sábado, 1 de septiembre de 2018




CARTA A UNA CONOCIDA



Querida amiga:

Hoy siento la necesidad de escribirte, de contarte algunas cosas que se intuyes, sino conoces ya. Decirte esto me resulta difícil, muy difícil, pues temo marcar un indeseable distanciamiento entre nosotros, pero hoy la urgencia se ha vuelto insoportable y por más que lo intento no puedo contenerme. Amiga, estoy enamorado. Si, loca e irremisiblemente enamorado, perdidamente enamorado
Me ha cautivado un ser increíble al que veo a diario, al que saludo con un beso en la mejilla y un abrazo fraterno. Me ha subyugado esa forma tan suya de autorizar a su mirada que resbale sobre mi, escrutándome, adivinándome, autopsiándome. Me gusta el parpadeo de sus ojos, como los abre y cierra, como permite que el velo de sus pestañas los cubra totalmente, por breves segundos, para después  mostrarlos en toda su belleza. Estoy prendado de su forma de caminar, despacito, como contando los pasos, permitiendo que sus pies gobiernen sus caderas, imprimiéndole un movimiento rítmico, sinuoso, elástico, gatuno. Me encanta el juego de sus labios cuando muerden su sonrisa. Los entreabre, enseñando sus dientes blanquísimos, para luego cerrarlos, tragándose la risa, paladeándola, degustándola. Sus manos son tan expresivas como su cara. Revolotean al conjuro de sus palabras. Suben, bajan, se pliegan, se abren, señalan, ocultan. Me fascina la lucha de su cabello contra el viento. La manera en que el aire lo trabaja, configurando mil formas al hacerlo ondear sobre su frente. Me agrada ese mechón rebelde que inútilmente acomoda una y mil veces. Me apasiona ver como las gotas de agua hacen nidos en su cuello para luego precipitarse a la hondura de sus pechos. Me embriaga el tono de su voz. Esa vocecita ronca que a veces parece que suplica y otras que ordena. Particularmente me enloquece  su nariz, es respingadita, como la de un ratoncito y se abre ansiosa, buscando aire cuando la rabia le emponzoña el alma.
No quiero hablar de sus senos pues ya perdí la cuenta de las veces que quise dormirme acunado entre ellos, rodeado por sus brazos que se cálidos. No quiero ni pensar en sus piernas, que lucen largas, flexibles, duras, bellas, cuando caminando se aleja. No puedes imaginar como deseo amarrar mis manos al vórtice de su cintura para anidarme en su viente y desde allí, en loca carrera, alcanzar la gloria.
Me perturba su olor. Ella huele a mujer. A hembra ansiosa, lasciva, pero también huele a flores, a grama recién cortada,  a tierra mojada. Ella es la suma de todas las cosas que siempre quise tener y no tengo. Ella es más que un deseo, una ilusión, un sueño. Ella es algo que me luce inalcanzable por ser muy próxima, muy cercana.
Quizás ya sabrás de quien te hablo, pues tu la conoces, la conoces mejor que a cualquier otra y es por eso que me atrevo a pedirte que hables con ella, que le cuentes lo que te digo, que le preguntes si también ella siente ser algo más que mi amiga. Búscala. La encontrarás en el reflejo que te devuelve el espejo cada vez que en el te miras...  EFO.

1 comentario:

  1. Buenísimas, me encanta la prosa de la Amiga y la Desconocida ... deberías presentarlas....

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