sábado, 29 de diciembre de 2018




UN CUENTO DE ENTIERROS
(Historia de Maracaibo contada en otro idioma).

Un entierro es cosa seria.  Yo conocí  a un señor, por los laos de El Saladillo, que consiguió uno. Una noche él estaba adormilao, cuando  vio una lucecita roja que apareció de repente en la pared. La lucecita se prendía y se apagaba. El hombre se acercó para ver que era y  la lucecita comenzó a caminá por toa la pared y salió del cuarto. Pedro, que así se llamaba el hombre, se asustó y no se atrevió a seguirla.
Al otro día, la cosa se repitió. La lucecita se volvió a prendé y volvió a corré por la pared, pero esta vez sí se animó a seguila. La luz salió del cuarto, atravesó el corredor, siempre pegá a la pared, pasó por la cocina, entró al patio, esquivó la mata de mango y se paró en toita la pata de la mata de cotoperí y ahí se quedó. Pedro, se asustó y se volvió pal cuarto, trancó la puerta y se puso a rezá, muerto de miedo.
Al día siguiente le contó lo que le había  pasado a su compadre Narciso, quien le dijo: Compadre, en su casa lo que hay es un entierro. Vos te podeís volver  rico de la noche a la mañana, si te animais  a sacarlo, pero eso hay que saber hacerlo. Hay que preguntarle a un facurto.  Dejame averiguá como se hace y yo te digo después.
Al otro día el compadre le tocó la puerta. Ya averigüé, dijo, vamos a sacarlo esta noche.
- ¿A qué hora sale la luz esa?
 - A las diez, yo lo sé porque a esa hora apagan las lámparas de la calle, contestó el hombre.
- Bueno, a las 9 estoy aquí. Buscaté un pico y una pala, que yo traigo una cruz y un frasco de agua bendita.
A las 10, tal y como habían acordado estaban los dos hombres sentados en la cama, esperando que apareciera la lucecita. Y  apareció. La luz comenzó a caminar, salió del cuarto, atravesó el corredor, siempre pegá a la pared, pasó por la cocina, entró al patio, esquivó la mata de mango y se paró en toita la pata de la mata de cotoperí y ahí se quedó. Y quietecitos también se quedaron los dos hombres viendo como la luz no se movía.
Compadre, dijo el invitado, comenzá a abrir un hueco ahí donde está la luz  que yo voy a está rezando y echando agua bendita por si acaso. Cuando te canséis me avisais para cavar yo, mientras vos rezais. Pero acordate lo que me dijo Nicasio: si aparece el entierro no hableís, no digais nada, no abrais la boca.
Llevaban más de media hora cavando cuando sintieron que la pala había tropezado con algo. Los hombres se miraron. A Pedro las manos le temblaban y un sudor frío le corría por el pecho, pero no dijo nada. Siguió cavando. Narciso alumbró con el farol y vio un cofre grande, negro. Sin hablar  se inclinó en el hueco y jaló el cofre hacia afuera. Cuando ya lo tenía cerca de la boca  Pedro gritó: Agárralo, compadre, agárralo que ya somos ricos.
Se escuchó un quejio, un grito, como de dolor y el cofre se le escapó de las manos a Narciso y se hundió en el hueco.
Que hicisteis, compadre, que hicisteis, yo te advertí que no hablarais, que te quedarais callao, gritó Narciso.
Por más de una hora estuvieron cavando, el hueco se convirtió en un pozo grande pero nunca volvió a aparecer el cofre.
Y es que todo el mundo  sabe, que cuando se saca un entierro no se pué  habla, porque el muerto que lo cuida lo jala,  se lo lleva pa bajo otra vez.
Los entierros son baúles llenos de morocotas y prendas (.) que enterraban los ricos, en las épocas de guerra. El amo se llevaba a un peón pa que abriera el hueco y  después que lo abría, el mal hombre lo mataba y sepultaba ahí mismo pa que  cuidara el cofre y no le dijera a nadie donde estaba el tesoro.
El alma del muerto no consigue reposo, se queda penando, hasta que no se libre de la tarea que tiene de cuidá el entierro. Por eso hay que rezá para ayudala a sali y no se puede hablá, ni deci groserías porque se interrumpe el rezo, si alguien habla o dice groserías el muerto se molesta y le esconde el cofre al que lo está sacando, es como una venganza, pues...  EFO.

(.)
Morocota: Moneda en desuso, con aleación de 10% de cobre y 90% de oro puro y peso de 33.4325 gramos..
Prendas: Joyas, alhajas.

viernes, 9 de noviembre de 2018


YO, EL SOLITARIO
 

La soledad es un amigo que ya no está, un amor que acabó, un tren que partió, un barco que se aleja, una luz que se apagó, unos ojos que se cerraron, una voz que calló, un fuego que se extinguió, una puerta que no abrió, una carta que no llegó. Un adios. La soledad es frío en el alma y desazón en el corazón. Es un velo tenue, sutil que nos va cubriendo poco a poco. La soledad llega sin darnos cuenta. Notamos su presencia cuando echamos de menos aquellas cosas, aquella gente, que siempre estuvo cerca de nosotros y que ahora ya no más. El solitario es como una pavesa que, al consumirse, consume el cirio que la contiene. Contagia  a los que tiene cerca,  a quienes gravitan sobre el. La soledad es contagiosa.
La Soledad marida con la angustia, amalgama con la depresión, se junta con la desesperación. El solitario es un errante, un ser que vaga sin rumbo cierto, que olvidó la brújula y ahora no sabe a donde dirigir sus pasos. El solitario está obligado, por la naturaleza misma del mal que lo ocupa, a rehuir toda compañía, a rechazar cualquier ayuda, a renunciar a toda esperanza. La Soledad es como una nube que nos cubre poco a poco, que se cierne sobre nosotros impidiéndonos ver la luz, otear el horizonte,  encontrar la salida de ese laberinto en que nos ha metido. Hay solitarios que viajan solos, y  hay quienes viajan en grupos, que forman manadas, donde cada uno vive su propio dolor y no se comunica con el otro, pese a sentirlo próximo. Es común verlos transitar por todos los caminos, navegar en todos los mares, volar en todos los cielos. Esos grupos de solitarios recorren el mundo, viviendo su propio mundo, contagiando con su mal a todo el mundo. Yo soy un solitario. Nací así. Soy solitario de nacimiento. Desde siempre he vivido solo y no me gusta vivir de otra forma. Soy solitario por naturaleza, pero también por convicción. Amo mi soledad. Me gusta estacionarme en los espacios vacíos que pueblan mi corazón. Me complace ocupar la totalidad de mis sentimientos, sin compartirlos con nadie. Me regodeo en mis pensamientos, en esos que nadie conoce, esos que a nadie digo. Yo hablo para mi mismo, conmigo mismo.  Me veo y me escucho. No tengo, ni quiero interlocutor. No lo necesito. No me hace falta. Mi soledad me plena totalmente. No requiero de  otra compañía, Con ella me basta. Rehuyo el contacto con otra gente. No me gusta compartir, porque compartir es dividir. Y se comparte, se divide lo que se tiene y yo no tengo nada, excepto mi soledad. Cuando muera ella será mi única compañía  nadie más compartirá  mi tumba. Con nadie más dividiré ese pequeño espacio, mi espacio final, mi ultimo espacio. EFO.


EL LADRÓN DE RECUERDOS


Después de mucho estudiar y tras someterme a un intenso entrenamiento domino totalmente una nueva disciplina:Soy Hacker. Ahora me dedico, por entero, a esa actividad. Solo que, al contrario de lo que muchos piensen, no hackeo cuentas bancarias, ni entro en posesión de secretos de estado, el objeto de mi trabajo es otro. Hakeo mentes, para apropiarme de recuerdos. Los robo para venderlos, preservarlos o simplemente atesorarlos. Apoderarse de ellos implica vaciar archivos mentales completos. Los recuerdos que mayor dividendos producen son los amorosos, esos además de estar clasificados por el placer o daño que le causaron a sus dueños son definidos por estos como dulces o amargos, dolorosos o placenteros. Este tipo de recuerdos los atesoran con esmero sus propietarios quienes están dispuestos a pagar lo que se le pida por recuperarlos. Un buen recuerdo, por ejemplo, el primer beso, una noche inolvidable, el adios del ser que más se ha querido, o una recopilación de evocaciones de varios sucesos amatorios, clasificados por épocas o lugares, no tiene precio.
El trabajo de un Hacker Mental es una labor ardua, pues requiere  una elevada capacidad de análisis para determinar que tipo recuerdo debe ser hackeado, y un gran poder de negociación para comercializar el archivo plagiado. En mi caso particular tengo este último problema resuelto, ya que solo trabajo por encargo. 
Hay quien compra recuerdos para extorsionar, otros los adquieren para inocularlos a una mente, previamente esterilizada, creando así una persona nueva, generalmente este tipo de trabajo se hace con los llamados clones, que son cuerpos que requieren una dotación adecuada de recuerdos para poder operar como doble o sustituto del duplicado. Se han dado casos de propietarios de recuerdos que han contratado los servicios de un Hacker Mental para que los sustraiga y guarde en lugar seguro, a fin de preservarlos, pues desconfían de la fragilidad de su naturaleza humana, la cual es susceptible a deteriorarse producto de enfermedades como el Alzheimer o la locura.
Hay individuos que no tienen recuerdos propios de determinada actividad existencial. Me explico: son seres que nunca se enamoraron, que jamás formaron pareja, que no conocieron el amor y quieren experimentarlo. Esas personas son nuestros mejores clientes pues desean saberlo todo, y por eso compran una gran cantidad de recuerdos, que asimilan como propios pasando a formar parte de su memoria. Existen personas que buscan  experiencias, más fuertes, prohibidas, que quieren  sentir la furia de un homicida, el riesgo que afronta un ladrón, o el secreto placer del adultero. El precio de este tipo de recuerdos varía en función de la persona a ser hackeada y el interés del solicitante. Un marido  pagaría muy bien el recuerdo que conserva su esposa de su amante. Los recuerdos de un asesino en serie o de un ladrón experimentado se cotizan en valores altos dada la intensidad de sus emociones.
En nuestra profesión, como en todas, existen especializaciones y dentro de ellas hay una poco explorada, oscura que genera miedo, angustia: el hakeo forense. Solo Hacker Mentales muy experimentados se atreven a ejercerla. Un Hacker Forense, hackea mentes muertas, las mentes de los muertos,  de lo que se trata es de revivir recuerdos que se difuminaron o están a punto de hacerlo. Mientras más tiempo haya transcurrido desde la muerte del autopsiado mental más dificil es rescatar sus recuerdos. Se precisa de una alta dosis de  concentración y sobre todo de mucha sangre fría para realizar este tipo de trabajo.
Nuestra actividad es aparentemente ilegal y digo aparentemente porque no está penada. Si se hackea una mente en contra de la voluntad de su propietario no podríamos decir que estamos en presencia de un delito, que hemos incurrido en robo pues la sustracción y trafico de recuerdos, no está tipificada en ningún código. No podemos hablar de una acción al margen de la ley porque no existe ley que nos norme. Si de algo se le pudiera tildar a esta ocupación  es de poco ética y esto también es puesto en duda, pues la ética tiene mucho que ver con la moral y los criterios que sustentan a esta cambian, dependiendo de las sociedades.
Hackear mentes es un reto, pero también un riesgo ya que todo Hacker Mental es tentado a conservar  recuerdos de otras personas y asimilarlos como propios, lo cual desfigura su propia mente. Somos exploradores de universos desconocidos que nos deparan sorpresas al descubrir hechos que deberían  permanecer ocultos. EFO.

