lunes, 4 de diciembre de 2017



  EPISTOLA IN CARENTIS AFFECTUS
    ( Carta modelo para parejas disfuncionales)


Después de viente años, reuní el valor suficiente, y leí tu carta. Lo hice despacio, sin prisa, dándome tiempo para  analizarla. La repasé una y otra vez y al final concluí que todo sería igual, que nada habría cambiado si la hubiera leído antes. Tu carta no me dijo nada nuevo. Nada que yo no supiera. Nada que no presintiera. En tu carta ratificabas lo que ya intuía: que no tenías el valor suficiente para enfrentar la realidad que nos avasallaba. Y ahora entiendo el por qué de muchas cosas. Ahora puedo descifrar tus interminables silencios. Tus inexplicables ausencias. Tu permanente falta de atención. Tu poco cuidado en el manejo de las situaciones que nos eran propias. Ahora se, a ciencia cierta, que fue un error irreparable haber intentando aunar voluntades en busca de lo que creíamos sería un bien común. Al fin me di cuenta que nunca nada nos unió, muy por el contrario, todo siempre nos separó. Y ahora colocado a distancia puedo ver con claridad que ni tu ni yo tuvimos culpa de lo que ocurrió, pues eso fue la consecuencia lógica de una cadena de desaciertos que indefectiblemente nos condujeron a ese final. De tu carta solo una cosa debo reprocharte: la notable falta de mesura. No es un análisis meditado. No sopesas adecuadamente los hechos. Luces apresurada, ansiosa, impaciente por terminar, por pasar la página, por cerrar el capitulo. Ni siquiera fuiste capaz de dar una explicación convincente. No hay detalles. Tu carta es una lamentable ausencia de todo. Quizás te hubiera resultado más fácil no escribirla. Dejar la hoja en blanco y solo poner un punto. Un punto final. Con eso hubiera bastado y yo lo entendería. Con solamente ese punto me hubieras ahorrado la incertidumbre, de imaginar lo que dirías. Me hubieras ahorrado veinte años de dudas.
Al leerla pensé hacer publica mi respuesta, pero al instante deseché la idea. De hacerlo estaría obligado a decir lo que realmente sucedió, lo que nunca quisiste escuchar: La verdad; pero ya es tarde para eso. Ahora nada tiene sentido. Entre tu realidad y la mía, entre tu vida y la mía media un tiempo de ausencia, de silencio, de resentimiento.  Ni siquiera voy a tomarme la molestia de explicar lo que dices en tu carta, ni volver  a contar  nuestra historia  fallida, me contentaré con saber que ya todo terminó, que después de casi un cuarto de siglo, puedo estar tranquilo, tranquilo de conciencia, pues al final entendí que se acabó, que ya no quedan ni recuerdos de ese pasado inconcluso que, quieras o no, nos marcó la vida. Ahí dejo tu carta. La guardo en el cofrecito azul donde todos saben que guardo las cosas importantes. Quizás cuando muera, uno de nuestros hijos la encuentre por casualidad y la lea. Ruega a Dios que eso no pase pues de ocurrir al fin se sabrá lo que con tanto esmero te empeñaste en ocultar: Nada.  EFO.

PD. Nunca lograste corregir tus errores ortográficos. Jamás aprendiste a escribir.

domingo, 19 de noviembre de 2017





LA DIARIA AUSENCIA


Aquellos días en que era rehén de tu mirada, esclavo de tus besos, gavilán de tus manos. Aquellos días en que despertar era querer volver a dormir para seguir soñando contigo. Aquellos días en que solo el eco de tu voz marcaba distancia entre nosotros. Aquellos días en que tu risa trotaba por mi cuerpo, asustándolo. Aquellos días en que en vez de dos eramos uno, en que verte era el único deseo, la única ilusión. Aquellos días en que enmudecía mi voz al conjuro de la tuya. Aquellos días en que adivinaba tus pasos, intuyendo tu presencia. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponérselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron. 


Aquellos días en que el mundo era todo azul como la paz,  todo verde, como la esperanza, todo rojo como la pasión. Aquellos días en que el hambre era un esqueleto de papel, la guerra un fantasma lejano y la muerte una vieja desconocida. Aquellos días en que amanecer era comenzar un día cualquiera, sin desear que pasará, en que anochecer era ver pintar estrellas en el cielo y no la negra tortura de tener que seguir viviendo. Aquellos días en que el mar, a fuerza de ser azul, se convertía en cielo en lontanaza. Aquellos días en que ilusos pensábamos que nada cambiaría, que todo seguiría igual.  Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponérselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.


Aquellos días en que orbitabámos el pecado, jugando los juegos prohibidos a la sombra del ocaso. Aquellos días en que perseguíamos al viento montados en una nube. Aquellos días en que ser niño era jugar a ser hombre, haciéndole carantoñas a la vida. Aquellos días en que la escuela era una cárcel y la maestra una bella carcelera, pero carcelera al fin. Aquellos días en que un Dios nos anatemizaba y un Diablo nos seducía. Aquellos días en que no contaba el mañana, el pasado no existía y el presente era una hermosa realidad. Aquellos días, esos días, ya no volverán. Se fueron sin despedirse. Sin dejar que presintiéramos su partida. Se fueron sin proponerselo, sin desearlo. Sencillamente se fueron.
Aquellos días... esos días son ahora la diaria ausencia.  EFO.

sábado, 18 de noviembre de 2017





LA MARCA DEL PECADO


Arden como una quemada. Duelen como una puñalada. Están ahí. No se van. Los remordimientos, esas penas de conciencia, ese saber que hicimos algo malo y que quizás no podamos remediar se asientan en nuestras mentes, ocupan un espacio grande en nuestros corazones, nos secuestran el alma.
El remordimiento es un sentimiento que se experimenta cuando se cree que se ha actuado de manera incorrecta. Se trata de una sensación de culpa , de malestar que persiste después de una acción propia que se juzgue como dañina. El remordimiento está vinculado con los valores que tenga cada quien. Mi remordimiento no será  nunca igual al tuyo pese a que hayamos cometido una acción similar. Yo puedo no sentir remordimiento alguno mientras que  tu podrías estar grandemente afectado. Nuestras percepciones siempre serán distintas si nuestros valores no son los mismos y  aún en caso de serlos jamás sentiremos de idéntica forma El remordimiento es algo personal, intimo, muy intimo y particular. 
El remordimiento simple, por llamarlo de alguna manera, permite impulsar una modificación de conducta que en muchos casos puede llegar a reparar el daño causado;  el remordimiento de conciencia, se origina cuando es imposible superar el error cometido, lo que causa un recuerdo permanente, constante, que termina por convertir la vida en un infierno.
Remordimiento no es arrepentimiento. El arrepentimiento es lo que sentimos por algo que hemos dicho, hecho o dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión en relación a un asunto. El arrepentimiento requiere una acción. El remordimiento, por si mismo, no genera cambio, es una sensación de pesar. Sólo se siente, no implica acción.
El arrepentido trata de  reparar el daño causado tratando de reversar lo hecho y si logra su objetivo busca ser perdonado, lo que lo liberará de cualquier sentimiento. El perdón lava la culpa arrastrando consigo el remordimiento.
El remordido de conciencia es un condenado en vida. Es alguien que no puede redimirse, pues la acción cometida gravitará siempre sobre el, como resultado de la imposibilidad de revertírla. Un asesino siempre será un remordido de conciencia. Un ladrón pondrá fin a su remordimiento, arrepintiéndose del robo, devolviendo lo robado y logrando el perdón.
El remordimiento de conciencia es un estigma que puso Dios en nuestras almas para castigarnos, para obligarnos a recordar que actuamos mal, que transgredimos su ley, que estamos malditos, y que al igual que Caín llevamos tatuada en el corazón, la marca que el Señor grabó en la frente del fatrícida. Esa marca es indeleble, imborrable. Es la marca del pecado. Y el pecado no es obra del mal, el pecado es el mal.  EFO.


