domingo, 30 de octubre de 2016



LOS CEMENTERIOS


Los cementerios son ciudadelas cerradas donde se facilita la entrada y prohíbe la salida. Son espacios habitados por seres que fueron alguien y que ahora son algo. Por gente que nunca se ve, ni se conoce, que no se comunica, que no hace ruido. Los cementerios son territorios  llenos de horas muertas, de tiempos idos, de sueños inconclusos, de ilusiones vanas, de largos adioses, de ayes lastimeros, de estatuas tristes. En los cementerios no hay ningún querubín risueño, ninguna virgen feliz, ningún ángel sonriente. Son lugares donde toda aflicción tiene su asiento y toda lágrima un lugar. Están poblados de recuerdos, llenos de lamentos, de amores terminados, de esperanzas fallidas. No hay letreros de bienvenida, todos están hechos para despedir, para recordar, nunca para recibir. Sus caminos no llevan a ninguna parte, todos mueren en los mismos sitios, todos se entrecruzan, formando calles que parecen cercos, que limitan los pasos, que atan los pies. En los cementerios solo se escucha el grito del silencio y el susurro del viento. Las palabras se musitan. Se habla en voz baja, se mira de soslayo, se escucha despacio. El silencio espeso, grueso, consistente, forma una bóveda que lo cubre todo, que lo llena todo, que lo ocupa todo. El viento, lastimero, quejumbroso, no silva, gime. A ratos pareciera que llorara. Se arrastra patrullando las veredas, contando las tumbas, inventariando las lápidas, pasando revista a los muertos. En los cementerios las flores tienen distintos colores, pero el mismo olor. Un olor característico, pegajoso, dulzón, triste, que se queda en la ropa y tupe la nariz. Los cementerios abren de día y cierran de noche. De noche nadie los visita. De día únicamente los que, en llorosas caravanas, van a despedir o los que poblados de añoranzas o remordidos de conciencia, se acercan a visitar. En los cementerios no sólo se sepultan cuerpos. Se entierran vanidades, amores, odios, orgullos, historias. Allí todos son iguales, están colocados en la misma posición: horizontal. En los camposantos no hay verticalidad. La diferencia la hacen la forma y dimensión del monumento que se erige encima de la tierra donde se asienta.
Me gustan los cementerios porque en ellos eres libre de decir lo que quieras. Nadie te pregunta, ni te ve, ni te escucha. Te sabes solo, pero te sientes acompañado. Puedes dejar que tu imaginación desande sus avenidas, se trepe a sus árboles, se siente en sus bancos. Puedes llorar a placer y estar triste, hablar contigo mismo, en voz alta, sin que te miren de soslayo o murmuren a tus espaldas. Todo eso está permitido. 
En los cementerios los muertos tienen algo en común: están vivos, pues la muerte es el fin de esta  vida, pero el principio de otra donde se vive en la memoria de pocos y se muere en el olvido de muchos.  EFO 


viernes, 7 de octubre de 2016





LA NOSTALGIA

Ayer encontré tus letras, esas que me escribiste, contándome tus cosas, cosas que solo a mi contabas y creeme, la vida se me oscureció de repente. Sentí como si un manto de ceniza me cubriera, como si un velo de niebla me envolviera. Es la nostalgia de no estar contigo, de haber perdido tu recuerdo en el paso de los días, con el discurrir del tiempo. 
Ayer me arrimé a tu puerta a descansar y se me ocurrió pedirte que le ordenes a tu boca, esa de risa de azúcar, que me llame, que le digas a tus ojos, esos de ala de cuervo, que me miren, que le pidas a tus manos, esas de dedos de lirios, que me toquen. Pero tu puerta estaba cerrada, no se abrió. Es la nostalgia de evocarte, de verte venir entre sueños, cubierta de pasado. Ayer la nostalgia se me escurrió por la piel y con ella volvieron las ilusiones como vuelve una fiera a su cubil, como retorna una cigüeña a su campanario, presurosas. La nostalgia me enseñó que la vida sin dolor no sabe igual, que el tiempo se hace viejo dentro de las gavetas cerradas. Ayer recordé aquellas noches en que mi mano se hacia garra, apretando el gorrión de tu mano y hoy me siento como un barquito de papel, a la deriva, a merced del agua que corre por el caño, impulsado por el viento que lo conduce a destino incierto.
La Nostalgia es un sueño que no sentimos llegar. Es como una mortaja de lluvia que nos cubre, que nos empapa el alma. Es querer volver a vivir lo vivido, estar donde estuvimos, sentir lo que sentimos. Es una sombra difuminada, una figura imprecisa de algo que ya fue, un deseo insatisfecho, una añoranza, un desasosiego, un dolor dulce que nos lastima, pero que queremos seguir sintiendo. Es como una flor marchita,  ya muerta, que nos empeñamos en revivir. La Nostalgia camina aferrada a los acordes de las viejas canciones, esas que ya nadie escucha; a las hojas amarillas de los libros antiguos, polvosos, esos que ya nadie lee; a las cuentas de los rosarios,  esas que ya no desgrana el que perdió la fe; al sepia de los fotografías,  esas que ya nadie ve.
La Nostalgia no es evocable. No podemos convocarla a placer, pues no obedece a nuestra voluntad, no se somete a nuestros deseos. Cuando llega plena nuestras estancias, ocupando todos los espacios como si fuesen suyos, como si fuese la dueña. Se aposenta en nuestro espíritu y allí se queda. Nos abandona cuando considera que debe irse. Y se va como llega; despacio, sin hacer ruido, sin aporrear la puerta, sin despedirse, sin anunciar su partida. 
Para unos La Nostalgia es un bálsamo que alivia su herida, para otros es la  herida misma que no tiene alivio.   EFO.  

jueves, 29 de septiembre de 2016




LOS INVISIBLES


Ellos están allí, pero no se ven. Existen, son, pero no revelan su presencia física, sencillamente porque no la tienen. No se pueden ver, ni oler, ni oír, ni sentir... son invisibles. 
Los invisibles son temores, miedos, angustias, recuerdos, ilusiones, deseos, que encubiertos bajo la forma de pensamientos nos asaltan de repente, cuando menos lo esperamos, cuando menos lo deseamos. Los invisibles son pedazos de nosotros que creamos en algún tiempo y que abandonamos en ese o en otro tiempo. Ellos viajan asidos a la memoria. Recorren las rutas de desamor, del miedo, de la incertidumbre, de la ilusión, de los sueños y en cualquier momento detienen su andar posesionándose de nuestra mente, permeandola, penetrándola haciéndose cargo de ella, obligándonos a enfrentarnos con nosotros mismos, instándonos a introinspecionarnos, a examinarnos, a vernos.
Los invisibles llegan sin previo aviso, sin convocatoria, sin invitación. Están en todas partes. Viven en lo que nos es más común. En lo que nos pertenece. Se esconden en el pliegue de un vestido, en la fragancia de un perfume, en una visión borrosa, en la suavidad de una caricia, en una lagrima contenida, en un te quiero apasionado, en un respirar fatigoso. Los invisibles forman parte de nosotros mismos, así no los queramos tener. Son como huéspedes obligados a los que debemos  atender cuando sus urgencias así lo demandan. Ellos no conocen de tiempos, ni saben de horarios. Son incapaces de discernir entre el día y la noche, entre el ocaso y el alba. Todas sus horas son iguales, por eso irrumpen en  cualquier momento, en cualquier lugar. Los invisibles son entes mágicos capaces de hacernos reír, llorar, o soñar. Nos pueden entristecer. Nos pueden hacer felices. Los invisibles no siempre son propiedad de una sola persona. Hay invisibles compartidos. Son aquellos que creamos conjuntamente con otro, o con otros. Esos nacen de un beso. De un llanto. De un grito. De un dolor. De un momento común. Pero pese a  no pertenecer en exclusividad a ninguno, dado su origen, cada uno de sus dueños lo siente de manera individual. Cada uno se apropia de él. Cada uno también tiene su peculiar manera de evocarlo, de sufrirlo, de vivirlo. Ese invisible, en particular, puede ser el más querido o el más odiado. El más deseado o el más temido.
Hay invisibles que nos llevan a otros espacios, a aquellos donde viven los sueños, los deseos más apetecidos, las más elaboradas fantasías. A esos los evocamos con más frecuencia, pues los sentimos como un bálsamo a nuestras penas, como un alivio a nuestros sufrimientos. Con ellos recordamos momentos gratos, que nos llenan de esperanza, que nos transportan a lugares donde queremos estar, que nos colocan en situaciones que queremos vivir. Con ellos sentimos que toda utopía es posible, que todo sueño es  realizable.
Los invisibles son compañeros sempiternos de ruta con los cuales estamos comprometidos a viajar. Ellos no nos abandonan nunca, ni siquiera a la hora de la muerte, pues mueren con nosotros. Dejan de existir cuando lo hacemos, pues son el hilo que nos ata a la vida. Están hechos de nuestra propia sustancia. Son nuestra materia, nuestra esencia. Son lo mejor y lo peor que tenemos. Lo mejor y peor que somos.
Lo invisible no es lo que no se ve, sino aquello que se siente.  EFO.

viernes, 16 de septiembre de 2016


TU...