sábado, 22 de septiembre de 2018






EL FINAL


Todavía recuerdo aquella tarde en que  dejaste guardados tus ojos en los míos. Me miraste hondo, como queriendo calar mis sentimientos, como intentando averiguar mis pensamientos. Me sentí miserable, infeliz, empequeñecido ante la grandeza del amor que me ofrecías y que ya no podía seguir teniendo. Era tu última ofrenda. El postrer regalo que me hacías. Te dejé. Me fui de ti. Abandoné tu vida. Hoy, desde la perspectiva que me da el tiempo transcurrido pienso que tuve razón, que actué con sensatez. Siempre has dicho que fui un egoísta,  que solo pensé en mi, que nunca me importaste, que me aproveché de tu juventud, que jugué con tus sentimientos, que te partí el corazón, que tuve miedo de amarte. Sólo yo se que nada de eso es verdad.
Ayer te vi pasar. Al cobijo de un paraguas defendías de la lluvia a tus dos hijos. Se parecen mucho a ti. El mayor ya es casi de tu tamaño, el más pequeño tiene cara risueña y a ambos los corona la misma ala de cuervo que luces en tu cabellera. Pudieron ser mis hijos. Si hubiera querido. Si hubiera podido. Pero no quise. Pero no pude. La realidad nos marcó distancia. Quizás fue mejor así.
Enamorada, ilusionada viajabas atada a mi brazo. Caminabas haciendo piruetas. Jugabas como lo que eras, una niña. Una niña jugando el juego del amor. Una niña que se enamoró de un hombre mayor, de un señor que le doblaba la edad, que la colmó de halagos, que la deslumbró con su sapiencia, que la hizo mujer.  En ese entonces todo te asombraba, para ti todo era nuevo, revivido, nunca antes visto ni sentido. Te confieso que mi intención primera nunca fue enamorarte, solo quería de ti un poco de admiración, solo buscaba robarte un poco de tu alegría, de tus ganas de vivir, de tus escasos 20 años.Y tu, pienso, solo querías arroparte con un poco de mi prestigio. Trasvasar algo de mis conocimientos, de mi fama, de mi solvencia, de mi manera de resolver las cosas, de mi forma de entender la vida. En el fondo sólo, creía yo, se trataba de un mero intercambio. De un toma y dame. Pero de repente todo cambió. Nos vimos arrastrados por un vendaval. Abrimos el cofre de los deseos, y quisimos mas. Lo quisimos todo. Y persiguiendo esa quimera nos sorprendió la vida. Nos abatió la tempestad. Nos hirió el rayo. Y de pronto nos encontramos compartiendo una realidad que nos avasallaba, que se abría paso, que nos colocaba en nuestro sitio, que nos decía una y mil veces que todo era una utopía, un sueño, un maravilloso sueño, pero sueño al fin y los sueños crecen en la noche pero mueren en el día. Entendimos que la luna no era de azúcar ni de miel, sino que estaba hecha de rocas. Y tuvimos que despertar. La magia terminó. La niña se convirtió en mujer. Y el viejo se hizo más viejo. Tu pudiste reparar los daños, rehacerte, volver a empezar. Yo no pude. Quedé devastado, imposibilitado de recuperarme. Destruido.
Entre tu yo pasaron muchas cosas. Cosas que no hemos dicho a nadie. Cosas que guardamos, que atesoramos, cosas que solo tu y yo sabemos. Y son esas cosas las que nos unen y también nos separan, pues queramos o no estamos marcados con el mismo hierro. Somos lineas paralelas que jamás se unirán, pero que están obligadas a seguir la misma senda, el mismo camino.
Hoy, cuando presiento el final, condenado a dar el ultimo viaje en este barco que no volverá a zarpar, me siento obligado a confesarte lo que no quise o no pude decirte aquella tarde: siempre, te ame, eres el único amor de mi vida, te sigo amando y moriré amándote. EFO






SEÑORA

Otra vez, al igual que otras veces, su taconeo hirió el macadam de la acera. Su mirada altiva desafió la mía que la patrullaba despacio, suavemente, voluptuosamente. Su cuerpo de Diosa me cubrió con su sombra. Otra vez, al igual que otras veces, me extasié con el brillo de sus ojos, me sumergí en su negrura, me deslumbré con sus labios rojos, me embriagué con el olor de su perfume, me amarré al ondular de su cabello. Señora, yo daría cualquier cosa, lo que fuera, por ser parte de su vida. Por sentir el roce de su piel, por asistir al despertar de su mirada, por recibir cobijo en el asilo de su voz. Señora, yo daría cualquier cosa, lo que fuera, por sentirla mía. Pero usted tiene dueño. Le pertenece a otro. Es de otro. Y yo debo conformarme con verla pasar de lejos. Con permanecer atado a su pausado caminar, soldado a sus pasos, al galope de su risa. Con desearla desde siempre, con quererla a distancia. Señora, usted se ha convertido en una obsesión, en mi obsesión. Es una idea fija, un deseo permanente, un ansia interminable. Una visión que ocupa mis noches, que avasalla cualquier otra idea, que copa todos los espacios. Pero se que es solo eso: una ilusión, que siento lejana, inalcanzable, abolida, pues llegué tarde a su vida. Cuando me asomé a ella usted había marcado otro rumbo, transitaba otro camino, de la mano de quien pienso no la merece. 
Yo se que hay noches y también días, que ha llorado, que ha dejado pedazos de corazón en el pañuelo con el que enjuga sus lagrimas, lagrimas que empañan, sin manchar, su belleza. Y se también, porque lo he leído en sus ojos, que no se resigna a ese diario sufrir,  que no quiere seguir así, que intuye que allende los barrotes de su ventana hay otra forma de vivir, una manera distinta de amar, un torbellino de pasiones por sentir. Y también se que a fuerza de verme, sin mirarme, me he acercado a sus pensamientos. Por eso y porque se ha convertido en el centro de mi existencia le propongo que autorice a sus ojos que se aventuren dentro de mi, que le pida a su boca que pronuncie mi nombre, que le ordene a sus oídos que escuchen mi voz  y que me permita habitar sus fantasías. Y cuando eso pase, cuando conozca la intensidad de mi pasión, cuando entienda lo que siento por usted, estoy seguro que se dejará llevar, que poco a poco entrará en mi vida, permitiéndome formar parte de la suya para fusionarlas y convertirlas en una sola, en la nuestra, pero mientras eso no suceda yo seguiré siendo la sombra que se acuesta a su lado, esa que comparte su cama, Señora. EFO.
  



LOS EXTREMOS


Te vi alejar sin que hiciera ningún gesto para retenerte. En realidad quería que te fueras. Que salieras de mi ángulo de visión. Y cuando eso pasó, cuando ya dejé de verte, sentí una profunda tristeza. Recordé tus palabras que rebotaron sobre la piel de mi indiferencia. No era el mismo tono de tu voz, altanero, ofensivo, excluyente de hace algunos años. Ahora suplicabas, hablabas de perdón, de olvidar cosas, de volver a empezar. No te contesté. Te miré largo, profundo y tu, incapaz de sostener mi mirada, volteaste el rostro y te alejaste sin decir adiós. 
Siempre temí este momento. Te confieso que lo temía con la misma intensidad que lo deseaba. Intuía que algún día llegaría, que volverías arrepentida, golpeada, decepcionada, amargada a tratar de revivir lo pasado, lo que en algún momento nos unió.  Y ahora que llegó, no se si aborrecerlo o disfrutarlo. Ya no eres la misma. Sigues siendo bella, pero de tus ojos huyó la alegría. Lucen mustios, apagados, cansados de tanto llorar. Eres como una marioneta a la que se le rompió la cuerda y yace en el suelo, incapaz de levantarse, de volver a danzar, de volver a hacer reír. Yo tampoco soy el mismo. Todo el despecho, el resentimiento, el dolor que acumulé a lo largo de estos años despareció de repente, se esfumó. Ahora me siento vació, imposibilitado de disfrutar tu regreso, al que siempre consideré sería mi venganza, Ya no siento nada, ya nada me importa. Han sido muchas las noches en que vi cerrarse anillos de angustia en mi corazón para luego empozarse en mis ojos. Han sido muchos los días en que una mano invisible oprimió mis labios, obligandolos a tragarse mis voces. Con tu ausencia se abrió un parentesis  que ahora debo cerrar. Y ahora que todo terminó te confieso que me siento aliviado, es como si me hubiera desembarazado de un pesado fardo que oprimía mi espalda. Al fin me liberé de esa desazón, de esa sensación de desesperanza, de ansiedad que no me daba reposo, que minaba mi existencia. Al fin me libré de ti. Pero al contrarió de lo que siempre pensé no me siento feliz. Es como si  me faltara algo. Extraño tu ausencia. Esa misma ausencia que me obligaba a imaginar las mil y una formas de hacerte daño. De lastimarte, para que sufrieras lo mismo que sufría yo. No sabes cuantas veces, en mis desvarios, te imaginé disfrutando la felicidad que creía, me habías robado. No sabes cuantas veces juré vengarme, cuantas te maldije y con que intensidad te aborrecí. Y ahora que te has ido definitivamente, ahora que estoy seguro que nunca volverás, quisiera que nunca lo hubieras hecho, para poder seguir odiandote, pues sin eso, sin el placer de odiarte, ya no soy yo, sin mi dolor no me siento igual, no me encuentro, dentro de mi. Amor y odio son pasiones intensas, son placeres extremos.  Y mis extremos, pese a que me cueste reconocerlo, eres tu. Vuelve porque al irte te lo llevaste todo, te llevaste mi amor y mi odio... y tu también te fuiste . EFO