jueves, 16 de noviembre de 2017



ESA INQUIETA DUDA


La duda es una niña que crece alimentada por la incertidumbre. Dudar es sopesar opciones. Pensar varias veces. Meditar en reposo. Quien duda teme no acertar. Piensa que puede fallar. No está seguro de lo que quiere. La duda siempre te coloca frente a posibles realidades, frente a posibles destinos, frente a  posibilidades. Al escoger una opción no despejamos totalmente nuestra duda, muy por el contrario, abrimos otra u otras. Nos volvemos a colocar ante una nueva disyuntiva. Nos convocamos de nuevo a escoger. 
La vida es siempre una duda. Nacemos con la duda de saber si sobreviviremos al parto, si todo irá bien, si no morimos en el intento. Vivimos con la imposibilidad de descifrar nuestra propia existencia. De saber que nos depara el futuro. De conocer lo que está detrás de esa cortina que separa el hoy de un mañana que  siempre luce incierto. 
Colocados al borde de la muerte nos asalta la duda de conocer si lo hicimos bien. Si nuestra vida logró un objetivo. Si coronamos con éxito la meta propuesta. Y más aún: quisiéramos saber que hay tras esa puerta oscura que se abre frente a nosotros. A donde nos conducirá, que pasará después.
La duda es existencial. Forma parte de uno mismo. Es inherente a nuestra propia naturaleza. Dudamos de todo y de todos. Quien no duda no vive, pues vivir es recorrer un camino que está pavimentado de oportunidades, de temores, de ilusiones. Vivir es tropezar, caer, pero también levantarse, seguir, no desfallecer. Cuando escogemos ejercemos nuestro derecho a seguir viviendo, a avanzar, a no dejarnos abatir. Quien no duda no escoge, pues se niega esa posibilidad y al no hacerlo se estanca, se planta. La duda nunca es excluyente, pues no elimina opciones, ya que siempre las abre. Al dudar nos colocamos frente a un crucero y debemos escoger uno de los caminos en el señalados. Decidir que ruta tomamos, que hacemos. 
La peor de las dudas es aquella que nos obliga a escoger entre vivir o morir, pues sea cual sea nuestra decisión el resultado siempre será el mismo ya que vivir es morir para unos  y morir es empezar a vivir dentro de otros.
La mejor de las dudas es aquella que nos obliga a escoger una forma de vida, pues pase lo que pase siempre tendremos la duda de haber escogido la mejor entre todas las propuestas. Y eso ya es una forma buena de vivir: vivir dudando.  EFO





SI PUDIERA


Parada allí. Recostada en el marco de la puerta. Intentando despejar de un manotazo la nube que cubría sus ojos, la vi por ultima vez. Toda ella era un adiós, un mudo adiós, un interminable adiós. Créeme que quise explicarle, decirle que tan solo era un hasta luego, que no sería definitivo, que nos volveríamos a ver, que todo sería igual que antes, que había que tener paciencia, que las cosas cambiarían... que esperara... que esperara... y en ese esperar se nos fue la vida.
Hoy es tan solo una desdibujada figura que se cae a pedazos, un celaje apenas, traspapelado entre otros muchos celajes. Créeme si te digo que no recuerdo como era su cara, como era en detalle, quise decir.  Todavía conservo la oscuridad de su cabello, el castaño de sus ojos, su nariz de ratón y una boca golosa, roja, roja como una granada,  que solo se abría, creía yo, para decir te quiero o para dar un beso.
Ha pasado tanto tiempo. Los años cabalgaron sobre mi, demoliendo mi figura. Mis ojos se apagaron, mi boca se frunció y a mi memoria la visitan ya tan pocos recuerdos que creo que algo, que no se que es,  les impide que vuelvan.
A veces, a fuerza de desearlo, creo escuchar su voz, pero no estoy seguro si es la mía pues ahora siento que todo se confunde, se enreda, se transforma. 
Anoche soñé con ella, o con quien creo que es. Nos dábamos un beso y caminábamos agarrados de la mano por un calle oscura. Fue un sueño breve, fugaz, casi clandestino, pues  tu sabes que aquí está prohibido soñar
Hace algún tiempo alguien me  dijo que era una abuela feliz. Que la vio de la mano de un niño, tejiendo sueños. Que su andar era lento, que había perdido sus movimientos de pantera, sus ademanes felinos, que su mirada ya no retaba... ahora perdonaba, pero que aún conservaba esa serena belleza que cautivaba. Me puse triste. Pensé que ese nieto podría haber sido de los dos. Que juntos, apoyándonos en el, nos fatigaría menos el camino. Que nuestra vida hubiera sido una común y no las dos separadas que llevamos. Que tendríamos una misma historia que contar. Y créeme, por vez primera, en muchos años, quise volver a verla, aunque fuera desde lejos, a la distancia, verla sin que me viera,   pero tu sabes que los muertos somos prisioneros en nuestras criptas, cautivos de la nada, rehenes de un tiempo ido y por más que roguemos  no nos dejan abandonar las tumbas,  salir de  los cementerios, ver a los vivos.  EFO.





EL OCASO DE DESDEMONA

"Tardo en recelar, mas una vez celoso dejóme arrebatar de mi propia locura..."
 Otelo. V Acto. William Shakespeare.


Como un sueño, sigiloso, impensado, el fantasma de los celos se cuela por las rendijas que deja abiertas la pasión. Segundo a segundo, día a día va urdiendo la trama sobre la que sustentará su casi siempre dramático final.
Los celos forman una maraña de complejos sentimientos que nublan la mente y agitan el corazón. Están hechos de pequeñas y simples cosas. De gestos imprecisos, de frases dichas al voleo, de miradas apresadas, de medias verdades, de mentiras completas, de muchos puede ser y pocos es. Los celos nacen de la inseguridad. Son producto de la falta de confianza en si mismo, de una vapuleada autoestima, de una carencia absoluta de fe. 
Los celos son una repuesta ante una amenaza hacia aquello que consideramos propio. Son una emoción que nos impulsa a  querer poseer en exclusiva a la persona amada y que alimentamos con el miedo a perderla.
Todo celoso guarda en lo más recóndito de su ser la inextinguible llama de la locura. Los celos son como  pequeñas larvas que crecen a diario, que se agigantan dentro de nuestra mente envenenándonos, esclavizando nuestros pensamientos, subyugando nuestros deseos, maniatando nuestras acciones, impulsándonos a transitar por rutas de desesperanza, de confusión, de dudas. Los celos son sospechas infundadas, agravios nunca infringidos, pero siempre deseados de vengar. Son espinas que nos hieren, tizones que nos queman, trozos de dolor que tragamos enteros, sin masticar, obligados a  deglutir.
Un celoso es un poseso. Un ser que ha perdido la cordura y que solo vive para recrearse en su angustia, en su inacabable deseo de confirmar una suposición que cree cierta, pero que espera que no lo sea. Es un ente vivo que está muerto por dentro. Que es incapaz de contener su rabia, su desesperanza, su miedo, sus temores infundados. El celoso ha abandonado toda esperanza de paz, vive en medio de un conflicto interior que lo agota, que lo consume, que no lo deja; diariamente su corazón es devorado de forma inclemente por esa pasión que lo plena totalmente. No tiene reposo a sus ansias, no morigera su dolor, por el contrario, con cada nueva suposición incrementa su sufrimiento, ahonda su penar. Al igual que Tántalo ha sido condenado por los Dioses y como él está imposibilitado de tener lo que más desea, aunque esté a su alcance. Al celoso le está vedado todo disfrute, toda esperanza, toda posibilidad y cual Otelo siempre matará a su Desdemona... con un beso o con una espada.   EFO.   

domingo, 29 de octubre de 2017




EL INDESEABLE HUÉSPED


Como una bolsa pegada a mi cuerpo cargo con el hastío de este ya insoportable modo de vivir. El hastío es un pesado fardo que llevamos dentro y del cual, por más que lo intentemos, no podemos deshacernos. Ese fastidio, ese inmenso fastidio,  nació cuando uno a uno se fueron cerrando los caminos, cuando la realidad, a fuerza de monótona, nos abrumó. Nos inundó el alma, nos anegó la conciencia. Marchitó todas las ilusiones, cercenó la esperanza, agotó las posibilidades. Cuando la ficción supera, con creces, la diaria rutina empezamos a sentir que ya no vale la pena seguir. Que ya es hora de parar. De detener la marcha. De decir adios. Y como un peregrino empezar a transitar nuevas rutas, a hollar otros caminos, a andar por otros senderos. Todos somos viajeros rumbo a la nada. Caminamos a ciegas, a tientas, sin saber exactamente a donde vamos y cuando llegaremos. A veces queremos hacer un alto, sentarnos a descansar, pero estamos obligados a continuar. Y seguimos en la senda, seguimos desbrozando la trocha. No dejamos de andar. Para unos el viaje es placentero, para otros es duro, muy duro. En ese periplo el hastío es un compañero obligado, al cual no podemos renunciar. Tenemos que cargarlo a cuestas, llevarlo sobre nuestros hombros, soportar su peso, lidiar con su vacuidad. El fastidio es como un virus, que se incuba dentro de nosotros, que se alimenta de nuestra alma y poco a poco, sin que nos demos cuenta, nos va matando. Nos asfixia con su abulia, con su inacción, con su pereza mental. Nos ocupa, nos allana, se posesiona, nos domina. El hastío es como una planta parásita que sorbe nuestra savia, que nos consume, nos seca y finalmente nos mata. Podemos, de hecho lo hacemos, morir de fastidio, de hastío, de ganas de no seguir existiendo. El contagiado de fastidio es un enfermo terminal, que morirá de eso, pues ese mal, no tiene cura. Es una enfermedad que no se puede prevenir, cuando revela los primeros síntomas ya ha entrado en su fase critica. No sabemos cuando, ni como el contagio se hace presente. Un día, cualquiera, una noche de estas lo conseguimos sentado a nuestra puerta, tropezamos con él al girar la llave, al echar el cerrojo. Y sin mediar palabra, sin pedir permiso, sin ser invitado toma posesión, se acuesta en nuestra cama, come de nuestra mesa, lee nuestros libros, contesta el teléfono, vive con y por nosotros. Es un huésped no querido, indeseable y por ende obligado. EFO.