Al abrir los ojos la noche se me vino encima. Se precipitó en mi alma, llenándola de oscuridad. La noche me secuestró la mirada. Intenté vanamente deshacer esa negrura, disipar esas sombras y entonces supe que estaba anochecido, herido de recuerdos, asaeteado de inquietudes. Entonces supe que mi mal, ese que me corroe por dentro, que  tiene nombre y forma, es terminal. Supe que mi mal eres tu. Tu que no dejas que mi alma repose, que mi mente se desfatigue, que mi cuerpo descanse. Tu que estás presente desde aquel día en que dijiste adiós, cuando te fuiste.Tu que estás presente desde aquel día en que dijiste hola, cuando llegaste. Tu que no permites que sobrevenga la calma. Tu que dueles dentro, muy dentro. A veces, casi siempre, quisiera regresar a ti, que es como retornar a casa, como atravesar una puerta cerrada. Pero no encuentro el camino. No hallo la senda, no cruzo el puente. Quisiera tener la osadía de un bandolero para rebesarte, remorderte, reposeerte, beber del vaso de tu boca, cabalgar tus caderas, entrometerme en tus sueños, vivir dentro de ti, pero no la tengo. Solo  tengo el recuerdo de tus ojos cuando se volvieron puñales, cuando me alcanzó el dardo de tu ira, de tu rabia, de tu odio, cuando le pusiste candado a mis deseos, a mi corazón. Todavía siento el balazo de tu voz intentando decir mucho y no pudiendo decir nada. Lo siento partir en dos mitades tu fragancia, dejándome ayuno de tu amor, huérfano de tu presencia, distanciado ya de ti. Como quisiera que tu mirada volviera a teñir de negro la mía y tu pelo oscureciera mis manos. De tanto evocarlos puedo recordar cada uno de tus besos. En particular ese largo, sostenido, mordelon, que casi hizo sangrar tus labios, que te abrió la puerta del placer, que encendió tu cuerpo, ese cuerpo al que desvistió mi mirada, antes que lo hicieran mis manos. Siento tu olor tupir, uno a uno, todos los poros de mi piel y tu respiración golpear mi cara. Escucho el sonido de tu risa al chocar con tus dientes. Te veo caminar a mi lado mirándome largo, sostenido. Remojo tu fotografía en mis lagrimas, pero es inútil,  no me ayudan a sostener el peso de mi soledad, y es entonces cuando empieza a llover dentro de mi. Uno muere con sus recuerdos, con su pasado A medida que las cosas que vivimos se van, desaparecen, uno se va, desparece también. Uno es uno y sus recuerdos. Los recuerdos son raíces que se propagan como varices, que se entretejen formando una malla impenetrable al punto que a veces resulta casi imposible separar uno de ese amasijo que confunde, que desorienta. El que todo ha perdido solo vive de sus recuerdos. Los evoca, los alimenta de deseos, los guarda con celo, los cuida como su más valiosa posesión. Yo guardo tus recuerdos intactos, como si nunca los hubiera tocado, como si nunca los hubiera acariciado, manoseado repensado. Tus recuerdos son como una sombra que me cubre, que me arropa. Con ellos me cobijo. Los veo venir uno a uno. Los siento llegar como llega la noche, despacio Como se cuela la luz por la rendija de un postigo, poco a poco. Me embeleso en su contemplación. Solo eso me queda de ti. Tu eres mi mal. Tu eres mi bien. Tu...   EFO.





LA ANGUSTIA

La angustia es como una tuerca que se enrosca dentro de ti  y te aprieta; te aprieta duro y no deja de apretarte. Es como un clavo que taladra tu mente. La perfora y no deja de perforarla. La angustia es una sensación de miedo, de presentir que algo malo va a pasar, pero no saber exactamente que será. Es como una premonición, un presagio de que una calamidad enorme, monstruosa está por venir, por cernirse sobre ti, por arroparte, por golpearte. La angustia es miedo a algo desconocido que está por suceder. La angustia nace de nuestras propias limitaciones, de las expectativas que tenemos frente a un hecho que ocurrió o que pensamos  va a ocurrir, producto de deseos o decisiones que tomamos o que tenemos que tomar. Es una sensación de impotencia que nos cerca, que no nos deja trascender. La angustia se apodera no solo de nuestra mente, sino también de nuestro cuerpo. Nos obliga a refugiarnos, a escapar de nosotros y de los demás. Se adueña de nuestras manos, obligándolas a temblar, de nuestra boca, impidiéndole hablar, nos desorbita los ojos, nos frunce el ceño, maniata nuestras piernas, acelera nuestro pulso, encabrita el corazón y nos llena de mariposas que revolotean en el estomago. La angustia es como un traje de hierro que nos queda estrecho, muy ceñido  y del cual no podemos escapar. La angustia es un peso que sentimos dentro de nosotros. Algo de lo que no podemos deshacernos por más que lo intentemos La angustia es incapacitante, atemorizante, temerosamente posesiva, desesperadamente acosadora. La angustia se va, pero deja huella. Nos marca, hace un nido dentro de nosotros para poder volver, en cualquier momento, a ocupar ese espacio Hay quien dice que la angustia desde siempre ha formado parte de nuestras vidas y es por eso que se hace presente, sin necesidad de convocarla de manera expresa; pero su presencia no es permanente, es transitoria. Se va a apenas cesan las causas que le permitieron llegar. Hay angustias individuales y angustias colectivas. Las primeras son producto de nuestros miedos, de nuestros temores, de aquello que nos azora. Son como presagios que nos llegan de repente para inquietarnos, para sembrarnos de malos pensamientos, de sensaciones que no podemos definir, pero que nos perturban. Las colectivas nacen de un sentimiento común. De repente, sin ponerse de acuerdo, hay una malestar general, una sensación de que algo va a suceder de manera inminente. De que se avecinan acontecimientos insospechados. No se sabe exactamente que es, pero se siente que está por llegar. Esa catástrofe que nos afectará a todos y de la cual nadie podrá escapar, se convierte en tema obligado de toda conversación, en pensamiento general. Nadie sabe que pasará y cuando será, pero para todos es un hecho cierto. Angustiarnos  es normal. Angustiar a otros es anti natural. Dejarse angustiar es perverso.  EFO

domingo, 4 de septiembre de 2016



EL NECESARIO SABER.


Hay cosas que nos cuentan, hechos que afirman suceden, pero que nos negamos a creer. Alguien me dijo que el mar se roba el azul del cielo para transformarlo en el verde que lucen en sus ojos las sirenas cuando se asolean en sus playas. No estoy muy seguro que esto sea cierto, pero lo que si es verdad es que las sirenas tienen los ojos verdes y se asolean en las playas desiertas, en aquellas a las que nadie va. Muchos las han visto. Siempre se ha dicho que los unicornios son azules, pero eso no es verdad, al menos no es una verdad absoluta. Hay unicornios, blancos, negros, violetas y hasta amarillos. Eso lo sabe todo el mundo. La gente se empeña en creer que los gatos son leones, panteras o tigres que truncaron su desarrollo y que los perros son lobos pequeños a los que no les terminaron de crecer los colmillos. Lo de los perros lo creo. Lo de lo gatos me resulta más difícil de aceptar, pues siempre he sostenido, basado en hechos científicos irrefutables, que los gatos son criaturas melindrosas, geneticamente cobardes, que adolecen de la valentía y el arrojo de los grandes felinos, de los cuales falsamente afirman descender. Hay quien dice que los rayos del sol y los de la luna son iguales, pues ambos provienen de astros. Eso es ridículamente falso. Entre ambos no solo hay una diferencia de color: unos son amarillos y los otros blancos, sino también existe una diferencia de temperatura: los del sol son fríos y los de la luna cálidos. Yo no creo en las cosas excluyentes. Dicen que la virtud y el vicio son incompatibles, que no pueden existir juntos, si esto fuera cierto como se explica que existan flores que viven a las orillas de pantanos pestilentes. Para ciertas personas el día y la noche son espacios de tiempo que se suceden sin intermediación. Eso es mentira. Entre el día y la noche media el ocaso. El ocaso no es el final del día ni el principio de la noche. El ocaso es otro tiempo, que tiene vida propia. He conocido personas que sostienen, sin ningún rubor, que la risa es potestad de la boca como la tristeza lo es de los ojos. Falso. Hay ojos que ríen. Y lo hacen cuando ríe el alma. Y hay bocas que lloran, que se niegan a la risa, que pliegan los labios, que enmudecen las voces. Y lo hacen cuando llora el alma. Hay cosas que pasan delante de nosotros, a cada instante, y no las percibimos. Las hojas muertas de los árboles, cuando caen, danzan en el aire. Pero no lo hacen al impulso del viento. Si las observamos cuidadosamente nos daremos cuenta que cada una tiene su propia coreografía, que van formado grupos y después se integran en un todo. La lluvia es la resurrección del agua que se evaporó y  luego condensó para volver a caer, para resucitar. Los caminos son intrusos que se meten en los pueblos, atraviesan los bosques, cruzan las sabanas, escalan las montañas para después reaparecer, como si nada hubieran hecho, como si no hubiesen violado intimidades o develado secretos. Los caminos son peligrosos, nos llevan a donde no queremos ir. Todo el mundo piensa que aquellas personas que son longevas lo son por sus buenos hábitos de vida, o por que así lo determina su propia naturaleza. Eso es por lo menos risible. Todo el mundo sabe que si alguien supera el promedio de años por vivir es sencillamente porque a la muerte se le olvidó reclamar ese espíritu. Las flores de las montañas forman rebaños que pacen en sus laderas y las de los cementerios lloran cuando las mece el viento. Eso no está en discusión como tampoco que las hendijas son ranuras que taladra la luz para espiar por puertas y ventanas y que la muerte comienza con una invasión de noche en la mirada. Y sepan todos que nacer no es empezar a vivir, es empezar a morir.  EFO

domingo, 21 de agosto de 2016


EL DESARRAIGO.