lunes, 17 de septiembre de 2018





ENTRE GUSTOS Y DESEOS



Me gusta haraganear de cara al sol, tendido  en la tierra, dejando que su calor convierta en pira mi cuerpo. Me gusta perder el tiempo conversando con la noche, hablando con la luna, contando las estrellas. Me gusta mirar el aleteo lejano de los pájaros en el cielo, envidiar su libertad, admirar su gracia al volar. Me gusta escuchar el bramido del mar. Ver como las olas chocan contra las rocas, despedazándose, convirtiéndose  en miles de gotas, para recomponerse y volver a chocar una y millones de veces más. Me gusta rondar los cementerios. Sentarme en sus bancos Visitar las tumbas, sentir el aroma de sus flores, disfrutar su silencio, hacerle compañía a los muertos.
A veces quisiera ser un perro errabundo, realengo, sin amo y sin correa para andar por los caminos, escalar montañas, descender a los valles, o una hormiga más de la larga caravana que, en ordenada  fila,  va al bosque a cortar hojas. Quisiera ser una abeja cualquiera para vivir entre las flores, cumpliendo mi obligada labor, recolectando polen para transmutarlo en dorado néctar. Yo quisiera ser un plateado pez de esos que surcan  veloces el agua semejando saetas de acero; de esos que habitan todos los mares,  todos los ríos; de esos que no tienen obligación alguna, que no le pertenecen a nadie, que no son nadie, sino ellos mismos. 
Me gusta ver caer la lluvia. Sentir su repiquetear en los tejados. Mirar como se desliza, formando láminas de agua, que van cubriendo todo. Me gusta la lluvia porque es una intrusa que viola todas los espacios, que no pide permiso para entrar. La lluvia es atrevida, osada, altanera. Me gusta el frío, me complace sentir como eriza mi piel.  El frío es  un manto que te tapa, pero no te cobija, no te protege, te arropa pero no te cubre. Es un invasor que poco a poco se posesiona de ti hasta ocuparte totalmente. Me gusta el viento, compartir  su furia, cuando convertido en vendaval azota sin piedad o sentir su suavidad, cuando convertido en brisa acaricia sin reposo. Me gusta la tarde cuando muere. Verla pintarse de colores para poco a poco ir fundiéndolos  hasta convertirlos en la suma de todos ellos: el negro. La tarde es una devoradora de matices, es una acuarela viva que muestra la belleza de sus tonalidades en su diaria danza con el tiempo.
Quisiera ser una mata de hierba para extenderme por todo el mundo, cruzar todos los caminos sin fronteras que me limiten, sin vallas que me detengan; para poder viajar sin pasaporte, sin visa, sin ninguna restricción. Ser universal, total, global.
Yo quisiera ser un grano de trigo para germinar, convertirme en otra cosa, crecer, frutificar y darle vida a otros seres, alimentar a muchos, servirle a todos. Quisiera ser el fuego, para alumbrar las noches, quemar con mi contacto, bailar al impulso del viento prisionero de la hoguera, adoptar mil formas, contorsionárme, multiplicarme, extinguirme  y renacer. Quisiera ser una flor para encerrar un dulce perfume y en delicado parto dejarlo escapar, salir, contagiando todo con su olor, plenando cualquier espacio, llenado cualquier ámbito. Quisiera ser una melodía, compuesta por cientos de notas, para rozar todos los oídos, llegar a todas partes, anidar en todos los corazones, despertar todos los sentidos hacer reír, llorar, gritar, gemir. Quisiera ser una hoja de otoño para liberarme de la prisión del árbol y en armonioso ballet, girar, subir, caer y quedarme quieta en el suelo para luego volver a empezar.
Me gusta que me guste todo eso. Quisiera no dejar de querer ser todo eso.  EFO



miércoles, 12 de septiembre de 2018




IDEAS, SOLO IDEAS


La hierba es una alfombra, de diversas texturas, que Dios extendió por la tierra para que amortiguara sus pasos y los hombres no sintiéramos su caminar, cuando deambulara entre nosotros.
Las nubes son un gigantesco e intrincado laberinto de algodón, fabricado  en el cielo, para dificultarnos hallar el camino que nos conduzca al Paraíso.
Cada día que amanece es uno más y uno menos en nuestra vida. Con cada día vivimos y morimos un poco, atrapados en esa paradoja que llamamos tiempo.
La luna es un tatuaje en la piel de la noche. Es una marca indeleble que muta su forma, repitiendo su diseño.
Luz y sombra son figuras antagónicas pero unidas en forma y fondo. Una no puede existir sin la otra, pues son consecuencias de un mismo acto.
Espacio y tiempo pareciera que se diferencian pero en realidad son una misma cosa. El espacio no existe si no hay un tiempo que lo encierre y el tiempo solo puede prevalecer habitando un espacio.
El pecado no es mas que una forma de transgredir las normas. Y las normas son reglas, códigos de conducta impuestos por cada uno para su propia observancia y la de otros. Pecar es entonces un acto de rebeldía.
Cada día y también cada noche la muerte visita sus apriscos. Tenebrosa, funambulesca siega con su guadaña lo que Dios sembró. La muerte es desesperadamente igualitaria.
El deseo es algo muy personal. Se desea lo que no se tiene, lo que se quiere tener. Cada quien tiene sus propios deseos y los siente de una manera particular, intima, propia. 
El miedo es temor a lo que imaginamos, a lo que pensamos nos va a suceder. Se teme a lo desconocido. Se teme a lo conocido.
¿Amor y odio son extremos? ¿O son lo mismo desde distintos puntos de vista?  Ambos son pasiones... solo pasiones.
La lluvia es un manto húmedo que  borra las huellas, equivoca los pasos, confunde los caminos. Su misión es perdernos.
La música es el sistema de medición perfecto. Nos da dimensiones de alto, bajo, ancho, grave, agudo, suave, lento, rápido. La música es todo, o mejor: todo se expresa a través de la música.
El mar es un piélago de angustia. Un pozo de desesperanza. Una inmensidad de llanto. Un abismo insondable, negro, profundo, engañoso, habitado por seres desconocidos, inamistosos, beligerantes, hostiles.
El viento es un dios multiforme, que a veces es iracundo y otras benévolo. Es brisa que acaricia o vendaval que azota. El viento es el transporte de los sueños... y de las pesadillas.
La noche es una capa de sombras superpuestas que ocultan, mimetizan, disfrazan, esconden todo. La noche es un velo negro que nos cubre, que se mete por la boca, que ocupa los oídos, que nubla los ojos.
El amor es una sensación extraña que nos idiotiza, que potencia los sentidos, que nos ilusiona, que nos duele. El amor es una enfermedad que nos contagia otro ser enfermo. 
La vida es un breve espacio de tiempo, o un pequeño tiempo en el espacio. EFO







lunes, 3 de septiembre de 2018





CARTA A UNA DESCONOCIDA


Desconocida amiga:

Hoy, al igual que todos los días, desde que tuve la suerte de compartir con usted un transito fugaz atrapados entre cuatro estaciones del Metro me encuentro  en la esquina próxima a su casa, esa marcada con el número 59 de la calle Colúmbia, de nuestra común parroquia Asunción.  Se que vive allí porque he seguido sus apurados pasos, desde el andén del subterráneo donde termina su diario viaje. No piense, por favor, no lo haga, que la espío con aviesas intenciones. Nada avieso puede ocurrirseme y si por alguna circunstancia así fuese bastaría con un pequeño ademán suyo para desarticular cualquier plan oscuro que insensatamente  pudiese haber concebido.
Hoy, se ha retrasado casi 30 minutos en llegar a la cita que unilateralmente, acordamos. Por mi no se preocupe. Estoy acostumbrado a esperar. Se pudiera decir que lo he hecho toda mi vida, o casi toda para ser más exacto. Pero pienso que valió la pena aguardar pues hoy, inadvertidamente, dejó que sus ojos se posaran en mi por un breve espacio de tiempo. Breve, para usted, pero eterno para mi. Sentí como si de repente se hubieran abierto las compuertas del cielo y todo a mi alrededor se hubiese iluminado. Y pensándolo bien, así fue. Todo se iluminó. Es increíble como un gesto tan pequeño, casi insignificante, y hasta trivial, puede producir efectos tan demoledores, porque eso fue exactamente lo que pasó: su mirada me demolió.
La vi alejarse y pese a desearlo intensamente fui incapaz de esbozar siquiera una sonrisa de agradecimiento. No pude, me quedé petrificado, así de grande fue el impacto que me causó su repentina mirada.
De regreso a casa he inventariado todos y cada uno de los hechos que el azar o la necesidad han producido entre nosotros y he llegado a la conclusión que me conoce, aunque no de trato y comunicación, pero  si de vista y pienso eso porque creo haber percibido en algunas ocasiones cierta inquietud; cuando pasa cerca de mi, siento que acelera el paso, respira agitadamente, se sonroja y una que otra vez, disimuladamente, ha volteado el rostro. Francamente me es imposible pensar que no haya notado mi presencia, dada mi persistencia en estar, aunque lejos, cerca de usted. Con eso me conformo, con creer  que ya sabe que existo y que además presiente que mi existencia está subordinada a una sonrisa, a una mirada, a un visaje de su cara, a una sola de sus palabras. Por cierto hasta ayer supe como era el tono de su voz. Quizás no lo recuerde pero usted llamó a alguien a quien identificó como María. Textualmente le dijo: María, espérame. ¡Dios!... fue como si un coro de ángeles cantara solo para mi. Que hermoso es el timbre de su voz. Su voz es dulce, musical, armoniosa. Me siento bendecido por haberla escuchado. 
Después de mucho pensarlo he decidido abordarla, salir de este forzado anonimato, pero no encuentro la forma de hacerlo, o mejor dicho, no reúno el valor suficiente para ello. Créame que he ensayado diversas maneras pero aún no he definido cual sería la más acertada, la que menos impresión le cause, la que  no rechace. Quería hacerlo hoy, pero ya ve, usted pasó, como todas las tardes, cerca de mi y no fui capaz de hablarle. Quizás lo haga mañana... pero mañana puede no ser nunca. Mañana es tan solo un adverbio de tiempo.
Al verla me pregunto como es posible que una sola persona pueda acaparar la mayoría de los adjetivos que califican lo bello. Porque así es usted: bella de píes a cabeza. Su cara, es un poema, su piel brilla, su cabello, cabalga sobre el viento, lanzando dorados reflejos, sus ojos destellan y sus labios prometen un beso que desde aquí luce como el único, el mejor, el  más maravilloso beso de todos los besos. Si, definitivamente estoy enamorado y como ya le dije solo espero el momento de poder comunicarle lo que siento, solo que hay un problema, un pequeño problema: no se su nombre, pero no dejaré que ese inconveniente nos separe. Le prometo que pronto, más pronto de lo que imagina, lo averiguaré y cuando lo sepa, entonces, y solo entonces, me atreveré, mientras tanto seguiré siendo una sombra, un fantasma...su sombra, su fantasma.  EFO.