domingo, 22 de octubre de 2017




El AGUA DEL POZO


Una persiguiendo a la otra, y esta a la que le antecede van formando un torrente que resbala por las mejillas  y que las manos no pueden retener. Una tras otra van drenado penas, lavando pecados, limpiando conciencias, sumando arrepentimientos. Las lagrimas son cuentas de un rosario que formó el sufrimiento. Son pedazos de angustia que guardamos en el alma y que dejamos asomar a los ojos. Son gotas de dolor que escapan sin control. Son bálsamo que curan las heridas que la vida nos dio. Esas  heridas que arden, que duelen, que lastiman. Cuando lloramos hacemos llover dentro de nosotros mismos y esa lluvia arrastra todo aquello que nos mortifica, nos acongoja, nos carcome. Las lagrimas son jueces de acciones, verdugos de conciencia, sepultureras de penas. 
Llorar es limpiar el corazón. Se llora cuando hacemos acto de contrición, cuando nos arrepentimos, cuando pedimos perdón. Se llora cuando un dolor denso nos desgarra por dentro. Cuanto un sufrimiento nos lacera, nos quema. Se llora cuando nos acorrala la angustia, cuando nos acosa el desamor, la indiferencia, el desprecio. Algunos lo hacen de felicidad, de alegría, de contento y hay quien no puede contener una lagrima de rabia. Llorar es un acto humano y aunque es personal a veces, por ser contagioso, se convierte en colectivo. 
Hay llantos desgarradores, que nos calan muy hondo, que nos incitan a compartirlos. Hay llantos sinceros, que expresan sentimientos profundos, que nos conmueven. Y hay llantos falsos, fingidos, que nos obligan a despreciarlos. 
Las lagrimas constituyen la expresión más tangible de los sentimientos. Es una forma de comunicación, mediante la cual transmitimos lo que sentimos. A través de las lagrimas le hacemos saber a los demás que estamos dolidos, afligidos, que una pena grande nos copa o que un dolor físico nos mantiene postrados. Es un código que invita a ser descifrado.
El llanto hace pareja con el duelo. Comparten una razón común. Uno es consecuencia del otro. El duelo cesa cuando sana el alma. Cuando aceptamos la realidad. Cuando nos convencemos que hubo un cambio irreversible. Que no hay vuelta atrás. Que nada volverá  a ser como antes fue. Cuando eso pasa se secan  las fuentes, se cierran las compuertas de los ojos y la paz vuelve al espíritu. Dejamos de llorar. El agua se amansa  en el pozo.  EFO

sábado, 21 de octubre de 2017





ESA VERDE ILUSION



Si hurgamos en la caja que Pándora abandonó, buscando en el fondo, despacio, sin prisa, la podemos ver, silenciosa, quieta... verde. La Esperanza despierta al clarear el día, entre la brumas que la luz disipa. Se oculta en la noche, cubierta de sueños, tapada de sombras. La esperanza es un ser vivo que habita en cada uno de nosotros. Siempre esta presente; aunque a veces no la notemos, sabemos que podemos contar con ella  cuando lo necesitemos. La esperanza es un rayo de luz que ilumina nuestras noches oscuras. Es un viento fresco que renueva las ansias, que abate el sufrimiento, que nos ayuda a superar situaciones difíciles. Es un auxilio en las batallas que libramos contra la angustia, la depresión, el desanimo. La esperanza es un arma necesaria, una herramienta imprescindible para seguir viviendo. La esperanza la fabricamos nosotros mismos con los pedazos que nos quedan después de una desilución. Nos aferramos a ella como un naufrago a la tabla en la cual flota en medio de un mar embravecido. Al principio es solo un idea, pero a medida que vamos analizando cada uno de los elementos que la posibilitan nos damos cuenta que puede ser una realidad y la dejamos nacer. La ayudamos a crecer. La fortalecemos con deseos. La nutrimos con pensamientos. La reforzamos con emociones y finalmente la conservamos dentro de nuestro corazón. A veces es lo único que nos mantiene vivos, que nos alienta, que nos permite seguir respirando. Es como una llama  votiva que arde, que no se extingue, que sobrevive cuando todo está muerto.
La esperanza es un ente puro, hecha con una mezcla de sentimientos, de peticiones, de apetencias, de buenas intenciones. Es verde porque ese es el color de  la naturaleza. La esperanza  se asocia con la primavera, estación en la cual germinan todas las semillas, dando inicio a la vida. La esperanza significa renacimiento, volver a vivir, a sentir, luego de un periodo de privación. La esperanza es una alborada. Un luz que disipa las sombras. Es una acto de fe, un deseo vehemente. La esperanza nunca muere, pues está en permanente renovación. Si se pierde renace una y otra vez pues es fuente inagotable. Es un fenix. La esperanza es siempre otra oportunidad, que se da bajo otras circunstancias. Es espera, potencia que se transformará en acto.
La esperanza es esa ayuda necesaria por la que todos clamamos cuando estamos a punto de claudicar. Es el sustento que necesitamos para seguir en el camino, para no desfallecer en la lucha, para mantenernos firmes frente a la adversidad. Es el ultimo recurso que disponemos. La ultima carta que jugamos. Lo mejor que tenemos. La esperanza es una ilusión. La ultima verde ilusión.  EFO

jueves, 19 de octubre de 2017





EL JUEGO DE LA VIDA


Anoche salí a buscarlos. Recorrí calles, atravesé plazas, remonté cuestas, pregunté a los vecinos, pero no los encontré. Se que están afuera, en alguna parte. Quizás debo cesar en mi búsqueda acallar mis ansias y tan solo esperar. A lo mejor ellos, mis amores perdidos, también me buscan. Y por azar me encuentran.
Los amores perdidos son aquellos que por error u omisión dejamos ir. Esos que por un tiempo ocuparon un espacio muy importante en nuestra vida y que de repente, por alguna circunstancia, dejaron de ser nuestros. Se terminaron. Acabaron.  O al menos eso es lo que creemos, cuando la realidad es otra: los amores perdidos nunca son tales. Nunca se fueron. Siempre se quedaron en nosotros. Están escondidos en lo más recóndito de nuestros anhelos. Camuflados. Traspapelados. Pero siguen allí. De noche, cuando se despiertan las ansias, cuando los recuerdos ocupan nuestras mentes, cuando late mas fuerte el corazón se asoman a nuestra conciencia reclamando su espacio, ese que le pertenece por derecho propio, por haberlo conquistado.
Los amores perdidos están hechos con jirones de nuestra vida, Con trozos de recuerdos, con pedazos de emociones. Los amores perdidos son parte indivisible de nuestra existencia. Ellos permanecen cosidos, clavados, engomados, transfundidos a nuestro ser. Son amores nunca olvidados pues es imposible borrar la huella de un beso, de una caricia o de una mirada cómplice.
En esas noches, cuando se despiertan las ansias y escapan de la gaveta de la memoria aquel parpadear de ojos, ese chocar de dientes persiguiendo risas, esa ráfaga de cabello ondeando al viento, ese olor tan peculiar, tan suyo, tan nuestro, soltamos el freno y tratamos de imaginar como hubiera sido nuestra vida al lado de esa persona. Construimos sueños con lo que nos quedó, con aquello que aún conservamos, con lo poco que el tiempo no cubrió de olvido y por un rato nos arropamos con esa ilusión hasta que despertamos y la realidad nos devuelve nuestra cotidianidad. Entonces recogemos nuestros recuerdos y los guardamos intactos, para, en cualquier momento, despertarlos, volverlos a usar. Mantenemos en nuestras mentes esos rostros, esos gestos; no nos atrevemos a cambiarlos. Les negamos el paso del tiempo. Obviamos los estragos que la vida les causó. Preferimos seguirlos viendo como eran. Como los conocimos. Como nos hicieron felices. Eso forma parte del juego. Eso es, en esencia, el juego de la vida.  EFO.


jueves, 12 de octubre de 2017






MIS DOS SOMBRAS.