Desde hace tiempo, y hoy con más intensidad, siento una sensación de desarraigo, de no pertenecer a ninguna parte. Camino por las mismas calles, veo a la misma gente, pero se que no pertenezco allí. Es como si de pronto el hilo que me ataba a esos sitios se hubiera roto. Como si estuviera, al igual que un papagayo, a la deriva, en brazos del viento, sin cable a tierra. Todo me es familiar, pero no tengo ningún sentimiento de pertenencia, de apego. Pareciera que de pronto algo  me arrancó de mi urbana cotidianidad. Recuerdo las calles del barrio donde nací. Esas que alguna vez sentí mías y se que ya nada me une a ese lugar. Repaso los sitios donde he vivido, los que he visitado, los que he habitado y la misma sensación de vacío se apodera de mi. ¿ Por qué el desapego? Nada ha cambiado en esos espacios, al menos nada importante. Están casi iguales a cuando los dejé, pero dejaron de pertenecerme. Presiento que el mal está en mi. Crece dentro. Es un bicho que se alimenta de mis angustias, de mis temores, de mis miedos. Es un bicho que se incubó en el pasado, que nació en el presente y que amenaza con expropiar mi futuro. El desarraigo, esa sensación de no pertenecer a ninguna parte, de no sentirse bien en ningún sitio, es un hueco en el alma, un hoyo insondable  al que nada llena. Uno no advierte su llegada hasta que en un día cualquiera, en una hora indeterminada sientes que no estás, que te has ido y no sabes a donde. Tu primer impulso es tratar de reubicarte, de posicionarte de nuevo, de volver al mapa en el cual te has movido siempre, donde siempre has estado. Pero el esfuerzo es vano. No encuentras el camino. Desconoces la ruta. Extraviaste la senda y ya no puedes volver.  Es entonces cuando un sentimiento de desamparo se adueña de ti. Sientes el vacío bajo tus pies y sabes que empezaste a caer y que no te podrás detener. No hay nada a lo cual aferrarse. No existe algo que detenga tu caída, que te vuelva a colocar en posición. El desarraigo llegó. Como llega la muerte, de repente, o poco a poco, no importa como. Llegó.
Y ahí estás, como yo: confundido, asustado, desorientado, sin saber que hacer. Todas las coordenadas que te servían de referencia se han borrado. De repente te convertiste en un paria. Sin lugar de origen, sin casa donde refugiarte, sin veredas que recorrer. Y comienzas a vivir una nueva vida. Una que tienes que hacer, a la que tienes que construir con pedazos de ti mismo, pues de la anterior, de esa que fue la tuya, ya no queda nada. El desarraigo se la llevó. Camina, camina, empieza a caminar de nuevo...quizás otros te encuentren.  EFO.

sábado, 6 de agosto de 2016


MAELO... Sacude zapato viejo.

De las tumbas quiero irme no sé cuando pasará. Las tumbas son pá los muertos y de muerto no tengo ná.
Así cantaba alla por 1962, cuando pagaba cana en Las Tumbas, una cárcel en Kentucky que tiene cuatro pisos bajo tierra y a donde llevó la justicia yanki, esa que rige en Puerto Rico, al Sonero Mayor, Ismael Rivera, acusado de traficar drogas, porque los gringos le encontraron unos tabaquitos en su equipaje, que él nunca dijo que no  fueran suyos, muy al contrario siempre afirmó que eran para su consumo personal.
Isamel Rivera, Maelo para todo el mundo, El Sonero Mayor título que no le pudo discutir nadie, ni siquiera alguno de los grandes como Hector Lavoe, Cheo Feliciano, Ismael Miranda o Justo Betancourt, nació en San Mateo de Cangrejos, Santurce, Puerto Rico el 5 de Octubre de 1931 y murió en Santurce el 13 de Mayo de 1987.
Desde muy chiquitico le daba con furia a las latas, convertidas en conga por su imaginación. Eso lo hacía de siempre, salvo en los poquitos ratos que iba a la escuela, institución que abandonó muy temprano para meterse a limpiabotas, con una caja que le hizo su padre, quien era carpintero, pues algo había que llevar para la casa.
De lustrar zapatos pasó a ser albañil, de la mano de su abuelo quien le pagaba 38 mil pesos por tirar mezcla fina; pero nunca dejaba la conga y desde siempre afinaba garganta, tocando y bailando en la Calle Calma con su amigo, hermano y compadre, Rafael Cortijo.
En 1948 son contratados los dos, inseparables, el uno con el otro, para tocar en el Conjunto Monterrey; Maelo como congero, para algo sirvieron las latas, y Cortijo como bongosero.
En 1954 se unen en una agrupación: Cortijo y su Combo, con el cual Ismael graba 17 discos... Ya volaba alto.
A su salida de la cárcel se va a Nueva York y funda su propia orquesta: Los Cachimbos, consolidándose  definitivamente como solista al grabar 11 discos. Quería experimentar otra cosa lejos de la bomba, la plena y la conga.
De esos años son Las Caras Lindas, De todas maneras rosas y el Nazareno, canción que surgió de un encuentro cara a cara, según contaría más tarde, con El Nazareno de Portobelo, en Panamá, devoción que lo llevaría a peregrinar desde 1975 hasta 1985 hacia la ciudad porteña tras los pasos del hijo de Nazaret.
Isamel Rivera fue sin duda un gigante de la canción popular de estas tierras, su fraseo, su manera de cortar el son para entrarle con la clave y volver después a frasear sin perder el compás; y su cadencia que hacía que en muchas ocasiones su voz sonara como un instrumento, lo hicieron único en su género. Era un sonero, una gran sonero... el Sonero Mayor. Siempre fue acertado al escoger su repertorio, convirtiendo cada pieza, gracias al sortilegio de su voz, en algo personal, íntimo para sus fans.
A mediados de los 80 su fama comenzó a declinar. Perdió la voz. Siempre se dijo que eso fue consecuencia de la depresión en la cual se sumió a raíz de la muerte de Rafael Cortijo, para otros la verdadera causa fue un cáncer que se instaló en su garganta. El nunca negó, ni afirmó ninguna de las dos versiones.  Alejado de los escenarios retomó sus pasos y volvió a Puerto Rico, a su Calle Calma, a la misma casita que compartió de niño con su madre y hermanos. Y allí se quedó.
El 13 de mayo de 1987 a las 5,20 de la tarde se detuvo su corazón, su mamá, Doña Margot, lo sintió ir. "Estaba sentado a mi lado, viendo comiquitas en la televisión, cuando dejó de respirar, se quedó en mis brazos... dos segundos me duró..." 
La misma  multitud que  lo acompañó cuando los gringos lo llevaban preso a Las Tumbas, siguió su ataúd al cementerio, cantó sus canciones y roció de lágrimas su Tumba, la de él.
Ahora quien sabe donde anda. Algunos de sus viejos amigos, Tito, Jhonny, Hector y hasta el mismo Daniel afirman haberlo visto tirando pasos con Rafael Cortijo, en noches de toque, rumba, caña y chicharrita.  Es probable que así sea... de El Brujo de Borinquen todo se puede esperar.
Sacude zapato viejo... Ecuajei.    EFO.


CELIA CRUZ: dile a tu nuevo querer.


Ursula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alonzo, Celia Cruz, para sus amigos y admiradores que fueron todos los que alguna vez la escucharon cantar, nació en La Habana, Cuba el 21 de Octubre de 1925 y murió en New Jersey , Estados Unidos, el 16 de Julio de 2003.
Nacida en un hogar pobre debió compartir su infancia con tres hermanos a los cuales, siendo pequeña todavía, les compró sus primeros zapatos cantando para los turistas en el Malecón de La Habana.
De El Malecón pasearía su incipiente arte por los programas de aficionados de Radio Progreso y de la MQ, espacios que compartía cantando sones en Las Corralas Habaneras y viendo bailar a la gente a través de las ventanas de los cafés. Pero ella estaba reservada para algo más. Se inicia profesionalmente en una pequeña orquesta de su ciudad natal que animaba fiestas familiares y de vez en cuando tocaba en un guateque. En 1954 ingresa a la Sonora Matancera, agrupación con la cual pasó 15 años alternando con figuras de la talla de Celio González, Daniel Santos y Bienvenido Granda, entre otros. En la Sonora conoció a su futuro esposo, Pedro Knigh, trompetista de la orquesta y con quien estuvo casada hasta el momento de su muerte.
El 15 de Julio de 1960 sale de Cuba en una gira con la Matancera y decide radicarse en México, tomando distancia con la Revolución Cubana. No volvería a su país hasta 1990.
En 1965 abandona la Sonora y comienza una brillante carrera como cantante independiente, grabando para diversas orquestas bajo la dirección de los grandes maestros de la salsa, como Tito Puente, Jhonny Pacheco y Boby Cruz.
¿Cuantos discos grabó Celía Cruz? La cifra exacta no se conoce. Todavía sus biógrafos no se ponen de acuerdo sobre la cantidad, pero la verdad es que fueron muchos, quizás más de 200. Solamente con La Fania, agrupación a la que ingresa en 1974 grabó 20 LP. Antes de La Fania, sin incluir los discos en formato de 78 revoluciones, que no se sabe exactamente cuantos fueron, quizás haya grabado otros 100.
¿Cuantas condecoraciones, premios placas y reconocimientos recibió?. Tampoco se sabe, pero quienes la conocieron de cerca afirman que en su casa de Nueva York había dos grandes salones destinados a albergar estas distinciones.
Celia fue sin duda una de las cantantes más emblemáticas y representativas de la música popular latinoamericana. La Reina de la Salsa, como se le conoció en la etapa final de su carrera, alternó con los mejores y destacó sobre todos ellos. Mujer de carácter afable, risa fácil y muchos cuentos. Muchos no se explican como una dama, pasados los 70 años, podía bailar como ella lo hacía sobre una tarima. El secreto estaba en sus sanos hábitos de vida y en sus zapatos diseñados con forma de plataforma que le permitían mantenerse inclinada sin sufrir los rigores de los tradicionales tacones. Nunca bebió, ni fumó, se ejercitaba diariamente y dormía por lo menos 8 horas al día.
Celia fue anticastrista por convicción: ... a Fidel no le perdonaré nunca que ni siquiera me dejó entrar a Cuba para enterrar a mi madre..."  Óyeme tu, dile que por mi no tema. 
Celia fue grande porque todo lo hizo a lo grande, incluyendo sus funerales y decimos sus, en plural, porque fueron dos: uno en Miami, ciudad a la cual pidió, antes de morir, que fuese trasladado su cadáver para despedirse de sus miles de compatriotas, radicados allí, y el otro en Nueva York, donde finalmente descansan sus restos en el cementerio del Bronx. En ambos velatorios los alcaldes declararon duelo en sus ciudades por su fallecimiento. Su cadáver fue paseado, en una urna de madera y cristal, por las calles de Nueva York y Miami que permanecieron cerradas al tráfico para rendirle merecido  tributo a la Guarachera de Oriente.
Celia murió como consecuencia de una agresivo cáncer en el cerebro; en su ataúd hizo colocar un puñado de tierra... de la tierra de su país que trajo de Guantánamo en 1990, única vez que Fidel le permitió el ingreso a su patria... Azucar.  EFO.

jueves, 4 de agosto de 2016


LA LUPE... a su manera.