CARTA A UN DESCONOCIDO



Apreciado fantasma:

Albertíco, el hijo de María la vecina, a quien sobornó con la promesa de una chupeta, me entregó su carta. Le confieso que he notado su presencia. Al principio con curiosidad, después con interés y ahora, con emoción y un poquito de temor pues no estoy segura de responder a las expectativas que se ha formado acerca de mi.  Mi nombre es Victoria, pero todos me llaman Vicky.  Ahora que  lo sabe espero cumpla lo prometido, se decida a hablarme y deje de ser mi sombra... mi fantasma.

PD.
Le dije a Albertíco que usted le daría dos chupetas, una por entregarme su carta y la otra por llevarle la mía. EFO

sábado, 1 de septiembre de 2018




CARTA A UNA CONOCIDA



Querida amiga:

Hoy siento la necesidad de escribirte, de contarte algunas cosas que se intuyes, sino conoces ya. Decirte esto me resulta difícil, muy difícil, pues temo marcar un indeseable distanciamiento entre nosotros, pero hoy la urgencia se ha vuelto insoportable y por más que lo intento no puedo contenerme. Amiga, estoy enamorado. Si, loca e irremisiblemente enamorado, perdidamente enamorado
Me ha cautivado un ser increíble al que veo a diario, al que saludo con un beso en la mejilla y un abrazo fraterno. Me ha subyugado esa forma tan suya de autorizar a su mirada que resbale sobre mi, escrutándome, adivinándome, autopsiándome. Me gusta el parpadeo de sus ojos, como los abre y cierra, como permite que el velo de sus pestañas los cubra totalmente, por breves segundos, para después  mostrarlos en toda su belleza. Estoy prendado de su forma de caminar, despacito, como contando los pasos, permitiendo que sus pies gobiernen sus caderas, imprimiéndole un movimiento rítmico, sinuoso, elástico, gatuno. Me encanta el juego de sus labios cuando muerden su sonrisa. Los entreabre, enseñando sus dientes blanquísimos, para luego cerrarlos, tragándose la risa, paladeándola, degustándola. Sus manos son tan expresivas como su cara. Revolotean al conjuro de sus palabras. Suben, bajan, se pliegan, se abren, señalan, ocultan. Me fascina la lucha de su cabello contra el viento. La manera en que el aire lo trabaja, configurando mil formas al hacerlo ondear sobre su frente. Me agrada ese mechón rebelde que inútilmente acomoda una y mil veces. Me apasiona ver como las gotas de agua hacen nidos en su cuello para luego precipitarse a la hondura de sus pechos. Me embriaga el tono de su voz. Esa vocecita ronca que a veces parece que suplica y otras que ordena. Particularmente me enloquece  su nariz, es respingadita, como la de un ratoncito y se abre ansiosa, buscando aire cuando la rabia le emponzoña el alma.
No quiero hablar de sus senos pues ya perdí la cuenta de las veces que quise dormirme acunado entre ellos, rodeado por sus brazos que se cálidos. No quiero ni pensar en sus piernas, que lucen largas, flexibles, duras, bellas, cuando caminando se aleja. No puedes imaginar como deseo amarrar mis manos al vórtice de su cintura para anidarme en su viente y desde allí, en loca carrera, alcanzar la gloria.
Me perturba su olor. Ella huele a mujer. A hembra ansiosa, lasciva, pero también huele a flores, a grama recién cortada,  a tierra mojada. Ella es la suma de todas las cosas que siempre quise tener y no tengo. Ella es más que un deseo, una ilusión, un sueño. Ella es algo que me luce inalcanzable por ser muy próxima, muy cercana.
Quizás ya sabrás de quien te hablo, pues tu la conoces, la conoces mejor que a cualquier otra y es por eso que me atrevo a pedirte que hables con ella, que le cuentes lo que te digo, que le preguntes si también ella siente ser algo más que mi amiga. Búscala. La encontrarás en el reflejo que te devuelve el espejo cada vez que en el te miras...  EFO.

jueves, 30 de agosto de 2018






CARTA A UN CONOCIDO



Querido amigo:

No se que decirte. Solo se me ocurre que eres un mentiroso. Seguí tu consejo y me asomé al espejo y la imagen que me devolvió no se corresponde en nada con lo que dices que soy. Hace ya cuatro días que recibí tu carta y no salgo de mi asombro. Te explico: nunca  imaginé que pudiera haber despertado en ti ese sentimiento, que me luce profundo y sincero, aunque, te confieso, también he pensado que se puede tratar de un capricho. No se. Ahora no estoy segura de nada. Ni de mi misma.  Por tu culpa me estoy volviendo narcisista. No dejo de mirarme en el espejo. Abro y cierro los ojos. No son tan bellos. Son bonitos. Todo el mundo me lo dice, pero no tanto. Exageras. Si es verdad que camino despacio, pero nunca imaginé que alguien pensaría que lo hacía para darle movimientos sensuales, gatunos ( me gusta mucho eso de gatuno) a mi caminar. Esa siempre ha sido mi manera de hacerlo. Es algo natural. Y si, me gusta reír, tu lo sabes, pero ¿estás seguro que paladeo,que degusto la risa? ¿ A que sabrá? Te prometo que la próxima vez que  ría lo voy a hacer con sumo cuidado. A lo  mejor descubro su sabor. Claro que tengo nariz de ratón, pero eso más que un atributo siempre lo he considerado un defecto. También el tono de mi voz es algo ronco, ronquita dices tu, y no ordeno ni suplico, yo toda la vida he hablado así. Y dale con el mechón. Es que no hay forma ni manera que se quede quieto. ¡Que fastidio!. Me tapa los ojos y me hace cosquillas en la cara. 
Lo demás no lo comento. Me da verguenza. Lo que pienso sobre eso me lo reservo, pero sólo te diré que cada vez que estoy cerca de ti, te miro a los ojos, o escucho tu voz siento una cosa rara. Es una sensación de angustia, de opresión, que me asusta, pero que me gusta sentir. Hasta ahora no sabía exactamente que me pasaba, aunque lo presentía. Después de leerte he encontrado respuestas a muchas de las interrogantes que me formulaba. Y te confieso: me da miedo. Tengo miedo de saber más. De pensar mas. De sentir mas.  
Te voy a decir algo y es lo último que diré: No hay nada inalcanzable. Si lo se yo que todas las noches araño el cielo buscando estrellas pérdidas para llevarlas a dormir conmigo. Y las ilusiones, los deseos, los sueños, algunas veces, se vuelven realidad. Basta desearlo... desearlo fervientemente.  EFO