Escurridizas, silenciosas, amorfas, las sombras van ocupando los espacios que dejamos al pasar. Van rellenando los huecos que abrimos y no cerramos. Las sombras son como velos negros que todo lo tapan, que todo lo esconden. Las sombras, antagonistas de la luz, huyen asustadas, trémulas, ansiosas cuando abrimos un postigo o no cerramos una puerta. Presurosas van a esconderse, a refugiarse, a habitar sus espacios. 
Nosotros, al igual que las sombras, también nos ocultamos en el mundo que fabricamos, ese que cercamos, que cubrimos, que hacemos impenetrable para que nadie lo franquee, para que nadie entre, para que nadie nos vea. Nosotros vivimos entre sombras. Nosotros vivimos con las sombras. Nos cubre la sombra de un recuerdo, de una añoranza, de un deseo no satisfecho, de una ilusión vana. Las sombras viven pegadas a nuestros cuerpos, soldadas a ellos, ocupando todos sus poros, pero también están fundidas a los pliegues de nuestras almas. Todos tenemos nuestro lado oscuro. Ese que no mostramos a nadie. Ese que ocultamos a todos. Ese lado oscuro, esa sombra que mora dentro, sólo se asoma cuando aflora lo peor de nosotros, cuando dejamos que nuestras pasiones nos dominen, cuando abrimos la espita de lo malo que sedimenta nuestro espíritu. Si hacemos un esfuerzo la podemos ver asomada a nuestros ojos, la podemos sentir sorbiendo nuestra respiración, dejándonos sin aliento, la podemos tocar cuando resbala por nuestra piel. Esa sombra, la sombra del mal, no es una herencia que arrastramos al nacer. A esa sombra la construimos con nuestras acciones, a lo largo de nuestra vida. La concebimos, alimentamos, cuidamos y hacemos crecer día a día. Es difícil, muy difícil vivir con ella, pero es casi imposible hacerlo sin ella, pues a fuerza de sentirla nos acostumbramos a su existencia. 
Una vez intenté desembarazarme de mi sombra, de mi sombra física, por llamarla de alguna forma, de esa que nació el mismo día y a la misma hora que yo, de esa que me sigue a todas partes, de esa que siempre está conmigo, de esa mancha que se refleja en el suelo cuando camino y que se proyecta en las paredes cuando me paro a contraluz.  Cerré puertas y ventanas. Me encerré en un cuarto oscuro... y no la vi. La busqué... y no la encontré. Y cuando comenzaba a creer que lo había logrado me di cuenta que había crecido, que se había hecho tan grande que me rodeaba, que me cubría totalmente, me cubría tanto que me asfixiaba. 
Una noche intenté hacer lo mismo con mi otra sombra, la espiritual, por llamarla de alguna forma, esa que vive dentro de mi, ese rastro  que gobierna mis actos, que tiñe de negro mis pensamientos, que nubla mi conciencia. Me adentré en la Casa de Dios. Me postré ante su sangrante imagen de yeso y dejé que me bañara con su claridad. Pedí perdón por mis pecados y me sentí purificado. Una sensación de paz infinita se apoderó de mi espíritu. Me invadió la calma. De rodillas musité una plegaria y pensé que la había vencido, expulsado, desterrado. Feliz abandoné el Templo de Oración. Cerré los ojos y dejé reposar mi cuerpo. Al despertar la vi junto a mi. Acostada en mi cama. Mirándome con burla, con sorna, con placer. 
El camino de la redención es largo, espinoso, difícil, muy difícil de transitar. Para recorrerlo solo hace falta empezar a andar. Caminemos... EFO.



domingo, 10 de septiembre de 2017



ICARO Y TESEO


Los caminos son espacios que se abren de cara al futuro. Son trechos que incitan a recorrerlos. Son territorios inexplorados, deseosos de ser descubiertos. Son rutas que conducen a cualquier parte. Son metas planteadas, esperando ser coronadas. Los caminos son tierras de horizontes. Senderos ansiosos de pasos que los cubran, de huellas que los marquen. Los caminos son sueños inconclusos.  Son historias a la espera de un final. Los caminos de los ríos serpentean a pedazos, develando misterios. Los caminos de las montañas escalan en pos de una cumbre que a ratos se vuelve inalcanzable. Los caminos de los campos están llenos de motas de polvo que el viento devuelve. Los caminos del cielo se pierden entre praderas de nubes. Los caminos de los jardines confunden a las flores. Los caminos del mar son estelas que las olas borran. Los caminos de los desiertos son pizarras de arena en los que el viento dibuja. Los caminos del viento se escriben y borran en el aire. Los caminos de la lluvia siempre bajan, nunca suben. Los caminos de la noche son oscuros. Los caminos de los cementerios tropiezan con las tumbas. Los caminos del silencio están llenos de ruidos. Los caminos de los pueblos cuentan las mismas historias. Los caminos de Dios son imprevisibles, insondables. Los caminos del hombre son equívocos, confusos. Los caminos del deseo terminan en pecado. Los caminos del pecado conducen al arrepentimiento. Los caminos del dolor están pavimentados de lágrimas. Los caminos de la tristeza siempre mueren, no perduran. Los caminos del odio exudan furia. Los caminos de la vida son cortos. Los caminos de la muerte son eternos. Los caminos de la guerra están llenos de muertos. Cada quien hace su propio camino. Lo construye poco a poco a lo largo de su existencia. Lo cubre de sueños, de llanto, de amores, de pasiones, de lagrimas, de risas, de emociones, de sensaciones de buenas intenciones. 
Hay caminos que parecieran no terminar. Su senda es fatigosa, pesada, dura, llena de obstáculos, plagada de incomodidades. Hay otros que lucen luminosos, fáciles de transitar, buenos para recorrer. Hay caminos que no llevan a ninguna parte, o que por su enrevesado trazado conducen siempre al lugar de partida. Son laberintos hechos por manos invisibles; para nos perdernos en ellos, para recorrerlos necesitamos una luz que nos alumbre, un hilo, como el que Ariadna le dio a Teseo,  para que nos marque la ruta, o unas alas, como las que Dedalo le hizo a Icaro, para poder sobrevolarlos, sólo que esos instrumentos no nos son dados, nosotros mismos debemos fabricarlos, hay que armar las alas y tejer el hilo con fe, esperanza, voluntad, tesón y perseverancia.
Todos tenemos frente a nosotros un camino que nos incita a desbrozarlo, a hollarlo, a fatigarlo.  Todos somos viajeros en rutas ignotas. El camino está abierto. Caminemos. EFO

viernes, 21 de julio de 2017




EL BALANCE



Ayer te vi pasar. Intenté hablarte, pero no pude. Dejé que mis ojos resbalaran por tu piel, acariciándola. No notaste  mi presencia. Pasaste como pasa la brisa, como cae la lluvia, como sopla el viento: imperturbable, impasible, lejana, distante. Me quedé mirándote. Te vi alejar y sentí al tiempo marcar distancia entre nosotros. Entonces supe que la vida entera cabe en un instante. Recordé las veces que mis dedos cercaron tu boca en vano esfuerzo por evitar que dijeras adios.  Fue inútil, no pude, mis manos no lograron detener tus palabras. Te fuiste. Hoy tan solo queda un vago recuerdo de lo vivido. De aquello que alguna vez fue lo único y primero para los dos. Nos separamos como lo hacen los socios que, no pudiendo conciliar sus diferencias, dividen su fracaso. Nos separamos con rabia, con dolor, con rencor.
Ayer cerramos por inventario. Hoy es hora de hacer balance. De sacar cuentas. De repartir lo que nos quedó. Yo ya lo hice. Y sorprendete: me debes y me propongo cobrar.
Me debes más de un millón de besos (exactamente un millón quinientos treinta y dos mil cuatrocientos ocho), de los muchos que te dí y no me devolviste, miles de caricias no correspondidas, infinidad de Te quiero que omitiste, cientos de miradas que esquivaste, una cantidad indeterminada de pensamientos que desechaste, un numero incalculable (pon tu la cifra) de latidos de corazón que nunca acompañaste, tres años de devoción, de adoración que menospreciaste, un mar de lagrimas que vertí por ti, una montaña de recuerdos que seguro desterraste, cientos de miles de horas de vigilia, de angustia, de desesperanza e incontables momentos de rabia, de celos, de despecho. Me debes, en fin, la vida. Esa vida que te entregué y que no supiste valorar. Esa vida que desdeñaste, que nunca hiciste tuya.
Como verás el Balance es a mi favor. Tu Pasivo supera con creces tu Activo. Estás en quiebra y también en mora, pues has dejado pasar el tiempo y no honraste tus compromisos. Te voy a embargar. Me voy a quedar con todo. De aquí en adelante no podrás disponer, de lo que siempre has considerado de tu absoluta propiedad, pues a partir de este momento confisco tu boca de terciopelo rojo, esa que frunces con desdén, esa a la que enseñé a besar. Me adueñó de tus ojos de noche, esos que relampaguean de deseo, esos que acarician de amor. Me posesiono de tus manos de pájaros, esas que revolotean gracias al conjuro de tu voz. También embargo tu voz, tu dulce y susurrante voz y el carbón de tu pelo, ese que juguetea con la brisa y que en caprichoso mohín te tapa la cara. Ahora soy el único propietario de tu cuerpo de sirena, de ese cuerpo de largas piernas, cimbreantes caderas y voluptuosos senos, de ese cuerpo que enciende mi pasión con solo evocarlo, traerlo a mi memoria.  Me quedo con los hoyitos de tus mejillas, con tus dientes de nácar, con tu piel de durazno, con tu naricita de conejo.También es mía la nube de tus pensamientos y tu andar de gacela, tus sonrisas coquetas y por ende el cascabel de tu risa, tus miradas tristes y las lagrimas de tus ojos. Me perteneces tu.Completa y totalmente. Así lo dice la ley. La ley de la razón, la ley del corazón. Porque tu naciste para mi. Yo soy tu dueño. Y nunca, óyelo bien, nunca renunciare a ti... 