"...Lupe Victoria, una mulatica flaquita que cantaba y bailaba por las esquinas del Barrio San Pedrito, en la Provincia de Santiago de Cuba, donde nació, desde muy chiquita amó la música..." Su padre, Tirso Yoli Michel era un hombre de mal carácter que trabajaba en la fábrica de Rón Bacardi y a quien no le gustaba que su hija se dedicara a cantar y por eso la obligó a estudiar para maestra, matriculándola en la Escuela Normal. Su madre, Paula Raymond Solera, era una mujer autoritaria, que sabía  como imponerse, tratando de corregir los excesos de su hija, pero ella no le hacía caso a ninguno de los dos. Seguía en lo suyo. Desde pequeña fue espontanea e irreverente. Su primera aparición pública la hizo como aficionada en un programa que se transmitía por la emisora CMKW. El timbre de su voz y lo sensual de sus movimientos cautivaron al presentador, quien la contrató para que bailara y cantara en el Cabaret Copa Club de Santiago.
Entre boleros, guarachas y guaguancos llega a La Habana con una maleta de gritos y gemidos como equipaje. Poco a poco se abre camino y ya para 1960 graba, con el sello Discuba, su primer LP, que lleva por título Con el diablo en el cuerpo.
Su forma de interpretar era original, llena de trucos, hiriente y desgarradora. Tanto quería a la música que un día dijo que cantar para ella era como hacer el amor, ente más pasión le ponía, mayor era el deseo, y por eso se entregaba totalmente, revelando sus arranques de locura tirándose al suelo, rompiéndose el vestido, quitándose los zapatos, convulsionado, llorando, gimiendo. En el paroxismo se arañaba la cara, se mordía manos y brazos y cada vez que podía aporreaba al pianista. Se transformaba. Así era su puesta en escena.
Su manera de ser le ocasionó, de siempre, muchos problemas. En la época de Batista escandalizaba a la ortodoxia musical y a la alta sociedad habanera. En los tiempos de Fidel no le aceptaron lo que llamaron sus actitudes irreverentes y marginales.
Fidel nacionalizó las clubes nocturnos, incluyendo La Red, donde cantaba La Lupe. De Cuba salió, según contó ella misma, con dos falditas y una blusa que tuvo que pedirle a la costurera, que se las arreglaba, pues tenía que irse ese mismo día.
Se radica en Mexico y de allí viaja a Miami y luego a Nueva York. En la Gran Manzana canta en la calle, canta en  las plazas, canta en los bares, por 30 dolares la noche. Y en los bares, en la calle, en las plazas, la vió por vez primera Jhonny Pacheco, quien quedó fascinado por su talento y temperamento. Muy pronto se corrió la voz en el centro de Mahattan, que había una mulata que ponía a bailar a los muertos. Su voz, sus movimientos y su escultural cuerpo causaban sensación. La Lupe, era una mujer exhuberante, alta, de grandes senos, piernas largas, cintura estrecha y boca golosa. Su amistad con el maestro Pacheco se consolido rápidamente al punto que era común verlos compartir tarima, cantando y bailando a duo. 
El éxito le vino de la mano de Mongo Santamaria. Era imposible que la fortuna no le sonriera.  Y no pasa mucho tiempo en aparecer Mongo Introduces La Lupe. Ese disco vendió más de dos millones de copias y acaparó numerosos premios. Comienzan a actuar juntos en los lugares de moda: El Apolo, El Triton, El Palladium, donde es presentada como la estrella del momento. Abandona a Mongo para unirse a la agrupación de Tito Puente. Con el Rey del Timbal graba varios LP, pero su éxito más rutilante ente el publico hispano lo consigue con La excitante Lupe canta con el Maestro Tito Puente. Canciones como Que te pedi, Adios, La Tirana, Yo soy como soy, la catapultaron al panteón de los cantantes.
La Lupe ya es una figura consagrada que viaja a numerosos países y se presenta en los mejores escenarios. Fue la primera vocalista latina que actuó en el Madisón Square Garden.
La unión con Puente continuó hasta la grabación de los discos Homenaje a Rafael Hernandez y The King and I. En 1968, en medio de una grabación Tito, cansado de sus extravagancias y locuras, la despide. Eso quedo grabado en el tema Oriente donde La Lupe canta: " Ay, ay, ay, Tito Puente me botó". Su salida de la banda la sume  en una profunda depresión que trata de evadir con drogas y alcohol. Para esa época su esposo Willie Garcia  desarrolla un cuadro esquizofrénico que la obliga a gastar grandes sumas de dinero en tratamientos médicos, todo ello aunado a sus costosos hábitos  hacían, que por ejemplo, gastase 20 mil dolares, que ganaba en un concierto, en un abrigo de piel o en un nuevo juego de muebles. Su estrella comienza a palidecer. Ya casi nadie se atreve a contratarla debido a los rumores que circulaban sobre sus actitudes violentas y su tendencia al consumo de drogas, irritabilidad y arranques de locura. Sus boleros y guarachas estaban pasados de moda. La Salsa, era el nuevo ritmo que se imponía. Nunca se integró. No pudo subirse a ese autobús. Su sol declinó y el ocaso dio paso a la oscuridad. Poco a poco se vio obligada a vender todo lo que tenía: sus carros, joyas, abrigos de vison y hasta la mansión de Nueva Jersey valorada en 185 mil dolares y que había pertenecido a Rodolfo Valentino. Se mudó a Puerto Rico, pero al poco tiempo regresó a Nueva York.
En 1984 un accidente domestico la dejó invalida. Al colgar una cortina en su apartamento cayó estrepitosamente, lesionándose la columna vertebral, hecho que la amarró a una silla de ruedas por algún tiempo. Ese mismo año su casa fue consumida totalmente por un voraz incendio sumiéndola en la miseria total, sobreviviendo gracias a la ayuda de la beneficencia y a los pocos amigos que le quedaban.
Pasó a vivir en un sótano en malas condiciones y terminó en un albergue para vagabundos en la misma ciudad que una vez la amó. En 1986 el Estado de Nueva York le otorga un apartamento en el Bronx y asume el costo de la operación que la hace volver a caminar.  Se matricula en la universidad, según confesó más tarde, para utilizar el dinero de la beca para comer.  Pasada de peso, coja y mal vestida nadie la reconocía. Uno de sus compañeros de aula le preguntó: "Usted, que tiene una voz muy linda, ¿canta? A lo que ella respondió: si, me gusta cantar".
La Lupe siempre fue santera, hasta que conoció al Señor y entonces "me convertí al evangelio;  mi Dios me salvó" Un día al asistir al culto las manos del Pastor se asentaron en su espalda. Se desmayó y cayó al piso. Cuando despertó se levanto sin dolor y comenzó a correr y saltar por toda la iglesia. Dedicó el resto de sus días a la Iglesia Pentecostal El Fin Se Acerca, componiendo y cantando canciones de corte religioso.
La Lupe, se casó tres veces, tuvo dos hijos,un varón y una hembra, Rene y Rainbow García, quienes llevan tiempo tratando de recuperar los derechos de autor y las regalías de su madre.
Lupe Victoria murió el 28 de Febrero de 1992, mientras dormía a los 53 años de edad en su pequeño apartamento del Bronx.
De ella quedan 25 álbumes, gratos recuerdos, un vasto anecdotario y una calle en Nueva York llamada La Lupe Way, en la 140 Este, entre las Avenidas St. Anns y Cypres.
Sus restos reposan en el Saint Raymond Cementery en Nueva York, bajo una lápida, cubierta de flores y cartas, que dice:  Lupe Yoli (La Lupe) Recuerdo de tus hijos y admiradores. Mi Dios me lo ha dado todo. 23- 12-1939 ---- 28- 02- 1992.
La Lupe fue una cantante completa, capaz de interpretar con soltura varios géneros musicales. Atacaba con gracia la guaracha y el guagunaco, pero donde mejor se apreciaban sus dotes era en los boleros.  Con su voz cálida, melodiosa, rica en matices llenaba los espacios donde actuaba, despertando sentimientos encontrados en quienes la escuchaban. Su manera tan peculiar de interpretar los boleros llegaba al alma. Sus boleros eran una mezcla de dolor y amor, de reclamo y suplica. Su canto era meloso, pegajoso pero a la vez acariciante. Fraseaba con habilidad e imponía con su extraordinaria expresión corporal. 
Muchos dicen que La Lupe murió por falta de amor, otros que su corazón no aguantó tanto dolor, nosotros preferimos creer que murió como siempre vivió: a su manera. EFO.

viernes, 22 de julio de 2016



LOS AMORES


Los amores son  pedazos del corazón. Trozos del alma. Los amores son sentimientos que nacen al calor de deseos compartidos, de sueños comunes, de mutuos intereses. Los amores crecen dentro de nosotros, casi sin darnos cuenta, a veces sin que lo queramos. Los amores copan nuestros espacios, llenándonos de emociones, cubriéndonos de sensaciones. Los amores se tienen y se desean. Los primeros se viven entre dos. Los compartimos. Los segundos nos pertenecen a nosotros solos. Son como cartas nunca leídas por su destinatario. Con los amores, con esos dos amores, los Tenidos y los Deseados, llenamos nuestras vidas. EFO