sábado, 25 de agosto de 2018


EL ULTIMO VIAJE DE ALFREDO


A la vieja Blanca, la mamá de Alfredo, nunca le gustaron las puyas. Por cábala, cada vez que le daban un vuelto con centavos los regaba por los rincones de su casa. Su hijo y  yo, conocedores de esa debilidad, los recogíamos para comprar cigarrillos, una cajetilla costaba veinte puyas, un bolívar. Para ese entonces eramos adolescentes que fumábamos escondidos por los callejones y pasábamos el tiempo entre tratar de aprobar los primeros años de bachillerato y esperar a las muchachas a la salida de las misas dominicales. Nos conocimos cuando teníamos escasos ocho años y desde esa época hasta hoy fuimos inseparables, aunque no nos viéramos con  frecuencia, siempre estábamos el uno para el otro, a tan solo un repicar de teléfono. Aprendimos juntos a patinar y manejar bicicleta, la de Alfredo era de color negro y la mía azul. Juntos también aprendimos a bailar, practicando en las fiestecitas del barrio. A el siempre le gustaron los pasodobles, logrando gran destreza en su ejecución. El primer empleo que tuvo Alfredo fue en Creaciones Metalicas, C.A, una empresa que funcionaba en la Avenida San Martín. Se encargaba de tipear, en un  formato tipo carnet,  los datos de los afiliados al Seguro Social, Le pagaban 100 bolívares semanales. Nunca fue buen mecanógrafo. Al abandonar Creaciones Metalicas consiguió trabajo en Siboney, como encargado  del deposito. Siboney era una fábrica de dulces. Allí duró menos de una semana. El deposito funcionaba en un sótano, en Chacaito, plagado de gatos, llenos de pulgas. Las pulgas lo atacaron con ferocidad provocándole una alergia que le duró dos semanas y lo obligó a renunciar. Yo heredé ese trabajo y armado con unas ramas de Escoba Amarga, acabé con las pulgas y ahuyenté a los gatos.  Juntos abandonamos el bachillerato en Tercer Año y nos matriculamos en el Centro Contable Venezolano. Alfredo completó los tres cursos graduándose de Contador General, Contador de Costos y Auditor. Yo solo aprobé el primero y un poco mas tarde terminaría la educación media e ingresaría a la Universidad. De todos los muchachos del barrio el fue el primero en tener carro. Un Opel Rekord 1965 que le compró a un vecino en 1.500 bolívares. No sabía manejar y su padrino, Enrique, se encargó de enseñarlo. Vendió el Opel y compró un Chevy Nova 70 de agencia, que mantuvo por muchísimo tiempo. Alfredo también fue el primero en tener Tarjeta de Crédito, la Visa Banco Unión, Cuenta Corriente y apartamento propio. Era un aficionado a la Fiesta Brava, en época de temporadas no faltaba a una corrida en el Nuevo Circo. Nunca cambió su estilo de peinado, siempre de lado, y jamás se puso unos zapatos sucios, los pulía con esmero. Era impecable en el vestir y galante en el trato. Quizás eso fue lo que cautivó a Mary Carmen, cuando se conocieron en Postizos Lupi, donde Alfredo trabajaba como Contador y ella en la tienda de la empresa que regentaba su papá en la Avenida Universidad. Para ese entonces yo también andaba de noviecito con la que sería mi esposa, y juntos nos íbamos a bailar a las discotecas de Chacaito y La Castellana. Amanecíamos comiendo tostadas o churros con chocolate en La Candelaria. Se casaron y procrearon cuatro muchachos, dos hembras y dos varones. Era celoso con las niñas y vigilante de los varones. Fue un buen padre y un excelente hijo. Cuidó con esmero de nuestra común vieja Blanca. Alfredo siguió con atención el desarrollo de mi carrera, me llamaba con frecuencia, haciendo comentarios sobre un trabajo en particular que le había intrigado e indagaba sobre situaciones y eventos en los cuales me involucraba. Cuando nos hicimos viejos nos reuníamos en mi casa a celebrar los cumpleaños y escuchar música en mis discos de acetato. Juntos iniciamos un viaje que se prolongó en el tiempo. La ultima vez que nos comunicamos lo hicimos por teléfono. Me dijo que se había contagiado con el virus y que sería hospitalizado para recuperarse. No volvimos a hablar. El Corona Virus lo aisló. Me mantuve al tanto de su dolencia a través de su esposa, quien me informaba sobre el desarrollo del mal que lo consumía. No me sorprendió su muerte, por lo esperado. Lo que mas me duele es no haber podido acompañarlo en su enfermedad y despedirlo en el cementerio. El sábado, sin avisarme, se bajó del tren de la vida. Puso fin a su viaje. Esta vez tuvo que hacer ese camino el solo. El Corona Virus nos separó... Hasta luego hermano de la vida. EFO.

domingo, 19 de agosto de 2018





EL HACEDOR DE PÓCIMAS


De tanto pensar que hacer para matar el tiempo descubrí que soy capaz de fabricar pócimas de todo tipo. Hurgando en viejos libros me apropié de algunas recetas y después de practicar un poco logré confeccionar varios menjurjes que tras probar en distinta gente, con óptimos resultados, me convencieron que estoy bien encaminado y que de seguir así tendré a muy corto plazo una nueva profesión: Hacedor de Pócimas.
Deseoso de compartir mis arcanos secretos elaboré un recetario que modestamente  y de seguidas  pongo a disposición de todo aquel que se muestre interesado en aprender:

Pócima de Amor.

Es un clásico. Garantiza un amarre inmediato, indisoluble y duradero.
Para confeccionarla se parte de ingredientes simples: Una prenda del ser amado, puede ser cualquier cosa, como un pañuelo, una cinta, un prendedor, etc. Una lágrima recién vertida por el ferviente enamorado. Una pizca de polvo de estrellas (se consigue en cualquier pedazo de noche). Dos pétalos de flores, (mejor si son de rosas) uno rojo y el otro azul. Un cuarto de taza de suspiros de enamorados, recogidos en un parque o callejón oscuro y medio litro de agua perfumada con esencia de Sigueme Joven. Se mezclan los ingredientes y se ponen a cocinar a fuego lento, teniendo cuidado de revolverlos constantemente, para evitar que se peguen. Cuando alcanzen el herbor  se retiran del fuego y se dejan enfriar para después colarlos. Bastan seis gotas de este cocimiento mezcladas en cualquier alimento, que ingiera la persona a ser encantada para que esta caiga irremisiblemente rendida a sus pies. 
Nota: Si no da resultado, pasados tres días, se repite la dosis y si no funciona se debe probar con otro bastimento como por ejemplo, joyas, carros, apartamentos, viajes o cualquier otro de uso común entre enamorados.

Pócima de Fortuna

Es ideal para aquellos que deseen atraer la fortuna y acumular riquezas.
En un caldero pequeño de peltre se dejan macerando durante el ciclo de luna llena, un billete de lotería que tenga por lo menos tres semanas de haber expirado, dos gramos de polvo de plata, tres cuartos de botella de anís, una sortija de oro (sin piedra) y una ficha de Bingo (preferiblemente de la serie correspondiente a la B). Pasado un mes se baten vigorosamente todos los ingredientes hasta que se unan totalmente el billete de lotería con el polvo de plata. Se deja en reposo por tres días en lugar oscuro. Se cuela en colador de metal, nunca de plástico, y se guarda en una redoma o frasco de vidrio azulado. Unas gotas de esta poción se untarán detrás de las orejas y en la ollita del cuello, por 30 días seguidos cada vez que se vaya a salir.
Los resultados no se harán esperar siempre y cuando el interesado se cuide de trabajar incansablemente, ahorrar el 80% de lo devengado e invertir cuidadosamente sus haberes en bienes inmuebles, acciones de empresas rentables y/o Bonos de la Reserva Americana del Tesoro.

Pócima de  Fama
Para lograr La Fama lo más recomendado, dada su eficacia infalible, es la Pócima de la Fama.
Esta vez utilizaremos una olla grande, bocona, de barro cocido con su tapa, para preparar el encantamiento. Necesitaremos un kilo concentrado de aplausos, medio vaso de gritos, un metro de destellos de luces de colores y 20 signos de admiración entre abiertos y cerrados. 
Dada la naturaleza volátil de los ingredientes se debe tener sumo cuidado al ponerlos en la olla, pues existe el riesgo que se evaporen. Se recomienda colocarlos lentamente, uno a uno. Se tapa y sella la olla y luego se agita vigorosamente por espacio de cinco minutos para posteriormente enterrarla durante un año en una tumba abandonada de un cementerio ya clausurado. Pasado el tiempo previsto se destapa, colocándose el interesado de frente a ella, para que al escapar la mezcla  lo cubra totalmente. 
Sus efectos son inmediatos. Sólo necesita escoger en que actividad quiere ser famoso y listo, pero recuerde: la fama es efímera y debe alimentarse diariamente. Reinvéntese y el éxito estará asegurado.  EFO





viernes, 17 de agosto de 2018






LOVE HISTORY


Cuando ya no te cabía mas rabia en el cuerpo ni despecho en el alma. En el paroxismo de tu amargura te oí decir: Ojalá  te mueras. Te quedé mirando y  me fui. No supe que contestarte. Hoy pienso que debí decirte que lo que deseabas era imposible, pues no puedo morir porque mi vida te la dí. Si quieres que muera  devuelvemela  pues solo mueren aquellos que están vivos, los que tienen vida... y yo no tengo, la mía la tienes tu.
Hay noches en que apago la luna para soñar contigo. Hay noches en que me arropo de luceros para no ver el brillo de tus ojos. Si ves que la tarde se oscurece no pienses que amenaza tempestad, solo le robé la luz al sol para alumbrar tu regreso. Así pasan mis días. Contigo. Sin ti. Aunque no lo quieras sigues viviendo en mi. Una vez alguien dijo que los recuerdos tienen sabor, que saben a olvido, que se esconden en las gavetas para que nadie los vea, que viven en las fotografías y que salen de vez en cuando a pasear por los caminos de la mente.
Tu ausencia empobreció mi existencia y convirtió a mis ojos en mendigos de tu mirada. Tu ausencia me sembró de vacío. A toda hora reniego de tu partida. Todavía guardo la imagen, de cuando tus lagrimas te besaban los labios...  y yo también. Eran otros tiempos. Llorabas por cualquier cosa y al preguntarte la causa simplemente reías. Lloró de felicidad, por estar contigo, decías. Pero esos días ya pasaron. Se fueron casi sin que lo advirtiéramos. Una mañana desperté y ya no estabas. Tu pelo había dejado de teñir de negro mi almohada y tu aliento ya no incendiaba mis sueños. El olor de tu cuerpo se había desvanecido en el aire, se había ido tras de ti, siguiéndote. Se fue contigo. Y al final llegó el final. Ahora soy como un gato realengo, sin dueño, como una sombra que se acuesta sola en la alfombra. El dogal de mi angustia secuestró mis ansias y ahora se cierra premonitorio sobre mi. 
Me creerías si te digo que todavía no se que nos pasó. Porqué todo acabó. Que medió para que eso sucediera. A veces pienso que mi amor fue la causa de tanto mal. A fuerza de quererte quedé sin aliento para seguir haciéndolo y al no poder mas, dejé de amarte. En otros momentos creo que la culpa fue tuya. Que te acostumbraste tanto a mi, que pasé a formar parte indivisible de ti y al dejar de existir como yo, ya no tenías a quien querer. El amor, niña, es como el hálito de un perfume, como la luz de la primera aurora, como un suspiro. El amor es tenue, frágil, volátil, caprichoso, dúctil, maleable. El amor, niña, es etéreo, pero vivaz, hay que mantenerlo, alimentarlo, cuidarlo, hacerlo crecer. Hay, en suma, que sorprenderlo. Y eso quizás fue lo que nos faltó: la sorpresa, la angustia, el sobresalto, el miedo a perderlo. La falta de riesgo. No fuimos audaces. No nos atrevimos a convertir nuestros sueños en atormentadas pesadillas. No lo acicateamos. No lo quisimos. Y ahora estamos tu yo separados, cada uno en un rincón, rumiando amarguras. Tu, odio, rabia, despecho y yo, soledad, angustia, desesperanza. Nos llegó el final.  EFO.