PD.
Si quieres recuperar tus propiedades gustosamente te las devuelvo, previo pago del capital e intereses de lo adeudado.  EFO.



miércoles, 19 de julio de 2017






LOS MUERTOS


Sepultados unos, insepultos otros, los muertos duermen un sueño del que jamás despertaran. Los muertos, son trozos de un pasado que mató el presente. Son tiempos idos, vestigios de lo que fue y que nunca más volverá a ser. Los muertos no sólo son carne que se pudre y huesos que blanquean, son algo más que eso, son un cumulo de recuerdos que perduran en la memoria de quienes alguna vez los amaron u odiaron. Son fragmentos de pequeñas historias que ocuparon espacio en las mentes y sentimientos de los que hoy los recuerdan. Morir no es simplemente dejar de vivir. Morir es cerrar una puerta que abrimos al nacer. Morir es cancelar nuestro tiempo en otras mentes. Es traspasar un umbral. Es comenzar a vivir en la distancia. Cuando se muere físicamente, en paralelo, se empieza a morir en otros, se inicia un proceso mediante el cual los momentos que compartimos con alguien se van difuminando, nuestros rostros se desdibujan en su memoria, nuestras voces se apagan y dejan de ser audibles. En realidad morimos varias veces.
La muerte física, esa mediante la cual cesan nuestras funciones vitales, no es la importante, esa es apenas el comienzo de la verdadera muerte, de la que nos desaparece, de aquella que nos destierra de la vida de los que alguna vez consideramos nuestros o parte de nosotros mismos. También morimos cuando nos negamos a  soñar, cuando renunciamos a las utopías, cuando dejamos de fantasear, de habitar mundos irreales, llenos de seres extraordinarios que nos atan a la vida.  Esa muerte, la espiritual, es catastrófica, definitiva,  lapidaria, porque nos mata por dentro, nos aniquila el alma.
Morimos en otros cuando dejan de pensarnos, cuando no formamos parte de su archivo, cuando ya no estamos en su data; y  de igual manera, con el mismo método, nosotros también matamos. Y así, poco a poco, vamos construyendo un cementerio particular, que nos pertenece pero que no habitaremos. Nosotros viviremos en los cementerios que otros construyen y en los cuales nos han reservado tumbas. Tenemos la potestad de matar, pero también el poder de hacer resucitar, poder que ejercemos cada vez que evocamos a alguien a quien habíamos olvidado, sepultado. Somos humanos jugando a ser Dioses... pero los Dioses también mueren y lo hacen cuando perdemos la fe, cuando frente a ellos no elevamos una espiral de incienso, desgranamos las cuentas de un rosario o hacemos temblar la llama de una vela. A los Dioses, esos que adoramos, matamos y enterramos en nuestro cementerio, quizás algún día resucitemos, porque somos humanos jugando a ser Dioses.     EFO

viernes, 7 de julio de 2017





LA SEGUNDA PIEL

Envuelto en la madeja del tiempo he visto transcurrir mi vida casi sin notarlo. Mi madre se hizo vieja, mi hermana mujer y mi abuela niña, mientras que yo me encuentro estacionado en un compás de días, de meses, de años, sin poder avanzar; no es que esté detenido en el tiempo, muy por el contrario lo siento segundo a segundo gotear sobre mi cabeza, minuto a minuto lijar mis huesos, hora tras hora, triturar mis emociones, royéndome deslavándome, consumiéndome, pero pese a ello estoy seguro que no pasa igual. Ayer me acosté siendo uno y hoy, al despertar soy otro. Mi alma es la misma, pero mi cuerpo no. Me hice viejo por fuera. Soy un joven anclado en una estructura física que no me es propia, que no me pertenece. Soy prisionero de una paradoja, de una contradicción. Mis ideas, mis percepciones, mi esquema mental no compaginan con mi naturaleza. Hay un desfase, una distonía, que se manifiesta entre lo que quiero y lo que puedo hacer. En mi cohabitan dos personas distintas, obligadas a convivir, sin soportarse. Sin querer hacerlo. Al mirarme al espejo veo una cara arrugada, de parpados caídos, ojos apagados, boca distendida, pero detrás de esa fachada se adivina otro ser de mirada brillante y semblante risueño. Ese soy yo. El otro es mi remedo, una mala copia, un ente bizarro que se cobija bajo una segunda piel. Todavía no he podido desentrañar el misterio. No atino a comprender como se produjo la transmutación. No se como entró ese anciano dentro de mi. No entiendo como generé esa piel... la segunda, la que lo cubre a él. Al principio, luego de operarse el cambio, me acostaba pensando que era un sueño, una pesadilla y que al despertar todo volvería a ser como antes. Pero eso nunca pasó. Día a día la plata del cristal me devuelve la misma imagen que detesto. El viejo sigue allí. Amalgamado conmigo, debajo de mi, dentro de mi, parapetado tras mi segunda piel.
Ayer salí de nuevo a la calle. No lo hacía desde que empezó todo. No quería salir. Tenía miedo que mis amigos, la gente que me conoce, me vieran distinto. Pero no ha sido así. Nadie se ha dado cuenta. O al menos no me lo han hecho notar. Todos me tratan igual. Para ellos soy el mismo, no hay nada raro en mi. Les sigo la corriente. Me muestro indiferente. No hablo de eso.
Ha pasado el tiempo y poco a poco me voy resignando a mi nueva realidad. Me estoy acostumbrado al cambio, que no ha sido sólo físico. Ahora percibo un cumulo de sensaciones que antes no me eran familiares. Ahora coloco todo en perspectiva. Sopeso mis opciones. Me he convertido en un ser analítico, cauto, precavido. He aprendido a frenar mis pasiones, mis urgencias. Ahora todo tiene un ritmo más lento. Disfruto cada segundo, como si fuera el último. Me he vuelto avaro con el tiempo, al que veo como verdugo de mi vida. Valoro lo que tengo. Cuido mi cuerpo, al que siento frágil. Cultivo mi espíritu, al que quiero puro. Evoco con nostalgia mis amores. He desterrado mis odios, mis rencores. Echo de menos a los que ame, a los que me amaron, a quienes se fueron. Creo que me estoy haciendo viejo... que dejé de ser joven... que empecé a mudar de piel.   EFO.

lunes, 3 de julio de 2017



EL PENULTIMO ROUND


Aquella mañana empezó igual para Pedro, es decir, idéntica a otras mañanas de un domingo cualquiera. Sin embargo, cuando se afeitaba, sintió un escalofrío que le recorrió la columna. Una señal de alarma se encendió en su cerebro. Seguro estaba que había incurrido en un error, o simplemente había pasado algo por alto, pero no sabía que.
La mirada de Yolanda, su mujer, se lo confirmó al estrellarse furiosa contra la suya, tras sortear dos tazas de café con leche, que por mera casualidad se encontraban a la altura de los ojos, en mitad del desayuno. Sus hijos, Elvira y Pedro, fungían de espectadores, como si asistieran a un match de boxeo, en el cual nadie sabe que va a pasar, pues en el décimo round se encuentra parejito.  
La primera reacción de Pedro fue hacerse el loco, mientras pasaba revista mental a lo que había hecho, o dejado de hacer el día anterior: La curdita de ayer no fue muy larga. Llegué temprano, además Yolanda sabe que viernes y sábados son míos. Los viernes de los amigos y los sábados de los caballos. Por ahí no andaba la cosa. La salidita del  miércoles con la secretaria de Compras, tampoco entraba en juego. Nadie en la oficina se había dado cuenta del asuntico, que ya llegaba a los seis meses, y que ojala no termine nunca, porque está buenísima. Cero llamadas por teléfono, ni al celular, ni a la casa.
Bueno, sea lo que sea, revienta hoy, de eso estoy  seguro, se dijo para si, mientras esperaba que Yolanda le sirviera un poco más de périco. Llegó el périco, pero no se deslizó sobre el plato con suavidad de cucharilla. Aterrizó violentamente sobre la superficie de loza, produciendo un ruidito provocador, seguido de un despótico ¿Así está bien o quiere más? La cosa esta mala. Lo recomendable en estos casos es cambiar la estrategia. Y la cambió. Puso cara de arrecho. Nada. La situación se volvió más tensa.
Finalizado el desayuno ocupó su lugar de siempre en el balcón, peleando con el aire que apagaba los fósforos y volteaba las hojas del periódico. Y de pronto, como por arte de magia la verdad le fue revelada. Un aviso a todo lo largo y ancho de la página le dijo todo lo que necesitaba saber:

PARA TI MAMA, EN TU DÍA LO MEJOR: IMGEVE

!Coño, que vaina. se me olvidó esa verga.! De ahí en adelante todo fue mas fácil. Se levantó y con cara de yo no fui se recostó en el marco de la puerta del cuarto. Yolanda era un lío de pantuflas, sostenes y bluyines apretaitos.

Primer Round, los boxeadores al centro del ring.

