domingo, 13 de mayo de 2012



ADIOS

Puedo morir hoy, ahora mismo, en este instante. Puedo morir casi sin darme cuenta. Morir despacio, sin angustia, casi como dormir. Esa sería una muerte dulce. La muerte, dicen, es un sueño, sólo que no sueñas. Puedo morir violentamente. Esa sería una muerte rápida. Puedo morir día a día. Sintiendo como pasan las horas, llevando sobre mi cuerpo el fardo del tiempo que pareciera no terminar nunca. Esa sería una muerte odiosa. Puedo morir viejo. De causas naturales. Esa sería una muerte buena. Si muero joven, moriría de mala manera, moriría sin haber vivido. Puedo morir por otra mano, sentenciado a muerte. Esa sería una muerte oprobiosa. Puedo morir por propia mano. Esa sería una muerte buscada. Puedo morir sin pensar que voy a hacerlo. Pero puedo hacerlo pensando en mi muerte, imaginándola, dándole forma a ese momento desconocido. Esa sería una forma extraña de morir. Sería morir pero no morir. Sería morir, pero seguir viviendo. Uno puede morir viviendo. Sintiendo día a día como te roe una pena el alma. Como te consume un dolor. La muerte no es solo física. Puedo morir para otros, sepultado en el olvido de una o de mucha gente. Puedo morir por partes, primero mi alma y después mi cuerpo o todo de una vez. Puedo morir hoy, ahora mismo, en este instante y otro ser ocupará mi espacio, se hará dueño de mi lugar. Marcará sobre mis huellas sus propias huellas. Desandará mis caminos. Llenará los ámbitos de mi vida. Yo puedo morir de cualquier forma. Y cuando eso pase casi nadie se dará cuenta. La muerte, mi muerte, es algo personal, íntimo, muy mío. Es mi propia manera de despedirme de todo, de alejarme, de irme. Cuando muera será como cuando pasa la brisa, alumbra el sol, entiniebla la noche. Alguien lo notará, por un breve espacio, pero casi al instante será olvidado. La muerte es un hecho cotidiano, forma parte de la rutina de la vida. La muerte es sólo un paso. Para algunos ese paso marca su trascendencia, para otros, para casi todos, es sencillamente un dejar de existir, un no ser. Morir es como mirarse al espejo para descubrir lo que tratamos de ocultar. Ver la flacidez de las carnes, los surcos de la piel, conocer la magnitud del daño. Morir es enfrentarse a uno mismo. Hacer balance, rendir cuentas, cerrar por inventario. Mientras otro autopsia las carnes en busca de secretos, uno abre el alma para confrontar los hechos, evocar lo vivido, recordar lo soñado, llorar por lo no logrado. Morir, es vivir, dormir, dejarse ir, no más EFO.


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