domingo, 12 de agosto de 2018



LA INFRANQUEABLE  BARRERA


Todo empezó con una pesadez en el cuerpo. Una flojera extrema. Unas irresistibles ansias de no hacer nada. Era como si alguien o algo me hubiera sorbido las fuerzas, secuestrado los deseos, mutilado las ganas. Poseído ya de esa laxitud no reuní la entereza necesaria para oponerme a ese algo que me invadía y que me era imposible conjurar. Poco a poco, casi sin darme cuenta, me dejé llevar.
Una noche, no recuerdo cual, no pude levantarme del sillón. Mis piernas no respondieron - bueno, en realidad no quise ordenárles nada, - se quedaron inmóviles, estáticas, endurecidas, muertas. Y allí, en el sillón, me encontró el otro día. Al fin, después de mucho esfuerzo, logré pararme y ahora estoy en esta cama tendido, incapaz de mover un solo musculo, prisionero de la Abulia, que no es más que una forma extrema de apatía. La carencia total de energía vital. La perdida o falta de voluntad para tomar decisiones, la dificultad extrema para iniciar o terminar algo. La perentoria necesidad de posponer todo.
De tanto pensar en cuando, como y porqué me convertí en abúlico he llegado a la conclusión que nunca hubo un cuando, un como o un porqué, pues creo que desde siempre lo he sido. Ahora pienso que la abulia es una condición inherente a mi, es decir que nació conmigo el mismo día en que yo lo hice. Desde siempre he postergado las cosas. Nunca he podido completar una tarea, por insignificante que ella sea. La gente cercana me llamaban flojo, sin sospechar siquiera que bajo esa aparente indolencia se escondía un mal, que poco a poco me inmovilizaba, sorbía mi voluntad,  me paralizaba. Cual sombra avanzaba día a día, noche a noche, sin que nada, ni nadie pudiera detenerlo. Ese mal ya se convirtió en absoluto al adueñarse totalmente de mi cuerpo y mente. Hoy me es difícil, muy difícil, construir una idea completa, enhebrar una sarta de pensamientos, articular un discurso coherente, caminar unos pocos pasos, realizar cualquier tarea. Poco a poco he ido perdiendo mis facultades físicas y mentales es como si una nube me cubre, me plena, me invade. Me siento prisionero de mi mismo, de mi incapacidad, de mi imposibilidad de seguir siendo yo, pues ahora ni siquiera puedo experimentar placer por las cosas más sencillas, como comer, caminar, leer,  y sufro además de una falta absoluta de interés por todo, carezco de estímulos y no tengo fuerzas ni para cuidar de mi mismo. Estoy frente a una barrera que luce infranqueable, solo que ese muro no está fuera sino dentro de mi.  EFO


sábado, 11 de agosto de 2018




LOS IMPENETRABLES SECRETOS



Ayer descubrí que he sido bendecido con un don. Que soy capaz de desentrañar misterios insondables, ancestrales. Que no hay nada oculto que no pueda saber.
Ese regalo, me vino dado sin que mediara en ello ninguna intención de mi parte, fue involuntario. Se me concedió sin que lo buscara, pues ni en mis más alocadas fantasías pude haber imaginado que era poseedor de esa cualidad, pero la tengo y desde que la descubrí empecé a usarla.
Ahora sé como se produce la tinta que tiñe las hojas de los árboles. Supe cual es el verdadero color de las aguas del mar. Logré desentrañar los cambios en los tonos del cielo. Entender el delicado mecanismo que hace posible que las nubes adopten cualquier forma. Al fin se como cantan los pájaros, porqué se arrastran las serpientes, como crecen las matas de hierba, cuando beben agua los peces y cuando descansan las hormigas. Pude descifrar el repiquetear de la lluvia, los gemidos lastimeros del viento, la furia de las tempestades, el poder del rayo, el fulgor de los relámpagos, el fragor del trueno, la frecuencia en que se producen las olas. Me fue dado conocer como nace el fuego, porqué quema y cambia de forma. Le vi la cara a la muerte, me la  mostró la noche. Entiendo que el tiempo no es eterno, que es cíclico, que se repite. Intuyo cuando llegará la depresión y como crece la angustia, estoy instruido en el arte del miedo y como se infunde.  He sido advertido sobre el minuto exacto en que el ocaso muere y nace la noche y en el que esta da paso al alba y el alba al día. Estoy enterado cabalmente del sentimiento de los asesinos. Me fue comunicada la alquimia del amor y el valor de la amistad.  Ahora soy capaz de adentrarme en los laberintos de las mujeres. Puedo saber, a ciencia cierta, cuando mienten, cuando sus lagrimas son falsas, cuando engañan. Discierno entre el bien y el mal. Fui avisado sobre el poder de las maldiciones. Penetré los secretos arcanos, esos que nunca han sido revelados, los que nadie conoce, los que todos temen conocer. Presiento toda traición, percibo cualquier engaño. Escucho hablar al silencio. He viajado con la luz, navegado con el ruido. Entiendo las voces de los animales. Puedo ver lo ultimo que vieron los ojos de los muertos. Siento su soledad, la que les comunica la fosa en que habitan. Soy un versado en la naturaleza de las pasiones, de todas ellas, del amor, de los celos, del deseo, del odio, de la lujuria, de la envidia, de la vanidad, de la gula, del rencor, de la venganza. Conozco todos los secretos de confesión. Estoy, en suma, por sobre todas las cosas, más allá del bien y del mal. 
Se todo y mucho más, pero tengo una limitación, una incapacidad: no puedo revelarlo, no me es permitido contárselo a nadie. Y por eso los misterios, los enigmas, seguirán siendo eso: misterios, enigmas y nunca nadie, excepto yo,  podrá conocerlos.  EFO.

domingo, 29 de julio de 2018




EL REGRESO


Marcando los pasos, contándolos empecé a regresar. Lo hago después de medio siglo. Si saber como, ni porqué me vi parado frente a la casa donde viví por mucho tiempo y al contemplar su fachada  decidí que este viaje que hoy comienzo debo hacerlo en paralelo: en cuerpo y mente. Visito los lugares que desde siempre me fueron familiares pero que ya no son los mismos. Han cambiado a tal punto que me es imposible reconocerlos, por eso los evoco como eran. Camino por el barrio de mi infancia y juventud. Recorro sus calles, me detengo frente a  sus casas, voy a  los sitios en los que solía pasar un tiempo importante. Dejo que los recuerdos vengan solos, no fuerzo  ninguno y siento el choque brutal entre lo que fue y lo que es. Todo cambió, nada es igual. Su gente no es su gente. Sus calles no son sus calles, su aire no es su aire, sus voces no son sus voces. Yo ya no soy yo.
El paisaje urbano, mi paisaje urbano se desdibujó. Ya nada de lo que existía está en pie, ni en la tierra, ni en mi mente. Quizás noto el cambio profundo porque la ausencia fue muy larga. No me di tiempo para una transición ordenada. No puede ver la evolución. No hubo gradualidad entre mi ayer y este presente que me avasalla. No me pude adaptar a la transformación  porque no me permití intermedio solo pasado y presente, sin paso previo. El contraste es  devastador. Todo mutó al punto que no hay una cosa, o persona que me sea familiar. 
Asustado, dejo mi barrio. Mis pasos se vuelven ingrávidos, leves, sutiles. Ahora camino dentro de mi. Me visito. Me comparo. Y el resultado es el mismo: no me reconozco, no me encuentro, no se quien soy. ¿A donde fue el que antes me habitaba?  No lo se. Siento que ya no está, que hace mucho tiempo se marchó con todo aquello que me pertenecía. Se llevó mi trencito gris, mi gato negro, mi bicicleta, Rin 24, (esa que tenía un letrero que hasta hace poco tiempo puede descifrar: The true temple steel bicycle), también a mi novia de mirada triste y gestos provocadores,  a la dulce voz de mi madre, a las noches bordadas de luces que apresaba con un gesto de mi mano. Ya nada tengo. Todo lo perdí. Se lo tragó un agujero en el tiempo. Ese mismo agujero, que amenazante, se abre frente al presente que insiste en mantenerme aquí. 
Ahora detengo mi andar. Ya no camino. Reposo. Poco a poco una laxitud se apodera de mi. Mis manos se entumecen, siento mis pies fríos. Mis ojos se cierran. Las palabras se niegan a salir. Ya no puedo oir.
Me dejo ir despacio, sin apuros, ayuno de urgencias, poco a poco, lentamente. Comienzo a regresar... a volver.  EFO

lunes, 2 de julio de 2018






DESCANSA EN PAZ


No recuerdo si fue el sábado o el domingo, cuando desde el periódico saltó el aviso con inusitada violencia, chocando con los anteojos y nublándome la visión. Después regresó a su lugar de origen y allí estaba, con letras elegantemente dispuestas en aireadas galeras, bajo la infaltable cruz.
+
Ha fallecido cristianamente el Señor Eleuterio Gómez (Q.E.P.D.)
su viuda, Josefína de Gómez; sus hijos Clara, José y Margot; su madre, Andreína de Gómez, hermanos, tíos, primos, sobrinos y demás familiares y amigos invitan al acto del sepelio que  se efectuará...

De inmediato, no se por qué me vino a la memoria la infancia compartida con el tiempo, la adolescencia jugando a ser adulto, la época de la rebelión. Repasé el acto de grado, el matrimonio (era linda ella, ahora el tiempo ensaya trazos en su rostro), el nacimiento de mi primera hija, los amigos, las cervezas tomadas y las que se quedaron llorando nostalgias de espumas en el fondo del vaso. Entonces decidí que era importante que yo estuviera allí. Pensé que era mi deber asistir y mi obligación estar presente. 
Mi mujer escogió la ropa por mi. Seleccionó el flux crema (el mismo que me regaló en mi cumpleaños), la camisa azul clara y por supuesto la corbata negra.
Y heme aquí. Ya tengo casi doce horas en la misma posición. Es raro, pero no me he movido. No he tenido  necesidad de hacerlo. Los he visto, uno a uno, desfilar ante la pulida caja. Trazar manchas, con su aliento en el cristal y balbucear una frase que suena a excusa, sin llegar a ser exactamente eso. Pareciera que tienen la obligación de hacerlo.
Clara, José y Margot no han dejado de llorar. La viuda está inconsolable. Sólo noté cierta alteración en ella cuando entró la morena vestida de blanco, que no sé por que causa perturbó al viejo Pedro y provocó una sonrisa burlona en Margot. Pensándolo bien, yo conozco a esa mujer. Estoy seguro de haberla visto. Sólo que desde hace ya dos días los recuerdos parece que se difuminaran en mi mente, No puedo precisar los rostros, ni reconstruir con exactitud las situaciones.
! Es una cosa especial!   Ella me entiende a la perfección. Y fíjate en casi doce años de estar juntos, jamás me ha pedido que me divorcie y me case con ella.  Eso es lo que haría cualquier otra en su situación.  ¿o no? 
¿Tu que opinas?
- Bueno, yo...
Si, definitivamente es especial. No se, hace las cosas de distinta manera. Siempre está dispuesta. Nunca dice que no. Y tiene unas piernas preciosas. Ojala se las pudieras ver algún día.
-Yo se las vi y no son tan preciosas. He visto mejores.
- Se las viste. ¿Donde?
- Aquella vez que estabas con ella en Catia La Mar. ¿No te acuerdas?
- Ah si, claro. Lo que pasa es que tu las viste de otra manera. No 
como yo las veo.
- Piernas, son piernas, mírense como se miren.