- Mi amor, balbuceó.
- Dime, Pedro, dime, ¿que pasa ahora?
- De pasar no pasa nada, sólo que tu siempre tienes la costumbre de echarle a perder las cosas a uno, adelantándote a los acontecimientos.
- Mira Pedro, vamos a dejarlo así.¿ tu sabes que día es hoy?
- Claro, claro que lo se, como crees que se me va a olvidar algo como eso.
-Bueno, y entonces ¿donde está mi regalo?
- Mi vida, este año resolví hacer las cosas distintas para evitarnos los problemas del año pasado. Te acuerdas que te compré un vestido que no te gustó.
- No me recuerdes el año pasado. Yo estoy segura que ese vestido lo compraste para otra, porque no me vas a decir después de 10 años de casados que no sabes que mi talla es 12 y no 16 y para completar lo compras amarillo, cuando sabías que estaba de luto, porque papaito se había muerto hacía apenas dos meses.
- Bueno, ya te expliqué que siempre he sido malo para las tallas y por lo del luto no; porque la idea era que lo guardaras para cuando te lo quitaras, pero dejemos la peleadera. Yo lo que te quería decir es que desde ayer reservé en un  restaurant y hoy vamos todos a almorzar, después tu escoges lo que que quieras y mañana te lo compro. Así nos evitamos problemas.
- No, no lo voy a hacer, no seas hipócrita, se te olvidó y ahora quieres remendar el capote.
Bueno, Yolanda si tu lo piensas así entonces dejemos las cosas de ese tamaño y no vamos a ninguna parte.
Y dando media vuelta se volvió al balcón.
No habían pasado dos cigarros, cuando llegó Elvirita.
Papi, mi mami dice que está bien, que te vistas porque ella quiere pasar primero por la casa de abuelita.
Levántate Pedro, que ahora es cuando vas a saber para que naciste, murmuró para sus adentros y recogiendo fósforos, cigarros y periódico, se perdió en el pasillo en ruta al cuarto.

Vamos a la acción del Segundo Round   

- Entonces Pedro, como estás, tanto tiempo sin verte, que raro, tu por aquí.
- Bueno vale, las suegras también son madres y a ellas hay que visitarlas de vez en cuando.
-Ujum, y de cuando acá ese cariño, mijo.
-Usted sabe doñá Juanita, que yo siempre la he querido, que no ande con zalamerías,  es otra cosa.
- Verme sepultada, mi amor, verme sepultada.
Tranquilo Pedro, tranquilo. Pegaste al cuñado contra las cuerdas, le conectaste un  oper a la vieja y ahora tienes que bailotear a la esposita del cuñadito.
- Yolandita, ¿que te regaló Pedro?
- Ay mija tu sabes como es el. Me va a llevar a almorzar y después yo escojo lo que quiera.
- Niña, que espléndido se ha vuelto tu marido. Así hacía mi papá cada vez que se olvidaba el Día de las Madres, menos mal que con Ramoncito no tengo esos problemas. Este año me regaló un reloj bellísimo.
Suerte que tienen algunas mujeres, replicó Yolanda, sin dejar de mirar fijamente a Pedro.
Claro, como no le va a dar un reloj si la que trabaja es ella y el zángano este vive de gratis y según el ayuda a la vieja a administrar las cuatro casitas que le dejó el pure.

Tercer Round. Suena la campana . Second fuera.

¿Y cuando se acabará esta cola? Quien me mandaría a meterme en vainas. Me hubiera quedado tranquilito en casa y esta que se arrechara.  Eso tampoco le iba a durar toda la vida. Ya he visitado tres restaurantes y nada. Están full.
- ¿Para donde vamos ahora? Ya son las cuatro de la tarde y no hemos comido.
- La culpa es tuya, por quedarte hablando paja en la casa de tu mamá.
- La culpa es tuya, por andar diciendo mentiras. No y que tenías reservada una mesa. Mentira, que mesa ibas a tener.
- Claro que la tenía, pero tu sabes como es la cosa, si uno no llega a la hora la pierde. No te van a estar guardando mesa. Hoy todo el mundo come en la calle.
- Todo el mundo menos nosotros. A este paso me veo cocinando.
-Sería bueno.
-Eso es lo que tu quisieras. Para ti yo soy tu esclava. Te cocino, te lavo y te plancho de gratis. Y el señor bebiendo aguardiente y haciendo vida de soltero.
- Mira Yolanda, mejor será que te calles, bastante tengo con lo que estoy pasando.

Y llegamos a la acción del Cuarto Episodio.

- Buenas tardes, señor Pedro que gusto verlo a esta hora por aquí.
 -Buenas, como le va. ¿Tiene una mesita disponible?
- Por supuesto, pase usted.
Pedro Fernández se recupera de la golpiza que recibió en rounds anteriores.
- La doña, ¿que va a tomar?
- Ay, no se. Tráigame algo que no tenga mucho alcohol, porque sino me mareó.
- Para el caballero, lo de siempre ¿verdad?
- A ti como que te conocen mucho en este restaurante. Te adivinan los deseos.
Silencio. Pedro retrocede y cae en clinch
¿Esa que está ahí no es Zandra, la bailarina? Pero que hace  aquí a esta hora. ¿ella no trabaja solo de noche?.
Coñó, ahora si la puse. Lo que me faltaba.
-¿ Por qué esa mujer te mira tanto. La conoces? 
- No, que voy a conocerla. Primera vez que la veo. Seguro me confundió con alguien.
- Mentira Pedro. No empecemos. El año pasado me diste un vestido que compraste para otra mujer y este año me traes a un restaurante para que vea a la mujercita con la que estás empatado. Esto es el colmo, chico. Tu no me respetas. Tu eres un sinverguenza. Yo no aguanto más. Cojo mis muchachos y me voy de aquí.
- Pero bueno Yolanda, ¿te volviste loca?.
Lo último que escuchó Pedro fue un fru fru de faldas y los gritos de Elvira: Suéltame mamá, me estás halando el pelo.
- ¿Le traigo otro palo, Dón Pedro?
- Tráigalo. Vamos a celebrar que hoy es el Día de la Madre.
El conteó va por ocho y el hombre no se para. Parece que está Knock out 




domingo, 25 de junio de 2017







LA HUIDA.


Sin pensarlo, sin quererlo, ni siquiera sin imaginarlo,  comencé a huir. Orienté mis pasos hacia un camino ignorado y eché a andar. No se por cuanto tiempo lo he hecho. Tampoco se a donde voy, o a donde quiero ir. Nada ni nadie decide ni mi ruta, ni mi destino final. Simplemente camino... huyo. Tampoco se de quien o de que lo hago. Simplemente camino... huyo. Escapo a tientas. No se por donde voy. Alrededor todo es oscuro, A veces creo ver, a lo lejos, luces temblorosas como las de las velas que custodian los ataúdes, pero al acercarme no las distingo más. Pareciera que se esfumaran, que se apagaran. Ya no están. La oscuridad que me rodea me impide ver el sendero que piso. No se donde estoy. Hay momentos en que quisiera detenerme. Hacer un alto. Parar por un instante para centrarme, averiguarme, preguntarme que quiero. Para evaluar lo hecho y decidir en consecuencia, pero algo me impulsa a seguir. A no detenerme, a avanzar. Y sigo en ruta hacia la nada. Si tan solo pudiera entender que hago  podría decidir que hacer, pero no logro descifrarme y en consecuencia estoy obligado a seguir.
De una cosa estoy seguro y es que no estoy huyendo de mi pasado, pues ese ya no existe. A ese lo destrocé a dentelladas, con esos dientes que amaestré para despedazar, para rumiar historias y sueños.  Quizás huya de mi presente al que siempre he considerado vacuo, sin sentido, carente de orientación. Y si huyo de mi presente lo estoy haciendo también de mi futuro, pues este se construye hoy y hoy es presente y no hay futuro sin presente, como no hay presente sin pasado, sin ayer. Razonando así tendré que concluir, forzosamente, que estoy huyendo de mi mismo, pues soy la suma de mi pasado y mi presente, que equivale a decir mi futuro. Soy un prófugo de mi existencia. Soy un evadido existencial. En eso me convertí cuando cambié mi libertad por los postulados del Código Civil y de la Santa Madre Iglesia. Cuando comencé a acatar normas, a aceptar dogmas, a entronizar ideas y conceptos ajenos que lastimaban mi propia esencia, que contradecían lo que siempre fui: yo mismo. Cuando inicié el descenso hacia ningún sitio bajando por una escalera que no termina nunca, que no conduce a ninguna parte. Y ahora estoy aquí, varado por ratos, caminante a medio tiempo. Preguntándome quien soy, que quiero, y para donde voy. Detenido en este espacio-tiempo, estacionado entre sístole y diastole. Camino...huyo. Y en esa huida arraso con todo. Con lo que antes consideraba bueno y con lo que siempre supe que era malo. Estoy haciendo de mi vida tabula rasa. No pretendo dejar nada, pero no estoy seguro si volveré a construir o por el contrario me conformaré con vivir ayuno, vacío, yermo, estéril. Eso aún no lo he decidido y quizás cuando lo decida sea tarde, porque en ese decidir se me vaya la vida. Mientras tanto camino...huyo.   EFO.