LOS TENIDOS 


Los amores que hemos tenido, que hemos vivido, que hemos compartido son jirones de vida que  creemos haber dejado abandonados a la vera del camino. Los amores que vivimos, esos que nos hicieron temblar de emoción al solo aliento de un nombre. Esos que nos embotaron los sentidos, que nos marcaron como única ruta la senda del ser amado, esos amores no nos abandonan nunca. Siempre viven en nosotros. Están en nuestros recuerdos. Moran en nuestra mente. Son como pasajeros con los cuales compartimos un viaje, un destino. Siempre están presentes, aunque no los estemos viviendo. Están allí escondidos, camuflados. Basta el olor de un perfume, el color de unos ojos, el cascabel de una risa para que se avive su recuerdo. Para que se hagan presente, para que renazcan de nuevo. Esos amores, los tenidos, son inolvidables. No los podemos desterrar. No los queremos olvidar. Son imposibles de extrañar. Esos amores nos asaltan cuando menos lo pensamos, cuando menos lo esperamos. Llegan envueltos en el aire, cubiertos con la noche. Al abrigo de las sombras. De cara al sol. Confundidos con la lluvia. Y cuando lo hacen se quedan por un tiempo, largo o corto, no importa, se quedan. Ocupan su propio espacio invitándonos a evocar situaciones vividas. Haciéndonos recordar lugares y épocas, donde compartimos algo más que un beso, que una caricia, que un te quiero. Vuelven para hacernos soñar de nuevo. Para acariciarnos con la olvidada tersura de una piel, con el roce de unos labios, con el mordisco del deseo, con el desenfreno de la pasión. Esos amores, los tenidos, siempre están allí. Acompañándonos. Vigilando nuestros pasos, adosados a nuestros cuerpos como una sombra. Son indivisibles de nosotros. Su existencia no se negocia. Viven por derecho propio. Porque alguna vez, por siempre cercana, fueron lo más importante. Coparon todo el ámbito de nuestra existencia. Eran nuestro único objeto y razón de ser. Nos inundaron de pasión. Nos embelesaron el alma. Nos subyugaron con su encanto. Esos amores, los tenidos, todos ellos, siempre serán nuestros amores, los que tenemos, los que queremos, los que sentimos, los que no olvidaremos. Porque esos amores somos nosotros... nosotros mismos. EFO.


LOS DESEADOS 


Son los que queremos tener. Esos que nos hacen soñar. Que nos despiertan de noche, que se adueñan de nuestras fantasías, que nos amarran a una visión. Son amores que queremos y no tenemos. Son los que deseamos inspirar. Los que queremos que nos correspondan. Los que forman parte de nuestras apetencias más intimas. Esos amores nos envenenan el alma, nos acosan. Esos amores son imposibles de poseer. Esos amores se nutren de los sueños,  viven en las fotografías,  en los compases de una melodía, en el cerrar de la noche, en el despertar de los días, en los colores de un arcoiris. Esos amores acarician como la brisa. Mojan como la lluvia. Rasguñan como el frío. Cortan como una navaja. Matan como un flechazo. Esos amores están dentro de nosotros. Algunas veces escondidos, otras manifiestos. Esos amores son siempre perseguidos y nunca alcanzados. Son huidizos. Esos amores nos atenazan el corazón. Nos cortan la respiración. Encabritan nuestros sentidos. Esos amores se hacen obsesivos. Se vuelven posesivos. Esos amores nacen de una mirada. Del taconeo de unos zapatos al cruzar una esquina. De un visaje del rostro. De un parpadeo de ojos. De un cimbrear de cintura. De la visión de un cuerpo palpitante. De una ráfaga de pelo hiriendo el aire. Esos amores se quedan en nuestros recuerdos. Esos amores pueden ser muchos, pero también puede ser uno solo. Esos amores viven ocultos de la persona amada. Son desconocidos por ella. No forman parte de sus pensamientos. No están en la esfera de su conocimiento. Esos amores, a veces, son distantes. Existen en tiempos y espacios remotos.  Esos amores forman parte de nuestras vidas y  mueren con nosotros. Esos amores, los deseados, son amores sentidos, largamente acariciados, siempre apetecidos, pero nunca consumados. EFO.

EL ESPEJO

Desde hace algunos días cada vez que me asomo al espejo siento como si alguien me mirara. Es una sensación extraña. Me parece que estoy siendo  observado, escudriñado, espiado. Se que hay otra realidad allende el vidrio. Detrás del espejo hay algo que me mira. Me detalla. Me devuelve una imagen distinta de mi. Me dice lo que soy en realidad. Esa imagen, que veo o que creo ver, refleja mi peor lado. Ese que mantengo oculto. El que no le enseño a nadie. El que disimulo, el que escondo. Esa imagen es una copia exacta de mi. Hay veces que aparece oscura, casi negra. En esos momentos me revela la maldad que anida en mi alma. Mis mezquindades, mis egoísmos, mis deseos malsanos. Cada vez que una nueva mácula aparece siento que es copia fiel de un pecado cometido. Cada vez que muestra una nueva arruga se que es la marca de una acción vil. Hay momentos en que se cubre de una patina roja, dejando traslucir mis pasiones, mis deseos, mis apetencias, mi insaciable sed de lujuria, de placer. En otras ocasiones es borrosa, difuminada, desvaída, mostrándome mis indecisiones, mis temores, mis angustias, mis miedos. Esa visión me asusta. Me atemoriza. Cuando aparece instintivamente me retiro del espejo. Vuelvo la cara. Le doy la espalda. Todavía no he reunido el suficiente valor para enfrentar lo que me muestra, lo que me dice. Hay días, mañanas más bien, en que al asomarme al espejo este se tiñe de azul, enseñándome lo bueno que hay en mi. La felicidad que he dado a otros. La bondad de mi accionar. Lo beatifico de mi conducta. Pero ese color pronto desparece para dar espacio a un gris borroso, ceniciento, que me muestra lo que puede haber hecho y no hice. Lo que empecé y no concluí. Mi abulia, mi falta de voluntad. Mi ausencia de carácter. 
Hay noches que no quiero verme en el espejo. Temo que me recuerde lo malo que hice ayer. Que denuncie mi pecado más reciente. Que me eche en cara mi conducta. Cuando eso sucede me arrepiento, hago contrición y prometo no volver a pecar.  Pero pronto olvido lo prometido y vuelvo a caer. Hay momentos en que me siento optimista, y me acerco sin temores, resuelto a enfrentar mi realidad. El espejo se viste de colores y me pasea por mi existencia, la presente y la pasada. Es como un libro abierto, como un registro. Poco a poco el espejo se ha convertido en un vicio, en una obsesión recurrente. En algo aditivo que me obliga a mirarlo. A veces he pensado en destruirlo, en romperlo en mil pedazos. Pero no me atrevo. Tengo miedo de hacerlo, pues temo quedarme sin mi falsa conciencia, sin que nada me paute. Siento que se ha transformado en una especie de oráculo, de mensajero del futuro. Predice lo que seré si persevero en determinada conducta. De algún modo me señala el camino a seguir. Al contraponer mis acciones, me indica cual será el resultado, cual será el Saldo, entre el Debe y el Haber de mi vida.
No se como termine esto. Me niego a ser gobernado por un ente distinto a mi mismo, pero siento que he cedido a mi adicción, que soy su esclavo. No se si al final me decida a destruirlo, y lo haga, o más bien sea  el que me destruya a mi, pero si de una cosa estoy seguro es que alguien debe enseñar a los espejos a mentir. EFO.

sábado, 16 de julio de 2016




LOS FANTASMAS

Anoche, al cerrar la puerta, sentí que algo la traspuso. Al atardecer, al abrir el armario, me golpeó el hálito de un vaho. Hace días que siento una presencia extraña, difusa, intangible. Es como si alguien me hiciera compañía. Estuviera cerca de mi, amarrado a mi sombra. Es una sensación rara, incomoda. Es sentirse acosado, involuntariamente acompañado, sospechosamente  vigilado. Es una presencia de algo, o de alguien, que aún no he logrado definir. Es un fantasma que se aparece cuando menos lo espero y desparece cuando más no quiero.
Los fantasmas son problemas no resueltos. Enigmas nunca descifrados. Acertijos en busca de solución. Los fantasmas viven dentro de los escaparates, debajo de las camas, detrás de las puertas, dentro de las gavetas, a la orilla de los caminos, a los pies de los árboles, en las aguas de los ríos, en las cuerdas de los ahorcados, en los cuchillos de los asesinos, en los calderos de las brujas, en el aleteo de los murciélagos, en los ayes de dolor, en las lagrimas no vertidas, en los ojos muertos de los muertos, en los labios secos de las monjas, en las noches sin luna, en las lápidas de los cementerios. Los fantasmas viven dentro de nosotros. Pegados a nuestros recuerdos, claveteados a nuestros deseos. Los fantasmas se nutren de nuestro pasado. Comparten nuestro presente y conspiran en contra de nuestro futuro. Cada uno de nosotros tiene sus propios fantasmas. Los fabricamos con miedo y  alimentamos con dolor.  
Hay fantasmas que hemos concebido pero que  aún no conocemos. Los que nunca hemos sentido. Nacen de la huella de un beso que olvidamos en la boca de alguien. De las miradas de otros que encerramos con nuestros ojos. De la angustia de un te quiero no correspondido. Son fantasmas que creamos con nuestras acciones, con nuestras omisiones, con nuestros deseos. Esos fantasmas, que estamos por conocer, crecen dentro de nosotros, alimentándose de nuestras pasiones. Hay fantasmas que nacieron en otra gente. Esos fantasmas invaden nuestras propia esencia, nos permean, nos hacen coparticipes de situaciones, de hechos, de circunstancias que no nos pertenecen, pero que nos afectan. Esos fantasmas se convierten en propios. Hay fantasmas del pasado. Hay fantasmas del presente. Los primero viajan en el carro de los recuerdos. Los segundos viven nuestro día a día.  Hay fantasmas antiguos, muy antiguos, que pasan de generación en generación. Son entes que fueron creados hace mucho tiempo y que han subsistido hasta hoy. Esos permanecen sin cambios. Sin mutar. Ellos regresan de épocas remotas para atormentarnos. Para hacernos pagar por pecados que no cometimos. Esos fantasmas son una herencia indeseable, que nos fue impuesta, que no queremos pero que tenemos que aceptar. Nosotros, todos, también somos fantasmas o algún día lo seremos de otros. EFO.

viernes, 15 de julio de 2016


EL TREN DE LA VIDA.