Aja. Llegó Juancho. Definitivamente hermano, ese tipo si es hipócrita. Después que hizo lo que hizo. Se alzó con los reales y todavía demandó. Carajo, hay cada gente. Mírenlo, hasta parece que tiene ganas de llorar.
¡ Que calor está haciendo! Y Yo con este fluxecito. Lo que hace uno por cumplir. Como quisiera fumarme un cigarrito,

No fumes. No fumes tanto. Mira que eso hace daño. Tu como que no lees los periódicos, chico. Así  decía siempre mi mujer. Y cuando se cansaba de esa cantaleta empezaba con la otra: en esta casa ya no se puede estar. No fumes al lado de los muchachos, vale, muérete tu si quieres, pero no tienes derecho a matarlos a ellos. Te vas a morir del corazón.
Eso si duele. Empieza con una sensación rara, como si tuvieras el pecho  apretado. Y ese dolor en el antebrazo. Después te da la puntada. Los infartos no duelen, dicen los médicos. Que van a saber de eso si nunca les ha dado uno.
¿Y ahora que pasa?  Ay coño. Llegó otra vez la vieja. ¿ Pero a esa señora no se la habían llevado para su casa.? Mejor es que la dejen allá. Está muy vieja para esto. Como llora. Pobrecita. Tanto que luchó, Esa vieja si pasó hambre cuando su marido la dejó sola con ese muchachero. Pero así y todo echó pa lante. Es apretada.
Otra corona más. La gente está respondiendo. Sus amigos de Contabilidad.  ¿Amigos? Amigo es el ratón del queso y el pan de la mantequilla. Que amigos del carajo. Bastante vaina que echaron cuando lo del ascenso. No se cansaron de poner piedras. Pero al final  se jodieron. Nada pudieron hacer. Y ahora están mandando una corona. Segurito que más tarde vienen.
Y ahí está la vieja Rosa con Cristina. Vieja hipócrita. Esa si es verdad que convierte el azúcar en sal. Si no hubiera sido por ella... todavía recuerdo la primera vez que besé a Cristina. Cumplía 16 años y la cazé entre danzón y danzón. !Como cantaba ese Barbarito Diez! La veo clarita con su vestido rosado y ese pocotón de armadores almidonados debajo. En un descuido de la vieja me la llevé para la cocina y que para que me sirviera un palito y cuando abrió la nevera, zuas, le clavé ese beso, rápido pero sabroso, Se puso rojita y me dijo: tu estás loco, vale, no ves que ahí está mi mamá. Me reí. Voltié  y le ví la cara pelúa a la vieja. Ni se enteró.
Voy a tener que abrir los ojos. La gente se va a dar cuenta. No, mejor los dejo así, a nadie le importa. Yo me la paso durmiendo. Raro fuera que tuviera los ojos abiertos. Ahhh, que sabroso se siente así.
Se está haciendo tarde. ¿ Como que hora será? No importa, ya nada como que importa. El tiempo se mueve apenas tres veces: Ayer, hoy y mañana.
Llegó el café. ¿ Como cuanto costará este entierro? Un realero. Bueno, eso lo paga la compañía. No se. No estoy muy  seguro si el sindicato le clavó por fin a la empresa esa cláusula de entierros, Bueno, eso tampoco me interesa, al fin y al cabo yo no tengo que pagar nada de esto.
¿Y ese tipo bien raro que está en la esquinita quien será? Desde hace rato tiene unas sonrisitas con Clarita. Esta grandota esa muchacha. Ahorita se gradúa y se casa. Carajo. ¿No estará empatada con el bolsa ese? Porque ese tipo tiene cara de chulo.
Llegó Andrés. Ni un solo día fue al hospital. Me imagino lo que le estará diciendo a Josefina: Cuñada, nunca pensé que Eleuterio estuviera tan mal. De haberlo sabido, hubiera ido a verlo, pero usted sabe este trabajo que no me deja un tiempito libre.
Ni llora. Para que va a llorar. Lágrimas de cocodrilo, como decía mamá. Está viejo Andrés. Si cambió desde que la mujer lo dejó. Bolsa. Esa mujer si le sacó billete. Y le montó unos super cachos. Parecía un venao. Los hombres cuando se enamoran si son pendejos.
Me muero. Me muero. Parece que lo estuviera oyendo. Se fue quedando quietecito con ese huecote en la espalda. Yo creo que Cheo arrancó a correr tarde, cuando ya teníamos a los policías encima. Y eso era lo primero que le decían a uno ¨... en las manifestaciones lancen las bombas, miren a la policía y apenas caiga la botella y se prenda la gasolina, arranquen a correr. No esperen, aprovechen, cuando todavía están asustaos con el candelero.¨... Eso era como el Padre Nuestro. No arrancó y el policía lo cazó. Lo estaba cazando, desde que llegamos al murito del Liceo, el negrito le puso el ojo. Coño, ese policía me está mirando. 
Se murió Cheito y no me dijo como era la muerte. Ahora pienso que es como un dejarse ir. Como cuando uno se tira por un tobogán. Te empiezan a faltar las fuerzas, se te duermen las piernas y sientes un vacío en la barriga, una ausencia, una falta de algo. Cierras los ojos y empiezas a despegar. Todo está oscuro y allá, en el fondo, ves una lucecita que se va poniendo chiquita y más chiquita hasta que se apaga y no sabes donde estás. 
Y hablando de muertos. Miren quien resucitó. Carlitos, el ex-marido de  Margot. A mi siempre me cayó bien ese muchacho. Pero es que Margot tiene un carácter insoportable.
Yo quisiera casarme con Margot. Estoy enamorado de ella. ¿Usted me da permiso para visitarla aquí en la casa? Es que no quiero seguir viéndola en la calle...Viejo, no funcionó. Margot me dijo ayer que se quería divorciar. Mire que he hecho todo lo posible para que esto no se acabara, pero que va, ella tiene ese carácter. No se preocupe, yo cuido a mis hijos. Son mis muchachos. Y a usted siempre lo voy  a ver. Yo lo quiero mucho. Y como que está llorando de verdad. Ese siempre ha sido buena gente. 
Estoy cansado. Tengo sueño. Creo que me voy a dormir.
Dos para adelante y  uno para atrás. Dos para adelante y uno para atrás. Dos para adelan... ¿Por qué será que a los muertos los bailan tanto?  Debe ser porque no sienten. Cada vez que veo un entierro me acuerdo del disco de la Chunga. Ese que tocaba Pérez Prado y empezaba con un gritico. En el reverso de la caratula estaban marcados unos piececitos que indicaban la forma como bailarlo. Eran unos piececitos negros, igualito al baile del entierro: dos para adelante y uno para atrás. Dos para adelante y uno para atrás. Chunga la, la Chunga es un baile, Chunga la, la Chunga es un baile.
Bailes buenos los de esa época. No esta porquería que parece una loquera. ¿Te acuerdas Jackeline? Claro que te acuerdas. Uno empezaba bailando con Tito Rodriguez, para calentar los motores. Las muchachas se sentaban toditas junticas en fila, y frente a ellas nos parábamos nosotros. ¿Bailamos Señorita? Teníamos que lucirnos. De la primera pieza dependía todo. La cosa es sencilla, vale. Tu bailas la primera pieza con la que sea. Si no sabe bailar suéltala y baila tu solo. Así las. demás se dan cuenta que tu si sabes hacerlo. ¿ Bailamos Señorita?
Se reían con malicia. En los boleritos de Billo´s uno cogía aire y después cuando todo el mundo estaba empatao, empezaba Rumbas Solamente Rumbas. Manito pa bajo, deditos en el medio y listo. Ya hasta tenía el número del teléfono.
- Deja chico, que nos está viendo mi mamá.
- No importa.
- No bobo, a ti no te importa, pero a mí sí, después cuando llegue a la casa me regaña.
Ay, Jackeline. ¿ Donde andará ahora?  Lo último que supe fue que estaba viviendo en Cabimas, llenita de muchachos. ! Que ojos tan bellos tenía! 
Otra vez el bamboleo. Me voy a marear con tanta movedera.
-¿ Te acuerdas de Diciembre?
- Claro, quien no se va a acordar de Diciembre.
Apenas arrancaba el mes a patinar se ha dicho. Desde la mañana, ras, ras, como corríamos. Centauros con ruedas de acero que herían el macadam. Una vueltica y para atrás. ¿Tu sabes hacer el Mikey Mouse? Eso pasó. Ni el disco de Néstor Zavarce suena ya. Hasta triste se ponía uno. La vieja lloraba y que porque se acordaba de su mamá. Mi hermana, porque no le consentían el novio en la casa. Mi papá no lloraba. Que iba a llorar con esa tremenda pea que cogía desde las seis de la tarde. Yo nunca lloré. Lo mio era esperar las doce, comenzar la abrazadera y amanecer en la calle, para irme a la playa el primero de Enero. El tiempo pasa. Se hace uno viejo.
Otra vez la movedera, vale.
Y ahora como que voy a tener que meterme en ese carro. Eso es lo que no me gusta de los entierros: los carros fúnebres. Son pavosos.
Entierros... Entierros. Hay entierros de entierros. El más raro que recuerde haber visto fue en el Barrio Los Erasos, de San Bernardino. Todo un espectáculo. Primero salieron unos motorizados y como alma que llevaba el diablo vistieron la calle de cabriolas. Después salió el muerto. Viajaba en una urna marrón, que llevaba la tapa levantada y sobre el vidrio un paño rojo. Inició su bailoteo y una pareja de muchachos se pusieron a cada uno de los lados y empezaron a lanzar una pelota de basket, que rebotaba en la urna. Nadie estaba vestido de luto. Llevaron la caja hasta el carro fúnebre y la metieron y sacaron tres veces, con sus respectivos repiques de pelota. Después el carro se fue solo con el muerto. Nadie lloró. El cortejo se disolvió. ¿ Serían haitianos? No lo sé, pero mire que hay gente con costumbres raras.
Como hormigas, en caravana, bebiéndose la cinta negra de asfalto va la chorrera de carros negros, uno tras otro. No se paran en los semafaros para no romper la ordenada fila.
Llegamos. Menos mal.
Yo como que tengo hambre, pero con este olor a flor de muerto hasta ganas de vomitar me están dando.
Ahí viene el cura. ¿El responso estará incluido en los gastos de la funeraria? No creo, esos bichos siempre cobran aparte. Zamuros.
Señor, Dios. Padre celestial, tu le diste la vida y tú se la quitaste. Acógelo en tu seno y déjalo disfrutar de la paz duradera, gozando de tu augusta presencia. Hermanos, él no está muerto. Ha nacido a la vida eterna y por ello debemos alegrarnos todos. Y ahora recemos el Padre Nuestro. Padre Nuestro que...
Mira que cosa, como  bajan a los muertos. Se ponen cuatro tipos, dos por cada lado, pasan sendos mecates por debajo de la urna y pulsiaito la van bajando, le ponen unas placas de concreto arriba y las cubren de cemento.
Chas, chas, chas... nunca había oído el ruido que hace la tierra al caer sobre algo, pero ahora que no hay bulla lo siento clarito. No es desagradable. Aquí todo es distinto. Se está en calma.
Y José no llora. Desde hace dos días ese muchacho está con una cara mas larga que rollo de culebra. Ahora se acercó a la fosa, lanzó una flor y se quedó mirando la urna.
Ay José te va a hacer falta tu papá. Se acabaron las borracheras compartidas. ¿Te acuerdas de tu primera rasca? Tu viejo te llevaba a cuestas porque no podías ni caminar y tu ibas gritando: Policía, policía, aquí va el hombre de la Emulsión de Scott. Se fue el viejo José, de aquí en adelante el camino es solo.
¿Que pasó? Ya como que se fueron todos. Parece que no hay nadie. Si, se fueron. Y ahora que hago. Nada, a lo que vine: a descansar en paz.  EFO