domingo, 18 de junio de 2017





COGITO ERGO SUM


Soy de los que creen que los pensamientos crecen dentro de nosotros, como las matas de hierba, y poco a poco van poblando nuestra mente hasta ocuparla por completo. Los pensamientos, creo, llegan a tener vida propia, a ser autónomos. Nacen a la sombra de una idea, de una visión, de un recuerdo y pueden convertirse en permanentes, en recurrentes. Un pensamiento fijo, inamovible, quizás se transforme en una obsesión, influyendo considerablemente en nuestra forma de actuar, en la manera de conducirnos. Esos, son difíciles de borrar, imposible de desterrar. Son como pequeños seres que se nutren  de ellos mismos o de otros. Esos pensamientos, al convertirse en factores desencadenantes de procesos, nos conducirán a desarrollos posteriores o a inminentes fracasos. A este grupo pertenecen los pensamientos amorosos, celosos, homicidas y algunos más de igual fuerza.
Hay pensamientos que son efímeros. Duran muy poco. No trascienden. Se van casi al mismo  tiempo de haber llegado. Esos actúan como complemento y eventualmente servirán  de sustento a los permanentes. La mayoría de las veces son creados para cumplir una función determinada. Hay otros que sirven como custodios, que operan como vigilantes de nuestra conducta y en muchos casos de otros pensamientos. Nos advierten de potenciales peligros. Nos señalan posibles desviaciones. Yo diría que nos cuidan. 
Nadie sabe, a ciencia cierta, como opera el proceso de formación de los pensamientos. Expertos opinan que nacen de visiones, sensaciones, emociones y deseos. Pero eso no está científicamente, comprobado.Tampoco existe una clasificación rigurosa de los tipos de pensamiento, A grosso modo, y a riesgo de pecar de simplistas, diremos que se dividen en buenos y malos y como consecuencia de esta esquematización podemos concluir que los buenos son aquellos que influyen positivamente en nuestro desarrollo y en contraposición, los malos son los que lo perjudican. Claro que eso es muy elemental, pero no es menos cierto que lo complejo está formado por un sinnúmero de simplezas. 
Existe otra variedad de pensamientos, constituida por ideas inducidas por otras mentes. Esos pensamientos no son propios,  no son generados en nuestra naturaleza, muy por el contrario han nacido fuera de ella y nos han sido trasplantados. Los hemos adoptado y en muchos casos incorporado a nuestra rutina mental, llegando a considerarlos como nuestros. 
Los pensamientos son dificiles de gobernar. No siempre se someten a nuestros deseos. Muchas veces actúan a su libre aldebrío. Escapan de nuestro control y vagan errantes por la tierra dorada de Fantasía. Cuando eso sucede lo mejor es dejarlos. En algún momento, cansados de soñar, volverán  al yugo de la cordura...   EFO.

jueves, 8 de junio de 2017




LA PRISIÓN SIN REJAS.


Cuando baja un Dios invisible se abren las puertas de Fantasía y entramos en un mundo mágico donde todo es posible. Todo, menos aquello que siempre hemos considerado posible. Fantasía es un terreno vedado para los necios. Solo permitido a quienes consideran lo sabido, lo visto, lo oído como algo intrascendente, rutinario, excesivamente normal. Fantasía es una tierra desconocida en la cual no existen caminos. No hay señales. No hay advertencias. Allí cada quien es libre de tener su propio mundo. Fantasía es un pedazo de nada, donde nada existe. Donde se tiene que fabricar realidades, partiendo de ilusiones. Quien se adentre en ella, por vez primera, sabrá que no tiene retorno; entenderá que no hay vuelta atrás, que para siempre será prisionero en esa cárcel sin barrotes, donde somos libres. En la tierra de la Fantasía somos adultos jugando a ser niños y viceversa. Allí no se le pone limite a la imaginación, pues esta es su propio limite. Es un universo paralelo. Un espacio infinito que se recrea día a día, segundo a segundo. Es un paisaje extenso, en constante expansión, donde cabemos todos. En Fantasía podemos construir un sueño de una vez o por etapas. Enriquecerlo a cada momento, agregarle nuevos elementos, volverlo a diseñar, a concebir. En Fantasía conviven, en perfecta armonía, seres de apariencia normal, iguales a nosotros, con otros irreales, inexistentes, al menos en el plano físico que conocemos. Algunos conservan los atributos que le son propios, aquellos con los que nacieron y que le han acompañado toda la vida, pues los hemos trasladado allí para colocarlos en situaciones y escenarios, que inventamos para ellos. Los otros son producto puro y simple de nuestra imaginación. Esos pueden tener una apariencia igual a la nuestra, pero nunca han existido en realidad. También pueden ser distintos. Seres grotescos, legendarios, heroicos, malvados, que nos atemorizan con su fealdad, o que nos subyugan con su belleza física o espiritual. En Fantasía nuestros sueños existen en el presente, se remontan al pasado o viajan al futuro. Es una tierra sin fronteras, donde mora toda ilusión y habita toda utopía. En Fantasía podemos rehacernos, ser lo que queramos: ricos, pobres, feos, viejos, jóvenes... Podemos inventarnos a nosotros mismos, fabricarnos  a la medida. Allí nada está hecho, todo esta por hacerse, por construirse, por crearse. En Fantasía no hay puertas que abrir, pues todo está abierto,  no hay ventanas para asomarse porque no hay nada oculto. Cualquiera puede ir sin comprar boleto, pues no existe transporte, basta con desearlo. Fantasía es un país libre donde podemos entrar y salir las veces que queramos, sin advertir a nadie, salvo a nosotros mismos, de nuestra presencia.  No se requiere visa, ni pasaporte, la única condición es estar vivos pues es una tierra de sueños, donde los muertos no pueden entrar porque no sueñan. En fantasía no existe tiempo, ni espacio. Fantasía no queda en un sitio determinado. No está en ninguna parte. No aparece en los mapas. No hay coordenadas, no existen rutas, ni senderos para llegar. Fantasía está en todas partes. Vive en cada uno. En cualquier sitio donde estemos. Fantasía está en el alma, en el corazón, forma parte de nuestro ADN. En Fantasía nadie está obligado, aquel que la visita lo hace a conciencia, deseando hacerlo. No hay horarios. No se establece tiempo de permanencia, ni hora de entrada o salida. En Fantasía no hay sueño grande, ni deseo pequeño. El tamaño de nuestras aspiraciones lo marcamos nosotros mismos, porque Fantasía somos nosotros mismos... y recuerda: una vez que entres no podrás salir nunca jamás, te convertirás por siempre en prisionero de esa cárcel, sin barrotes, donde serás libre.  EFO.

lunes, 29 de mayo de 2017


DE TRAPO O DE PAPEL

Caminando sin rumbo fijo, con la intención de no llegar a ningún lado, mis pasos se enredaron con mis zapatos y de pronto estaba parado frente a una vidriera contemplando los muñecos que en ella vivían. Los miraba con curiosidad, como queriendo desentrañar su gestualidad, como intentando adivinar quienes eran, de donde venían y lo más importante: que sentían. Ellos me devolvían la mirada. También me escudriñaban, como preguntándose: quien es, que quiere, por que nos mira. El duelo de miradas se mantuvo por un tiempo, hasta que cansados, ellos y yo, dejamos de vernos pero no de sentirnos.
Tras el vidrio, sentados unos, parados otros, poco a poco fueron develando sus secretos. Había muñecos tristes, con la huella indeleble del sufrimiento marcada en sus caras. Sus ojos de vidrio, que en vano se esforzaban en contener una lágrima, carecían del brillo habitual del cristal pulido. Había muñecos alegres, risueños, rutilantes. Esos parecían disfrutar el encuentro. Nos veían como esperando una sonrisa que hiciera juego con la suya. Más allá, al fondo, se asomaba la carita despreocupada de una coqueta muñeca de largas pestañas, cabellera ondulada y risa pintada que se esforzaba en llamar nuestra atención procurando hacerse notar. También los había fieros, terribles, de mirada desafiante, asesina. Otros temerosos, confundidos, intentaban esconderse, fundirse con las cajas de cartón donde vivían.
Mirándolos descubrí que ellos reflejan en sus rostros las penas y alegrías de quienes los diseñaron, los fabricaron. Tras cada cada cara triste, escondido en unos ojos melancólicos, vive un dolor, un sufrimiento un pesar. Abrochada a una risa, colgada de un mirada habita una alegría,  mora un bello sueño. Son las marcas de su creación, la impronta de su creador.
De trapo, de papel, de cera, de porcelana, de plástico o de madera los muñecos han sido, y siempre, serán hermanos inseparables, depositarios de nuestros secretos, confidentes de pecados, de travesuras, de dolores. Ellos comparten o compartieron con nosotros un momento, un instante único, imperecedero. Amigos de la infancia, compañeros de ruta, viajeros en este camino, que obligados transitamos, nos ilusionan con su presencia, nos ayudan a vivir. Siempre están allí prestos a escucharnos, a reír con nuestras locuras, a llorar con nuestros pesares. Son como almas gemelas, fieles, consecuentes, incapaces de traicionarnos, de abandonarnos, de dejarnos solos. En eso se diferencian de nosotros que si los olvidamos, los arrumamos en un cajón, los sepultamos en una gaveta, en un sótano, en un closet y los dejamos allí hasta que un día cualquiera, por azar, buscando otra cosa, tropezamos con ellos y los volvemos a  mirar, a sentir  su textura y es entonces cuando un mundo de recuerdos se convierte en un mar de llanto que se parapeta tras los ojos. Los abrazamos, los apretamos contra el pecho, y le devolvemos su preminencia. Los sentamos en una repisa, en un sillón y cada vez que se entrecruzan nuestras miradas los saludamos con respeto, con cariño. Eso durará hasta que los desterremos nuevamente a otra gaveta, a otro cajón donde un hijo, o un nieto los descubra y por arte de magia les devuelva la vida. 
De trapo o de papel, los muñecos, esos muñecos, siempre serán nuestros muñecos.  EFO 

Mi muñeco, era un negrito que se llamaba Juanito y no se donde andará.

domingo, 7 de mayo de 2017



EL ABC de la vida.


