que saludo con un beso en la mejilla y un abrazo fraterno. Me ha subyugado esa forma tan suya de autorizar a su mirada que resbale sobre mi, escrutándome, adivinándome, autopsiándome. Me gusta el parpadeo de sus ojos, como los abre y cierra, como permite que el velo de sus pestañas los cubra totalmente, por breves segundos, para después  mostrarlos en toda su belleza. Estoy prendado de su forma de caminar, despacito, como contando los pasos, permitiendo que sus pies gobiernen sus caderas, imprimiéndole un movimiento rítmico, sinuoso, elástico, gatuno. Me encanta el juego de sus labios cuando muerden su sonrisa. Los entreabre, enseñando sus dientes blanquísimos, para luego cerrarlos, tragándose la risa, paladeándola, degustándola. Sus manos son tan expresivas como su cara. Revolotean al conjuro de sus palabras. Suben, bajan, se pliegan, se abren, señalan, ocultan. Me fascina la lucha de su cabello contra el viento. La manera en que el aire lo trabaja, configurando mil formas al hacerlo ondear sobre su frente. Me agrada ese mechón rebelde que inútilmente acomoda una y mil veces. Me apasiona ver como las gotas de agua hacen nidos en su cuello para luego precipitarse a la hondura de sus pechos. Me embriaga el tono de su voz. Esa vocecita ronca que a veces parece que suplica y otras que ordena. Particularmente me enloquece  su nariz, es respingadita, como la de un ratoncito y se abre ansiosa, buscando aire cuando la rabia le emponzoña el alma.
No quiero hablar de sus senos pues ya perdí la cuenta de las veces que quise dormirme acunado entre ellos, rodeado por sus brazos que se cálidos. No quiero ni pensar en sus piernas, que lucen largas, flexibles, duras, bellas, cuando caminando se aleja. No puedes imaginar como deseo amarrar mis manos al vórtice de su cintura para anidarme en su viente y desde allí, en loca carrera, alcanzar la gloria.
Me perturba su olor. Ella huele a mujer. A hembra ansiosa, lasciva, pero también huele a flores, a grama recién cortada,  a tierra mojada. Ella es la suma de todas las cosas que siempre quise tener y no tengo. Ella es más que un deseo, una ilusión, un sueño. Ella es algo que me luce inalcanzable por ser muy próxima, muy cercana.
Quizás ya sabrás de quien te hablo, pues tu la conoces, la conoces mejor que a cualquier otra y es por eso que me atrevo a pedirte que hables con ella, que le cuentes lo que te digo, que le preguntes si también ella siente ser algo más que mi amiga. Búscala. La encontrarás en el reflejo que te devuelve el espejo cada vez que en el te miras...  EFO.