jueves, 10 de mayo de 2018



COSAS...COSAS

Cada nuevo día que vivimos es un día que construimos de nuestro pasado. El pasado es una colcha de retazos. El pasado es una sucesión de hechos que nos llevaron al presente, que gravitan sobre nosotros, que están allí, que forman parte de la memoria, de la experiencia vivida, de situaciones que nunca olvidamos, sino que sencillamente preteremos, marginamos, dejamos de lado, las sacamos de circulación, o archivamos  porque  no nos convienen, o nos lastiman. El presente viene determinado por lo que hayamos hecho en el pasado. Nuestro hoy es hijo legitimo de nuestro ayer y será el padre de nuestro mañana. El pasado no se puede borrar. No nos es dado modifícarlo. En nuestro afán por cambiarlo lo reinventamos, adecuándolo a nuestros deseos, presentándolo como queremos que hubiera sido, ocultando lo indeseable. Pero eso es esfuerzo vano. Podemos maquillarlo, pero nunca cambiarlo, pues el pasado no es sujeto de transformación.
El pasado vive en el sotano de nuestra memoria. Yace en el fondo de nuestra conciencia. Coexiste con los fantasmas del olvido, que de vez en cuando se hacen presentes, se corporizan en nuestra mente obligándonos a revivir situaciones, enfrentándonos con hechos que considerábamos inexistentes, borrados. El pasado es un ente vivo que nace todos los días, que crece con los años, que la muerte no borra. El pasado es inmortal pues pervive en quienes compartieron momentos de nuestra vida. El pasado es individual, cada uno de nosotros tiene el suyo, pero también es colectivo, este está formado por los pasados de todos los que vivieron una época, un hecho, una circunstancia, un tiempo determinado. A ese pasado remoto, se le llama historia y al igual que nuestro pasado individual es suceptible a ser deformado, mitificado, reinventado a conveniencia de quien lo revive en el imaginario colectivo, pero dada su inmutabilidad esos cambios son cosméticos, temporales, nunca definitivos, pues el verdadero, el autentico pasado se mostrará tal y como fue cuando dejen de existir quienes pretendieron cambiarlo o ya no tengan sustento las circunstancias que determinaron su eventual modificación.
Lo que hacemos hoy, en el presente que vivimos, mañana será pasado. Eso que muchas veces consideramos intrascendente, rutinario, puede convertirse, con el paso de los días, en algo importante, decisivo, determinante en los hechos por venir. Vivir el presente es haber vivido el pasado y construir el futuro. Pasado, presente y futuro son espacios iguales de algo que llamamos tiempo  que no es mas que una sucesión de acontecimientos que se precipitan sobre nosotros segundo a segundo, hora tras hora, año por año. El tiempo es  una acumulación de sucesos que guardamos en estricto orden cronológico, pero que presentamos a nuestra conveniencia, seleccionado aquel que queremos evocar dependiendo de las circunstancias en que nos encontremos. El tiempo  nos orilla a la vera del camino, obligándonos a verlo pasar sin poder hacer nada para detener su caminar. El tiempo nos convierte en mudos espectadores de nuestra propia vida, manteniéndonos rehenes de nuestros propios actos, de nosotros mismos. El tiempo, como pasado, presente y futuro,  no existe pues podemos revivir en nuestra mente hechos del pasado, al tiempo que vivimos el presente e imaginamos el futuro. El tiempo es una ilusión, como es una ilusión nuestra vida y las ilusiones , son sueños, fantasías, cosas... cosas. EFO 

martes, 17 de abril de 2018




CLEPTOMANÍA


Hoy empecé con una nueva afición: robar. Para algunos es un delito, otros lo justifican aduciendo que cuando no queda otra opción es necesario. Y ese es mi caso. No robo por  vicio ni  por el placer de robar, o  de acumular cosas,  robo porque no puedo hacer nada mas, pues lo que hurto no está a la venta, no se puede adquirir,  no son bienes transables, valen tanto que no tienen precio. Ayer robé la noche. La encontré dormida en la arena de la playa. La recogí con ambas manos, teniendo cuidado de no estropear su manto, pero no pude evitar que varias estrellas cayeran al mar. Me tomó algún tiempo recuperálas y rehacer el manto pues lo tuve que bordar de nuevo. La enmarqué en mi ventana, para poder contemplarla cada vez que quiera.  Con la noche hay que ser avaro pues son muchos quienes la desean, por eso la cuido con celo. Cuando el día comienza a desgastar sus primeras horas  la guardo en lugar seguro hasta que muera la tarde, cuando vuelvo a exhibirla para seguir  disfrutando de su belleza. La noche es mía. Me pertenece.
Estoy a la caza de un pedazo de la tarde. Ya he visto algunos pero todavía no decido cual robar. Quizás me apropie del que linda con la noche, el  que tiene tonos claro oscuros y a veces se pinta de arreboles. Si,  creo que definitivamente robaré esa parte de la tarde moribunda, esa que llaman ocaso. Cuando la tenga la colgaré en una ventana cercana a la de la noche para así poder contemplar la transición.
Robar se ha convertido para mi, lo reconozco, en una adicción. Poco a poco me he ido transformando en un poseso soy, lo confieso, un ladrón consumado; diariamente salgo a recorrer el mundo buscando que robar.
Después de mucho acecharlo, logré apresar el viento. Lo sorprendí escondido en la cumbre de una montaña. Días atrás había hecho lo mismo con el frío. Metí a ambos en una redoma y logré su promesa de que no escaparían si los dejaba vagar con la noche. Ahora cada vez que abro la ventana siento un viento frío arropar los luceros.
Debo admitir que pese a que nunca me gustó el día, me estoy dejando subyugar por sus encantos. El día es como un gigantesco museo, que nos deslumbra con sus prodigios. Y ahora quiero adueñarme de sus maravillas, para en el paroxismo de mi egoísmo, ser su único dueño. Robaré cada caja de música que guardan en su interior los pájaros, cada color que exhiben con donaire las mariposas, cada perfume que exhalan las flores, los de todas las flores, incluyendo las de los caminos y las que viven en los cementerios. Me adueñaré del murmullo del río y de la multiplicación de las gotas de agua al chocar contra el pavimento, también del bramido del mar, cuando furioso lame las rocas de los acantilados y de las espinas que defienden a las rosas. Seré dueño de la cadencia de las olas, de la soledad de los bosques umbríos, del puente del arco iris,  de la mirada certera del águila, de los jardines que florecen bajo el mar, de la roja furia de los volcanes, de la paciencia del tigre al acecho y del temblor de miedo del animal acechado, de la perseverancia de las abejas,  de la lampara con que alumbran las luciérnagas, de la ingravidez de las medusas, de la frialdad de las serpientes y del arrastrar de los gusanos y cuando esté cansado de robar a la naturaleza, robaré a las mujeres.Tendré sus caprichos, sus risas equivocas, sus miradas lánguidas, sus andares cadenciosos, sus invitaciones a pecar, sus modosos ademanes, sus fingidas sonrisas, su desdeñosa altivez. Juntaré el brillo de sus ojos, la tersura de su piel, la sombrilla de sus pestañas, el grana de sus labios, la voluptuosidad de sus senos, el largo de sus piernas, las sinuosidades de su cintura, el laberinto de su mirada, sus gritos de angustia, los de dolor, los de alegría. Sus espasmos de placer, sus gemidos de rabia, el timbre de su voz. Al no tener más que  robarle a las mujeres secuestraré de los hombres los sentimientos, las pasiones, los odios, los amores, los dolores, la tristeza, el pecado, la vanidad, la indiferencia, las traiciones y los olvidos; y cuando lo tenga todo me robaré a mi mismo para que nada le pertenezca a nadie, para que nadie tenga nada, para empezar de nuevo, para que todo vuelva a ser como el principio, para que todo sea, renacido, revivido. Así, sobre el vacío total, construiremos un mundo nuevo donde no exista  pasado, ni presente, solo  un esperanzador futuro.  EFO.