Me asomé a la ventanilla y no pude ver nada. Hay días en que me asomo y distingo muchas cosas: veo rostros conocidos, del pasado y del presente, lugares familiares, que visito o que visité en otro tiempo.  Soy viajero en este tren de la vida, que comparto con muchas otras personas. Unas ya se bajaron. Se quedaron en las estaciones o en un recodo del camino. Algunas para siempre, otras esperando volver a subir en una próxima parada. El tren siempre se desliza por su vía, recorriendo su camino. Se desplaza a una velocidad variable: unas veces lo hace lentamente otras muy rápido. Su velocidad viene dada por la dificultad del camino que recorre. En trochas empinadas, cuando todo es difícil, su andar es lento, fatigoso, se le dificulta avanzar. Cuesta abajo se desliza raudo, rápido. Yo compré mi pasaje hace un poco más de medio siglo y desde entonces  viajo en ruta a un final que cada día se hace más próximo. Yo compré, al igual que el resto de los pasajeros, un viaje de ida. Mi boleto no tiene regreso. Cuando compré no sabía cuanto iba a durar el viaje. Ni como sería. Hoy, con casi el setenta por ciento de la ruta cubierta  pienso que he viajado poco, cuando en realidad ha sido mucho. No se como termine mi travesía, ni cuando lo haga, me conforto pensado que no será todavía y espero que el final se retrase. Pero eso no lo decido yo, pese a ser el conductor. Yo no trazé la ruta, ni fijé la fecha, ni puse condiciones de termino. El viaje acaba cuando el tren se pare y puede hacerlo en cualquier momento, a cualquier hora, en cualquier lugar. Algunas veces he acariciado la idea de bajarme del tren lanzándome por una de las ventanillas, pero siempre la desecho. En mis ratos de ocio, que ahora son muchos, sueño con que puedo echar marcha atrás, y volver a empezar, pero eso es una utopía, no pasa de ser un deseo. La realidad es que soy prisionero en este tren y no me es dado ni bajarme, ni devolverme. A ratos, cuando el tren se detiene en cualquier estación, veo rostros familiares, de gente conocida que me miran expectantes y veo rostros desconocidos, de gente extraña, que me asaetean con su curiosidad.  Unos y otros pareciera que quisieran preguntarme por mi viaje, pero no se atreven. Yo también quisiera preguntarles en donde me encuentro, si falta mucho para que se detenga el tren o si esa parada es la ultima, pero no me atrevo. Me da miedo que me respondan, que me digan lo que no quiero saber. Alimento la caldera y reanudo la marcha. El tren tiene varios vagones. En algunos he pasado mucho tiempo, en otros poco. En algunos he pasado buenos ratos, en otros malos. No puedo detener el tren, pero si puedo cambiar de vía, tomar otro rumbo, pero siempre hacia el mismo destino final. Hay trenes cuyos conductores cambiaron de vía para mal, otros lo hicieron para bien, pero al final todos llegaron al mismo sitio. A veces es necesario cambiar, explorar nuevas rutas, abandonar el camino trazado. Podemos cambiar de vía, pero no podemos cambiar de tren. El tren de la vida es un expreso en ruta hacia la nada, pues al final nada somos y en nada nos convertiremos.  EFO.

jueves, 23 de junio de 2016



LA PARTIDA


Se fue. Se fue y no supe como ni adonde. Hoy, cuando me desperté ya no estaba. Desapareció sin explicación, sin siquiera decir adiós, sin avisar donde iba. Sencillamente se fue. La busqué por calles y caminos. La busqué dentro y fuera de mi, pero se había ido. Y cuando creí resignarme encontré su huella en el espejo. Allí estaba, escondida, difuminada, opaca. Ahí estaba, parapetada tras una maraña de arrugas, cubierta con una manto de flacidez, desvaída, sin brillo en los ojos, mustia, casi muerta. Mi hoy vieja juventud trató de esbozar una sonrisa, pero apenas pudo construir una mueca, un remedo de aquella risa cantarina, bulliciosa, alegre, contagiosa que los dientes no podían retener. Mi hoy vieja juventud me devolvió la mirada, una mirada cansina, adormilada, fatigada. Una mirada que se escapó forzada de sus ojos marchitos, semi cerrados, viejos. Entonces supe a donde se había ido. La descubrí cubierta con los pliegues del pasado. Cabalgando a lomos de un tiempo ido, perdido entre el tic tac de relojes mohosos, ahitos de minutos pasados, de segundos muertos.Su partida no fue para mi una sorpresa. Hacía tiempo que la esperaba, que la intuía. Notaba como día a día se iba apagando, difuminando. Como, al igual que una pavesa, se extinguía inexorablemente. Su partida se anunciaba en el temblor de mis manos, en la opacidad de mi vista, en la afonía de mi voz, en la lejanía de los sonidos. Sentía como mis piernas flácidas se negaban a impulsar mi cuerpo, como me abandonaban los reflejos, como se apagaba la pasión, las ansias, los deseos. Era el preludio de una despedida que se prolongaba. Como quien se resiste a dejarse ir, pero que sabe que tiene que irse, que tiene que dejar, que debe abandonar. Y así fue. Se fue. Su partida marcó un adios definitivo, uno de esos adioses que son para siempre, que no vuelven más. La dejé ir, sin despedirla, como quien ve alejarse  un barco, como quien siente morir un sueño. Y aquí estoy, sentado en el medio de esta angustia que me abruma, de este vacío que me plena, de esta ausencia que me aterra. Aquí estoy sin saber adonde ir, sin poder ir a ninguna parte, sin querer ir a otro sitio. Aquí estoy esperando no se que. Aquí estoy, solo, perdido, asustado, añorando a mi hoy perdida juventud, a mi compañera de muchos placeres, de muchos olores, de innumerables sudores, de infinitos goces. Extraño su desenfado, su ausencia de miedo, su desparpajo al mirar, su atrevimiento al hablar. En mi desespero trato de vivir lo que hoy tengo por presente y espió lo que presiento como futuro. Y eso es lo que me asusta. Ese olvido, esa falta de ser necesitado, querido, deseado, buscado. Esos años por venir, duros, malos, desesperadamente solos. Esa futura fingida compasión, ese futuro permanente estorbar, molestar, fastidiar. EFO.

jueves, 21 de abril de 2016

LOS RECUERDOS


Los recuerdos son sombras que nos oscurecen de repente. Son pedazos de vida que vuelven sin avisar. Son jirones del pasado, trozos de algo que existió, y que hace tiempo se fue. Los recuerdos son como fragmentos de viejas películas que están dentro de nosotros, ocultos en los cajones de la memoria.  Los recuerdos nos acechan a toda hora, y en cualquier lugar. Viven a las orillas de las playas, en la bruma de la tarde, en la oscuridad de la noche. Vegetan en los compases de una melodía, en la cadencia de una frase, en un color de cabello, en una tonalidad de ojos, en un olor cualquiera. Hay recuerdos buenos y malos. Los primeros nos reconfortan, nos hacen revivir momentos gratos. Los malos nos hieren con saña. Nos hacen llorar. Nos ponen tristes. Hay recuerdos viejos y nuevos. Los viejos no se han ido nunca. Siempre han estado  con nosotros. Son como compañeros permanentes en el viaje de la vida. Los nuevos están por definirse, por ubicarse. Hay recuerdos solos y compartidos. Los solos son nuestros, nos pertenecen en su totalidad. Somos sus únicos dueños. Los compartidos nacen de hechos que vivimos en compañía de otros. A esos los podemos evocar en solitario o en grupo, pero siempre nuestra visión de ellos será muy personal, distinta a la que tengan cada uno de los otros con los cuales los compartimos.
Los recuerdos nos permiten volver a vivir lo vivido. Nos ayudan a renacer los sueños, a avivar nuestros dolores, a pedir perdón por lo pecado. Hay recuerdos que no recordamos. Que hemos olvidado. A unos los hemos querido olvidar, nos lastiman tanto que preferimos borrarlos, hacerlos desaparecer. Sabemos cuales son, pero nos negamos a retrotraerlos,  a otros no podemos pensarlos por más que nos lo propongamos. Esos son huidizos, se presentan incompletos, en trozos, y no podemos reconstruirlos en su totalidad. Son como pinturas difuminadas. Nuestra vida es en realidad una serie de recuerdos, un poco de pedazos de lo que hemos sido, de lo que hemos hecho, de lo que hemos vivido. Los recuerdos nos permiten existir en paralelo. Son como un puente entre el pasado y el presente.
Los recuerdos son centinelas de nuestras acciones. Nos alertan sobre el peligro de asumir determinadas conductas, que en el pasado produjeron ciertas consecuencias. Son como un diario de vida, como un registro contable. Están allí custodiando nuestro día a día. Se acuestan en nuestra cama, se sientan a nuestra mesa, viven en nuestra casa. No sabemos cuando nos asaltara un recuerdo, cuando se hará presente. Aparecen de repente, cuando algo los motiva. Algunos se quedan un tiempo poblando nuestra mente, y por más que lo intentamos no podemos deshacernos de ellos, a otros los desechamos con un giro de cabeza, con un parpadeo, de un manotazo.
A veces quisiera recordar que no recuerdo nada. EFO

sábado, 9 de enero de 2016





LAS ALMOHADA CHINAS.