El futuro es un tramo por recorrer. El pasado una etapa superada. El presente un sendero abierto. El futuro es una promesa. El pasado un tiempo agotado. El presente una realidad tangible. El Futuro es una posibilidad de realización. El pasado un espacio cubierto. El presente un grito ensordecedor.  El futuro es un destino incierto.  El pasado una obra terminada. El presente un permanente hoy. El futuro es un paso por darse. El pasado un camino transitado. El presente una diaria lucha. El futuro es un proyecto por culminar. El pasado un ciclo cerrado. El presente un permanente trajinar. El futuro es algo por nacer. El pasado un eterno ayer. El presente un acto en desarrollo. El futuro es una semilla por germinar. El pasado un tiempo ido.  El presente  un futuro en construcción.  El futuro es un niño. El pasado un viejo. El presente un joven. El futuro es una flor por abrir. El pasado un hecho consumado. El presente una realidad. El futuro es esperanza. El pasado un dolor ya sentido. El presente una obra en progreso. El futuro es un luminoso mañana. El pasado un espacio abolido. El presente  son sueños por realizar. El futuro es premonición. El pasado olvido. El presente ejecución. El futuro es el trecho por cubrir. El pasado el esfuerzo ya rendido. El presente la señal de partida. El futuro es una clara alborada. El pasado un día concluido. El presente una hora vigente. El futuro es un esperanzador despunte.  El pasado un tiempo lejano. El presente un cansino esfuerzo. El futuro es una idea. El pasado una huella. El presente un hecho. El futuro es gestación. El pasado muerte. El presente vida. El futuro es proyecto. El presente creación. El pasado obra. El futuro es glamorosa primavera. El pasado  gélido invierno. El presente  caluroso verano. El futuro eres tú. El pasado eres tú. El presente eres tú. EFO.

miércoles, 12 de abril de 2017




LA VIDA


La vida es un camino que puede ser corto o largo. Es una ruta que necesariamente hay que trillar. Es un espacio que debemos llenar. Es una serie de sucesos, de episodios, de ratos. La vida no es buena, ni mala, sencillamente es.  A cada quien le corresponde hacerla a su manera, pues no hay guión escrito, ni folleto de instrucciones. Cada uno la construye con los materiales que consiga, que tenga a mano. La vida se fabrica  día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Hay quien lo hace solo, otros con la ayuda de una o de varias personas pero siempre será un proyecto personal, individual y para hacerlo tenemos una única oportunidad.
A lo largo de nuestra vida vivimos otras vidas. Lo hacemos en paralelo. Mientras vivimos el presente evocamos el  pasado, damos marcha atrás. Mientras vivimos el presente imaginamos el futuro por vivir. Nos adelantamos en el tiempo. Los recuerdos son una forma de vivir, los sueños, otra y la realidad la definitiva. Para algunos la vida es una sucesión de hechos unidos entre si. Otros creen que son pedazos, trozos, que no tienen una secuencia. La vida no hay que saber vivirla, pues no hay formula para hacerlo. Lo que es bueno para unos, es malo para otros. La vida sencillamente se vive. Uno puede vivir su vida viviendo la de otros, compartiéndola, haciéndola propia. Esa forma de vivir implica una renuncia, un abandono de parte de nuestra individualidad, una cesión de aquello que nos ha sido dado en aras de algo común. Sabemos cuando comienza nuestra vida, pero ignoramos cuanto durará y como terminará. Hay seres longevos, que tienen una larga vida. Hay otros en la que apenas es un soplo, una brisa fugaz. Los suicidas viven por largo o por corto tiempo. Ellos son los únicos que miden su ciclo vital, que lo deciden. La vida se vive por etapas en que pasamos por momentos de felicidad, de dolor, de angustia, y esas etapas son cíclicas. Se repiten con frecuencia a lo largo de nuestra existencia. Solo varían las circunstancias en que se dan y las causas que las provocan. La vida es una sucesión de tiempos. Cronológicamente hablando vivimos cuatro vidas: de niños, de jóvenes, de adultos y de viejos. A lo largo de todo ese periplo vamos cambiando, acumulando experiencias, conocimientos para vivir el próximo devenir. La vida es un constante acopio de sensaciones, de sucesos. Cada día nos preparamos para el próximo, en una carrera hacia un final que no sabemos cuando llegará. Los antiguos creían que la vida la decidían los Dioses, que ellos prefijaban nuestro destino y que a ellos debíamos achacarle lo bueno y lo malo que nos pasaba. Todavía hay gente que piensa así. Yo creo que mi vida la determino yo mismo con mis acciones presentes, que son la génesis de mi futuro porvenir; por eso vivo mi vida hoy planificando la de mañana. Yo soy dueño de mi destino. Capitán de mi barco. Piloto de mi avión y vivo como siempre quise vivir: a mi manera. EFO.


martes, 7 de febrero de 2017



EL MAL

Hay algo malo dentro de mi. Lo siento escondido, acechándome, como esperando el momento oportuno para manifestarse en su totalidad. Es una sensación vaga, difusa, imprecisa que no se definir. A veces pienso que está en mi mente. Lo veo cabalgar a lomos de mis pensamientos, mimetizado, disfrazado. En otras ocasiones llega vestido de sensaciones, de temores. Eso que no logro identificar es como una premonición, un aviso de que algo no está bien. Eso que me hace sentir bajo un ataque continuo, sostenido, que no cesa, eso que me acosa, que me despierta en las noches, prolongando mi vigilia, que me obliga a mirarme al espejo, a escudriñarme buscando no se que, es como una sombra adosada a mi cuerpo, que ya traspasó mi piel. Hay momentos en que se vuelve real, o siento que se vuelve real. Esa angustia, que no puedo disipar, tiene su origen en tu ausencia. En la ya insoportable falta de tu presencia. En vano te busco dentro de mi y no te encuentro. Se que te has ido, que te fuiste hace tiempo, que ya no formo parte de tu vida, pero sin embargo te sigo sintiendo mía. Es a ti, a través de mi propia imagen, a quien pretendo descubrir en el espejo. Eres tu la que cabalga en mis pensamientos, la que convierte en días mis noches, la que transmutada en sombra, acompaña mis pasos. Y sin embargo no estás. El temor de perderte me hizo perderte. La angustia de presentir que algún día te irías, incitó tu partida. Es difícil vivir con el celaje de tu recuerdo acechándome. Es difícil tratar de ignorarte cuando se que eres mi única realidad. Tu eres mi mal. Ese mal que mina mi alma, que consume mi cuerpo. De nada sirve llamarte. No oyes mis quejas, no sabes de mi. Soy como un perro que ladra tras el postigo de la ventana o en el dintel de la puerta. De tanto evocarte siento que ya no recuerdo como eras. Pareciera que abandonaste el escenario de mi memoria. Ahora te veo como quisiera que fueras. Solo, en esta soledad que hastía, me aferro a un pedazo de nuestra vida pasada. A ese pedazo en que tantas cosas nos eran comunes: la calle, la música, esa calle que antes cancelaba las distancias, esa música que se apagó separándonos, cuando dejo de sonar, cuando cesaron sus acordes, al igual que los blues americanos: lastimosos, quejosos, que cuando terminan nos dejan expectantes, llorosos. Pero todo es inútil sigo sin encontrarte. Y en ese buscar, en ese esperar, se me va la vida. Siento como se ciegan mis caminos, como una a una se apagan las luces, como se cierran las puertas y me voy quedando solo, falto de todo, o de casi todo, de lo que hasta ayer me pertenecía, de lo que era mio. Ahora se, a ciencia cierta, lo que es sentir como el tiempo resbala por la piel, como se escurre, sin que se pueda hacer nada para evitar esa ausencia que mata. Como quisiera volver a tener lo que antes tuve. Como quisiera ver contigo las estrellas que no vimos, beber el agua que no bebimos, besarnos como nunca nos besamos. Tu eres mi mal. Y de ese mal, de ti, voy a morir. EFO.