CARTA A UNA DESCONOCIDA
Desconocida amiga:
Hoy, al igual que todos los días, desde que tuve la suerte de compartir con usted un transito fugaz atrapados entre cuatro estaciones del Metro me encuentro en la esquina próxima a su casa, esa marcada con el número 59 de la calle Colúmbia, de nuestra común parroquia Asunción. Se que vive allí porque he seguido sus apurados pasos, desde el andén del subterráneo donde termina su diario viaje. No piense, por favor, no lo haga, que la espío con aviesas intenciones. Nada avieso puede ocurrirseme y si por alguna circunstancia así fuese bastaría con un pequeño ademán suyo para desarticular cualquier plan oscuro que insensatamente pudiese haber concebido.
Hoy, se ha retrasado casi 30 minutos en llegar a la cita que unilateralmente, acordamos. Por mi no se preocupe. Estoy acostumbrado a esperar. Se pudiera decir que lo he hecho toda mi vida, o casi toda para ser más exacto. Pero pienso que valió la pena aguardar pues hoy, inadvertidamente, dejó que sus ojos se posaran en mi por un breve espacio de tiempo. Breve, para usted, pero eterno para mi. Sentí como si de repente se hubieran abierto las compuertas del cielo y todo a mi alrededor se hubiese iluminado. Y pensándolo bien, así fue. Todo se iluminó. Es increíble como un gesto tan pequeño, casi insignificante, y hasta trivial, puede producir efectos tan demoledores, porque eso fue exactamente lo que pasó: su mirada me demolió.
La vi alejarse y pese a desearlo intensamente fui incapaz de esbozar siquiera una sonrisa de agradecimiento. No pude, me quedé petrificado, así de grande fue el impacto que me causó su repentina mirada.
De regreso a casa he inventariado todos y cada uno de los hechos que el azar o la necesidad han producido entre nosotros y he llegado a la conclusión que me conoce, aunque no de trato y comunicación, pero si de vista y pienso eso porque creo haber percibido en algunas ocasiones cierta inquietud; cuando pasa cerca de mi, siento que acelera el paso, respira agitadamente, se sonroja y una que otra vez, disimuladamente, ha volteado el rostro. Francamente me es imposible pensar que no haya notado mi presencia, dada mi persistencia en estar, aunque lejos, cerca de usted. Con eso me conformo, con creer que ya sabe que existo y que además presiente que mi existencia está subordinada a una sonrisa, a una mirada, a un visaje de su cara, a una sola de sus palabras. Por cierto hasta ayer supe como era el tono de su voz. Quizás no lo recuerde pero usted llamó a alguien a quien identificó como María. Textualmente le dijo: María, espérame. ¡Dios!... fue como si un coro de ángeles cantara solo para mi. Que hermoso es el timbre de su voz. Su voz es dulce, musical, armoniosa. Me siento bendecido por haberla escuchado.
Después de mucho pensarlo he decidido abordarla, salir de este forzado anonimato, pero no encuentro la forma de hacerlo, o mejor dicho, no reúno el valor suficiente para ello. Créame que he ensayado diversas maneras pero aún no he definido cual sería la más acertada, la que menos impresión le cause, la que no rechace. Quería hacerlo hoy, pero ya ve, usted pasó, como todas las tardes, cerca de mi y no fui capaz de hablarle. Quizás lo haga mañana... pero mañana puede no ser nunca. Mañana es tan solo un adverbio de tiempo.
Al verla me pregunto como es posible que una sola persona pueda acaparar la mayoría de los adjetivos que califican lo bello. Porque así es usted: bella de píes a cabeza. Su cara, es un poema, su piel brilla, su cabello, cabalga sobre el viento, lanzando dorados reflejos, sus ojos destellan y sus labios prometen un beso que desde aquí luce como el único, el mejor, el más maravilloso beso de todos los besos. Si, definitivamente estoy enamorado y como ya le dije solo espero el momento de poder comunicarle lo que siento, solo que hay un problema, un pequeño problema: no se su nombre, pero no dejaré que ese inconveniente nos separe. Le prometo que pronto, más pronto de lo que imagina, lo averiguaré y cuando lo sepa, entonces, y solo entonces, me atreveré, mientras tanto seguiré siendo una sombra, un fantasma...su sombra, su fantasma. EFO.
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