Para quien desconfía de la seguridad que ofrecen los bancos y prefiere guardar su dinero bajo el colchón, las antiguas almohadas chinas hubiesen constituido su más preciado objeto.
Cuando se habla de almohada, la primera asociación mental que se tiene es la de un cojín suave y blando sobre el cual poner la cabeza al momento de dormir. Antiguamente, en China, no privaban esas características, ya que se buscaba adecuar el clima del lugar y la estación del año, al material que se iba a utilizar y si paralelo a ello la almohada era bella... mucho mejor. Los artesanos chinos de épocas pretéritas concibieron verdaderas maravillas utilizando los más disimiles elementos como madera, bambú, cerámica, junco, cuero, oro, jade, piedra, cristal, ámbar, vidrio, algodón y seda.
Los estilos de almohadas estaban sujetos a la moda y variaban de dinastía en dinastía. Los más refinados eran de uso exclusivo de los miembros de la corte imperial, los pocos ejemplares que de ellos subsisten son considerados tesoro nacional.

La almohada, un producto secular.

Gracias a evidencias etimológicas, se han podido formula hipótesis, mediante las cuales se pretende demostrar que las primeras almohadas chinas estaban hechas de madera; ello se sustentaría en que la palabra china chen, con la cual se designa a la almohada, contiene el carácter componente  mu, que significa madera.
Para algunos expertos, las almohadas, lo mismo que las camas, se fabricaban con materiales disponibles, durables y baratos, tales como madera y bambú, Las condiciones climáticas determinaban la elección de los materiales que se utilizaban. La seda y el algodón que aíslan y retienen el calor se consideraban adecuados para las estaciones más frías. Algunas almohadas de cerámica podían llenarse con agua caliente y servir para doble propósito. En verano se  prefería el junco de la India, el bambú, el cuero, el jade, la cerámica, el cristal y el ágata. Generalmente este tipo de almohada era cubierta con tela.
Los cojines que se hacían de tela y cuero, usualmente, eran rellenados con paja, algodón, pedazo de tela, hojas de té o salvado de arroz. Algunas almohadas estaban rellenas con hierbas medicinales, tales como crisantemos en flor, para aliviar los dolores de cabeza y los mareos. El bambú por ser fresco al tacto, es ideal para el clima cálido y húmedo del sur de China. Algunas almohadas fabricadas con este material estaban hechas de sólo un trozo de tallo en el cual se grababan verdaderas obras de arte. Este tipo de almohada fue el más popular en Taiwan durante la dinastía Ching (1644-1911).

Para todo uso.

Cuando un médico tradicional chino realizaba un complicado examen del pulso, pedía a sus pacientes que pusieran su brazo en un pequeño cojín llamado almohada de pulso.
Ciertas almohadas estaban diseñadas para utilizarse como apoyo para la espalda y algunas para acomodar los hombros, la cintura, los brazos o las piernas. Otras poseían funciones múltiples. Las almohadas de "caja" servían para guardar documentos importantes, joyas, dinero y otros objetos de valor. La mayoría podía cerrarse con candando y, cuando el dueño dormía, era una caja fuerte a prueba de todo tipo de robos. Algunos coleccionistas creen que servían para llevar las pertenencias valiosas al ir de viaje, cumpliendo así una triple función.
Entre las almohadas más antiguas que aún existen, se encuentran unas funerarias de jade, que fueron desenterradas de tumbas que datan de la dinastía Han Occidental 8206 a C. y 7 dC.). Otras rarezas son almohadas modeladas en cerámica vidriada de color blanco de las dinastías Sybg (960-1279) y Yuan (1277-1368).
Las artes decorativas estuvieron muy bien representadas en la fabricación de almohadas. Los artesanos que trabajaban con cerámica, cuero, laca y tela no se limitaban en modo alguno. Las piezas de cerámica contenían diversos diseños grabados e impresos y en ellas se exponían una gran cantidad  de vidriados  que iban desde los clásicos patrones florales en azul y blanco hasta diseños abstractos, parecidos a los de hoy.
Las almohadas de cuero eran decoradas con versos de fina caligrafía y pinturas de paisajes. Las almohadas de tela, casi siempre, eran embellecidas con atractivos bordados.
La ornamentación de las almohadas antiguas refleja costumbres y creencias folclóricas. Muchas de las almohadas de cerámica tenían forma de tigres, panteras y osos. Se decía que tales animales eran eficaces para protegerse de los malos espíritus. Las almohadas con esa forma se utilizaban para las mujeres que deseaban tener hijos varones. Esto fue popular durante la dinastía Tang (618-907). Las almohadas de cerámica hechas durante las dinastías Sun y Yuan, a menudo, estaban decoradas con figuras humanas, flores, pájaros, paisajes, bambú y escenas de óperas populares.
Símbolo de serenidad, felicidad y amor, las almohadas se mencionan en el Libro de los cantos, la antología poética más antigua de China. (Siglo III ó IV a C.).
Quizás si Horacio Quiroga hubiese conocido las almohadas chinas otra sería la historia del Almohadón de Plumas, pero entre el escritor y los artesanos chinos mediaron varios siglos de sueño.
  



EL TRANVÍA, SUEÑO DE AYER.

Como dejando pasar el tiempo se desliza el tranvía sobre las aceradas vías. Apremiante, con urgencia de segundos se enciende la luz. Y a la "orden", que así se llamaba la señal, acuden presurosos los últimos pasajeros que no querían perder el viaje.
Los tranvías de Caracas, todo un espectáculo hoy, una novedad ayer, se perdieron entre los pliegues de la pasada centuria cuando sus rieles fueron sepultados por una capa de cemento y asfalto.

Una historia sobre rieles.

El tranvía, versión antigua del Metro, apareció en Caracas durante los primeros lustros de 1900. En principio era de "caballito". Se trataba de un pequeño vagón que utilizaba la tracción animal como "combustible". El tranvía de caballito era aristocrático  y popular al mismo tiempo, pues diferenciaba a las clases sociales al establecer dos tipos de pasajeros: los de primera y los de segunda. La diferencia entre unos y otros, además del precio, consistía en que cada vez que el animal se rendía de cansancio ante la empinada cuesta, el conductor incitaba a los pasajeros de segunda clase a que empujasen el vehículo, cosa ésta que no era obligada para los pasajeros de primera.
En Caracas hubo realmente tres empresas de tranvías, antes de que El Encantado, planta pionera de la Electricidad de Caracas, le imprimiera la pasmosa velocidad de 10 kilómetros por hora al caraqueño de antaño, gracias a la maravillosa fuerza eléctrica.
En 1892 se estableció Tranvías de Caracas, compañía formada por el Sr. Felix Ribas. La empresa tenía varias líneas que partían de la Plaza Bolívar a los extremos de la ciudad. Tranvías de Caracas fue la primera empresa de tranvías de caballitos con que contó la capital. Posteriormente comenzó a funcionar Tranvías Bolívar, que usufructuaba una concesión que le permitía ir a la Plaza Bolívar y a las estaciones del Ferrocarril de La Guaira y del Ferrocarril Central. El progreso introdujo una variante: Ferrocarril del Sur, empresa ésta que operaba con un tranvía de vapor que partía del Portachuelo en El Valle con un ramal al Cementerio.
Finalmente apareció Tranvías Eléctricos de Caracas. Su nacimiento fue consecuencia del contrato firmado con la Corporación del Puerto, empresa ésta que tenía varios convenios suscritos con la Gobernación del Distrito Federal, aprobados por el Presidente de la República y ratificados por el Concejo Municipal de Caracas. El contrato estableció la fusión en una sola concesión de las tres existentes. La nueva compañía se comprometió a convertir en dos años a tracción eléctrica las líneas que figuraban en el plano levantado al efecto y así se acometió la tarea de reabrir las rutas hacia El Valle y El Cementerio. Las vías o rieles que existían para El Valle eran muy angostos para ser utilizados por los nuevos tranvías, así pues que los tranvías de caballito siguieron funcionando paralelo a la colocación del tercer riel.

Llegó la electricidad.

Para atender el suministro de energía se estableció en el Portachuelo una subestación que contaba con un generador de 110 KV. movido por un motor eléctrico de 150 HP. La Electricidad de Caracas suministraba la energía a través de dos líneas de transmisión que se unían en Caracas a un local que tenía la empresa en las inmediaciones de la Estación del Ferrocarril Central, donde se hallaban los transformadores. De este sitio salían tres líneas de distribución que servía a la oficina generadora de Tranvías Eléctricos y a la Cervecería Nacional, así como también a las partes sur y norte de la ciudad.
La línea aérea de donde se alimentaba el tranvía estaba sostenida por postes de 30 pies de largo. En principio se pensó en utilizar postes de madera, pero las dificultades para conseguirlos obligó a la empresa a adoptar los de hierro. Las líneas eran de aluminio aisladas por tres capas de tejidos y pintura a prueba de agua. Se conectaba con la línea del trolley por medio de dos interruptores de 250 amperes. La "percha"  que no era más que una larga vara metálica que salía del tranvía iba rozando la línea y así recibía al energía que ponía al tranvía en movimiento.
La puesta en funcionamiento de Tranvías Eléctricos le comunicó a Caracas un ánimo del cual carecía. La capital adoptó rápidamente el nuevo medio de locomoción el cual se convirtió además en sitio de reunión para las parejas de enamorados. Jóvenes de pajilla, bastón, pelo engominado y flor en el ojal, lanzaban ardientes miradas a jovencitas de falda larga y primorosos peinados.
El tranvía constituyó toda una revolución y como toda novedad fue el centro de atracción de los caraqueños de 1900.
Pero no todo fue alegría, el tranvía también se convirtió en dolor de cabeza para los chóferes de la época quienes al chocar contra el armatoste se veían obligados a pagar costosas reparaciones ya que sus vehículos no resistían el impacto de la mole de hierro.
El tranvía ya no existe, ni siquiera queda una muestra de lo que fue. Sus rieles duermen sepultados en el subsuelo de la capital. Otro artefacto se desliza raudo y con sus vistosos vagones, cual cometa de aluminio,  cumple la secular función de transportar pasajeros. EFO.

viernes, 8 de enero de 2016




LOS PALILLOS CHINOS

Los platos chinos, desde el más simple al más complejo, tienen un acompañante único: los palillos.Versátiles, como ningún otro instrumento, sirven para levantar, empujar y pinchar todo tipo de alimentos, desde trozos de carne o verduras hasta arroz.

Un hábito milenario.

En el siglo XVI se inventó el tenedor y no sería sino hasta esa época cuando europeos y americanos abandonaron el hábito de comer utilizando los dedos. En el siglo XVI las clases altas comenzaron a comer con tenedor, cuchillo y cuchara.
La fecha de invención de los palillos chinos es un misterio, se sabe que ya eran usados durante la Dinastía Shang (1766-1122 aC.). Recientemente se descubrieron en China continental cucharas y palillos de bronce que datan de ese período y de la Dinastía Chou (1050- 249 aC.); evidentemente desde hace casi tres mil años hay rasgos de refinamiento en la mesa de la civilización china. Pero eso no quiere decir que los palillos hayan sido amos y señores desde un comienzo. Los antiguos chinos comían principalmente con cucharas. Según el libro de los Ritos (Li-chi), durante el peroído Chou los palillos se usaban sólo para sacar la comida sólida de la sopa. Su uso se extendió a partir de la Dinastía Ming (1368-1644 dC.).

Entre gustos y usos.

Antes del período de Chou, los palillos eran hechos de bambú y madera. Luego aparecieron los de marfil y jade, para después popularizarse  los de bronce y hierro durante los períodos de Primavera y Otoño (772-481 aC.) y de los Estados Guerreros (403-221 aC.). En las épocas de Han, Wei y las dinastías del Sur y del Norte, del siglo III y VI d.C. se usaron palillos laqueados, de oro y plata. Cada material tiene ventajas y desventajas. Los palillos de Jade son fríos y resistentes al calor, pero sumamente frágiles. Los de marfil son frescos y ayudan a enfriar la comida; éstos son muy populares en Cantón, donde la gente acostumbra tallar su nombre en un par de palillos para su uso personal. La plata es considerada como la mejor protección contra el veneno, ya que se pone negra si hay alguna pócima en la comida. Por siglos, emperadores y altos funcionarios la usaron como seguro de vida. Cuando la casa imperial Ching, remplazó sus palillos de plata por unos de marfil, se siguió probando la comida introduciendo trozos de plata en cada recipiente.
Los palillos de bronce sirvieron en más de una oportunidad para dirimir puntos de vista haciendo las veces de puñales. Los palillos modernos son hechos de bambú, madera, vidrio y plástico. Pero siguen siendo famosos los laqueados de Fukien y los de marfil de Pekín. En Taiwan los más populares son los desechables. En los últimos años se ha impuesto la costumbre de disponer de palillos especiales parea servir la comida, aparte de los que cada comensal utiliza para su uso personal.
Durante el reinado el emperador Chien-lung se debía poner dos juegos de palillos y dos de cucharas por cada plato servido. El monarca sabía que generalmente sobraba comida de su mesa que era compartida entre sus concubinas y eunucos.
El uso de los palillos para comer se extendió a Corea y Japón. Los coreanos usan palillos de acero inoxidable, pues este metal ayuda a calentar las manos. Los palillos japoneses son una o dos pulgadas más cortos que los usados en China; esto tiene su explicación en el hecho de que la comida japonesa se sirve en porciones individuales y no en platos comunes como en China.

La técnica y otras cosas

Aunque pueda parecer difícil para los no iniciados, la técnica para manejar los palillos es simple y tan sólo requiere un poco de práctica. Se trata de mantener uno de ellos firmemente apoyado en la coyuntura entre el pulgar y el indice, mientras que con el resto de los dedos doblados se manipula el otro para formar una pinza. Los chinos consideran que además de ser la forma más fácil de comer, los palillos permiten a los comensales mantener una postura erguida, ya que con la otra mano se debe levantar el tazón de arroz.
Antiguos textos señalan que la persona que maneja los palillos usando tres dedos tiene buen carácter; la que utiliza cuatro dedos un buen porvenir y aquella que utiliza todos los dedos de la mano está destinada a la grandeza.
En Taiwan existe la creencia de que mientras más arriba sostenga una joven sus palillos, más lejos se marchará al casarse.
Se afirma que tomar esos instrumentos de la mitad para abajo es más fácil, por lo tanto quienes así lo hacen son personas conservadoras que evitan gastar demasiada energía. Sostenerlos desde el extremo superior requiere mayor esfuerzo, pero es una ventaja a la hora de alcanzar los platos distantes. A esta persona le gusta paladear toda la comida que hay en la mesa, no sólo el plato situado frente a ella (no olvidemos que los chinos comen todos de todos los platos), por eso tiende a ser más activa y preparada para asumir riesgos como irse a vivir lejos.
Como vemos comer no es sólo alimentar el cuerpo y darle gusto a otros sentidos; comer puede ser también una aventura. EFO.



LOS POSTES DE CARACAS.

Erguidos, cual mástiles, se levantan los postes de alumbrado público sembrando el paisaje de cruces. 
En principio eran estructuras, si se quiere rudimentarias, pues se trataba de rolas de madera que alcanzaban apenas unos cuantos metros de altura.
En sus inicios la Electricidad de Caracas operó con postes de madera que garantizaban un mejor aislamiento, dadas las propiedades no conductoras de ese elemento. Para ese entonces Caracas no pasaba de ser un pueblo. La capital aún no tenía las pretensiones de urbe. El Encantado disponía de una sola línea de transmisión que a menudo quedaba cortada por un fuerte ventarrón, por la caída de un árbol o de una simple rama. Se interrumpía de pronto el suministro de la corriente con el inevitable apagón y la secuela de protestas y criticas de los clientes. Las líneas de distribución no estaban exentas de accidentes de esta naturaleza y muchas veces, a medianoche, se reparaba el desperfecto improvisando un poste con una rama del árbol más cercano, mientras llegaba el día y el personal de la empresa podía trabajar más "tecnicamente".

Llegaron los postes

La empresa y el área que atendía evolucionó rápidamente. Esta evolución trajo pareja la introducción de nuevas técnicas y elementos para la prestación del servicio.
En los albores del presente siglo llegaron a Caracas, procedentes del exterior los primeros postes de metal. Eran de hierro, sumamente pesados y de altura regular. Muy pronto Caracas se "adornó" con ellos y ellos a su vez se adornaron de crucetas y transformadores.
Los postes de metal sustituyeron al antiguo poste de madera pues el nuevo material estaba a salvo de la invasión de comejenes o de la voracidad de las llamas de algún incendio forestal.
Cuando se acometió la remodelación de la Plaza Bolívar, la empresa participó activamente instalando unos postes de hierro forjado, que tenían varios brazos. Eran, más que postes, auténticas obras de arte, artísticamente  trabajadas. Igual cosa se hizo en las principales avenidas de la urbanización de moda: El Paraiso. Más adelante, cuando por razones de servicio fue necesario sustituir en algunos sitios de la capital los viejos postes de los cuales pendía un bombillo protegido por un "platico", la compañía adquirió postes de base ancha, que progresivamente iban adelgazando su diámetro hasta rematar en una hermosa luminaria. Estos postes constituyeron el orgullo de los habitantes de las zonas donde estaban instalados.

Los postes de los mil y un usos.

En las primeras décadas de 1900, Caracas bostezaba el tedio de sus horas muertas. Los patiquines de la época se reunían frente al Pasaje Capitolio recostando sobre los postes del alumbrado público si imagen de pajilla y bastón. Esos postes sostenía una luminaria en forma de farol, testigo de más de un idilio y sordo participante de una que otra conspiración contra la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Casi desde su instalación los postes de Caracas han cumplido múltiples funciones, además de la propia. Sus bombillos fueron el blanco preferido de los zagaletones, quienes los quebraban a "chinazos", por el solo placer de verlos estallar, o por encargo de algún galán que quería aprovechar la oscuridad para susurrarle ardientes palabras a su dama protegido de la vigilante mirada de papá o de las incursiones furtivas de nocturnos caminantes.
Además de estos usos, los postes han sido el lugar predilecto de perros callejeros y aristocráticos, para desahogar sus ímpetus no amorosos. Fueron y siguen siendo, soporte obligado de guirnaldas, banderines, ristras de bombillos de colores, pancartas y por supuesto de propaganda electoral, así como también sostén de  aquellos en quienes Baco causa estragos.
El crecimiento de Caracas obligó a la empresa a expandir su servicio a zonas circunvecinas, es así como La Guaira queda incorporada al área servida por la compañía. Desde Caracas bajaban las cuadrillas que instalaban postes y líneas y muy pronto el litoral central comenzó a disfrutar los beneficios de la energía eléctrica. Pero los problemas aparecieron casi con la misma velocidad que los vecinos de la zona recibieron el servicio: el salitre corroe los postes. Era necesario sustituirlos con una frecuencia que desalentaba a empresarios y trabajadores. Ante esa situación es preciso buscar una solución adecuada y es allí donde se pone a prueba el ingenio criollo: cada cierto tiempo se recubrían con petróleo caliente para preservarlos de la corrosión. Esto duraría hasta la aparición de los postes de concreto.

Los postes tienen nombre

Cada poste tiene un número, que viene siendo como su cédula de identidad. Todos los postes son punto de referencia para los efectos de la ubicación de fallas, suscriptores, transformadores y equipos, además de constituir una valiosa ayuda para la confección de los "cuadernillos de lectura" que usan los lectores de medidores.
Han pasado mas de 100 años, desde que La Electricidad de Caracas instaló el primer poste, hoy las tanquillas, refugio de líneas subterráneas, desplazan  casi totalmente las verticales estructuras, y gracias a ello Caracas no se desdibuja en una maraña de cables aéreos. Pero aún,  perdidas en la noria del tiempo, existen esas cruces de hierro que se elevan al cielo dejando constancia de mas de un siglo de trabajo tesonero y eficiente. EFO.